Capítulo único
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Etiqueta utilizada: Universo alternativo-Fantasía
Con un AU de La Vara de la Verdad mezclado con AU de Almas Gemelas, claro que sí
AU Almas Gemelas dónde ves el mundo en blanco y negro hasta que tocas a tu alma gemela
Advertencias: No betado (todavía)
Arte de la portada: DoritoChan__ (Twitter)
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(No) Tocar
De poder estar en cualquier otro lugar, incluyendo las aburridas reuniones del consejo real élfico, Kyle aceptaría hacerlo sin dudarlo ni un segundo. En un santiamén. Cualquier cosa es mejor que estar aislado en la esquina más recóndita del salón de baile, marinándose en su enojo y siendo ignorado por todo el mundo. Aunque eso último es más su culpa que el hecho de que realmente quieran ignorarlo; tras los saludos iniciales de algunos valientes nobles, nadie más se había atrevido a acercarse o entablar conversación. En parte porque pocos son los humanos que confían en él, o no asumen de inmediato que su presencia en el lugar es una estrategia para espiarlos, a pesar de que lleva años siendo invitado a este tipo de eventos; en parte porque su expresión es tan sombría que ni los más valientes, o los más osados, se atreven a siquiera mirar en su dirección. Es casi como si tuviera la palabra "peligro" grabada en la frente. Con lo profundo que es su ceño y la no tan disimulada mueca en sus labios bien podría ser la realidad.
Eso, en realidad, le importa muy poco. Mejor así, que no se acerquen, porque con el humor que se carga duda mucho poder interactuar de forma más o menos diplomática. Establecido ya está que no quiere estar allí, pero una mezcla de sentido de la responsabilidad con algo más, que bien podría ser masoquismo, le impide encontrar una excusa para marcharse. No antes de la cena al menos, sería de mal gusto, no que le importe la opinión de los humanos por supuesto, y lo haría ver como un cobarde frente al único humano cuya opinión si le interesa.
Dicho humano está prácticamente en el otro lado del salón, todavía recibiendo invitados a la gala. Nunca antes Kyle había agradecido tanto el haber heredado más de los rasgos élficos de su padre, que de los bárbaros de su madre, porque, al ser su vista mucho más aguda que la de los humanos promedios, le permite observar a sus anchas al Gran Rey Mago sin tener que abandonar su segura posición en la esquina que reclamó como suya nada más llegar. Le da un sorbo desinteresado a su copa, el líquido burbujeante hace rato se había entibiado bajo el calor que desprenden sus manos enguantadas, entrecerrando los ojos con molestia. No sé pierde la forma en que, con cada segundo que pasa, la sonrisa del Rey Mago se torna más tensa, su posición tan rígida y erguida que de estar más cerca de seguro podría escuchar sus huesos crujir por la fuerza que debe requerir mantener esa postura; y cada vez que el Alto Elfo piensa el humano se va a girar e ignorar la oleada de personas que no paran de llegar, su paladín amablemente toca su codo murmurando algo que le hace bufar, la princesa Kenny a su otro lado abanicándose ligeramente con algo que podría ser diversión, o mofa, haciendo lo suyo también para mantener a raya el temperamento del Rey.
El intercambio que se repite cada diez o quince minutos, sin falta, desde hace casi una hora, le parecería gracioso en otras circunstancias, por lo similar que es a lo que sucede entre él y su Ranger cuando uno de estos eventos es organizado en su propio reino, de no ser porque su humor se oscurece más y más. No es la situación en sí lo que revuelve su propio temperamento, o que siente fue ignorado por el hombre tras ser recibido. Es... Eso
¡Eso! Piensa apretando la copa, rumiando entre dientes e ignorando los susurros de los pocos nobles a su alrededor, que lo observan como buitres a la espera de que explote. Ellos no son importantes.
Lo importante es eso que hace Cartman cada vez que llega alguien nuevo.
Saludarlos.
Saludarlos con sus manos desnudas.
Kyle no puede entenderlo, aún después de años conociéndolo y relacionándose con los humanos en general. Es una diferencia cultural, es consciente de ello, pero eso no significa que lo entienda.
