Capítulo 16 - A solas.
¿En qué momento sientes que una persona que te gusta se convierte en algo más? ¿Cómo puedes estar segura de lo que es si nunca antes lo has sentido? ¿Qué línea separa el "me gustas" del "te quiero"?
Pensaba en todo en ello cuando caminaba por las calles del pueblo, de camino al bar.
Nunca antes había estado en una situación similar. Nunca antes había tenido miedo de dar un paso más con un chico o dar uno menos. Él me hacía sentir bien, puedo aseguraros que era feliz cuando estábamos juntos. Pero sentir siempre me hizo débil, y aquella vez no era una excepción. Tenía miedo.
¿Y si nunca podría decirle lo que sentía? ¿Y si nunca llegaba a sentir lo que se suponía que debía sentir? ¿Y si él me dejaba también?
Me senté en la mesa del fondo, alejando de mí aquellos pensamientos, sintiéndome más atrevida de lo que me había sentido en mi vida, si incluso me atreví a usar unos jeans cortos y una blusa ancha en tono ocre, muy bonita, pero no era nada de mi estilo. Sólo quería ponerle un poco nervioso.
Me tomé el coctel que él me había preparado, llevaba granadina, vodka y un chorrito de limón. Estaba rico, para que os lo voy a negar.
Ni siquiera escuchaba las escusas de Lindsi sobre que se fuese de la lengua con Chuck, tan sólo podía mirar hacia él, de reojo, observándole allí. Se le hacía la boca agua con verme allí, lo sabía bien.
- Mira, tía – la llamé, después de un rato escuchando sus estupideces – me da igual la razón por la que lo hiciste, meter cizaña entre nosotros. Sólo quiero que la próxima vez te lo pienses mejor.
- Pero ¿qué más te da? ¿No se supone que os odiáis?
- Claro que nos odiamos – mentí – pero es mi casero, no quiero que me eche a la calle por tus cotilleos – insistí – Aunque después de esta experiencia, no creo que vaya a contarte nada sobre mi vida, Lindsi – me quejé, haciendo una parada para terminar mi coctel, dejándole sobre la mesa.
- Resumiendo, eres una zorra mala Lindsi – espetó Hanna, que había escuchado toda la conversación que habíamos tenido – a pesar de lo que opine todo el pueblo.
- No te metas en esto, Hanna – se defendió mi "amiga".
- Te dije que al final yo sería mejor amiga para ti – es cierto, me lo dijo, pero como en aquella época ella estaba siempre rodeada de chicos, y uno de ellos era mi casero, no me acerqué – se las da de mosca muerta y luego es la peor de todas – Lindsi se marchó, dolida, al no tener apoyo por mi parte y Hanna se sentó en el lugar de esta - ¿tienes algún plan para hoy? Tengo ensayo con los chicos en un rato, y luego iremos a tomar algo a algún garito, ¿te apuntas?
- No sé si es buena idea... - pero ni siquiera me dejó hablar, pues empezó a contarme que aún había algo entre Chuck y ella. Yo sabía que eso no era así, pero por supuesto no iba a contarle nada.
- Ahora va y me dice que está saliendo con una chica de la ciudad... - explicaba, mientras yo levantaba la vista para observarle, parecía preocupado de que hablase con ella, pero no dijo nada - ... pero yo sé que sólo me está poniendo a prueba, vengándose porque le haya puesto los cuernos con el antiguo batería de nuestro grupo – Oh, eso aclaraba las cosas un poco mejor. Al fin conocía la razón por la que ya no estaban juntos.
Me tomé como 4 cocteles más, asintiendo a todo lo que me contaba sobre Chuck, se la veía pilladísima aún por él. Quizás él también lo estaba por ella y yo era la que me estaba metiendo dónde no me llamaban.
El ensayo fue en casa de Chuck, por si lo dudabais, y lo que me impresionó no fue eso, si no lo bien que él tocaba la guitarra, ni siquiera me había fijado.
- ¿Te gusta como toca mi colega? – preguntó el batería, cuyo nombre era Sam - ¿sabes que un buen guitarrista sabe perfectamente cómo tocar a una mujer para hacerla gemir de placer? – sonreí, divertida, sin darle bola – te aseguro, encanto, que él te daría lo tuyo si le dejases – no lo negaba, sabía que iba a darme lo mío en cuanto nos quedásemos a solas.
El grupo estaba formado por aquellos tres. Sam a la batería, Chuck a la guitarra, Hanna al piano y la voz cantante. Me gusta el rollo que tocaban, música country con ciertos toques de rock. Era algo distinto, y me llamaba mucho la atención.
No paramos de echarnos miradas fugaces durante todo el ensayo, incluso se mordió el labio, cuando abrí un poco las piernas, enseñándole la abeja que tenía tatuada entre las piernas.
- Deberíamos dejarlo ya – dijo tras una hora tocando – estoy cansado, sigamos mañana – se levantó del sofá, dejando la guitarra en él, para luego caminar hacia la nevera, y sacar un botellín de cerveza, dándole un largo sorbo, tras abrirla.
Caminé hacia él, divertida, mientras el resto recogía y se preparaba para ir a casa, se asustó al sentirme justo detrás.
- ¿Me das una? – abrió el frigorífico, sacándola, abriéndola y cediéndomela. Me bebí la mitad de una sola vez, dejando que un poco cayese por la comisura de mis labios, recorriese mi garganta y se perdiese en mi escote, ante su atenta mirada. Me lamí toda la boca, justo después, poniéndole aún más nervioso – está muy buena.
