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31

[NARRADOR]

Stiles estaba nervioso, muy nervioso, mierda que si no tuviera amor propio ya se hubiera orinado de miedo.

Frente a él, la Nigromante intentaba encontrar una forma simple de explicarle uno de los trucos más difíciles de realizar. Stiles no tendría que haber aprendido a dejar su cuerpo hasta mucho más adelante, cuando también entendiera bien como camuflarse y volverse intangible, pero la circunstancia ameritaba que lo hiciera en el momento.

— Si te sirve para estar más relajado, puedes acostarte –Le aconsejó la Nigromante.

El ojimiel hizo caso y se recostó en el suelo de la cueva, temblando un poco cuando su nuca tocó la helada piedra. Estando recostado se notaba mucho más el drástico cambio de la temperatura. Mínimo debería haber cuatro grados menos que en su tiempo.

— Intenta pensar en cosas que te relajen.

— Normalmente la música me relaja.

— No tenemos música aquí, Stiles –Le recordó la italiana.

— ¿Cómo vivía la gente en esta época?

La castaña se llevó una mano al rostro y se rascó el puente de la nariz mientras pensaba seriamente en sus decisiones de vida.

— En momentos como este me pregunto por qué no te maté –Dijo poniendo los ojos exageradamente en blanco.

— ¡Hey! –Se ofendió el menor.— Solo era una pregunta.

— Deja de hacer preguntas idiotas y concéntrate en relajarte, ya estoy harta de estar aquí contigo.

— Como si tú fueras alguien cuya presencia da gusto –Murmuró entre dientes Stiles.

— ¿¡Qué dijiste!?

— Nada.

El ojimiel volvió a cerrar los ojos y suspiró, relajando de esa forma cada uno de sus músculos mientras intentaba recordar cosas que pudieran ayudarle a relajarse. Pensó en muchas cosas, como en cuando aún no sabía nada acerca de lo sobrenatural y con Scott eran solo dos adolescentes que por lo único que se preocupaban era porque los profesores no les vieran usando el móvil en clase, también recordó cuando apenas conoció a Derek y ese pensamiento le llevó a recordar la tarde en la que el lobo le encontró en el bosque, esa vez en la que ambos se besaron como si nada más importase y por poco y acababan teniendo sexo en el suelo del bosque.

Repentinamente se sintió demasiado ligero, como cuando estás a punto de quedarte dormido pero aún estás lo suficientemente consciente como para moverte. Abrió los ojos y vio que estaba de pie junto a la Nigromante y, junto a ella, estaba su cuerpo. Se sorprendió al verse a sí mismo, era como estar dormido.

Pasó su mano frente a los ojos de Micaela, queriendo ver si ella podía verle o sentirle. No, ella ni siquiera se percató de su movimiento de mano frente a ella.

Salió de la cueva y se sorprendió al ver que en el suelo había marcas de colores, como si fueran líneas que marcaban diferentes caminos.

— ¿Qué son estas marcas en el suelo? –Se preguntó mientras intentaba tocarlas.

— Son rastros.

Stiles nunca iba a admitir que casi le dio un ataque al corazón al escuchar la voz de la Nigromante como un eco dentro de su cabeza. Se volteó hacia la cascada para ver si ella había salido, pero no, él era el único que estaba fuera.

— ¿Por qué escucho tu voz si hace apenas unos segundos no me veías?

— Porque lo que dices allí también lo dices en tu cuerpo, tonto –Explicó la Nigromante.— Es como si hablaras dormido.

— Oh... –El ojimiel asintió con la cabeza, entendiendo lo que la chica le explicaba.— Genial.

— Dime cuantos rastros ves.

— Pues... hay un rastro verde, uno rojo y... –Stiles puso una mueca de asco al pisar algo pegajoso.— ¡Diablos!

— ¿Qué pasó?

— Acabo de pisar algo negro y pegajoso, me parece que es otro camino.

— Debes seguir ese rastro –Le indicó la italiana.— Es el rastro de un demonio.

— ¿¡Un demonio!? –Exclamó asustado.— Mejor me voy para el otro lado.

— No seas una nenita asustada y síguelo, estarás bien siempre y cuando ese demonio no te vea.

— ¿Ese bicho si me ve y tú no?

— Ya te lo dije: que yo sea la criatura más fuerte que conozcas no significa que sea la más fuerte que existe –Le recordó.— Los demonios me superan en poder.

— Lo anotaré en la lista de cosas que debiste decirme cuando apenas nos conocimos, justo al lado de que hay demonios involucrados en todo esto.

