
Capitulo 11
Zoe
Rhett era un grano en el culo que comenzaba a fastidiarme.
Habían pasado unas semanas, y cada vez que llegaba al salón, él ya estaba allí, con su moto aparcada en mi lugar, y siempre hacía algún comentario irritante para picarme. La sonrisa engreída en su rostro desde el otro lado del salón no ayudaba en nada. Todo en él me molestaba, desde la forma en que caminaba hasta sus comentarios estúpidos, que ni siquiera se esforzaba en disimular.
Pero lo peor no era solo él. También estaba Denis, el hijo del jefe, que no podía evitar aparecer en el salón cada vez que estaba cerca. Sentía sus ojos pesando sobre mí, pesados y constantes. Me ponía incómoda, y trataba de evitarlo a toda costa. La sensación de su mirada me incomodaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Y en medio de todo esto, Midas King. Solo habían venido para ensayar, pero siempre que lo intentaban, se convertía en un caos. La última vez, solo vine a acompañar a Rosie, que necesitaba hablar con Caleb, pero de alguna manera terminé estirada sobre un sillón, con el cuaderno de dibujo en las manos. Tratando de concentrarme en hacer nuevos diseños para algunos clientes.
—¿Qué tanto haces? —me preguntó Magnus, dejándose caer junto a mí, robándome más espacio del que ya tenía. Lo miré de reojo, levantando una ceja.
—¿No deberías estar ensayando? —respondí, dejando el cuaderno a un lado.
—¿Ensayar? ¿Crees que estamos para eso? —respondió con un tono de voz tan despreocupado que no pude evitar sonreír un poco.
Me estiré, observando a los chicos. Rosie estaba en una conversación seria con Caleb, mientras Niklas y su hermano pasaban el rato entre partituras. Ezra conversaba con Dylan y con una mujer de cabello largo y oscuro, que evidentemente era importante para ellos, o al menos parecía serlo.
—¿Quién es esa mujer con la que Ezra habla? —pregunté, sin poder evitar la curiosidad.
—Nuestra directora de producción, Lyra —respondió Magnus, encogiéndose de hombros. Luego se cruzó de brazos, mirándome con una ligera sonrisa. —Entonces, ¿Qué haces?
—Intento hacer un diseño nuevo para un cliente —dije, mientras me concentraba nuevamente en el cuaderno. —En mi casa no puedo concentrarme, y con todo lo que pasa en el trabajo, pensé que aquí sería más fácil.
Magnus me observó un momento, su mirada se hizo más seria.
—¿Por qué tu compañero te molesta? —preguntó, como si realmente le importara.
Mi tono se volvió un poco más áspero mientras respondía.
—Es un idiota. Es nuevo y siempre está metiéndose conmigo. —Solté un bufido, poniendo los ojos en blanco mientras pensaba en Rhett, quien parecía disfrutar viéndome irritada.
Magnus arqueó una ceja y me observó por un segundo antes de decir algo con tono de broma, pero de alguna forma serio también.
—La regla de nuestra amistad es que yo debo fastidiarte. Nadie más tiene el derecho.
Me reí ligeramente ante su afirmación, pero al mismo tiempo sentí una pequeña chispa de incomodidad, como si lo que decía tuviera más peso de lo que dejaba ver.
—Tú no me fastidias, solo eres... Magnus. —El momento de broma se sintió extraño. Por primera vez, realmente lo miraba. No solo era el baterista, ni el chico ruidoso del grupo. Había algo más, algo que me inquietaba de una manera que no quería admitir.
Magnus me observó por un largo rato, como si estuviera leyendo algo en mis ojos que yo misma no podía descifrar. Finalmente, se levantó y fue a su batería, con una expresión de ligera molestia.
Me levanté con él, sin pensar mucho en el motivo, solo dejándome llevar. Lo seguí hasta la batería, aunque no estaba realmente interesada en cómo tocaba, pero algo en la forma en que se movía me hizo querer ver más. Magnus se acomodó en su banquillo y empezó a preparar el set. Me quedé observando, casi en silencio, sintiendo algo más que curiosidad.
— Tengo una pregunta —dije, sin apartar la vista de los tambores.
— Dispara —respondió, jugando con las baquetas y mirándome de reojo.