Su confusión y, en cierta forma, repulsión, revuelve alrededor de un asunto pequeño, pero no por ello insignificante. Las almas gemelas.
No eran tan comunes, por mucho tiempo se teorizó que estaba relacionada a la capacidad, o no, de manejar magia, pero la verdad es que su origen es aún incierto. De hecho, pocos son los elfos que tenían almas gemelas, más pocos aún los humanos que contaban con tal bendición y muy, muy, muy escasos quienes, en cualquiera de las dos razas, pueden decir que han encontrado a sus almas gemelas. Y la razón por la que es un tema que revuelve su estómago de vez en vez, es porque la forma de identificar al alma gemela es a través del contacto físico, pues aquellos bendecidos con una nacían incapaces de ver los colores hasta entrar en contacto con su otra mitad.
Por supuesto, no es que sea tema tabú para los elfos, en lo absoluto, todo lo contrario de hecho. Es más bien que, a diferencia de los humanos que parecían carecer de pudor alguno, los elfos respetaban el espacio personal de otros y algo tan simple como un apretón de manos entre extraños es considerado de pobre educación. Los humanos no. La mayor parte del tiempo el espacio personal es más una sugerencia para ellos que una regla a ser reforzada, aunque es posible que eso se deba a su desesperada búsqueda por eones de los colores, o sentir sus almas completas, o cualquier tontería que se contarán para sentirse bien por ir por el mundo con las manos desnudas, ofreciendo apretones de manos y abrazos sin pensarlo dos veces.
El Alto Elfo Rey Kyle, por supuesto, tiene un alma gemela. De no ser así no le incomodaría tanto las costumbres humanas. Y, además, por más que lo niegue, tiene una severa aversión al contacto físico no deseado; el Gran Rey Mago lo llama "germofobo", para él es simplemente... Poco higiénico. Ir por ahí tocando a las personas. Lo que sí puede admitir es que, en cierta forma, es su culpa que en los últimos años los elfos hayan empezado a usar guantes, diseñados para no interferir con su magia, en especial al momento de interactuar con los humanos. El dirá que empezó cuando una muy desagradable enfermedad azotó a los elfos, sus padres dirán que surgió de la nada y por más que insistieran no podían convencerlo de que todo estaría bien, que usar los guantes era innecesario.
Su aversión al contacto físico ha mejorado, por fortuna, pero mantiene la costumbre alrededor de los humanos. En especial porque lo primero que hizo el Gran Rey Mago, Eric Cartman, al conocerse fue intentar estrechar su mano. De forma muy insistente.
Intentar tocarlo sin una tela de por medio se había convertido en un desafío personal para el monarca tras ese primer encuentro, no perdiendo la oportunidad de poner sus manos sobre él sin importar que estuviera completamente cubierto. Probablemente en busca del momento en que pudiera tomarlo desprevenido y hacer contacto piel con piel. Quizá porque, hasta ese momento, nadie parecía haberle negado nada jamás... o que era un completo cretino que disfrutaba de la incomodidad del elfo y como era obvio que deseaba responder a sus provocaciones de forma física, pero debía reprimirse a si mismo. Sus provocaciones a una pelea luego pasaron a intentos más sutiles. Si no era una mano en la cintura para guiarlo a de un salón a otro, era sostener su codo para ayudarlo a subir las escaleras, o pasar un brazo por sus hombros mientras caminaban por los jardines.
No importa cuánto Kyle se lo sacara de encima, Cartman regresaba a poner sus manos en contacto con alguna parte de su cuerpo. Por más que discutieran al respecto, nada parecía disuadirlo, e inevitablemente el elfo empezó a acostumbrarse al contacto, no que eso le impidiera protestar, por supuesto.
Hasta que un día Cartman se detuvo.
