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Capítulo 31.

Capítulo 31.

Thoes eyes- New west


Vico.

Estaba realmente nerviosa, tenía que ser totalmente sincera con Darío. Decirle como me sentía y lo que me venía ocurriendo.

Estaba esperándolo en nuestro lugar, la cafetería en donde tuvimos nuestra primera cita hace casi tres años.

— Hola, perdón por la demora.

Me doy vuelta y veo a Darío, me levanto de la silla para saludarlo. Él me toma en brazos y me abraza besándome con lentitud, ambos disfrutábamos del beso.

— Te extrañe mucho — dije con los ojos cerrados, mientras sentía como me volvía a besar.

— Yo te extrañe más, odie cada minutos lejos de ti.

Lo abrace con más fuerza, no quería llorar, aun no.

— Nos sentamos — digo al cabo de unos segundos.

— Yo creo que si, la gente nos mira raro — comenta riéndose.

— Que no miren si no les gusta.

— Esa es la actitud.

En ese momento llega la camarera quien nos sonríe y nos pregunta que vamos a ordenar.

— Dos licuados de frutilla, con muffins y dos tostados — pido.

— Se los traeré en un momento — dice.

— Lo mismo que pedimos en nuestra primera cita — comenta Darío.

— ¿También lo recuerdas? — pregunte.

— Claro, estaba nervioso ese día. Yo en realidad quería tomar un café, pero los nervios me traicionaron.

Suelto una carcajada.

— Lo recuerdo, encima te veías tan tierno nervioso.

— ¿Cómo ahora?

— Ahora no te veo nervioso — digo con una sonrisa.

— Lo estoy, — pone su mano la mesa extendiéndola para que la tome — estas semanas sin verte y sin hablar fueron horribles. A duras penas pude estudiar y concentrarme.

— No quiero que descuides tus estudios por mi culpa — digo apretando su mano.

— No lo hiciste, fue mi culpa por no concentrarme.

— ¿Qué? ¿Te fue mal?

Darío mira hacia abajo apenado.

— Quede libre en dos materias, es decir las desaprobé — comenta, me llevo ambas manos a la boca sorprendido.

— ¿Qué? ¡No puede ser! Pero si te esforzaste tanto...

— No lo hice Vico, yo estaba tan preocupado por ti y por todo. Que me deje estar con los trabajos prácticos y unos parciales. Pero no importa, las voy a re cursar el año que viene.

Aunque no parecía preocupado, en el fondo sé que no es algo de lo que este orgulloso. Va a retrasarse un año en su carrera, ya que son materias que al desaprobar no pueden rendir libre.

Pero no es su culpa. Es mía también, sino fuera un problema. Sino fuera porque soy una bomba de tiempo.

Que hago que todos a mi alrededor se preocupen por mí. Aunque eso no es malo, en cierto punto llego a ser toxica para las otras personas.

— Lo siento tanto, es mi culpa...

— No Vico, no es tu culpa — me interrumpe —, fui yo quien quedo libre. Vos no me pusiste un arma en el cuello para que no estudiara. Así que no te eches la culpa de algo que no hiciste.

— Pero si no te hubiera echado ese día y si no hubiera recaído... No deberías tener que lidiar con todo esto.

— Amor, yo no creo que seas algo con lo que tenga lidiar. Sos mi novia y la mujer a quien llevo años amando con locura. El amor no es solo en las buenas, también es en las malas.

La camarera llega con nuestro pedido. Nos quedamos unos segundos mirando la comida.

— Pero no quiero que te canses, si vuelvo a caer...

— No lo vas a hacer.

—Y si pasa.

— No te voy a dejar caer, estoy para ti. Para salvarte cuando sientas que no puedes más, sabes que estoy aquí.

Pero yo no quiero que caigas conmigo. Lo pienso, pero no lo digo. En su lugar.

— Te amo, enserio te amo demasiado — digo con total sinceridad.

— Yo también te amo.

— Merendemos — digo animada.

Nos pasamos la tarde recordando cosas del pasado. Riéndonos de los tímidos que éramos al principio, recordando las cosas bonitas que vivimos.

Hablamos de su familia y de la mía. Chismeamos sobre Genaro y Alicia, nos burlamos de lo lentos que fueron y me conto como se sentía Kai. Pobre Kai, pero la superara.

Mientras más hablábamos, más tranquilos estábamos. Era como si las últimas dos semanas no hubieran existido. Éramos Darío y Vico del principio, los que se entendían en silencio y se apoyaban en todo.