— ¿Por qué todos los baterías son iguales? —solté, y él me mira alzando una ceja completamente intrigado. — Es decir, casi todos golpean la batería de la misma manera, ¿entiendes?
Magnus soltó una pequeña risa, una que me hizo sonrojar sin razón aparente, y me miró con una ligera sonrisa divertida.
— ¿No te parece que nunca nos entienden? —dijo, tomando sus baquetas con calma. — Primero, no "golpeamos" la batería. La tocamos.
Reí, alargando la mano hacia las baquetas. Magnus me las pasó sin dudarlo, pero el roce de su piel contra la mía hizo que mi pulso se acelerara, aunque intenté no mostrarlo. Miré la batería más de cerca, notando cómo cada tambor tenía un sonido único, una personalidad propia. Pero al intentar imitar lo que había visto en los videos, lo único que logré fue un ruido caótico y frustrante.
Magnus me observó en silencio por un momento, y luego se levantó. Antes de que pudiera reaccionar, se colocó detrás de mí. Su cuerpo estuvo tan cerca que pude sentir su calor recorriéndome, la proximidad me descolocó. Sus manos se posaron con suavidad sobre mis muñecas, enviando una corriente cálida por mi piel. El contacto hizo que mi respiración se acelerara sin que pudiera controlarlo.
El aire entre nosotros se volvió espeso, cargado, como si cada segundo se alargara en tensión.
— No golpees como si fuera un martillo, Zoe —dijo en mi oído, su voz suave, pero tan cercana que pude sentir su respiración rozando mi cuello. El sonido que produje ahora fue mucho más armonioso, pero la cercanía de su cuerpo me nubló la mente, como si todo lo demás desapareciera y solo existiéramos nosotros dos en ese espacio.
Mi mente comenzó a vagar, alejada de la batería y centrada solo en sus manos sobre las mías, en su cercanía, en cómo su presencia parecía llenar todo el espacio. A pesar de que sabía que debía concentrarme en lo que estaba haciendo, me encontraba demasiado consciente de cada movimiento suyo. La sensación de su cuerpo rozando el mío me dejaba en un estado de vulnerabilidad que no sabía cómo manejar.
Era imposible no notar cómo nos balanceábamos entre el sonido y la cercanía, y a cada segundo me sentía más perdida en la atmósfera que habíamos creado, más atrapada en esa conexión que no sabía si era real o solo una ilusión.
—¿Estuve tan mal? —pregunté, con una pequeña risa nerviosa, tratando de quitarle peso al momento.
—Creo que nos dejaste sordos —respondió Percy desde el otro lado del salón, cubriéndose los oídos. Magnus soltó una risa y, finalmente, se apartó de mí.
Me enderecé, sintiendo una mezcla de alivio y un extraño vacío al estar tan lejos de él de nuevo. El aire entre nosotros se despejó, pero algo había cambiado, algo que no sabía cómo manejar.
—Bien, ya entendí. No lo toco como un martillo —dije, sonriéndole, pero el nudo en mi estómago no desapareció. La incomodidad había pasado, sí, pero la pregunta de lo que acababa de ocurrir seguía flotando en mi mente, sin respuestas claras.
Justo entonces, escuchamos una voz que interrumpió nuestro pequeño mundo de caos y risas.
—¿Puedo interrumpir? —dijo Rosie, sonriendo mientras observaba la escena con una pequeña chispa en sus ojos.
—No interrumpes —respondí rápidamente, apartándome de Magnus, intentando esconder la ligera incomodidad que sentía. —¿Nos vamos?
—Puedes quedarte. Pero creo que Dylan y Lyra ya están esperando que los chicos ensayen. —Rosie me miró con una leve sonrisa que no pude leer.
Me despedí de los chicos y me levanté, siguiéndola mientras caminábamos por el frío centro de Londres. Durante el trayecto, mi mente seguía dando vueltas a lo que acababa de suceder. Magnus no había sido solo Magnus. Había algo más, algo que me hacía preguntarme si había más capas debajo de su fachada de chico despreocupado.