A Stiles le pareció escuchar que la Nigromante bufaba, pero no le dio importancia y despegó su pie de aquella sustancia negra para luego comenzar a seguirla.

No sabía decir cuanto tiempo estuvo caminando, ya que realmente no se sentía como si el tiempo pasase. Abandonar el cuerpo era literalmente como tener un sueño lúcido, esos en los que sabes que estás dormido y que todo es un sueño pero aún así no puedes despertar.

En un principio, Stiles no supo muy bien qué estaba buscando. Hasta que lo tuvo frente a frente, ya que se podía apostar al vida a que esa enorme roca con un extraño símbolo que brillaba era lo que tenía que buscar.

Estuvo a punto de correr hacia la roca, cuando vio que a pocos metros de esta estaba aquella mala copia de Derek y otras tres personas. Una de ellas era un chico que llevaba ropa de iglesia, como esas túnicas que se ponen los que están ayudando al cura durante la misa pero de color negro.

— Encontré una piedra gigante con un símbolo raro –Dijo Stiles, esperando a recibir una respuesta de la Nigromante.

— ¿Cómo es?

— Tiene forma de lupa gigante dibujada con figuras muy redondeadas y creo que lo que hay en el centro es un ojo extraño.

— Si, creo que lo conozco –Escuchó decir a la italiana.— ¿Es azul?

— Si.

— Escúchame con cuidado, tienes que quitar la roca pequeña que está en el ojo, eso es lo que bloquea mi poder.

El ojimiel asintió y se apresuró a acercarse a la enorme piedra, teniendo cuidado de ver lo que hacían los sujetos que estaban cerca. Aunque, por alguna razón, estos se internaron en el bosque y desaparecieron de su vista.

Cuando estuvo frente a frente con la enorme roca, notó a lo que se había referido la italiana. En el centro de la roca había un trozo que estaba suelto, el cual brillaba de un color azul igual que el de aquél extraño símbolo. Apenas y quitó aquella pequeña piedra, el símbolo comenzó a hacerse más transparente y la misma piedra se comenzó a volver negra, como si fuera un trozo de carbón.

— ¿Ya está? Es muy fácil, falta la trampa.

— De hecho, ya caíste en la trampa.

Stiles quiso golpearse a sí mismo por siquiera haber dicho eso, estaba tan a gusto sin que nadie intentara matarle. Comenzó a voltearse lentamente mientras tragaba saliva, no queriendo realmente saber quién le había hablado.

A pocos metros de él se encontraba aquél chico de la ropa de iglesia, el cual le miraba con una sonrisa torcida y con sus negros ojos brillando ligeramente.

— Se bueno y devuelve la roca a su lugar, niño –Pidió aquél demonio.— Si lo haces quizás considere el matarte rápidamente.

— La oferta suena tentadora pero... Nah –Stiles se guardó la piedra en el bolsillo.— Nos vemos.

Sin mediar más palabras, Stiles comenzó a correr en la dirección que creía se encontraba la cascada, sintiendo como detrás de él venían los apresurados pasos de aquella criatura. El cual sonaba furioso.

De repente, Stiles dejó de escuchar los pasos del otro. Pasando a escuchar el sonido de golpes detrás de él, los cuales le hicieron detenerse y voltear. Quedando frente a frente con lo que había derribado al demonio y le había aplastado la cabeza con una rama.

Frente a él se encontraba el Nogitsune, el original. Ese cuerpo de hombre adulto con la chaqueta antigua, la cara vendada y unos dientes que daban nauseas. Este respiraba como perro acalorado mientras apretaba el palo que llevaba en la mano.

— Vete... –Le dijo de repente la criatura.— ¡VETE!

Y Stiles no necesitó que se lo dijeran una tercera vez, se dio media vuelta y comenzó a alejarse mientras volteaba cada tanto para ver que esa criatura no le siguiera. Esta se encontraba agazapada ahora frente al cadáver de aquél demonio, reiterando los golpes.

— ¡Hey! –Le gritó Stiles, haciendo que el Nogitsune levantara la vista.— Gracias.

Sin decir nada más, el ojimiel se fue corriendo. Encontrando el camino para regresar a la cueva y, de esa forma, a su cuerpo.

NOTA DE LA AUTORA:

Nunca creí decir esto, pero... ¡NOGITSUNE AL RESCATE, BITCHES! Que buena gente resultó ser el mushasho, tan malo que nos pensábamos que era. Bueno, tiene lo suyo. Pero en el fondo es buena gente.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

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