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25

[NARRADOR]

Toda la manada prestaba expresa atención a las palabras de la Nigromante, la cual hablaba despacio y con una voz tan suave que a Stiles le sorprendía que de verdad fuera la misma persona que cada dos por tres le daba una paliza legendaria.

Según la italiana, todo había comenzado hace más o menos treinta años. Durante un período de su vida en el que ella se encontraba buscando a su siguiente trabajo en Canadá.

Al parecer, su nuevo trabajo era una alfa que había nacido con esa jerarquía. Un hecho que era muy raro y, por ende, considerado peligroso para los miembros del consejo.

El problema fue que aquella peligrosa alfa que la castaña esperaba encontrarse, era una niña de diez años. El consejo debía estarle montando alguna clase de broma.

La niña estaba en el bosque junto con un niño más pequeño, ambos solos en el medio de la nada y sin señales de ningún otro lobo en kilómetros. Aquella pequeña se había colocado frente al niño en señal de querer protegerle.

- ¿Quién eres? -Le había preguntado la pequeña alfa, sonando asustada.

- La pregunta correcta es... ¿A qué vengo?

- Bueno, pues... ¿A qué vienes?

- A ayudarte, el consejó me envió -Había respondido intentando sonar confiable.

Ambos niños le miraron con obvia sospecha, aunque solo vastó que un trueno iluminara el cielo para que ambos cachorros chillaras y se colgaran de sus piernas. La Nigromante quiso quitarselos de encima, no le gustaba que la tocaran y no le gustaban los niños, este trabajo estaba superando sus capacidades de socializar.

- Tengo miedo -Había murmurado el niño mientras le extendía las manos.

Micaela le miró extrañada, no entendía qué era lo que ese mocoso quería. Aunque la niña alfa se lo aclaró.

- Quiere que lo cargues -Le dijo un poco más confiada.

- Cargalo tú, es tu amigo.

- Es mi hermano -Le corrigió la niña.- Se llama Peter.

La Nigromante no respondió, no le interesaba el nombre de ese mocoso llorón. Se dispuso a alejarse cuando los dos niños comenzaron a seguirla.

- ¿A dónde vas? -Le preguntaron casi al unísono.

- Lejos de ustedes -Respondió friamente.- Debe haber un error en la información, ese peligro del que me hablaron no puedes ser esta niña.

Aunque la italiana estaba hablando para sí misma, los dos niños la escucharon. Quedandose algo confundidos porque no sabían de qué hablaba.

- ¡No nos puedes dejar aquí! -Le reclamó la niña.- Estamos perdidos, nuestra abuela debe estar preocupara.

- ¿Y eso me importa porque...?

Micaela quiso desaparecer en ese momento, quitarse a los dos mocosos de encima. Pero ambos le miraban con expresiones de perrito perdido en la lluvia, y no ayudó en nada que de repente comenzara a llover.

- Por favor -Pidió el niño, el cual no parecía tener más de cuatro años.

- Voy a arrepentirme por esto -Gruñó entre diente.- Tengan, cubranse.

La italiana se quitó la capa que llevaba y se las arrojó de mala manera. Ambos niños se apresuraron a colocarselas encima, de esa forma evitaron mojarse, aunque Micaela fue un caso aparte.

(...)

Cuando llegaron a la cabaña de cazadores abandonada en la que la Nigromante se estaba hospedando. Cierta loba se sorprendió al ver a la emisaria de los muertos empapada de pies a cabeza, siendo seguida de cerca por dos niños pequeños que caminaban detrás de ella como si fueran una familia de patos.

- Te ríes y te mato, Petra -Le advirtió con el ceño fruncido.

La loba se llevó ambas manos a la boca en un intento fallido de que no se le escapara una carcajada, aunque de todas formas no pudo retenerla.

- Mocosos, ella es Petra -La presentó la italiana.- Petra, te presento a los mocosos.

- Tenemos nombres -Se quejó la niña.

- No te das una idea de lo poco que me importa -Respondió sonriendo.- Me voy a duchar, cuidalos y que no toquen nada. Los niños manchan y no me gustan las manchas.

La Nigromante pudo escuchar como ambos niños soltaban un sonido de queja, aunque no le importó mucho, ella no se preocupaba por si sus trabajos le querían o no. Solo estaba allí para entrenar o matar a la niña.