Rosie caminaba a mi lado, esa sonrisa en su rostro era imposible de ignorar. Parecía como si supiera exactamente lo que estaba pasando por mi mente. A pesar de la incomodidad que sentía por todo lo ocurrido con Magnus, había algo en el aire, algo que no podía dejar de notar, pero no estaba lista para enfrentarlo aún.
—¿Por qué estás tan sonrisitas? —pregunté viéndola de manera atenta.
Ella se encogió de hombros, sin perder la sonrisa.
—Nada, solo me gustó lo que vi hoy.
—¿Hablas de tu novio? —respondí ocultando las manos en mi abrigo.
—Oh no, eso me gusta todos los días. —rió, moviendo la mano como si restara importancia—. Hablo de Magnus y de ti. Sería muy lindo, tú, Sky y yo saliendo con Midas King.
Mis pasos se hicieron más lentos. La idea de eso no me emocionaba, al contrario, me incomodaba. El comentario de Rosie, aunque inocente, me había tocado de una forma que no esperaba.
—Noticia, no me gusta Magnus —dije, mirando a la rubia con seriedad.
Rosie levantó una ceja, claramente sorprendida por mi respuesta. Luego, empezó a reír suavemente.
—¿Por qué? Es lindo, y se nota que le gustas...
—Porque estamos hablando de Magnus, Rosie —respondí, mi tono volviéndose un poco más firme. Nos detuvimos frente a un puesto de revistas. Ella se acercó a hojear una revista de moda mientras yo me quedaba allí, cruzada de brazos, intentando procesar todo lo que había sucedido esa tarde. Rosie me miró, esperando que continuara. Sabía que no había terminado de hablar—. Tú sabes cómo es Magnus y su reputación con las mujeres. No me interesa de esa forma. Solo seré su diversión de... ¿qué? ¿meses? Si me hubiera prestado atención desde el principio, no estaríamos siendo tan amigos.
Rosie dejó la revista a un lado y me miró fijamente. Su expresión cambió, su sonrisa desapareció, reemplazada por una mirada más seria.
—Tú no conoces a Magnus como yo —dijo, su tono ya no era juguetón, sino más reflexivo. La conocía bien. Cuando hablaba en ese tono, significaba que se estaba tomando las cosas en serio.
—Es todo lo que me muestra —respondí, sacando mi celular y comenzando a deslizar entre las notificaciones. No pasaron ni diez segundos para encontrar lo que buscaba. Un tweet de hace unas horas que no me sorprendió en absoluto. El rumor de Magnus con una chica, como siempre. Le pasé mi celular a Rosie sin decir una palabra más.
Ella miró la pantalla por un momento, sin apartar los ojos. Cuando levantó la vista, su expresión era más suave, pero también algo inquieta.
—Si quisiera algo serio conmigo, que me lo demuestre —dije, mi voz un poco más baja, como si fuera una verdad que ni yo misma estaba lista para aceptar.
Rosie me devolvió el celular y lo guardé en mi bolso. Estaba claro que ella no compartía completamente mi visión, pero no esperaba que lo hiciera. Sabía que Magnus tenía algo más que lo que mostraba a simple vista, pero por ahora, no estaba dispuesta a darle el beneficio de la duda.
—Tienes razón en ser cautelosa —dijo Rosie después de un largo silencio. Me miró con una mirada más pensativa—. Pero, Zoe, a veces la gente puede sorprenderte. Y Magnus, bueno... a veces tiene una forma rara de mostrar las cosas.
Suspiré, mirando hacia el frente. El aire frío de Londres nos rodeaba, y por un momento me sentí un poco más ligera, aunque la confusión seguía atrapándome.
—Lo sé. Pero, por ahora, no me interesa ver qué tan bien puede sorprenderme —respondí con una sonrisa forzada, intentando que la conversación no se volviera demasiado profunda.
Rosie pareció entender, aunque no lo dijo. Simplemente asintió, y juntas seguimos caminando por la calle, perdiéndonos en el bullicio del centro de la ciudad.
*
Cuando llegué al trabajo, me mordí el labio para evitar hacer lo que tenía en mente: destrozar los neumáticos de la moto de Rhett. Ahí estaba, estacionada de nuevo en mi lugar, como si se hubiera propuesto ganar cada mañana ese espacio solo para fastidiarme. Me lo imaginaba levantándose a horas ridículas solo para asegurarse de que yo no pudiera aparcar donde siempre.
