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Capítulo 13 - Malentendido.


Os subo un capítulo más, como regalo de navidad, espero que les guste :D

La puerta se abrió de forma abrupta, escuché pasos, pero ni siquiera podía reaccionar, no cuando el pánico estaba tomando el control sobre mí misma.

¿Por qué tuve que decirle aquellas palabras?

¿Por qué no pude seguir manteniéndolo en secreto un poco más?

Él me mostró esa noche mucho más de lo que me había mostrado en 28 años. Su mirada, lucía tan arrepentido, tan desolado cuando me escuchó decir esas cosas.

Quizás si me hubiese quedado un poco más en ese despacho me habría terminado confesando la verdadera razón por la que me secuestró. Porque me negaba a creer que él fuese un hombre tan cruel como para hacer daño de esa manera a su propia hija.

Chuck entró en mi habitación, miró hacia la maleta abierta y luego hacia mí, que tenía la mirada perdida en el suelo, sin poder dejar de llorar, desconsolada.

Se sentó en la cama, junto a mí, agarrándome del hombro, presionando este para apoyarme en el suyo, abrazándome. Mi llanto fue incluso más devastador, porque mi mente despertó, sabía que esos brazos fuertes iban a abandonarme pronto, porque yo no merecía ser amada. Él se había liado con su ex novia, y yo no podría soportar la realidad si era de esa manera.

- Estoy aquí – me dijo, sin ningún tipo de palabra que pudiese indicar que todo iba a ir mejor, eso me calmó mucho más – vamos.

Me cogió en brazos, mientras yo me aferraba a su nuca y escondía mi rostro en su cuello, embriagándome de aquel perfume que me encantaba. Me llevó a su casa y me dejó sobre su cama, arropándome con la sábana después. Limpió mis lágrimas, y se quedó allí, recostado a mi lado, observándome hasta que dejé de llorar, quedándome embobada, mirándole.

- ¿Por qué siempre huyes de mí? Te escondes dentro de tu coraza y no me dejas explicarle, Ariz – me dijo, mientras se sentaba en la cama, frente a mí – No pasó nada – declaró, dándome explicaciones – entre Hanna y yo – tragué saliva, sin saber qué decir – tuvimos una reunión de trabajo, bebió más de la cuenta, la llevé a casa y ...

- No estoy así por eso – contesté, antes de haber escuchado nada más, asintió.

- Lo sé – aceptó – Mira... sé que es difícil para ti hablarme sobre lo que te atormenta – me agarró de la mano, ayudándome a sentarme en la cama – pero ... no quiero que salgas huyendo cada vez que escuches un puto rumor en el pueblo, porque eso ocurre muy a menudo, lo tergiversan todo y se inventan los huecos en blanco - ¿era su forma de decirme que sólo era un rumor infundado? Pero, entonces, ¿por qué reaccionó de esa forma la noche anterior? - ¡Dios! Mírate, estás en los huesos, voy a traerte un trozo de pastel de chocolate – se levantó, marchándose sin más, mientras yo me fijaba en mi atuendo.

¡Dios!

Estaba en ropa interior.

Me puse en pie, con rapidez, limpié mis lágrimas, y cogí una de las camisetas que estaban dobladas en la silla. La blanca. Me la coloqué y me marché a la cocina, donde él sacaba del frigorífico el bizcocho. Quedaba poco más de un trozo.

- Puedes comértelo todo, yo prefiero desayunar fruta – aseguró, dándole un bocado a una manzana. Sonreí, agarrando un pellizco de bizcocho, metiéndomelo en la boca, mientras él me sonreía – Escucha, la gente en este pueblo puede ser muy cruel – empezó – si ayer, Lindsi o Nate te hicieron sentir ...

- ¿Ya te has enterado? – me quejé. Observando como él me subía a la encimera. Sonreí, sin sentirme ni un poquito incómoda. Aunque sabía que él sólo lo hacía para que me sentase mientras desayunaba - ¿qué te han contado?

- Sé que tú en el fondo sabes que yo no soy así, ¿verdad? – agarró mis manos, dejándolas caer sobre sus hombros, y entonces masajeó mis brazos – así que...

- Eres un buen tío – le dije, porque aún no podía dejar de asombrarme por lo perfecto que él era – así que sé que me dirás la verdad si te lo pregunto directamente. ¿Qué pasó entre Hanna y tú?

- Nos besamos – admitió. Bajé la mirada, sin saber qué decir – pero no significó nada.

