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Capítulo 2 - Un error con el que repetir.

Y aquí el capítulo de hoy. Muy tarde, pero estuve corrigiendo esta historia, y hasta ahora no terminé de tenerla a punto. Espero que les guste. :D

Me quité la ropa, me desmaquillé, me di una ducha reconfortante, y me coloqué la bata, más que dispuesta a irme a la cama en breve, intentando olvidar aquel nuevo error.

¿Otro error con él? ¡Por Dios!

Me solté el cabello y me miré al espejo, tenía que deshacerme de aquella sensación como fuese, y lo más importante, evitar aquella tentación constante, a ese idiota.

Me hacía desearle de una forma inimaginable, tanto que perdía la noción del tiempo, incluso la razón. Me volvía loca momentáneamente.

La puerta sonó, y entonces dejé de prestar al espejo, y me acerqué a ella, descubriéndole al otro lado. Una sensación desconocida me embargó entonces, algo revoloteó dentro de mí, al verle allí. Su sonrisa apareció, al mismo tiempo que la mía, como si nos alegrásemos de ver allí al otro.

Estaba aterrada, no podía dejarle entrar, pero él lo hizo, sin esperar una invitación por mi parte, acercándose a mí, mientras yo me echaba hacia atrás, hasta que mi espalda chocó contra la pared, y sus dedos acariciaron mi mejilla. Miré hacia su camisa entre abierta, altamente confundida, levantando la mirada levemente, observándole.

Mi cuerpo temblaba con sólo una mirada por su parte.

Sus labios se aferraron a los míos entonces, dejando paso a la pasión, haciendo desaparecer cualquier atisbo de duda.

¡Dios! Le deseaba demasiado, aquello no era simplemente a causa del alcohol, había algo más, algo que ni siquiera quería reconocerme a mí misma, porque él era un simple camarero y yo merecía mucho más que eso.

Nuestros besos pronto comenzaron a sonar, cuando el deseo se hizo incontrolable y nuestros gemidos aparecieron en escena.

Me cogió en brazos, subiéndome al mueble de la entrada, estampándome violentamente contra la pared, metiéndose entre mis piernas, aferrándose a mi cintura, apretándome contra él.

- Chuck, no... - le empujé, echándole hacia atrás, golpeándole. Subió la mirada, con la respiración agitada, observándome de esa forma que no debía.

Le agarré de la camisa, atrayéndole a mí, volviendo a besarle, con desesperación. Tiró de la cinta de mi bata, desbaratándola, echándola hacia atrás, dejándome en ropa interior. Abrí su camisa, desesperada, sin detener aquel beso y se la saqué, hacia atrás, ante su atenta mirada.

Me mordí el labio, en aquel momento no podía parar, tan sólo quería culminar aquello de una vez.

Me quité el sujetador, ante su atenta mirada, dejando desnudos mis pechos. Atrajo sus manos a ellos, y los presionó, encendiéndome incluso más de lo que ya estaba, lamiendo mi boca, bajando por mi barbilla, hasta mi cuello, mordiéndolo, mientras yo gemía, desabrochando el cinturón de sus pantalones, acariciando levemente, aún por encima su miembro, haciéndome gemir, y detenerse en el acto.

Me agarró de la tira de las bragas, y me las quitó con tanta urgencia que las desgarró.

Ambos nos observamos, con mucha calma, justo cuando se bajó los pantalones, junto a sus calzoncillos, dejando libre su miembro, pero ni siquiera podía bajar la vista para observarle, estaba mucho más atareada mirando hacia su rostro, que lucía desesperado por introducirse entre mis piernas.

Me agarró de las caderas, tirando de mí hacia él, con un simple tirón, limpio, introduciéndose dentro de mí, mientras ambos nos dejábamos llevar.

Nuestras frentes chocaron, el ritmo que sus penetraciones crecía, y nuestras bocas, ligeramente abiertas, dejaban escapar gemidos al unísono, sin dejar de mirarnos, entre caricias, besos, respiraciones rozando lo imposible, dejando caer el aliento sobre el otro, apretándonos, succionándonos, deseándonos.

La forma arrebatadora en la que él me lo hacía, sin ningún tipo de cuidado, era sobrecogedora, me volvía loca, mientras mis manos recorrían su escultural cuerpo. Su perfecta espalda, su pecho, sus brazos, sus hombros, hasta su pelvis.