Al entrar, el rubio me saludó con su habitual tono arrogante, pero decidí ignorarlo por completo, evitando incluso mirar su dirección mientras me dirigía hacia mi estudio. La mañana avanzó con la misma monotonía de siempre, aunque mi paciencia seguía más corta que de costumbre.
Poco después, Clementine apareció en la puerta de mi estudio, siempre tan... gráfica. Empezó a contarme, con detalles innecesarios, sobre una de esas borracheras descomunales que la dejaron atrapada en un baño durante toda una noche. Mi estómago dio un vuelco mientras ella hacía una descripción asquerosa de su "divertida" experiencia.
—Lo peor de todo es que ni siquiera me acuerdo de cómo salí de ahí— dijo, riendo mientras se servía una taza de café, como si contarme eso fuera la cosa más normal del mundo.
—Cliente nuevo... Es algo grande para un tatuaje. —dijo Clementine, su tono ligero, pero con una mirada curiosa. Me volví hacia ella, con la mirada fija en quien mencionaba. Mi cuerpo se tensó al instante al reconocerlo. No podía ser otro. Era la viva imagen de mi hermano mayor, pero con una diferencia clara: yo solo compartía con él los ojos cafés y la nariz. Mi corazón dio un vuelco. Sabía que en algún momento me encontraría con él, pero nunca imaginé que fuera aquí.
Mi padre caminó hacia mí, su presencia tan imponente como siempre, y me quedé estática. No sabía si darle la bienvenida o ignorarlo por completo, pero la tensión ya estaba en el aire.
—Hola, Zoe. —me saludó con esa sonrisa fría que siempre llevaba, mientras me observaba de cerca.
Lo miré fijamente, sin emoción, sin hacer nada que pudiera demostrar que me importaba.
—¿Podemos hablar? —preguntó, con una voz que intentaba sonar casual.
—¿Tienes una cita? —respondí sin rodeos, mis palabras más duras de lo que quería admitir.
—¿Necesito una cita para hablar con mi hija? —respondió, como si fuera lo más lógico.
—Estoy en el trabajo, entonces sí, necesitas una cita. —dije, molesta, mientras lo observaba. Él simplemente rodó los ojos, ignorando por completo mi malestar, y se encaminó hacia la recepción, donde Denis estaba trabajando como secretario. Los observé conversar, aunque no podía escuchar lo que decían. Me quedé quieta, cruzada de brazos, mirando la escena con una mezcla de frustración y desconcierto. Clementine nos observaba, probablemente debatiéndose entre intervenir o seguir con su propio caos.
Mi padre regresó a donde yo estaba, y de repente, me mostró el dibujo.
—El chico dice que no tienes ninguna cita hasta dentro de unas horas, y que puedes hacerme el tatuaje, así que decidí este. —me dijo, con una calma que me irritaba aún más.
—Excelente. —respondí con frialdad, tomando el dibujo de su mano y caminando hacia mi estudio. Sabía que no tenía intención de hacerle este tatuaje, que probablemente se arrepentiría al ver cómo lo hacía, pero ahí estaba, siguiéndome como si fuera el cliente más común.
Ni siquiera me sorprendió que levantara la camiseta y dejara su hombro al descubierto. Comencé a preparar los materiales, el simbolismo detrás del tatuaje no se me escapaba. Era un diseño simple, un símbolo de unión familiar. La ironía me golpeó con fuerza.
—No has contestado mis llamadas. —dijo, como si fuera algo completamente normal.
—Sí, tu hijo me lo dejó claro todas las veces que fue a verme. —respondí, sin mirarlo mientras me concentraba en los materiales.
—¿En serio vas a dejar que te tatúe? —preguntó, un toque de incredulidad en su voz.
—Llegué a la conclusión de que es la única forma en la que me hablarías. —comentó mientras me observaba, expectante. Comencé a tatuar su hombro, el diseño parecía tan inocente, pero la tensión era palpable.
—¿Cómo está...? —comenzó a preguntar, pero me interrumpí.
—No tienes derecho a nombrarla, cuando no la ves por años. —dije, seria, sin perder el ritmo de mi trabajo.
