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Capítulo único.

Había una leyenda muy famosa en París, una que le helaría la sangre a cualquiera si solo se atreviera a adentrarse a ese lugar misterioso.

Un lugar que pese a estar cerca de uno de los puntos turísticos más importantes de la ciudad, nadie, absolutamente nadie se había atrevido a explorar.

Pero existía una chica de ojos azules enormes, cabello oscuro como la noche y una actitud aventurera que la había hecho aceptar aquel loco reto de parte de sus amigos. Y ahora, bajo el manto oscuro de la noche, con una lámpara en mano, estaba a punto de iniciar la aventura.

Mentiría si dijera que no tenía miedo, pues la verdad era que en esos momentos estaba perdiendo todo el valor que la había caracterizado y por el cual había sido la elegida para adentrarse en aquel callejón abandonado donde se decía se escuchaban todo tipo de rumores.

—¿Hola? ¿Quién anda ahí? — expresó asustada alumbrado con la linterna el lugar exacto donde pareció haber visto una sombra pasar.

El temor la consumía por dentro al pasar el tiempo mientras recorría los estrechos pasillos de aquel sitio que si bien daba la pinta de ser un callejón común y corriente; la verdad era que en ese momento ella se sentía observada a cada paso que daba. Quería atribuir su falta de valor a las sujestiones que a veces la hacían ver cosas donde no eran, sin embargo, estaba completamente segura que alguien se paseaba por ahí.

—Deberías relajarte Bridgette, estás siendo paranoica. —se decía para aliviar la tensión del ambiente. —Claude, Mercury y Allegra te deberán muchos billetes después de demostrarles que aquí no hay nada paranormal. Solo debes aguantar doce horas en este siti...

De un momento a otro sintió como su brazo era tironeado hacia uno de los extremos de aquel lugar. El gritar fue casi imposible de evitar pues ahora estaba realmente asustada, más cuando sintió sobre sus labios una mano un poco más grande que las suyas pero esta tenía la característica de ser velluda, excesivamente, tanto que si seguía el trayecto de esta podía notar que el brazo igual era de esa forma.

—¿Qué haces aquí? —le reprochó aquello que permanecía con ella en la oscuridad. —No deberías estar aquí niña ¿A caso no te han enseñado a respetar el hogar de lo demás?

Bridgette temblaba de miedo, no sabía que hacer, ni siquiera lograba verle la cara, solo escuchaba su propia respiración y la de esa cosa o lo que fuera, demasiado cerca de ella. No podía hablar ni podía hacer ningún otro movimiento, por lo cual lo único que atinó a realizar fue darle un mordisco en la palma de la mano.

—Ay, ay, ay. —se quejó aquel que la tenía atrapada. —¿Se puede saber qué te pasa?

—Tú comenzaste al traerme contra mi voluntad.

Bridgette se alisaba los pliegues de la falda en color café sin voltear a verlo al rostro, aunque eso iba a ser un poco imposible a causa de la oscuridad que en esa parte había.

—Oye niña, tú en primer lugar no deberías estar aquí.

—Oh sí, y a caso ¿Tú sí? —en un movimiento rápido ella se posicionó en frente de él, tratando de hallar el rostro de aquel que le parecía un joven un poco más grande que ella. —No te creas due...

El silencio se hizo presente en cuanto a Bridgette se le ocurrió alumbrar con su linterna el rostro de aquel sujeto y encontrándose con un aspecto poco inusual; era un poco más alto que ella, quizá sólo unos cuantos centímetros, tenía unos ojos grises muy llamativos, su ropa estaba algo desgastada, aunque eso no fue lo que llamó su atención.

En donde se suponía debía haber piel, no halló más que pelaje, un pelaje abundante y de un color rubio muy claro. A causa de la impresión formó una pequeña "O" con los labios.

—Adelante puedes reírte como todos los demás. —dijo él haciendo una mueca.

—¿Perdón?

Había soltado ella desorbitada pues pese a no haber visto nada igual, en sus planes jamás estuvo burlarse.

—Sé que mi apariencia no es la mejor, que no soy lo que la sociedad quiere y... —el individuo soltó un suspiro. —Que rayos, no necesito darte explicaciones, mejor dime ¿Qué haces aquí?—inquirió volviendo a su actitud defensiva.

Bridgette apagó la linterna pues parecía que aquel hombre no quería que ella reparará tanto en su apariencia. Así que con toda la calma del mundo procedió a hablar.

—Me han retado. Me dijeron que si entraba a la casa de las lápidas a las dos de la mañana me iba a ganar un par de euros. —Respondió aborrecida. —pero no hay nada de terror aquí, sólo un montón de polvo, lápidas que seguro ya no tienen nada en su interior... Y tú.

—Supongo que entro en la categoría de cosas que dan miedo. —Mencionó desganado.

Ella soltó una pequeña carcajada.

—Por supuesto que no. No sé que te ha llevado a estar aquí pero no eres en absoluto terrorífico. —dijo segura de sí misma. —Es más, me pareces un mishi adorable y peludito.

—Me llamo Félix no mishi. —Se presentó al ser comparado con un gato. —¿A caso eres así siempre con los desconocidos? Los conoces y les pones apodos.

Ella negó divertida para después alzar la ceja.

—¿Y tú? ¿Es tu estilo taparle la boca a damas como yo y traerlas a lugares oscuros en contra de su voluntad? —señaló con su dedo girando.

El hombre se rio desganado.

—No tendría por qué hacerlo si esa damisela no se hubiera metido en mi hogar. —cortó el rollo.

No sabía por qué pero aquello en vez de ser una situación en donde temiera o al menos rara; estaba resultando interesante.

—¿Puedes llamar esto un hogar realmente? —Él asintió y ella lo imitó —Vaya. Espero que algún día me cuentes el por qué.

A Félix se le hizo demasiado raro la confianza que aquella chica le estaba dando pues regularmente las personas con las que solía toparse salían huyendo una vez que lo veían.

—O sea que piensas seguir viniendo.—afirmó Félix. —Vaya, si que tienes una gran valentía.

—Te sorprendería cuanta. —rio ella. —Y si es por tu problema... Te aseguro que no tienes que preocuparte. —Mencionó con amabilidad. —la hipertricosis es más normal de lo que suele verse.

Félix se extrañó de lo relajada que sonaba, le hacía pensar que aquella chica era una persona muy rara. Pero le agradaba.

—Deberías decirle eso a mi padre. —escupió entre dientes. —y a las personas que me huyen o me hacen bromas al respecto.

—Por eso vives aquí. —No era una pregunta, realmente estaba segura de que aquello era así. —Por eso te escondes pequeño gatito.

El de ojos grisces sonrió por el apodo que le había dado, sintiendo que era por mucho; el mejor que había recibido a lo largo de su vida.

—Comienzo a creer que te escapaste de un cuento de hadas y que eres una especie de flor andante, llena de alegría. —expresó.

Ella negó divertida.

—Soy psicóloga. —Respondió. —O bueno una especie de casi psicóloga, me falta unos meses para graduarme. —explicó sentándose en el piso de aquel viejo lugar. —Así que entiendo perfectamente esta clase de situaciones, incluso puedo apostar que estás aquí por algún tipo de rechazo de alguien importante.

Félix desvío la mirada hacia un punto que no fuera la vista de la chica. Ella había dado en el clavo.

—No es de tu incumbencia. —se defendió.

—Mmh quizá no. Pero te lo he dicho; soy psicóloga y me es fácil intuir cuando las cosas van mal. Y por tu actitud...

—Oye, oye, no quiero sonar arrogante pero no necesito una consulta. Es más no debería estar socializando con alguien del exterior.

Era cierto, ella lo sabía, pues de alguna manera jamás hablaba con personas desconocidas o fuera de su círculo social. Sin embargo él le había despertado un gran interés, pensaba que era demasiado triste el que viviera aislado de todos.

—Y no es una consulta, sino, te estaría cobrando. —dijo en son de broma—es solo que tu caso me parece interesante, además de alguna manera... Me haz caído muy bien.

—¿Ya no te parezco un captor ni alguien malvado?, por que te recuerdo que hace poco querías golpearme con la lámpara

Ella rascó su cabeza y en su rostro se formó una mueca.

—Me disculpo por ello; pero en mi defensa me tomaste por sorpresa. —le hizo saber. —por otro lado, no. Me pareces alguien muy interesante, y debes sentir halagado pues casi a nadie le suelo decir eso.

—Si que eres rara pequeña bicho.

Ambos rieron por la inesperada actitud que habían tomado uno con el otro, parecían amigos de hace mucho tiempo atrás cuando en verdad apenas se conocían.

Varios minutos transcurrieron entre pláticas, risas y bromas. Bridgette se daba cuenta que aquel chico no era más que un alma que necesitaba compresión y él se podía percatar que ella no era de peligro, ni una amenaza.

Así que ambos se permitieron un momento de charla casual.

—Tu padre si que es la verdadera bestia. —dijo ella en un tono enojado.

—¿Lo crees? —rió él.

Ella soltó un "Pff" alzando sus brazos al cielo.

—¡Más que eso!, no puedo creer que en pleno siglo XXI, siga existiendo personas con esa mente tan cuadrada y retrógrada que no acepta que hay diferentes condiciones que no afectan en nada lo que uno es. —aseveró. —Y mira que esconderte en su casa solo por tu afección. Es un reverendo...

Y es que ella tenía razón, aquel hombre era una semejante ignorante que no sabía que el exceso de cabello de su hijo se debía a herencia, pues podía afirmar que seguramente alguno de sus familiares de antaño pudo haberlo padecido, que en teoría era culpa de sus genes o los de su esposa. Que le faltaba tacto para afrontar la situación,.

—Sí, bueno. Él no es muy entendido en esos aspectos. —dijo con tristeza. —Cree que con mi aspecto voy a darle una mala imagen a su apellido y sobre todo a su empresa.

Bridgette estaba molesta, ella era nueva en la ciudad y no conocía a ese tal Gabriel Agreste pero ahora mismo lo consideraba un cretino.

—¿Y prefiere su vida de lujos antes que a su propio hijo? —Preguntó incrédula. —eso es estúpido, por si no lo sabe, tú eres capaz de hacer y lograr más cosas que las personas "normales" —hizo comillas con sus dedos al aire. —ese tipo de personas son detestables, no las soporto.

—Él creyó que hacerse cargo de mí era una pérdida de tiempo, no buscó nunca soluciones para mi problema y me mantuvo encerrado en mi habitación... Hasta que he decidido escapar lejos de su yugo para ser libre pero la vida no es fácil.

—Lo creo gatito afelpado. —dijo con amabilidad. —el mundo suele ser cruel con lo que no conoce. Es su estúpida manera de protegerse.

Félix pasó una mano por su cabellera para acomodarla y dándole la razón a la chica.

—Por eso me refugio aquí. —admitió. —es un lugar tranquilo, salvo cuando ciertas personas quieren acceder a ella para cumplir retos bobos. —le sonrió cómplice. —He tratado de socializar con ellos pero a la primera palabra salen huyendo. No tengo amigos, nunca he sabido que se siente tener una amistad. Muchas personas creen que soy una bestia, un monstruo, alguien amargado sin corazón. Es mi maldición.

Bridgette sintió una punzada en su corazón, era una persona muy amable y caritativa que solía preocuparse por los demás, por que so al verlo sabía que no iba a ser diferente.

—Pues tu maldición se acaba ahora. —le extendió la mano. —Soy Bridgette Dupain Cheng, y considerame una amiga desde ahora.

Él dudo en tomar su mano pero terminó accediendo con una sonrisa en los labios.

—Esto es raro. —admitió. —se supone que venias por una noche de espantos y aventura. Y terminaste hablando con alguien así.

—Créeme que fue mucho mejor. Realmente hiciste de mi noche algo agradable —acarició la parte de la mejilla del chico. —Por cierto, se me está ocurriendo algo...

El chico no sabía a lo que quería llegar ella pero pronto la vio tomando de su mano jalando de él.

—¿A dónde vamos? —quiso saber al verse avanzar a paso rápido entre los escombros.

—Quiero que vayas conmigo a casa. —Respondió rápidamente. —Qué conozcas a mi familia y tengas un lugar mejor donde quedarte.

Él se soltó de inmediato.

—No soy una mascota de la calle que puedes adoptar. —dijo molesto. —Además, no sé si a tus padres les haga gracia vertr con alguien como yo.

Bridgette lo miró con molestia.

—Vuelves a referirte así de ti mismo o algún acto despectivo a tu forma de verte. —lo apuntaba. —y juro que yo misma te agarro a golpes, tener esa condición es rara, lo sé, pero debes aprender a quererte a ti mismo, no debes sobajarte. Además hay maneras favorables para tratarlo; Podemos decolorarlo o algo para que no sea tan perceptible. Sin embargo no debes dejar que eso te afecte.

—Si tú lo dices.

—Hombre, vamos. Hay que ponerle actitud a la vida. Si uno se juzga en primer lugar no esperemos que los demás no lo hagan. —volvió a tomar su mano para guiarlo. —aún sino desaparece, te aseguro que el look de gatito tierno se te ve increíble.

—Aún así no creo que sea bueno llegar con tus padres ¿Qué piensas decirles? —Preguntó él curioso.

—Qué eres un nuevo amigo, simplemente eso. Mis padres son comprensivos, ya lo verás, te caerán excelente.

«Amigo»

El pecho de Félix se infló entusiasmado pues en el pasado no había tenido a nadie que se preocupara tanto por él, que el trato de aquella desconocida le parecía sumamente raro pero no por eso menos acogedor. Se sentía realmente importante, en verdad pensaba que aquella chica era una especie de ángel que le había caído del cielo.

Nunca imaginó que esa noche donde pensó que era una más de las tantas frías en soledad, se iba a convertir en una divertida e interesante charla con la chica de ojos bonitos, ni mucho menos que ella rápidamente lo considerara apto para ser un amigo.

Pero sin duda agradecía que todavía hubieran personas amables, que se preocuparan por el bien de los demás sin importar su apariencia.

Si aquello era una nueva experiencia, daría todo de él para no desagradarle a los padre de la chica ni mucho menos hacer algo que pudiera lograr que ella se arrepintiera.

No conocía el significado de la amistad, nunca lo había experimentado pero sin duda alguna con ella se sentía cobijado.

Irónicamente cómo un gatito asustado que era adoptado por una nueva familia. Se rio de sí mismo por sus pensamientos y decidiendo que buscaría la forma de agradecer el gesto a esas personas que lo llegaron a rescatar de la penumbra que vivía.

¡Hola!

Espero que les guste y que les deje un lindo mensaje de que no hay que discriminar a nadie, mucho menos si es su familia pues son esas personas las que más necesitan apoyo y que crean siempre en el potencial que pueden llegar a tener debajo de la discapacidad o condición que tengan.

Los quiero mucho. Besos.

















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