03. Fingiendo
— Necesito tu ayuda.
Alce la vista del libro que leía y lo cerré, prestando atención únicamente al rubio de pie frente a mí.
— Cuéntame — me puse de pie lentamente.
Dudo tanto que consiguió preocuparme. Tate dirigió la mirada a sus pies, luego a mí, luego a otra dirección del sótano, así sucesivamente. Note que se mordió el interior de las mejillas antes de hablar.
— Violet — murmuro. La simple mención de aquel nombre me hizo fruncir el ceño —. Es... hable con ella algunas veces, aunque eso ya lo sabes... Me ofrecí a ayudarla, pero para eso necesito tu ayuda.
Me esforcé para contener mis dudas y quejas, debido a la molestia incesante que se instaló en mi pecho. Con esas palabras, Tate me confirmaba que había entablado algún tipo de relación con la chica.
Quise negarme, pero era Tate, nunca podría negarle nada.
— Dame detalles, no hare nada a ciegas — me cruce de brazos, expectante.
— Una chica la está molestando — explico, capturando mis ojos con los suyos —. Violet la traerá aquí, para que tú y yo le demos un pequeño susto.
Entreabrí los labios, sorprendida por un detalle en su frase.
— ¿Le hablaste sobre mi? — no conseguí ocultar mi tono de esperanza.
Tal vez, después de todo, yo significaba algo para Tate.
— No, es mejor que no sepa de ti — negó con la cabeza levemente. Mis ilusiones cayeron en picada. Solté un suspiro que pasó desapercibido por el chico —. ¿Vas a ayudarme?
Me clave las uñas en los brazos con fuerza, sintiéndome impotente. Era una idiota.
— Lo hare — acepte.
Tate sonrió tan mínimamente, que por un momento creí haberlo imaginado. Descruce los brazos, rendida. El rubio rozo una de sus manos con la mía y se alejó para tomar asiento en una silla mecedora.
— Utilizaremos a Thaddeus — menciono, como un dato sin importancia.
— Si lo que buscas es darle un susto sin importancia, procura no meter a ese pequeño monstruo en esto — solté una corta risa.
Thaddeus, era uno de los fantasmas. Era travieso, se escondía y te saltaba encima cuando no lo veías. Ese niño era un ser elaborado a partir de los restos del difunto bebe de Charles y Nora Montgomery, otros fantasmas que alguna vez vivieron como humanos en esta casa. La historia era extremadamente trágica.
— Si se quedara en un simple susto, ¿crees que sería divertido? — alzo una ceja, con una hermosa sonrisa apareciendo en sus labios.
Debí haberlo sabido. Tate no permitiría que la chica saliera completamente sana, algo sucedería. Aunque fuera mínimo, no la asesinaría ni mucho menos, simplemente conseguiría que ella jamás se olvide de lo sucedido. Parecido a una pesadilla.
Imite su gesto y sonreí.
Unos apresurados pasos resonaron por las escaleras del sótano. Ambas chicas acababan de llegar. Tate me hizo una seña, cedí y me escondí en una esquina de la habitación.
No necesitábamos un plan perfecto, de alguna manera sabíamos lo que el contrario pensaba. Y esa era la conexión que mi cerebro planteaba cada vez que me encontraba con el rubio. Nuestras historias, nuestras actuales vidas del otro lado del plano. Era fácil creer que él y yo conseguiríamos nuestra eternidad deseada, pero la realidad era que estaba equivocada.
Era imposible, incluso imaginarlo.
Aguarde pacientemente a que las mujeres llegaran y se detuvieran frente a Tate. La invitada dio un salto en su lugar cuando las luces se encendieron y diviso al rubio sentado en aquella silla.
— Asi que eres la drogadicta — murmuro, observándola fijamente.
— ¿Quién eres tú? — espetó.
— Apaga las luces — Tate le indicó a Violet.
Las luces volvieron a apagarse, aunque pronto comenzaron a titilar. La risa maníaca del chico se hizo oír, causándole escalofríos a las dos intrusas. Thaddeus se asomó por debajo de un mueble, y no perdí el tiempo antes de hacerle una seña para que entre en escena. El niño suplanto a Tate en la silla mecedora y un segundo más tarde salto encima de la chica, atacándola.
La invitada y Violet gritaban aterradas. Más aún cuando los tres rostros fantasmas se fusionaban entre sí, como una ilusión óptica. Por momentos divisaban a Tate, luego a Thaddeus y luego a mí, rondando por la habitación o atacando al objetivo.
Era mi turno de accionar. Me acerque por detrás de Violet y de un empujón la hice caer al suelo, alejándola del interruptor de la luz, para que no pudiera encenderlas hasta que el plan acabara. Cuando Thaddeus araño el rostro de la intrusa, le dedique una mirada a Tate, dándole a entender que ya era suficiente. Asintió y obligo al pequeño a alejarse.
El rubio volvió a su posición en la silla y yo encendí las luces, para luego retroceder y fusionarme con la oscuridad de los rincones.
Asustadas, las chicas corrieron hacia la otra habitación del sótano, la invitada salió de la casa apresuradamente, llorando sin cesar. Mientras que Violet volteo a ver a Tate.
— No creo que te vuelva a molestar — sonrió el chico.
— ¿Quiénes eran esos? — espetó ella, notablemente asustada.
Observe todo de brazos cruzados, previniendo un final no muy agradable.
— ¿De qué hablas? Me golpeo y se fue. Debió tropezar con la pared — mintió.
— No, yo vi algo más.
— Violet, no seas ridícula. Alégrate, asustaste a la bruja — se acercó varios pasos, a su vez ella retrocedió.
— ¡Lárgate, no quiero verte! — le propino un fuerte empujón, antes de salir corriendo escaleras arriba.
— ¡Creí que no le temías a nada! — Tate grito con furia.
Me asegure de que nos encontrábamos completamente a solas antes de hacerme ver. Debido al rechazo, en el rostro del chico resaltaron sus ojos cristalizados y, sin preguntar nada, me acerque para envolverlo entre mis brazos. Tate suspiro sobre mi cuello, ocasionándome un escalofrió.
— No hiciste nada mal, solo intentaste ayudarla — susurre, deseando que creyera en mis palabras.
— ¿Crees que me odia?
— Yo nunca podría odiarte — negué y me maldije mentalmente. Tate pregunto por Violet, no por mi —. Y estoy segura de que ella tampoco — arregle mi error. Sopese seriamente si preguntar lo siguiente, pero ya no era capaz de soportar la incertidumbre —. Tate... ¿te gusta?
— Ella es linda — respondió simplemente, sin ser consiente del dolor que eso me ocasiono.
Tome sus hombros y lo aleje lentamente de mí, sin ser capaz de permanecer un instante más a su lado. Note únicamente como fruncia el ceño antes de darme media vuelta y desaparecer en la oscuridad, fuera de su vista.
Tal vez lloraría, o evitaría mi sufrimiento, fingiendo que no existía.
Fingiendo.
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