—Zoe... —suspiró, como si de alguna manera pensara que sus palabras iban a cambiar algo.
—¿A qué viniste? —pregunté, mi voz baja pero cargada de frustración. —Me estuviste llamando semanas, mandabas a tu pesado hijo, y ahora vienes aquí, entonces simplemente dilo.
Mi padre no dijo nada de inmediato, y mientras me concentraba en el tatuaje, una furia silenciosa comenzó a recorrer mi interior. Sentía que cada trazo de la aguja en su piel reflejaba mi propio enojo. Pero no me detenía, porque si lo hacía, no sabría cómo seguir.
Finalmente, suspiró.
—Volveré a casarme.
El aire se volvió denso en ese instante. Mi corazón latió con fuerza en mi pecho, un golpe que resonó con rabia. Mi mano tembló levemente mientras continuaba tatuando, sin apartar la vista de su piel.
La furia se apoderó de mí de inmediato.
—¿Y qué quieres que haga? —pregunté, mi voz tensa, intentando controlar el tono, pero la rabia me traicionaba. —¿Acaso esperaba que saltara a tus brazos y te felicitara por tu boda? No me interesa. Después de cómo dejaste a mamá, y a tu hija que tiene cáncer, ¿me pides que me alegre?
—Tara quiere conocerte. A ambas... —comenzó a decir, pero me interrumpí.
—No conozco a tu novia. —dije mientras me concentraba en el tatuaje. —No me interesa tampoco, después de cómo dejaste a mamá y a tu hija, que tiene cáncer y se llama Addison.
Mi padre pareció desconcertado, y al notar mi tono cortante, intentó cambiar de tema.
—Sé que lo que hice estuvo mal, pero... ¿Zoe, qué tanto estás tatuando? Siento que te estás desviando.
—Así son todos los tatuajes. —respondí, sin inmutarme.
—No... —dijo mi padre, levantándose de repente y alejándose de la mesa. Se acercó a un espejo cercano, observando el trabajo sin terminar en su hombro. Había comenzado con el símbolo que me había pedido, pero tras la noticia, mi enojo se desbordó. Así que, sin pensarlo, escribí la palabra "cerdo" y dibujé un animal de forma grotesca, lo que hacía que el tatuaje tuviera una ironía aún mayor.
Mi padre se volteó, su rostro furioso.
—¿¡Qué mierda, Zoe!? —gritó, su voz cargada de incredulidad.
—¡Eso te pasa por darme tu puta noticia en medio de un tatuaje! —respondí, sin controlar mi enojo.
—¡Pensé que ibas a ser más madura! —dijo, intentando mantener la compostura, pero su rostro estaba tenso de ira.
—¿¡Madura!? —grité, mi voz quebrándose por la frustración. —¡Nos abandonaste a todos hace años! No ves a Addy, ni siquiera te molestas en preguntarme si está viva. Ni te ocupas de pagar sus tratamientos. ¿Y quieres que madure? ¿Me dijiste que te vas a casar y esperas que me ponga feliz porque te vas a casar con tu estúpida novia? ¿Con la que quieres que te conozca?
El aire entre nosotros era espeso, y la rabia seguía corriendo por mis venas. Mi pulso estaba acelerado mientras me concentraba en el trabajo, como si tatuar su piel fuera lo único que pudiera controlar en ese momento.
—¡Aunque estés enojada, no tenías derecho a tatuarme esto! —dijo él, con voz cortante.
—¡Agradece que no te tatué una pija porque pude hacerlo! —respondí, sin miedo.
De repente, la puerta del estudio se abrió con fuerza. Rhett entró, mirando la escena con los ojos abiertos, como si no pudiera creer lo que veía. Su boca se abrió levemente, y miró primero a mi padre, luego a mí, antes de acercarse lentamente hacia él, observando el tatuaje sin terminar en su hombro. La tensión se palpaba en el aire.
—Disculpa, señor, por lo que pasó, pero... ¿por qué no va con Brooke a ver si le puede dar una cita para arreglar esto? Algo se podrá hacer.
—¿Bromeas? Ni me pagó —dije, con un tono mordaz que apenas disimulaba mi rabia—. Está bien, nunca paga nada en su miserable vida.
