BUENAS NOCHES.

Les dejo el capítulo de hoy. Espero que les guste :D

Le indiqué al taxi que se detuviese junto a la plaza, le prometí que le pagaría un plus si me esperaba, ya lo tenía todo listo, en unas horas me marcharía de aquel bonito lugar, pero antes tenía que hacer algo. Eché a correr y me detuve frente a la oficina de Nate, llamando con insistencia, la secretaria me dejó pasar.

- He venido a ver a Nate Winston – contesté. La mujer asintió, haciendo unas llamadas por el pinganillo, y luego la puerta del fondo se abrió. El susodicho me miró sin comprender, y yo sólo sonreí – siento molestarte, pero me voy ya, y no he tenido el valor de devolverle la llave a Chuck – añadí, levantándola en alto, mientras él me cedía la mano para cogerla al vuelo.

- Al final me hiciste caso – me dijo, mientras yo asentía.

- Eres el hombre más sabio que conozco – bromeé, haciéndole sonreír.

- ¿Quieres pasar? – me animó, para que hablásemos en un ambiente más cómodo, sin que la secretaria estuviese al tanto.

- Tengo el taxi fuera – fue lo único que respondí – sólo quería entregarte las llaves y despedirme – asintió, en señal de que había cumplido mi cometido. Me di la vuelta, con la intención de marcharme, pero me detuve antes de haberlo logrado, girándome hacia él, que me miró sin comprender – Necesito que me hagas un favor, necesito que estés ahí para él ahora, necesito que ... - asintió, sin emitir sonido alguno, y luego lo hice yo – recuérdale que él es perfecto como es, que no tiene que ser distinto y que... - mi voz se quebró – tengo que irme – me di la vuelta, marchándome sin más, montándome en el taxi, indicándole que podía continuar, mientras yo rompía a llorar, mirando por la ventanilla, recordando la primera vez que nos vimos.

Me subí a su coche para que me llevase a Lagoonville, asegurándole que tenía que reunirme con el dueño allí, para que me alquilase una de sus casas. Ni siquiera sabía que el dueño era él. Iba algo borracha, porque me había hartado de beber en el avión, y luego en el bar en el que el taxi me dejó, que casualmente, era el bar dónde él trabajaba.

Recuerdo que me pareció guapísimo la primera vez que le vi, tanto, que me lancé sobre él, justo cuando se detuvo frente a su casa, en el coche, y terminé subiéndome sobre él.

Luego fue incómodo, cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, y salí del coche en busca del dueño, encontrándome de nuevo con él.

Siempre fue un buen chico, se portó genial conmigo, y yo... ¿Cómo lo trataba yo?

"Esto es lo mejor para los dos" "Recuerda que tú no puedes amar a nadie, y él no se merece menos que eso"

Asentí, confiando en mis propias palabras.

Tenía que ser fuerte, convertirme en una chica con el corazón de hojalata cuando volviese a casa. Tenía que volver a ser esa chica que confiaba en sí misma y no tenía miedo a nada, esa chica que fingía que estaba bien no tener sentimientos hacia los demás.

Una vez en el avión seguía repitiéndome las mismas palabras, intentando convencerme a mí misma que lo estaba haciendo por él, y no por mí, cuando lo cierto es que lo hacía por el miedo. Ese horrible miedo que aún me persigue en las noches.