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40

[NARRADOR]

Al final, la manada tuvo que ir al hospital para conocer a la pequeña Emma. Ya que Deaton consideró recomendable que le realizaran algunos chequeos en caso de que pudiera haber algún problema por haber nacido tres meses antes de tiempo. No era muy probable teniendo en cuenta que era la hija de un lobo nacido y un chico medio Nogitsune, pero era mejor prevenir que curar.

En medio de toda la manada, los cuales observaban a la bebé desde detrás del enorme cristal que les permitía ver la nursery, también se encontraban Petra y la Nigromante.

Esta última observaba a la loba reír y sonreír mientras observaban a la recién nacida. Petra estaba ya completamente instalada en la manada. Mientras que la Nigromante se sentía cohibida, incómoda y algo fuera de lugar. Ella sabía que eso era algo muy familiar, muy de lobos, y que ella no pertenecía a ese lugar. No cuando la mitad de los presentes no confiaban realmente en ella, incluyendo a uno de los padres de la niña.

Se alejó y caminó por el pasillo del hospital, alejándose mientras pensaba en sus cosas cuando de repente vio a un pequeño escarabajo en el suelo. El pequeño bicho intentaba entrar en uno de los cuartos, en el cual la italiana podía sentir se encontraba un hombre que bien podría estar en sus veintes. Un joven de cabellos rubios que estaba conectado a un respirador, con una buena cantidad de quemaduras en su cuerpo.

Cuando el insecto logró colarse por debajo de la puerta. La Nigromante le siguió, apareciendo dentro del cuarto para no hacer ruido.

Una vez dentro, cogió al pequeño insecto entre sus manos. Con un cuidado que daría asco si cualquiera viera a la chica tocando un escarabajo.

— Hoy no, pequeña parca –Le susurró al insecto.— Este aún es muy joven.

De alguna forma extraña, el insecto pareció entender lo que ella le decía. Puesto que sacó sus alas y se fue volando por la ventana apenas abierta.

Entonces, Micaela se percató de que el hombre en la cama estaba consciente y le miraba. Se acercó a los pies de esta y leyó el nombre que se encontraba en un documento.

— Jordan Parrish –Leyó con una media sonrisa.— Me debes una, chico.

Le dedicó una sonrisa el joven, el cual no le parecía muy humano, y se fue de allí como había llegado. Desapareciendo como casi siempre lo hacía.

(...)

El conflicto que siguió una semana después fue que la manada se tomó demasiadas libertades con el nacimiento de la pequeña Emma. Dejando de lado todo el asunto de la bruja y eso fue lo que, como siempre, les repercutió en la cara.

La llamada que recibió la Nigromante de Stiles diciéndole que la bebé había desaparecido fue el golpe de realidad que les hizo falta a todos para recordar que eso era Beacon Hills y que allí las cosas nunca salían como ellos querían.

Stiles y Derek estaban enloquecidos, yendo de un lado al otro. Recorriendo cada sitio del pueblo en busca de la niña. Incluso la policía estaba involucrada, y eso que casi ninguno de los oficiales sabía de que la niña era su nieta.

Joder, que incluso Peter estaba recorriendo hectárea tras hectárea de bosque en busca de su sobrina-nieta.

Y la Nigromante era la única que mantenía la cabeza fría, intentando pensar en qué pudo haberle ocurrido a la niña.

Fue entonces cuando una idea le azotó repentinamente. Y solo tuvo que pensar un poco en las cosas que sabía las brujas buscaban.

— Las brujas buscan poder, y la única forma de sacrificar a un bebé para conseguir el poder es... ¡Mierda!

La italiana agradeció estar sola, porque sino bien que alguien pudo haberse quedado mirándola raro, puesto que había pensado en voz alta.

Salió de la residencia Stilinski y se encontró a uno de los oficiales estacionado justo en frente de la casa.

— ¡Hey tú, oficial hombros anchos, podrías...!

La castaña no pudo acabar la frase cuando el oficial se dio la vuelta. Haciéndole notar que se trataba del chico cuya muerte había evitado en el hospital.

— Oh, eres tú –Le dijo el chico como si se hubieran conocido en un café.— ¿Necesitas que te lleve a algún lado?

— No, pero necesito que me prestes tu arma.

— No puedo.

— Es cuestión de vida o muerte.

— Aún así no puedo.

— Te salvé la vida –Le reclamó.

Parrish se rascó la nuca y apretó los labios.