Mi padre me miró con la mirada cargada de reproche, pero no dijo nada más. Suspira, da media vuelta y, sin decir palabra, le hace caso al rubio, marchándose de la sala. Ni siquiera me dio tiempo de limpiar su tatuaje, lo cual podía provocarle una infección. Pero en este momento, sinceramente, no me importaba. Me quedé ahí, observando cómo se alejaba, sintiendo un nudo en la garganta que amenazaba con desbordarme.
Rhett se acercó en silencio. Si iba a decir alguna estupidez, juraba que lo golpeaba.
—¿Por qué no vas a la cafetería un rato a respirar? —su voz, calmada y directa, cortó el aire entre nosotros.
—Tengo un tatuaje que hacer en media hora.
—Le pediré a uno de los chicos que lo tome por ti... ¿Por qué no vas a relajarte? Creo que lo necesitas —insistió, con una mirada que, aunque serena, transmitía una preocupación genuina.
Suspiré, mirando mis manos vacías y temblorosas. No tenía fuerzas para discutir. Asentí sin palabras, tomé mis cosas y salí sin mirar atrás, cruzando la calle hacia la cafetería. Me senté en una mesa, y el calor del café en mis manos me dio una leve sensación de consuelo. Cerré los ojos por un segundo, tratando de calmar el torbellino en mi pecho.
Esto era por lo que Lester tanto insistió para que le contestara el teléfono. Esto era lo que iba a pasar si me quedaba demasiado tiempo en silencio: mi padre iba a casarse, y quería que formara parte de su vida, como si se hubiera acordado de mí después de todos estos años. Como si todo pudiera volver a ser como antes, como si no hubieran pasado las heridas.
Pasaron varios minutos mientras observaba mi café negro, que ahora se enfriaba lentamente. Fue entonces cuando la puerta de la cafetería se abrió, y Rhett entró. Me miró un momento, caminó hacia mi mesa y se sentó sin decir una palabra.
—Tu padre, ¿eh? —dijo, su tono algo apagado pero curioso. Asentí con la cabeza sin ganas de hablar mucho más—. ¿Te da consuelo saber que ninguno de los chicos quiere tatuarlo? Tus amigos te son leales.
Suspiré, no sabía si me consolaba o me daba más culpa. Tomé la cuchara y la moví dentro de mi taza de café, como si esperara que el movimiento disipara un poco mis pensamientos.
—Volverá a casarse —dije, con la voz algo quebrada—. Tal vez tengan un bebé, ¿quién sabe? No me sorprendería que empiece una nueva familia... Solo espero que, si las cosas se complican, no huya otra vez.
Rhett se relamió los labios y miró hacia la ventana, donde la nieve caía suavemente sobre las calles. Estaba pensativo, como si estuviera buscando las palabras correctas. Finalmente, me miró, y se inclinó ligeramente hacia adelante.
—A veces, las personas huyen porque son cobardes, y no saben cómo enfrentar los problemas. Entiendo que estés furiosa con él...
—No, Rhett, no sabes por qué estoy furiosa con él —dije, viéndolo a los ojos, mi voz casi un susurro cargado de dolor. Tomé aire antes de seguir—. Mi hermana tiene cáncer, y no dejo de pensar que... que un día se va a ir. Y él, él huyó. Tuvo miedo, y huyó como un cobarde. Jared corrió a sus brazos tan feliz cuando lo llamó, pero Addy... Addy lloró como nunca antes. Y desde ese día, decidí odiarlo. A diferencia de mis hermanos, que lo ven como una víctima, yo no puedo.
Rhett asintió lentamente, sin decir nada por un momento. Su mirada se suavizó, como si ahora pudiera entender lo que realmente había detrás de mi enojo.
—Yo creo que... deberías hablarle. Tal vez tú y tu hermana deberían ir a esa cena a conocer a su prometida. Tal vez no arregle lo que hizo al irse, pero... estoy seguro de que te solucionará algo dentro de ti.
Su voz, calmada pero firme, tocó un lugar dentro de mí que no había tocado nadie en años. No estaba segura de lo que esperaba escuchar de él, pero no pensé que fuera algo como esto. Rhett no había dicho nada extraordinario, pero sus palabras fueron las primeras que me hicieron pensar que, tal vez, había una forma de empezar a sanar, aunque fuera solo un poco.