Luego de merendar, esta vez lo invite yo aunque insistió en pagar él. Pero no lo deje. Nos fuimos a caminar, mientras hablábamos de todo y de nada a la vez.

Él siempre fue mi ancla, que evitaba que me fuera a la deriva.

Cuando no tenía a nadie, siempre lo tuve a él. Pero en mi cabeza, no dejaba de rondar lo que había dicho.

Que siempre estaría para salvarme a mí.

¿Pero quién lo salvaría a él?

No me quiere dejar caer, pero el caería por mí.

Aunque me ama, no debería descuidarse a sí mismo por mi culpa. No es sano.

Me quedo un minuto mirándolo mientras sonríe al contarme un chiste, noto que tiene ojeras y que su barba es larga. Hasta podría decirse que descuidada, miro su cabello más largo de lo habitual y desaliñado.

Había leído muchos libros, en todos ellos la protagonista era el centro de rehabilitación del protagonista. Aguantaban todo con tal de ser la salvación de la persona que aman. Diciendo que el amor lo salva y perdona todo.

Pero ¿Y si este no era el caso?

Hay amores que matan, y que nos enferman de a poco.

Siento la mano de Darío en mi mejilla, lo miro a los ojos. Me sonríe con emoción mientras me mira con esos ojos tan bonitos. Pero que han perdido su brillo.

Para cualquier persona pasaría desapercibido, pero yo que lo miro a diario y que conozco su cara, sus expresiones a la perfección. Sé que no está bien.

Me pongo en puntitas de pie para besarlo en la boca, entrelazando mis brazos en su cuello , inmediatamente me rodea con sus brazos la cintura.

— No te quiero soltar — dice entre besos. Haciendo me reír.

— Yo tampoco, nos tendremos que quedar a vivir aquí. Y nos van a salir raíces en los pies.

Lo hago reír a carcajadas, mientras nos volvemos a besar con más pasión.

— Nos quedemos a echar raíces entonces.

Entre besos me quede analizando todo lo que voy sintiendo.

No dudo en que lo amo, esto no se siente ni de cerca a la atracción que sentí con Adrián.

Darío es con quien me veo envejeciendo y viviendo mi vida.

Amo todo de él, sus sonrisas, sus risas, su forma de tratarme, su loca manera de ser.

La forma en la que habla de algo que le apasiona, su honestidad, su vulnerabilidad.

Su sinceridad y su valentía. Por el vale la pena luchar por un futuro mejor.

Esa tarde nos fuimos a mi casa a ver películas como siempre hacíamos.

Darío se acostó en la cama, e hizo que yo me acostara encima de él. Para que miráramos la película abrazados.

El latir de su corazón me tranquilizaba.

Nos reímos a carcajadas, mientras dejábamos atrás todo lo malo. Como una gran bola de mugre que uno tira a la basura, pero nunca veo que es lo que hay porque da asco y miedo mirar.

Cuando la película termino, comenzaron los besos, los mimos, las caricias lentas y rápidas. Hicimos el amor lento, como si quisiéramos recordar cada centímetro de nuestro cuerpo, cada línea, cada suspiro y cada beso.

— Te amo.

— Te amo.

Y era verdad, lo amaba muchísimo.

Lo amaba tanto, que sabía que lo estaba lastimando. Que sabía que su sobreprotección por mi salud y mi bienestar, lo estaban hundiendo.

Sabía que nuestro amor era verdadero, pero también se estaba volviendo enfermizo. Y lo amo tanto que soy capaz de dejarlo ir, con tal de que no caiga por mi culpa.

— ¿Por qué lloras Vico? ¿Te lastime? — pregunto mientras limpiaba las lágrimas, que ni siquiera había notado.

Lo mire a los ojos.

— No quiero que caigas por mi culpa.

— ¿Qué estás diciendo?

— Que te amo mucho — beso sus labios, pero el sabor de su boca quedo eclipsado con el sabor de mis lágrimas —, y no quiero que seas mi ancla. Si eso hace que te hundas.

— No, no me digas eso — sentí la desesperación en su voz, mientras me abrazaba con fuerza.

No pude reprimir el sollozo, ni tampoco las lágrimas y el dolor que me partía el pecho.

— Es amarnos en las buenas y en las malas. Pero Darío, amar también es dejar ir cuando lastimas a esa persona.

— Pero no me lastimaste.