- ¿Aún sientes algo por ella? – quise saber. Estaba actuando como una novia celosa, y no era para nada lo que quería pretender. Estaba a punto de hablar, cuando él lo hizo.

- No – contestó – no soy de esos chicos que les gusta besar a unas y a otras, Ariz, a pesar de lo que digan sobre mí en el pueblo – sonreí, porque lo sabía, como era él – Verás ... ella estaba borracha, me besó, y yo simplemente la dejé en casa.

- Las cosas que dije sobre ti... estaba dolida, pensé que estabas liado con Hanna y ...

- Tranquila – me calmó – lo sé.

Le besé entonces, en un arrebato de pasión, mientras él se sorprendía al respecto.

- Esto significa... - comenzó, entre muerdos - ... que volvemos... - más muerdos - ... a ser ... amigos. – le quité la camiseta, entre besos desesperados, apretándole contra mí.

- No – contesté, mientras le abría los pantalones, y él tiraba de mis piernas para acercarme a él – porque los amigos no pueden hacer esto.

Me follaba como tanto me gustaba, apretándome las nalgas, para que entrase por entero, gimiendo como dos locos, queriendo más del otro, ahuyentando los demonios de mi pasado, mis miedos y todo lo que me alejaba de la vida.

- ¿Chuck? – preguntó una voz en la puerta de su casa, haciendo que ambos nos detuviésemos y mirásemos hacia ese punto, aunque era imposible, había un muro por medio. Me hizo una señal con la mano para que no abriese la boca - ¿sabes qué te has dejado la puerta abierta?

Se separó de mí, se colocó los pantalones y salió de la cocina, más que dispuesto a saludar a su amigo.

- ¿Has venido a recoger el coche? – quiso saber – Aún estoy barajando algunas posibilidades, pero todo apunta a que es el agua, estabas gripando el motor, tío.

- ¿El qué?

- Déjame mirarlo un poco más, antes de darte una respuesta – pidió. El otro asintió, mientras yo me bajaba de la encimera, haciendo crujir el suelo. ¡Mierda!

- ¿Estás con alguien? – preguntó Nate, mirando hacia la cocina, mientras yo me pegaba a la pared, aterrada de que me encontrase allí - ¿Es Hanna?

- Joder, ya te he dicho que no tengo nada con ella – se quejó – los putos rumores del pueblo, me están empezando a hartar.

- Pero ¿no dices que te da igual? – quiso saber, dando un par de pasos hacia la cocina, pero su amigo apoyó la mano en su pecho, impidiéndole avanzar - ¿quién es?

- Es una amiga – contestó, mientras yo me agachaba, escondiéndome entre los muebles de la cocina. Si al menos tuviese mi ropa no tendría que estar allí, escondiéndome, cómo un vulgar ladrón.

- Si es del pueblo en nada lo sabrá todo el mundo – bromeó.

- Es de la ciudad – contestó, sorprendiéndole.

- ¡Venga ya! ¿Al final has conseguido tirarte a Ariz?

- ¿Qué dices, tío? – se quejó el otro – no tengo ninguna posibilidad. Por cierto, a ver si te cortas un poco, me parece estupendo que le cuentes a tu novia tus cosas, pero las mías no – se quedó sorprendido – me llamó ayer, ¿cómo coño se te ocurre decirle que me gusta Ariz? Joder – Nate abrió la boca, sin saber qué contestar.

- Bueno, pues yo ya me voy – titubeó un poco, y luego se marchó por la puerta, cerrándola detrás de él.

- Siento todo esto – se disculpó él, llegando hasta la cocina – tendría que haber cerrado la puerta y ... - me puse en pie, abrazándole, sorprendiéndole, sonriendo en cuanto estuve lo suficientemente cerca de su rostro.

- ¿Dónde lo habíamos dejado? – rompió a reír, sin poder evitarlo.

- ¿Ya estás bien? – quiso saber.

- Muy bien.

- Me has preocupado antes – me confesó – te estaba llamando y no contestabas, pero podía escuchar tu llanto, pensé que algo ocurría y ... he tenido que echar la puerta abajo, me va a tocar arreglarlo luego.

- Gracias – puso cara de ¿por qué? – por salvarme – sonrió.

- Puedes contármelo, cuando estés lista – asentí. Sintiendo sus labios sobre los míos, después. Me levantó del suelo, no era difícil, porque era bajita y pesaba poco, y me llevó en brazos hasta el salón, dándome besos de vez en cuando.


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