Me quedé en silencio, observándolo. Él no estaba buscando justificar a mi padre, ni ponerme en la difícil posición de perdonarlo. Estaba ofreciendo una forma de tomar el control de lo que sentía, de hacer algo por mí, no por él ni por mi padre. Eso, en su extraña manera, me hizo sentir un poco más ligera.
Rhett desvió la mirada, como si quisiera darme espacio, pero yo no podía evitar notar lo pensativo que estaba. No era solo el chico que conocí hace unos días, el tipo que se tomaba demasiado en serio todo lo que hacía, sino alguien que, de alguna forma, parecía comprender la magnitud de lo que pasaba dentro de mí, aunque no pudiera entender todo.
—Tienes razón —murmuré, sintiendo que las palabras salían solas. Fue un susurro, más para mí que para él—. Pero, ¿y si... no lo soporto? Si me callo la boca, y lo miro, y me doy cuenta de que no lo quiero en mi vida? ¿Qué hago si no puedo perdonarlo?
Rhett me miró fijamente, sin apresurarse a responder. Su expresión se suavizó, y por un momento, no vi al chico rubio arrogante, sino a alguien real, que también tenía sus propias batallas. Su voz, cuando habló, no tenía el tono de siempre, era más suave, más empática.
—Eso es algo que solo tú puedes saber —dijo con seriedad—. Pero, si no lo intentas, ¿cómo sabrás si puedes seguir adelante con todo esto?
Mis dedos apretaron la taza de café con fuerza, como si la presión me ayudara a mantener mis emociones bajo control. No quería seguir hablando de mi padre, ni de su boda, ni de todo el maldito lío en el que me encontraba. Pero por alguna razón, frente a Rhett, sentía que podía soltar un poco esa carga. No porque me entendiera por completo, pero porque me hacía sentir menos sola en lo que estaba viviendo.
Suspiré, alzando la mirada a través de la ventana. La nieve seguía cayendo, lenta y tranquila, mientras la ciudad parecía seguir con su ritmo, indiferente a mis tormentas internas. Me sentí pequeña en ese momento, pero no de una forma vulnerable, sino como si pudiera tomar un paso hacia adelante, por lo menos hacia algo menos incierto.
—Lo pensaré —dije, finalmente. No sabía si iría o no a esa cena, o si mi padre realmente merecía alguna clase de acercamiento, pero por primera vez en mucho tiempo, el hecho de "pensarlo" no me pareció tan aterrador.
Rhett asintió, su rostro volviendo a su expresión habitual, como si nada de lo que había dicho fuera un gran problema. Pero yo sabía que algo había cambiado. No sé si nuestra relación sería diferente a partir de ese momento, pero al menos en ese breve instante, la barrera que había entre nosotros se había quebrado, aunque fuera solo un poco.
Mi hermano Jared estaba sentado con las piernas cruzadas en su cama y jugando videojuegos cuando ingrese. Se que en alguna parte mamá esta en la cocina, Addy seguía en la clínica. Camino hacia mi hermano sentándome a su lado observando el juego con sangre y disparos.
El ruido del juego es lo que mas se escucha, él no parece querer preguntarme que hago en su habitación. Pero me alegraba que de cierta forma estuviera en casa de mamá.
—¿Quieres jugar?—pregunta.—Es de dos jugadores.
—Otro día.—dije viendo el juego.—¿Tu sabias? ¿de Papá y su novia?
—Claro que sabía, Tara es genial. Siempre me regala videojuegos—responde como si fuera lo mas casual del mundo soltarme esa bomba.
—¿Mamá sabe que volverá a casarse?
Jared suspira pausando el juego antes de verme.
—No, Lester dijo que tu deberías decirle.
—¿Por qué yo debo ser la portadora de noticias de ese otro infeliz?.—dije molesta viendo a mi hermano menor.—Después de todo, no puedo creer que tu estes tan feliz con su decisión.
—Él quiso avanzar.
—¡Nos abandono Jared!, nos abandono a todos, se fue con su nueva novia y a tener seguramente una familia. ¿Te acuerdas lo triste que estabas cuando nos abandonó?