— ¿Cómo qué no? — Levanto mi cabeza para mirarlo a los ojos — ¡No estás bien! No has comido, ni dormido bien, descuidaste tus estudios y todo ¡Por mi culpa! No sabes lo mal que me siento.

— Pero amor, no es tu culpa. No lo es — dice besándome la frente — yo solo me preocupo por vos. Me importas vos, no soy feliz si vos no lo estás.

— Ese es el problema, no voy a estar feliz hasta estar bien conmigo misma. Y no quiero arrastrarte en el proceso.

— Pero no me importa...

— Ese es el problema — repito mirándolo a los ojos — que no te preocupas por vos. Y vos tenés ser egoísta, y no absorber mis mierdas como tuyas. Tu amor me ayuda, pero no me ayuda que estés hecho mierda por mi culpa.

— Pero, no puedo estar sin vos.

— Y yo tampoco sin vos, pero de nada sirve si nos hacemos daño.

Nos quedamos abrazados entre lágrimas. Aunque él no quisiera que terminemos, los dos sabemos que es lo mejor por ahora.

Me duele verlo así, no me había dado cuenta antes de que todo lo que yo sentía, él lo absorbía. A veces somos muy tóxicos para nuestro entorno y sin querer, podemos intoxicar a las personas con nuestra forma de ser.

El dolorcito en el pecho que me ocasionaba esta decisión, porque aunque me ardiera y me quemara. Me dejara sin aire, me hiciera trizas. Era lo mejor.

Amar también es dejar ir.

— Te amo, pero esto es lo mejor para los dos.

— Lo sé — murmura —, pero no quiero soltarte. No quiero que me dejes, no quiero que esto termine.

— Quiero que recuerdes que enserio te amo. Pero primero tengo que amarme y tengo que curarme, es un proceso largo y complejo. No quiero arrastrarte si las cosas no van bien.

Lo escucho suspirar, cambiamos de posición. Ahora estamos enfrentados, su mano entrelazada con la mía, con la otra él me limpia las lágrimas.

— Yo te voy a esperar el tiempo que sea necesario. Y voy a tratar de cuidarme a mí mismo.

— Por favor hace lo, no quiero apagar tu brillo. Amo verte feliz y me destruye ser una de las razones por la cual te estas apagando.

— Pero no sos vos, es que fue mucho estrés este año. Luego ver como estabas ese día y como te lastimabas a vos misma, me da mucho miedo perderte.

— No me vas a perder — le aseguro — solo nos damos tiempo a estar mejor. Porque si seguimos juntos vamos a terminar los dos mal y en una relación dependiente.

Asiente con los ojos cerrados y llorando. Sé que le estoy rompiendo su corazón junto con el mío.

Porque aunque no sea por siempre la separación, no significa que no duela.

— Yo tengo la fuerza para seguir, para sostenerte a ti y a mí. Tengo la fuerza — me aseguro abrazándome y besándome.

Éramos un nudo de piernas y brazos, corazones acelerados y lágrimas que empezaban en donde terminaban las del otro.

Era doloroso porque el fondo sabíamos que podíamos seguir. Que nos queríamos lo suficiente para seguir, que valía la pena seguir. Nuestro cariño y amor había pasado con tanto que dejarnos ir seria como sino valiera la pena, pero todo lo contrario.

Yo sabía que mi amor con Darío lo valía todo.

Pero también entendía lo que implicaba eso.

— Yo sé que tenés la fuerza para sostener mi dolor y el tuyo. Pero te van a doler tanto las manos de sostener algo, que sinceramente no se puede sostener. Al final no vas a tener más opciones que abrir el puño y dejar me ir.

Decirlo me dolía, pero era verdad. El amor dura, pero no puede haber uno que siempre de más que el otro. Porque al final, ambos saldríamos heridos.

—Yo te amo, te voy a esperar y voy estar bien. Quiero estar bien, para que estemos juntos

— Lo vamos a estar — le aseguro mirándolo a los ojos —, un día nos miraremos a los ojos y diremos que pudimos pasar por todo esto. Pero ahora es momento de ser egoístas y preocuparnos por nosotros mismos. Hasta estar bien.

No dijo más nada, solo me beso la frente y me abrazo.

Nos quedamos abrazados toda la noche, una despedida entre lágrimas y besos.

Inserte aqui sus lagrimas....

Ya sé, nadie esperaba esto o tal vez si. Pero es que ambos necesitan tiempo, no es una decisión fácil. Solo esperemos que sea la correcta.

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