Cuando salió de ducharse se encontró con lo que temía, esos enanos habían ensuciado la alfombra con lodo y Petra no les había hecho nada. Definitivamente iba a matarlo, pero... ¿Dónde estaban ahora?

- ¡Tienen cinco segundos para aparecer o prendo fuego la cabaña con ustedes dentro! -Amenazó la italiana.- Cinco... Cuatro... Tres... Dos...

Antes de que pudiera pronunciar el número uno, los dos niños bajaron corriendo las escaleras. Siendo seguidos por Petra.

Micaela les observó, al parecer Petra había encontrado ropa de niños y les había vestido. Aunque la niña alfa había quedado vestida con ropa de varón y al niño la suya le quedaba gigante.

- Se ven ridículos -Dijo sin el más mínimo tacto y, sin más, se fue hacia la cocina.

- No le hagan caso, niños -Escuchó decir a Petra.- Mañana su ropa estará seca, podrán ponersela de nuevo.

La Nigromante no les dio importancia y se preparó algo para comer, agradecía que Petra fuera tan buena como para ir al pueblo cercano y conseguir comida. Sino tendría que utilizar sus poderes y, sinceramente, le daba pereza hacerlo.

Su momento de paz no duró mucho cuando los tres lobos se le unieron, definitivamente no iba a poder soportar teniendo a esos críos cerca. Ya era suficiente con el consejo no dejándola en paz y Petra cuidándola como si estuviera hecha de cristal.

(...)

Luego de una horrible noche en la que esos dos enanos acabaron durmiendo con ella, ya que le tenían miedo a los truenos y estos, en lugar de parar, se hicieron más ruidosos durante la noche.

Por esto la italiana, con unas ojeras que daban miedo, tuvo que recorrer medio bosque buscando a la abuela de los niños. A la cual, para su suerte, encontraron antes de lo pensado.

- ¡Abuela! -El primero en salir corriendo hacia la mujer fue el pequeño niño lobo.

La "abuela" era una mujer que no aparentaba más de cuarenta años.

- "Los genes de Hombre lobo" -Pensó la Nigromante.

La mujer tenía la piel muy morena y unos luminosos ojos azules, iguales a los del niño que le abrazaba.

- Talia, Peter ¿Dónde estaban? -Preguntó la mujer en tono severo.

- Nos perdimos -Dijeron los dos niños.

Luego de que su abuela les diera un buen sermón, dirigió su mirada a la Nigromante. La italiana vio como la morena movía la nariz en su dirección, probablemente queriendo captar su aroma para saber qué criatura era. Aunque no se puede captar algo que siemplemente no tienes, por lo que la loba mayor se puso tensa.

- Tranquila, señora -La Nigromante levantó ambas manos en señal de que no quería pelear.- Solo vine a devolverle a sus nietos, eso es todo.

- Ella dijo que un consejo la envió -Escuchó murmurar a la niña lobo.

- ¿Eso es cierto? -Preguntó la mayor, la Nigromante asintió.- Pues entonces vienes conmigo, tienes mucho que explicarme.

Viendose atrapada en una situación incómoda, la Nigromante tuvo que hacer caso a la abuela de los niños y acompañarlos hasta una casa que quedaba apenas y salías del bosque.

Allí, la italiana se vio obligada por la mayor a explicar quién era y para qué venía. Explicación la cual la abuela de los niños escuchó con total atención. Una vez finalidada, la mujer dio su veredicto.

- Tú y la loba se quedan a enseñarle a mis nietos -Dijo la mujer.- Te tendré vigilada, emisaria de los muertos.

(...)

Desde entonces la Nigromante se había visto obligada a entrenar a la niña alfa, varios años pasaron y en la vida de la loba hubo muchos cambios. Entre ellos la mudanza a Beacon Hills y el conocer al que luego se convertiría en su compañero y padre de sus tres hijos. Aunque mucho antes de que la primera naciera, la Nigromante tuvo que regresar a su país natal, no volviendo a saber nada de Talia ni Peter Hale.

NOTA DE LA AUTORA:

Lloren perras, lloren. Porque aquí se acabó el capítulo, tengo que hacer un informe de muchas páginas sobre la caída de la bolsa de Wall Street y ni siquiera lo he empezado. Aunque seguro que para cuando lean esto ya lo habré entregado, deséenme suerte.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

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