Capítulo 14 - Una charla real.
Almorzamos juntos, después de un revolcón más que merecido en su sofá, y unas risas hablando de tonterías. El pescado al horno estaba delicioso. Él era un buen cocinero, tengo que admitir.
Hacía un día precioso, así que no me sonó raro que comiésemos en esa especie de porche, balcón que tenía, que daba directamente a la laguna.
Comimos en silencio, brindando con vino de vez en cuando, entre sonrisas y miradas fugaces.
- Este pueblo está lleno de cotillas, creí que ya te habrías acostumbrado – comenzó, de pronto, haciéndome salir de mis pensamientos, bebí un poco de vino y él siguió hablando – seguro que me ven acercarme a una chica a darle un par de besos para despedirme, después de una reunión de trabajo, y resulta que ya estoy saliendo con ella y le he metido la lengua hasta la campanilla. Aunque en este caso, ha sido un poco diferente. – explicó, sonreí, porque era su forma de decirme que no tenía que preocuparme de los rumores – así que en el fondo entiendo que no quieras que esto entre tú y yo trascienda.
- Lo que dije sobre ti...
- Esa fama que tengo de mujeriego... tienes que conocer a chicas para encontrar pareja, sólo que, en mi caso, la mayoría de las chicas sólo quieren un revolcón de una noche, y luego no vuelven a cogerme el teléfono – explicaba, algo molesto al contarlo – que he salido con muchas chicas, sí, pero no suelo salir con otra hasta que no dejo a la primera, no sé si me entiendes.
- No tienes por qué darme tantas explicaciones – contesté, sonrió, bajando la cabeza, algo avergonzado, bebiendo otro poco de vino – esto entre tú y yo ... es una tontería, en serio, no creo que debamos seguir ...
- ¿Por qué? – preguntó, lucía serio al hablar conmigo, como si aún estuviese molesto – Sé que no soy la clase de chicos con los que sueles salir, pero te gusto, ¿no? – asentí, al menos eso era cierto – Entonces deja de pensar en todo lo que no tengo y piensa en todas las cosas que sí tengo.
- No es tan simple, Chuck.
- No es simple porque tú lo haces complicado – contestó.
- Apenas nos conocemos, apenas sabemos mucho el uno del otro.
- Conozcámonos entonces – insistió, mientras yo negaba con la cabeza, estaba empeñado en convencerme de aquello – Estoy dispuesto a seguir manteniendo esto en silencio, porque sé que es lo que necesitas ahora, Ariz.
- Sí, pero no es justo para ti – me quejé.
- La verdad es que no, no es justo, pero la vida no es justa – contestó, por la forma en la que él hablaba no parecía ese inmaduro que creí que era en un principio – mis padres se marcharon a Canadá cuando tenía 23 años – me dijo, sorprendiéndome, porque no sabía exactamente que había sido de ellos – y mi hermano usó el dinero que tenía guardado para la universidad para marcharse a la ciudad.
- No sabía que tenías un hermano – fue lo único que pude decir. Sonrió, agradecido de que no preguntase más sobre ellos, pero él quiso decirme algo más.
- Podría haberme ido con mis padres, y dejar este pueblo, pero toda mi vida estaba aquí, mis amigos, mis ambiciones, y quería estudiar en la universidad de la ciudad una carrera de empresariales, porque me pirran los números y se me da bien, ¿sabes? El caso es que me quedé. Estuve trabajando por tres años, y no sólo en el bar, apenas tenía tiempo para quedar con mis amigos, y cuando conseguí el dinero para la matrícula de la universidad, James se marchó con él, dejándome con una mano delante y una detrás. Lo que quiero decirte con esto es que no soy ningún paleto de pueblo sin aspiraciones ni sueños, Ariz.
- Lo siento muchísimo – contesté – no quería decir esas cosas de ti.
- Ahora no tengo mucho dinero, eso es cierto, y no soy como esos ejecutivos de ciudad que les sobra la pasta y tienen más de una tarjeta de crédito. Pero me gusta lo que hago, trabajar en el bar, aspirando a quedarme con él cuándo el viejo se retire y me lo traspase por la mitad, creando mis propios cocteles cuando estoy sólo, disfrutando de una buena barbacoa en mi casa, poniendo a punto el coche porque también adoro la mecánica, y ensayando con mi grupo en mis días libres, porque adoro tocar la guitarra.
- Eres un chico polifacético – me percaté, asintió – Ahora me toca, ¿no? – sonrió.
- Sólo si quieres – contestó – no tienes por qué hacerlo si no quieres, Ariz.
- Yo estudié bellas artes, me gusta mucho dibujar e hice un curso de diseño de interiores para complementar mis estudios. Mi padre conocía a un tío y me dio mi primera oportunidad laboral, quedaron tan satisfechos con mi trabajo que hablaron muy bien de mí, y así nació mi propia empresa. Crecí tanto en ese año, que incluso dejé de dibujar – le explicaba, me sentía cómoda con él, a pesar de todo, a veces suelo pensar que quizás era sólo porque era mi amigo, pero era mucho más que eso – con el tiempo lo dejé aparcado del todo, el dibujo, lo único que me hacía feliz, lo único que me hacía distinta a mi propia hermana, que estudio lo mismo que yo, y decidió dedicarse a lo mismo – asintió, como si me estuviese escuchando – hace un par de años, mi vida entera se detuvo, cuando mi padre... - me detuve, incapaz de continuar, recordar el pasado me hacía daño, pero quería contárselo, quería sacar aquel peso de mí, porque es cierto que hablar sobre ello siempre te hace sentir mejor - ... mi padre se suicidó – se sorprendió bastante – y dejé de aceptar trabajos, me pasé un año encerrada – No era necesario que supiese dónde - con una depresión de caballo sin querer salir, y entonces vi este pueblo en la televisión. Hablaban de él como uno de los lugares más relajantes de Alabama. Así que decidí venir, despejarme del ajetreo de la gran ciudad, de mi madre que no dejaba de exigirme que tenía que encontrar a un marido millonario y bien posicionado en las altas esferas, de mi hermana que siempre intentaba superarme en todo, y la excusa que puse para venir fue que necesitaba inspiración para volver al trabajo. Pero ya ni siquiera sé si quiero seguir diseñando casas por dentro – concluí.
- Buen resumen – me dijo – y siento lo de tu padre – sonreí, agradecida, él era un buen tío – puedes hacer cualquier cosa que te propongas, si te has dado cuenta de que el diseño de interiores no te llena completamente, siempre puedes seguir por el camino del dibujo, dices que se te daba bien ¿no? – asentí – Si eso te hacía sentir especial aférrate a ello.
Me quedé mirándole, sin decir nada, por largo rato. Era la primera charla real que tenía en mucho tiempo, hablando desde el corazón. Y era la primera vez que la tenía con un hombre con el que me acostaba. De normal, los hombres con los que iba a citas no solían pararse a escuchar sobre mí, sólo les interesaba hablar sobre ellos, dejando claro que eran un buen partido, y que por eso tenía que elegirlos.
Por ahora estaba bien, no quería hablarle sobre mis demonios, no quería echarle de mi vida aún, porque me gustaba demasiado su compañía.
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