Nuestros cuerpos sudados subían incluso más la temperatura de ambos, los cabellos se me pegaban a la nuca, y su frente comenzó a gotear sudor.

- Joder, me estoy ahogando – se quejó, deteniéndose, de pronto.

Le miré, sin comprender, observando como caminaba hasta la puerta, cerrándola, para luego cogerme en brazos, sin que tan siquiera pudiese negarme a aquello, dejándome caer sobre la cama, encendiendo el ventilador del techo.

Me levanté y caminé hasta él, aferrándome a su nuca para volver a besarle, mientras él se aferraba a mis nalgas, apretándome contra él, desesperado, apretándome contra la cómoda, sabía lo que deseaba que es lo que era, lo mismo que deseaba yo.

- Oh, Chuck – gemí, tan pronto como me cogió en brazos, apretándome contra la pared del otro lado, colándose dentro, haciéndome estremecer, al igual que él.

Los gemidos de ambos aparecieron en el lugar, mientras entrelazaba las manos a su cuello, sujetándome a sus hombros, dejándome llevar por aquello, que aquel semental me hacía. Dándome fuerte, clavándome cada vez más a la pared, como si fuese una alcayata.

El poco aire que entraba por la ventana era removido por la habitación con la ayuda del ventilador, cosa que agradecíamos, porque estábamos ardiendo.

Su boca inspeccionó la mía, sin piedad, teniendo que detener sus embestidas para no morir ahogado. Me condujo por la habitación, recostándome sobre la cama, parecía que íbamos a volver a cambiar de postura.

Sonreí, divertida, cuando sus manos recorrieron mi cuerpo, deteniéndose en mis nalgas, colocándose de rodillas en la cama, levantado mis caderas, apretándome contra él, volviendo a hacerme aquello.

Ese hombre me estaba volviendo completamente loca. Le agarré del rostro con ambas manos, conllevando que dejase de embestirme y le besé, con desesperación. Mientras él me habría las piernas, y se metía entre ellas, volviendo a follarme.

Apreté sus nalgas, aferrándole contra mí, mientras él sonreía, al darse cuenta que quería aquello tanto como él.

Ni siquiera necesitaba palabras, y no era incómodo en lo absoluto, era como si conectábamos de una forma indescriptible. Estábamos deseando estar en los brazos del otro, y por eso no podíamos dejar de besarnos, mordernos, tocarnos, y gemir. Nunca antes me habían hecho sentir tanto con aquello.

Él dejó de besarme tan pronto como empezó a apretarme más, contra la cama, con ambos dejándonos llevar, entre gemidos incontrolables, llegando al más pleno éxtasis.

- Joder – vociferó, haciéndome sonreír. Se tumbó a mi lado, mientras yo me apoyaba sobre él, y comenzaba a acariciar su perfecto pecho, sin arrepentirme de aquello, ni un poco – llevo toda la noche deseando esto.

- ¿Sólo esta noche? – quise saber, divertida, haciéndole reír.

- Desde que te montaste en mi coche – admitió, la que rio en aquel momento fui yo – o incluso antes, cuando te vi en el bar, pidiendo un lugar en el que hospedarte...

- Estabas deseando que me fijase en ti ¿no? – quise saber. En aquel momento no me sentía cohibida de hablar con él. Acabábamos de acostarnos, ¿cómo iba a sentirme cohibida?

- Nunca me había costado tanto conquistar a una mujer – añadió, para luego besarme, apasionadamente, mientras mi teléfono comenzaba a sonar. Ni siquiera quería levantarme para cogerlo, estaba muy a gusto allí.

- Escucha – me eché hacia atrás, con rapidez – esto entre tú y yo... - sonrió, al darse cuenta de lo que me ocurría.

- Otro error ¿no? – bajé la cabeza, avergonzada, mientras él se levantaba de la cama y recogía su ropa interior.

- Chuck – le llamé, poniéndome en pie de un salto, agarrándole de la mano para evitar que pudiese irse a ninguna parte – yo no ...

- Mantengámoslo en secreto – contestó, dejándome altamente sorprendida, no esperé escuchar esas palabras por su parte – si tanto miedo te da que la gente se entere de esto, Ariz – sonreí, agradecida.

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