—¡Pero volvió a mi!, quiso volver con nosotros, tu le cerraste la puerta.
—Porque no quiere volver con Addy, y ahora hace todo este circo de casarse.
—¿Y qué quieres, Zoe, que se quedara varado como tú? —me había gritado. Mi hermano, el que parecía haber olvidado todo lo que pasamos, el que se dejó arrastrar por su comodidad y su indiferencia. —Papá es el único que me dio atención cuando tú solo te dedicaste a Addy, paraste tu vida por ella, y te pone celosa que él continúe con su vida porque tú no puedes hacerlo.
El golpe fue fuerte, más de lo que me gustaría admitir. Mi dolor era más profundo que la ira, pero no supe cómo responder. Me quedé sin palabras, sintiendo la pesada carga de sus acusaciones. Me levanté sin mirar atrás, la rabia haciendo que mi cuerpo se moviera por inercia mientras mi madre me preguntaba a dónde iba.
—Voy a caminar —respondí sin pensarlo, mi voz rasposa mientras salía de la casa, cerrando la puerta tras de mí. El aire helado de Londres me golpeó con fuerza, pero lo acepté, me aferré a él como una especie de consuelo en medio de mi tormenta interna.
Mis pensamientos no dejaban de girar. ¿Estaba realmente estancada? No. No era eso lo que había pasado. No era mi culpa que mi padre hubiera decidido seguir con su vida, y menos aún que Jared viera las cosas de esa manera. Pero las palabras de mi hermano se me clavaron como agujas.
Poco a poco, mi cuerpo fue sintiendo el peso de la frialdad, y mi mente, incapaz de lidiar con tanto, comenzó a quebrarse. Las lágrimas que contenía empezaron a amenazar con salir, y mis huesos temblaban a causa del frío. Sin embargo, no me importaba. Necesitaba caminar. Necesitaba encontrar algo que me ayudara a poner orden en todo el caos.
En medio de mi caminar distraído, un accidente me hizo chocar con alguien. Miré hacia arriba, y fue entonces cuando la reconocí. Una señora mayor, con una mirada amable pero curiosa, me observaba con preocupación.
—Disculpe... —murmuré, sintiéndome algo avergonzada por la torpeza.
—Oh, no, cariño, perdón, no te vi... ¿Estás bien? Pareces estar muriéndote de frío —me respondió con una sonrisa cálida, su rostro familiar, pero que no lograba identificar al principio.
Antes de que pudiera decir algo, una voz masculina me llamó desde atrás.
—¿Con quién hablas, Dot? —Magnus se acercó, seguido de Ezra, ambos mirándome con algo de sorpresa al verme allí, sola y temblando de frío.
—¿Zoe? —preguntó Magnus, reconociéndome al instante. Yo asentí, sin palabras. No tenía ni idea de qué estaba pasando ni por qué me encontraba frente a ellos.
Ezra fue el primero en reaccionar.
—¿Estás bien? —su voz, siempre tan seria, tenía un tono de preocupación genuina. Me sentí algo avergonzada por mi estado.
—No, la verdad no —respondí en un susurro, sin ánimos de ocultarlo. Ya no podía más.
Dorothea, que observaba la escena con una mirada de madre, frunció el ceño.
—No iremos a ningún lado hasta que alguien le preste un abrigo a esta niña, se está congelando —dijo con firmeza, como si no fuera negociable. Magnus no dudó, y en un movimiento rápido me rodeó con su brazo, guiándome hacia el edificio.
—Vamos a meterte en calor antes de que te conviertas en una estatua de hielo —dijo Magnus con una leve sonrisa, mientras yo simplemente lo dejaba llevarme. No tenía fuerzas para rechazar su ayuda.
Y así, sin haberlo planeado, terminé en un lujoso restaurante italiano, sentada en una mesa con Dorothea, Magnus y Ezra. La calidez del lugar me envolvió, y aunque mi mente seguía atrapada en las palabras de Jared y el caos que llevaba dentro, algo en el ambiente comenzó a calmarme. No sabía si era la comida, la compañía o simplemente el respiro de ese momento, pero en ese instante, lo único que podía hacer era agradecer que no estaba sola.
------------
No sé olviden de votar 😊
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro