Capítulo 17 - Dejar las cosas claras.
Capítulo 17 – Dejar las cosas claras.
Lamí toda su espalda, mientras el agua de la ducha nos empapaba, y él se giraba, divertido. Me aferré a sus labios, obligándole a darse la vuelta, rompiendo a reír, sin poder evitarlo.
- Ni siquiera en la ducha puedes dejar de pensar en sexo, estás enferma – se quejó, haciéndome reír aquella vez a mí.
- Claro, porque tú – apoyé la mano en su dura polla, y la masajeé despacio, haciéndole estremecer – no tienes nada de ganas ¿no?
- Ninguna – bromeó.
- ¿ah no? Y entonces ¿qué es esto?
- Es una buena pregunta – rompí a reír, porque la cara que había puesto era demasiado cómica – voy a tener que ir al médico, porque creo que me ha picado algún bicho o algo, se me ha puesto enorme.
- Déjame ver – me puse seria, agachándome frente a él, observándola de cerca, mientras él no perdía detalle de lo que hacía.
Dejó escapar un prolongado gemido en cuanto lamí la punta, me agarró de la barbilla, asintiéndome después, como si me estuviese dando permiso. La metí en mi boca, volviéndole loco.
- ¡Oh, joder! – vociferó, con mis labios presionando levemente su polla, haciendo la presión justa para tenerle en aquel estado, comiéndosela y me encantaba el sabor de esta, y como palpitaba dentro. Os podrá parecer mentira, pero era la segunda vez que hacía aquello, y al contrario que la primera, aquella vez quería, y me apetecía demasiado provocarle.
Al final terminó levantándome, antes de haberse corrido, obligándome a besarle, con desesperación.
- ¿Por qué no me has dejado seguir? – pregunté, colgándome de su cuello, dejando que me condujese al chorro, y que este cayese por mi cabello. Se encogió de hombros – Chuck.
- Iba a correrme – aseguró, sonreí.
- Por eso lo estaba haciendo – contesté, besó mis labios, un par de muerdos más, antes de separarse y contestar.
- Tu boca está hecha para ser besada, para reír y para que la mire durante horas – sonreí, él era todo un encanto, os lo aseguro, nada que ver con las calumnias que decían de él en el pueblo – no quiero que tu boca contenga algo tan asqueroso como eso.
- No te mentiré, Chuck, no es algo agradable – contesté – sé que hay chicas a las que les encanta, pero no es mi caso. Aunque, también sé que a los chicos os encanta iros en la boca de la chica, así que si quieres que lo haga por ti...
- No – me detuvo – no quiero – sonreí, volviendo a besarle, dejándome llevar por aquello, apoyándome en la fría pared, mientras él volvía a follarme, justo como necesitaba.
- ¿Qué vas a hacer hoy? – pregunté, cuando me secaba el pelo con una toalla, ante su atenta mirada.
- Tengo que ir al ayuntamiento, es el baile de la pastora, esta tarde, y tengo que montar los focos para la entrega de premios.
- Eres el chico para todo ¿no? Siempre dispuesto a ayudar al prójimo – sonrió.
- Si quieres, luego, puedo pasarme por tu casa y arreglarte algún enchufe – rompí a reír, acercándome luego a él, que llevaba puesta solo una fina toalla cubriendo sus bajos, dándole un pequeño muerdo en los labios, dándome la vuelta, llegando hasta el salón, recogiendo mi ropa, que estaba desperdigada por el lugar. La noche anterior se nos había ido un poco de las manos.
Él me gustaba muchísimo. Eso no lo negaré.
- Yo seguramente quede con Hanna, tendré que darle una buena explicación por rajarme anoche – le dije, observando como llegaba al salón, ayudándome a recoger.
- Ten cuidado, le gusta hacer de celestina con la gente que le cae bien – admitió – no quiero tener que partirle las piernas a nadie.
- Así que ... eres un tipo celoso ¿no? – quise saber, deteniéndome frente a él, con el sujetador ya colocado.
- Digamos que no me gusta que me toquen lo que es mío – sonreí, divertida.
- Tú y yo sólo nos estamos conociendo – le corté, para que no hubiese ningún tipo de malentendido. Yo no quería que aquello fuese más de lo que ya era, no estaba preparada para contarle al mundo que estaba acostándome con él, y tampoco quería que la cosa evolucionase. ¿Y todo por qué? Por mis malditos demonios. Además de mi madre, no quería que volviese a decirme que mi hermana había conseguido a un hombre maravilloso, y yo había tenido que conformarme con un paleto de pueblo, a pesar de que sabía que él no era eso – me da igual si le dices a la gente que estás con alguien de la ciudad, pero quiero que tú lo tengas claro, Chuck, lo que es esto. – sonrió, aunque en seguida pude notar una sombra, un resto de decepción en su mirada.
- Lo tengo claro – contestó. Sonreí, volviendo a prestar la atención a mi ropa. Le quité la camiseta que sostenía en su mano izquierda, colocándomela, y seguí luego con las bragas y el pantalón - ¿Eso implica que en cualquier momento puedas acostarte con otro? – quiso saber, me giré, sorprendida y le observé con calma.
- No – contesté. Tragó saliva, sin saber qué decir – eso implica que no soy de tu propiedad, que no somos novios y que puedo quedar con otros chicos – asintió, lamiéndose los labios, nervioso – no soy del tipo de chicas que se acuesta con varios chicos a la vez.
- Entonces... - comenzó, intentando entender mejor aquella situación – si quedas con otros chicos, y de pronto te gusta otro más que yo ... - su duda se detuvo en el aire, tragó saliva, sin saber cómo continuar.
No podía creerme que me estuviese haciendo aquella pregunta. Quería zarandearle y gritarle: "Tonto, ¿no te das cuenta de que estoy loca por ti? No quiero a nadie más que no seas tú"
Pero en lugar de eso, sólo lo alejé de mí, justo como suelo hacer cuando alguien me importa de verdad. ¿Por qué pensáis que no tenía amigos? ¿Por qué creéis que la relación con mi familia no es buena? Siempre termino saboteando todo lo que me hace feliz.
- Serás el primero en saberlo – contesté, asintió, entendiendo lo que quería decir.
- Entiendo... - sonreí, intentando volver a conectar con él, pero había un vacío enorme en su mirada, como si algo se hubiese roto entre él y yo – Vas a seguir buscando al chico perfecto para ti.
- Chuck... - ya no quería seguir hablando de aquello con él, pero era tan idiota que no sabía cómo detenerlo. Negué con la cabeza, sin saber qué decir.
- Porque el pueblerino paleto de Chuck Olson sigue sin ser suficiente, a pesar de todo – soltó, sin más. Levanté la mano, para acariciar su mejilla, pero detuvo mi mano, apartándola de él. Asintió, mientras yo seguía llamándole, agarrándole del brazo al fin – No me merezco esto...
- ¿Quieres que me vaya? – pregunté, aunque ya sabía su respuesta.
- Sí, por favor – asentí, mirando hacia la puerta y de nuevo a él – vete ya, por favor – insistió. Me marché entonces. No hice más que cerrar la puerta cuando escuché ruido, en el interior, me giré, observando por la cristalera, como él ponía la casa patas arriba, como un verdadero energúmeno, frustrado.
Todo aquello era mi culpa. Le estaba haciendo daño con mis decisiones. Pero era tan egoísta, que ni siquiera podía pensar en alejarme de él.
En el fondo era tan cruel cómo mi padre, usar a otros para sus propios fines. Me di cuenta en ese justo istante.
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