- ¡Iros ya, joder! – lanzó hacia los otros, mientras yo me mordía el labio, evitando sonreír, porque aquella situación me hacía mucha gracia. Estaba deseando quedarse a solas conmigo.
- Tranqui, tío – se quejaba Sam, metiendo, terminando de cerrar la maleta donde llevaba la batería portátil, y el resto del equipo.
- ¿Te importa si lo dejamos todo aquí? – preguntó Hanna, lanzándole una mirada de complicidad a Sam, buscando luego la mía, pero estaba más ocupada en mis pensamientos, y ni siquiera me percaté de ello – ahora vamos a salir a tomar algo.
- Haced lo que queráis – insistía él, sacudiéndose el cabello, observando como aquellos dos dejaban el material junto al televisor, y se acercaban a la puerta.
- Ariz – me llamó Hanna, haciéndome salir de mi hipnotismo – te vienes ¿no?
- Que va – contesté – estoy un poco cansada, creo que me voy a ir a dormir ya – atravesé la sala, pero me detuve antes de haber llegado junto a Hanna, pues él habló.
- Ariz, tenemos que hablar sobre la caldera – me di la vuelta, para observarle. Sólo era un farol, algo en clave para retenerme en su casa.
- Podemos hablar de ello mañana, además, estás cansado ¿no? – él asintió, algo molesto, observando cómo me iba con ellos.
Me detuve en la puerta de mi casa, observando como aquellos dos se montaban en el coche del batería, ponían la radio a toda pastilla y se marchaban sin más, pisándole fondo.
Atravesé el jardín, subiendo las escaleras que daban a su casa, que estaba construida en alto, al contrario que la mía, y luego llamé a la puerta.
- Hola – saludé, empujando la puerta para entrar, mientras él sonreía – no me pareció oportuno quedarme mientras ellos se iban.
- Hola – contestó él. Con una sonrisa pícara en su rostro.
El deseo entre ambos era palpable, y las ganas de estar con el otro también. En tan sólo un minuto acabamos besándonos con desesperación, con las respiraciones agitadas, desnudándonos con insistencia, queriendo cada vez más el uno del otro.
Sobre el sofá en el que había estado tocando minutos antes, follábamos, con él sobre mí, clavándome cada vez más al tresillo, entre besos apasionados, y gemidos, mientras yo le tiraba del pelo, y me dejaba llevar por aquello.
Nunca había tenido ese tipo de sexo con nadie más, del tipo desgarrador, en el que sientes que encajas a la perfección con otra persona, que tu mundo no cobrará sentido si no está dentro de ti, y te altera tanto, te vuelve tan completamente demente que sólo quieres sentirle besándote, con sus gemidos envolviéndote, haciéndote temblar.
Eso era lo que él me proporcionaba, sexo ardiente y arrebatador, además de muchas otras cosas.
Sus gemidos eran tan constantes, y su forma de hacérmelo tan imponente, que sabía que estaba cerca del éxtasis final.
- Joder, follar contigo es increíble – aseguró, saliendo de mí, manchando el sofá con líquidos varios, con una tonta sonrisa de satisfacción en su rostro - ¿qué has hecho hoy? – quiso saber, recostándose junto a mí, aferrándose a mi espalda, metiendo su nariz entre mis cabellos, embriagado con mi olor.
- He estado dibujando, me he inspirado para mi colección.
- ¿Usas algún tipo de protección? – quiso saber, sonreí. Era normal que estuviese preocupado, no sabía nada sobre mí.
- Tranquilo, tengo puesto un diu – contesté, sintiendo sus caricias por mi piel, despertando en mí esas sensaciones que me volvían loca.
Me levanté del sofá, desconcertándole, completamente desnuda, mientras él se sentaba, observándome con atención.
- Ahora es mi turno – le dije, subiéndome sobre él, apoyando las rodillas en el sofá, observándole con sumo interés – voy a follarte – sonrió, encantado, mientras yo me apoyaba en su miembro, acariciándolo con mi sexo, comenzando a despertarle.
Me agarró de la nuca, atrayendo mis labios a los suyos, besándome con pasión, encendiéndonos de golpe. Presioné las rodillas, levantándome un poco, cuando volví a sentarme entró entera, haciéndonos gemir a ambos, sobre la boca del otro.
- Joder, Ariz – gimió, aferrándose a mi cintura, guiándome para que me siguiese moviendo sobre él.
- ¡Oh, Chuck! – me encantaba la forma en la que lamía mis pezones, devorándolos, haciéndome sentir incluso más.
A aquellas alturas del partido me había convertido en una salvaje, no podía dejar de moverme sobre él, tirándole del pelo, mientras él se quejaba, incluso le mordía la barbilla, la mejilla y el cuello, descargando la frustración del momento, el terrible deseo que él me provocaba.
Nuestros últimos gemidos llenaban el silencio de la casa, sólo interrumpido por los sonidos de la noche, en el exterior. Era una suerte que estuviésemos tan lejos del pueblo, porque estaríamos montando un espectáculo de no ser así.
¿Quién era esa loca que gemía como una posesa sobre él? Ni siquiera podía reconocerme, yo no era así, no solía tomar la iniciativa con un chico, nunca, y menos ponerme a gritar de esa manera. ¿Qué me estaba ocurriendo con él? Sacaba mi lado más animal cuando estábamos juntos.
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