— No puedo darte el arma, si me ven sin ella me despiden –Repitió.— Pero puedo ir contigo y ayudar.

La Nigromante le miró con los ojos entrecerrados, deseando con todo su ser arrancarle la cabeza. Pero no, no tenía tiempo de esconder un cadáver.

— Está bien, rarito –Le dijo acercándosele.— Vienes conmigo.

Antes de que Jordan aceptara o negara, la italiana le cogió por el hombro y tele transportó a ambos.

Nuevamente, los dos aparecieron cerca de un acantilado. El cual se encontraba en un pueblo a varios kilómetros de Beacon Hills.

— ¡Apresúrate! –Le gritó la castaña al oficial, el cual se había quedado petrificado debido a que la forma de transporte le había dejado mareado.

Cuando recuperó del todo los sentidos y el equilibrio, Parrish corrió siguiendo a la chica. La cual se quedó quieta al llegar a unos metros antes del borde del acantilado.

Allí la bruja arrullaba a la pequeña Emma, la cual a pesar del arullo lloraba desconsolada.

— Calla bebé, cállate ya –Cantaba la bruja.— Pronto todo se acabará.

— Suelta a la bebé –Dijo Parrish, sacando su arma.

La bruja volteó a verles y su expresión serena desapareció mientras les siseaba de forma defensiva, mostrando sus asquerosos y pútridos dientes.

— Aléjense, ustedes dos –Les dijo.

La Nigromante no iba a obedecer a la orden, pero al ver como la bruja sujetaba a Emma por debajo de los brazos con intenciones de soltarla para que cayera al vacío, se quedó quieta en el lugar.

— Suelta a la niña –Micaela intentaba razonar con la horrible mujer.— Suéltala y quizás sus padres te tengan algo de piedad.

Una carcajada burlona fue soltada por la bruja, la cual luego de reír sonrió con sorna.

— ¿Ellos, detenerme? No me hagas reír –Se burló.— ¡Cuando tenga el poder de esta niña, ni el consejo podrá detenerme!

— Pero yo si lo haré si no me la entregas.

— ¿Puedes sentirlo, verdad? Sientes el poder que emana de esta cría recién nacida. Sabes de lo que va a ser capaz –La italiana frunció el ceño.— ¿De verdad tú, que dependes del poder, dejaste pasar una oportunidad así? Tú pudiste haber absorbido su poder matándola cuando aún era un simple feto.

Ambos, Parrish y Micaela, dieron un paso hacia adelante cuando la bruja hizo ademán de lanzar a Emma. Aunque fue una mala broma de la monstruosa mujer.

— ¡Perra estúpida! –Insultó a la Nigromante.— ¿De verdad creíste que tú y un simple Hellhound iban a poder detenerme?

— Ellos no –Los tres ladearon el rostro para ver a quien acababa de hablar.

— Pero yo, por otro lado, voy a arrancarte la garganta con los dientes.

Micaela sonrió al ver a Derek y Stiles allí. En momentos como ese no se arrepentía de haberle enseñado a Stiles a rastrearla, de esa forma habían llegado.

— Vaya, que bonita reunión familiar, una pena que ¡Ups!

— ¡EMMA!

Todos observaron en shock como la niña era soltada por la bruja y vieron horrorizados como su pequeño peso comenzaba a caer.

— ¡No!

Cualquiera se hubiera esperado que Derek, Stiles o incluso Jordan se lanzaran detrás de la niña. Pero ninguno se espero que fuera la Nigromante quien lo hiciera.

Fue todo en una fracción de segundo, primero la chica estaba junto a Parrish y al siguiente había quitado de su camino a la bruja y se había lanzado tras la niña.

En la caída, la italiana extendió ambas manos con desesperación hasta que consiguió coger a la niña. A la cual pegó a su cuerpo al instante. Justo a tiempo para ver como se acercaban peligrosamente al agua.

La castaña giró sobre sí misma y se encorbó, de forma en la que iba a ser ella la que chocase contra el agua si no llegaba a tele-transportar a la bebé.

Por suerte, la adrenalina dejó de afectarle el suficiente tiempo como para que consiguiese visualizar el suelo junto a Stiles y Derek. Y segundos antes de llegar a tocar el agua sintió a la niña evaporarse entre sus brazos.

Luego, todo fue frío y oscuridad para la Nigromante.

NOTA DE LA AUTORA:

Ya casi se acaba esto, chicos. Creo que solo quedan uno o dos capítulos más. Vamos a llorar y a quemar a la bruja ¿Quién me acompaña?

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

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