Kyle se avergüenza de admitir que, cuando se había animado a permitirse estar alrededor del Rey sin sus inseparables guantes, le decepcionó enormemente el hecho de que súbitamente Cartman decidiera respetar todos sus límites. Era raro tener una reunión con el Mago, quitarse los guantes como señal de confianza, y que Cartman pasara de largo cualquier oportunidad de tocarlo. Ya no le ofrecía un brazo al llegar para llevarlo al salón donde se reunirían, ni se atrevía a tomar siquiera su codo para arrástralo a las cocinas en lugar de esperar la cena, ni mucho menos intentaba jugar con los mechones de su cabello luego de convencerlo de descansar un rato en el jardín. Es aún más vergonzoso admitir, así sea a sí mismo, que muchas veces tras una reunión y una vez regresado a su palacio, extrañaba el calor en la cintura que solía acompañarlo luego de sus largas charlas, luego de ser guiado hacia su carruaje por el castaño con fingida galantería.
Pero fue haber caído en cuenta de que, en realidad, no le molestaba en lo absoluto que Cartman fuera tan táctil con él; no luego de tantos años al menos, no luego de empezar a considerarlo algo así como un amigo. No, lo que realmente le molesta es como, de pronto, lo era con todo el mundo menos con él.
Celos, le había dicho su madre cuando le comento del asunto, siendo lo más vago que le era posible, aunque siente que la mujer sabe perfectamente de quién le estaba hablando. Eso que sentía revolverse en su interior eran celos, horrible y asfixiante. Una bestia a la que no podía controlar.
Celos cada vez que Cartman tomaba la mano desnuda de la princesa Kenny sin pensarlo dos veces y pasaba por alto la suya cuando se la ofrecía. Celos del cómo, a su manera, felicitaba al paladín Butters con una fuerte palmada en sus hombros descubiertos. Incluso del Ranger Marshwalker recibió el mismo trato amistoso la última vez que se vieron, al recibir un fuerte apretón de manos por parte del Gran Mago ¿pero ahora, de súbito, él ya no es merecedor de ello?
Y con los celos que se afianzan a sus entrañas como una bestia, una sensación amarga escalaba por su garganta, robándole el aire. Un desasosiego tan profundo que la única respuesta que podía dar su cuerpo era ser invadido por un terrible deseo de llorar. De rabia o de tristeza, eso no importaba mucho. No le quedaba de otra más que preguntarse si es que acaso había hecho algo para recibir la frialdad del humano, porque por supuesto que no piensa darle voz a su preocupación. Una cosa es admitirse a si mismo lo que le acongoja, otra muy distinta sería...
Se enfurruña aún más, sintiendo sus mejillas enrojecer y sus ojos arder al pensar que, ahora que quiere recibir ese trato del humano, no se lo merece. Sentir que es su culpa por rechazarlo por tanto tiempo. Qué tal vez Cartman ya no lo considera un amigo. Que no tiene la oportunidad de...
—¿Crees que esta vez funcione? —una voz, que no logra reconocer, cerca de dónde está lo saca de sus oscuros pensamientos y no puede evitar gruñir bajo al ser interrumpido.
—Bueno, el Rey no ha mostrado ninguna reacción —responde una segunda voz, y saber que están hablando de Cartman le hace enderezarse un poco, prestando atención al intercambio—. Pero todavía faltan algunas familias.
—Si en fiestas anteriores no sucedió, dudo mucho que esta sea diferente —una tercera voz se une a la conversación. A diferencia de los otros dos, este tercer desconocido suena cansado... no, hastiado—. No hay mucha diferencia entre esta gala y la anterior, y el Rey no encontró a su alma gemela en esa. Ni en la anterior, ni en ninguna otra antes que esa.
Kyle frunce el ceño, luchando con todas sus fuerzas para no girarse y delatar que esta escuchando la conversación. Pero eso llama su atención más que cualquier otra cosa. ¿Cartman estaba buscando a su alma gemela? ¿Cartman tiene un alma gemela?
—Más personas fueron invitadas que la otra vez —señala la primera voz, irritada por el comentario, —¿o estás sugiriendo que Su Majestad debería buscar ahora entre... La plebe?
—Por supuesto que no, suficiente es que su madre sea... —la tercera voz se interrumpe, carraspeando bruscamente, pero Kyle no tiene que escuchar lo que estaba a punto de decir sobre Lady Liane para saber con exactitud cuáles eran sus siguientes palabras. No era un secreto para nadie, ni siquiera en su propio reino, que la sangre real del Gran Mago provenía sólo por parte de su padre—. Lo que quiero decir es que todos los nobles con hijos en edad han desfilado frente a Su Majestad y nada ha pasado.
—Casi todos —interviene la segunda voz, sonando ahora más divertida que molesta—, nunca son invitadas las familias... menos afortunadas de tener la gracia del Rey.
Kyle alza la vista hacia Cartman, chocando suavemente su copa con un dedo, pensando en la conversación. No sabia que el Gran Mago estaba en busca de su alma gemela; de hecho, nunca le había comentado siquiera que tuviera una, y Kyle jamás lo habría imaginado. Incapaz de ver los colores, Stan o su hermano estaban encargados de elegir su vestimenta acorde a la ocasión, y otras cosas que le requirieran diferenciar una escala de gris de otra era dejada en manos del resto de sus consejeros. Pero Cartman siempre se veía seguro de lo que hacia a su alrededor, en más de una ocasión el príncipe Ike había comentado el buen gusto que tenía, señalando sus prendas, aunque poniéndolo en contexto con la conversación, la princesa Kenny quizá estaba detrás de ello.
—Y recurrir a intentar comprometer al Rey con alguien que todavía no haya entrado en edad... —el tercero chasquea la lengua—. Estoy empezando a considerar que los rumores de que tiene un alma gemela es un invento suyo para evadir un compromiso.
—Eso sería una tragedia —el primero señala, pero su voz no suena afligida o comprensiva, sino más bien desdeñosa—, soñar con tener un alma gemela y que sea mentira.
—Utilizar algo tan sangrado como excusa para evadir su responsabilidad —añade el segundo, una risa maliciosa uniéndose a sus palabras.
—Realmente patético en verdad, solo si el destino lo eligiera alguien lo querría, y aún así lo pongo en duda —comenta el tercero. Sus palabras provocan una carcajada en los otros dos que a penas pueden controlar; el comentario parece cargado con la misma malicia que tiñe las palabras de los otros, pero en su tono hay algo de severidad, como si, en realidad, no piense que sus palabras tienen algo de verdad.
Sin embargo, el cómo se siente es poco importante para Kyle en el momento, su atención centrándose en algo un poco más importante. Como el no ceder al deseo de girarse y hechizarlos sin piedad por atreverse a burlarse de Cartman, su Rey. El descaro, la osadía. El Gran Mago es muchas cosas, pero el elfo no está en posición de restarle sus méritos como soberano. No le gustase a quién no le gustase, hasta el momento ha sido un buen rey y debería ser respetado por ello.
¿Y qué es eso de que todo noble en edad ha desfilado frente al Rey? ¿A caso están tratando de comprometerlo con alguien? ¿A caso esperan que alguno de sus hijos sea el alma gemela del Gran Mago?
La idea detiene sus pensamientos y un escalofrío lo recorre, su mirada dirigiéndose de nuevo hacia Cartman, que parece un poco más animado que minutos antes, probablemente porque la larga lista de invitados está llegando a su fin. Si alguno de ellos resulta ser la persona destinada del humano...
Ese tipo de enlace no es irrompible hasta que ambas partes lo aceptan, por supuesto, sin embargo, la conexión inicia en el momento en que la piel entra en contacto y el mundo cobra color. Y si al menos una de las partes está interesada, rechazarlo es increíblemente doloroso.
Pensar en Cartman, encontrando a su otra mitad en ese momento, sellando su destino para siempre, hace que su corazón se acelere. Eso significaría perderlo.
No puede permitirlo.
Se está moviendo antes de darse cuenta, la copa que sostiene olvidada en alguna mesa mientras sus pasos lo llevan rápidamente a dónde está el Gran Mago. Se abre paso entre el mar de gente, haciendo a uno que otro a un lado de forma no muy delicada, toda su atención puesta en su objetivo: llegar hacia Cartman y sacarlo de ahí.
Cuando está casi a su altura, el humano se endereza y mira en su dirección, como si pudiera sentir el peso de su mirada en su persona. Quizá puede presentir peligro a su alrededor, quizá el paladín a su lado lo vio primero y le informó de que se está acercando.
—Khal —el castaño sonríe y si Kyle estuviera prestando un poco más de atención, en lugar de centrarse en alcanzarlo, habría notado como su mirada se suaviza por un segundo, antes de tornarse picara—. No me digas que ya te vas a ir, la fiesta aún no comienza.
El elfo se detiene un segundo, sintiendo la boca seca de pronto. Abre la boca para responder, pero las palabras le fallan por lo que la cierra con algo de fuerza, apretando la mandíbula. ¿Qué diablos se supone que hará? ¿Decirle que acaba de escuchar a tres desconocidos hablar de como quieren comprometerlo y no piensa permitirlo? Va a sonar como una locura.
Dejarse llevar por sus emociones es una locura.
Ante su silencio, la sonrisa de Cartman decae. Al mismo tiempo, una pareja, acompañados de una joven, se acerca, una sonrisa enorme en el rostro de los tres, lo que distrae al rey por un momento. El castaño se gira, dándoles la bienvenida, un poco incomodo por la penetrante mirada del Alto Elfo sobre su persona, quién finalmente reacciona cuando Cartman está por darle la mano a la joven. Sin pensarlo dos veces se interpone, alargando una mano para sostener al humano por el brazo.
—¿Su Majestad? —la princesa Kenny da un paso al frente, su rostro semi cubierto hace que su expresión sea indescifrable, pero el no tan sutil gesto que le hace al paladín Butters le hace saber a Kyle que no dudará en recurrir a la fuerza para apartarlo de Cartman.
—¿Kyle? —Cartman lo mira confundido, pero antes de que pueda agregar algo más, o pueda acobardarse, Kyle se gira empezando a caminar fuera del salón, arrastrándolo consigo.
Una vocecita en su mente comenta que debe verse como un desquiciado, arrastrando al Gran Rey Mago por todo el salón a una dirección desconocida. Debe verse ridículo. Puede incluso imaginar los rumores y comentarios que surgirán, alguien de seguro estará informándole a los guardias, la princesa Kenny sin lugar a duda; las relaciones con el Reino de Kupa Keep se verán afectadas irremediablemente y, sin embargo, nada de eso le importa en ese momento. No puede pensar nada con claridad, no con la sangre bombeando con fuerza por todo su cuerpo, ensordeciendo sus oídos a las protestas del humano, quién, nota al encontrar la puerta que da hacia el jardín, no se está resistiendo demasiado a seguirlo.
Se detiene cuando considera que están lo suficientemente lejos y suelta a Cartman, girándose, pero lo que sea que va a decir se le escapa cuando se da cuenta de la extensión de sus acciones. Su respiración se corta y siente su garganta cerrarse, el Rey Mago lo observa con una ceja alzada, cruzado de brazos. Kyle no puede hacer más que regresarle la mirada, deslumbrado por su propia estupidez.
—¿Nada que decir? —cuestiona el castaño finalmente, frunciendo el ceño—. Pensé era algo importante, considerando que muy groseramente me sacaste de mi fiesta.
¿Qué se supone que ha ahora? Su cuerpo está congelado en su posición, su mente un barullo de pensamientos que rebotan de un lado al otro a los que no puede hacerle sentido.
—¿Qué carajo Khal? ¿Sabes cuántas personas ahora querrán que cortemos lazos con tu reino por esto? —deja caer sus brazos, apoyando sus manos en su cintura, la viva imagen del reproche—. No voy a hacerlo, obvio, ningún imbécil por debajo de mi me dirá que carajos hacer. Hago lo que me venga en gana, pero ese no es el punto. ¿Qué tienes en la cabeza? ¿Por qué de pronto sentiste la necesidad de arrastrarme fuera?
Escucha su perorata, pero realmente no lo está oyendo, aunque su corazón parece, al fin, querer empezar a calmarse, sus pensamientos tomando un orden y su respiración regresando a él. No puede creer que escuchar a Cartman regañarlo le está ayudando a centrarse.
¿Por qué tenía que enamorarse de este imbécil?
Eso corta su respiración de nuevo, por razones totalmente diferentes, porque ahora todo tiene sentido. Se había admitido a sí mismo los celos y que veía a Cartman como un amigo, quizá como algo más, ¿pero enamorado? No lo había considerado, pero explica porque imaginarlo con alguien más hace que su corazón se sienta pesado.
El castaño sigue hablando, yendo por una tangente que no tiene nada que ver con lo sucedido, pero Kyle se siente envalentonado, su revelación interna llenándolo de energía. Acorta la poca distancia que los separa, sosteniendo el rostro de Cartman entre sus manos cortando sus palabras. El castaño lo observa, conteniendo la respiración, confusión en su mirada.
—No me importa que tengas un alma gemela, o quién sea —dice con tanta seriedad como le es posible, mirándolo con intensidad—, no voy a aceptar que estés con nadie más.
Sin darle tiempo a responder, o procesar sus palabras, cierra sus ojos con fuerza y se inclina uniendo sus labios en un beso. Es algo torpe y rígido, su intención de hacerle entender que habla en serio impidiéndole relajarse. El hecho de que Cartman permanezca paralizado contra él le hace titubear.
Está por apartarse, aceptar el rechazo que asume se viene, listo para hacerse responsable de las consecuencias de sus actos impulsivos, pero antes de poder soltarlo siente los brazos del castaño pasar por su cintura, apegándolo más contra su cuerpo, respondiendo el beso. Un escalofrío lo recorre, jadeando ligeramente por la sorpresa de ser correspondido, cosa que Cartman aprovecha para profundizar el beso.
Podrían permanecer así una eternidad, piensa el elfo derritiéndose en el calor del beso, pero el aire se hace necesario, demasiado pronto para su gusto, y no les queda de otra más que separarse.
Kyle abre los ojos, un poco aturdido por la intensidad de las emociones que queman su piel. Parpadea lento, confundido por un segundo, antes de que su respiración se corte una vez más cuando logra procesar lo que está viendo.
Los ojos de Cartman, que hasta hace un momento eran grises, uno ligeramente más claro que el otro, ahora lo observan cargados de color. No sabía que sus ojos eran distintos, pero en retrospectiva tiene sentido. Uno es de un tono claro, suave, que le recuerda al cielo a media mañana, completamente despejado y sereno, mientras que el otro es un poco más oscuro, como la corteza del árbol ancestral de su reino. Mirándolo detenidamente, puede notar pequeños puntitos luminosos, como las luciérnagas, y es probablemente lo más hermoso que ha visto jamás en su vida.
Jadea al caer en cuenta de lo que eso significa. Puede ver los colores. Los puede ver porque Cartman es su alma gemela. ¿Cuáles eran las probabilidades?
—Tus ojos son mucho más verdes de lo que pensaba —el comentario de Cartman lo saca de su trance—. Carajo, ¿por qué te sienta tan jodidamente bien el rojo? Salvo por tu cabello, tenía la esperanza de que fuera más oscuro, pero no, tenías que ser jodidamente pelirrojo—continua el castaño, refunfuñando ligeramente.
Kyle frunce el ceño, confundido, dándole vuelta a sus palabras.
—¿Cómo sabes que mis ojos son verdes? —cuestiona cuando no encuentra una respuesta por sí mismo.
La pregunta sobresalta a Cartman, quién carraspea y trata de apartarse apartando la vista, sus mejillas coloreándose ligeramente.
—¿Cartman? —cuestiona luego de unos segundos sin recibir respuesta, tratando de centrarse en él y no en el calor que irradian sus mejillas.
—Hace unos... meses, estábamos trabajando y te quedaste dormido en el escritorio —Cartman alza una de sus manos para rascar su nuca, Kyle deja caer sus manos de sus mejillas para darle algo de espacio—, no lo había notado hasta que te estaba preguntando algo y no respondiste.
El elfo lo recuerda. Como aliados habían estado trabajando en una especie de tratado con otro reino que deseaba unirse a la alianza; como era algo que se supone le convenía a ambos, habían pasado días redactando la oferta como un frente unido. Una forma de ampliar las conexiones de los elfos, era la idea de Kyle; para Cartman era más una advertencia, de que el Reino de Kupa Keep no estaba solo. Recuerda también que en algún punto de la discusión se había quedado dormido, al día siguiente despertó con una manta sobre los hombros que el Gran Rey Mago había negado haberle puesto. Ahora empieza a dudar de esa negativa.
—No pude resistirme a tus encantos élficos y acomodé tu cabello —sus mejillas enrojecen aún más. Kyle decide en ese momento que le gusta ese color en Cartman—, lo que resultó en que accidentalmente rozara tu frente. No lo suficiente para iniciar la conexión, pero sí... me permitió ver algunos colores.
Y justo luego de esa reunión Cartman había empezado a evitar tocarlo.
Bueno, joder.
—¿Por qué no dijiste nada? —pregunta con suavidad, frunciendo el ceño en confusión.
Lo conoce bien. Al menos cree conocerlo lo suficiente como para saber que la reacción normal del castaño debió ser restregárselo en la cara, buscar más beneficio de la alianza entre sus reinos con un matrimonio. Debió querer sacarle todo el provecho posible a la noticia de que son almas gemelas. Al menos qué...
—Oh —suspira alzando las cejas, sorprendido por la conclusión a la que acaba de llegar—. Oh, Cartman...
—No tienes derecho a burlarte —Cartman retrocede un paso, cruzándose de brazos aún más enfurruñado—, tu literalmente me acabas de sacar de la fiesta en... —jadea, mirándolo de pronto. —¡¿Un arranque de celos?!
Es el turno de Kyle de enrojecer.
—¡No sé de qué hablas! —responde a la defensiva, cruzándose de brazos también.
—¡Estabas celoso! —Cartman ríe alzando sus manos en triunfo, júbilo brillando en sus ojos—. Literalmente dijiste que no te importaba quién era mi alma gemela...
—Nope, definitivamente no dije nada de eso —se adelanta dejando caer sus brazos, tratando de cubrir su boca con sus manos.
—... no ibas a permitir que es esté con nadie más —el castaño bloquea sus manos con sus brazos, riendo a pierna suelta por lo ridículo de la situación. —¡Y tú eres mi alma gemela!
—¡Cartman! —en un acto de desesperación para huir de la humillación que empieza a burbujear en su interior, sostiene su rostro de nuevo plantándole un nuevo beso.
Inmediatamente el castaño lo abraza respondiendo al beso con entusiasmo. Kyle tiene la leve sospecha de que sus comentarios eran un complot para conseguir exactamente esto, pero no tiene demasiado tiempo para pensarlo detenidamente, su concentración dirigida a besar al bastardo hasta que no pudiera seguir burlándose de él.
Se separan cuando el aire se hace necesario, pero sienten que no fue suficiente y se apartan lo necesario como para poder dejar pequeños besos en sus mejillas, riendo como estúpidos todo el tiempo. La situación es ridícula, sin lugar a duda, pero ninguno puede negar que sus corazones están rebosantes de alegría.
—Por cierto —susurra Cartman un rato después, ambos están todavía abrazados, sus frentes apoyadas una contra la otra, mirándose largamente a los ojos, memorizando el color en ellos—, no voy a poder evitar que Kenny intente matarte. Ese fue un movimiento muy osado de tu parte.
—Ese sería un dolor de cabeza diplomático con el que dudo quieras lidiar —señala Kyle, alzando una ceja, a lo que el castaño gruñe porque tiene razón.
El pelirrojo no señala que, si la princesa realmente hubiera querido matarlo, hace rato que lo habría tomado desprevenido, considerando que el rey está sirviendo como una gran distracción.
—Deberíamos regresar a la fiesta, no puedo perderme algo organizado en mi honor —comenta nuevamente el humano, aunque no da muchas señales de querer apartarse.
—Un momento más —susurra el elfo, cerrando sus ojos y apoyando su mejilla contra la suya.
—Bien —Cartman acepta, cerrando los ojos también—, pero te toca a ti limpiar el desastre que causaste.
El Alto Elfo Rey piensa que es un intercambio justo a cambio de unos minutos más de contacto físico, siempre y cuando al Gran Rey Mago no se le fuera a ocurrir comentar...
—Me alegra hayas superado tu germofobia, Khal, ¿ves que no se siente tan mal interactuar con otros?
Tal vez matarlo debería figurar en sus planes a futuro.
Por ahora disfrutará saber que la persona que su corazón escogió, por más que sea un bastardo engreído, es la misma persona que el destino consideró es perfecta para él.
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