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NO TE VAYAS, ELIZABETH

-¿Por qué me besarías? Yo no soy Liz... yo para ti soy la linda chica que atiende en tu taberna y que aveces te es útil, no soy la guerrera que era Liz, mucho menos soy aquella que tu corazón anhela... No soy la mitad de bella de lo que ella es para ti, no tengo oportunidad contra ella, pero... mi corazón no puede tolerar amar a alguien más...
No podía dejar de pensar en él, mis emociones estaban muy alteradas como para pensar con claridad... las noches se estaban haciendo un verdadero tormento para mi, pues lo deseaba demasiado, quería que me tomara del brazo y me acorralara en una pared para después hacerme suya sin siquiera pedir mi aprobación.
Deseaba con mucha intensidad su cuerpo, pero yo bien sabía que Meliodas sólo tenía ojos para Liz, su fallecida novia hace 16 años. Pero aún así no quería que nadie más estuviera conmigo, tal vez suena muy egoísta pero es la verdad, lo amaba y lo deseaba demasiado... y tenerlo a lado todo el tiempo como un amigo era demasiado difícil. Y ahora había llegado mi momento de partir de su lado, pero no puedo... no quiero... Una lágrima  salió de mis ojos y no pude evitarlo, ¡LO AMO DEMASIADO!
-Hola Elizabeth, ¿Qué haces?- pegué un grito y después me di cuenta que Meliodas estaba detrás de mi, me preocupe mucho, ¿qué tal si escuchó lo que dije? -escuché algunos susurros y pensé que algo te había pasado, por eso entré sin tocar la puerta, pero veo que no pasó nada.
-Oh ya, no te preocupes por mi... sólo estaba fantaseando con alguna cosas, ya me conoces- dije muy nerviosa. En eso, el ambiente cambió a ser muy tenso e incómodo, sabía lo que me iba a preguntar.
-Elizabeth, ¿es cierto qué te vas a casar con el rey Víctor de Saragosa?- dijo con una sonrisa en su cara, mi corazón se rompió en miles de pedazos al saber que a él no le importaba en lo más mínimo con quien estuviera.

FLASHBACK:
Después de la batalla contra el demonio que había  poseído a Hendrickson, los siete pecados capitales estaban en la taberna celebrando su victoria contra aquel demonio azul.
Ban y Meliodas estaban jugando a ver quien aguantaba más tragos mientras que Gowther los observaba y analizaba lo que hacían, Diane y King estaban platicando de lo asombroso que ambos se veían juntos y de como iban a llamar a sus futuros hijos, pues ya estaban demasiado alcoholizados como para darse cuenta de lo que decían, mientras que Gilthunder y Griamore estaban con Elizabeth platicando de cosas triviales del reino
-Hey Elizabeth, hay rumores de que el apuesto rey de Saragosa está interesado en ti, ¿Es cierto?- preguntó el caballero sagrado de cabellos rosados algo preocupado por la respuesta.
-Así es Gil... cómo mi hermana esta interesada en ti, y Verónica ya tiene a Griamore, sólo quedo yo como la única disponible para contraer matrimonio con el rey Víctor, pero...- Elizabeth miró con tristeza a Meliodas, lo veía como el amor de su vida y como al único al que iba a amar.
-Elizabeth, no tienes que casarte con alguien a quien no amas... todos sabemos que tu corazón ya tiene dueño- dijo Griamore en un intento de hacerla sentir mejor.
-Tienes razón Griamore, pero él no me ama...- los tres vieron al joven de cabellos amarillos que robaba el corazón de la tercera princesa de Liones -su corazón ya pertenece a alguien más, además padre está muy enfermo... la alianza con él Rey de Saragosa le traerían paz y tranquilidad y así podría recuperarse más pronto-
Un silencio incómodo inundó a los tres por unos minutos, pues los dos caballeros sacros sabían que Meliodas ya amaba a alguien más y que sin importar lo mucho que la podía querer, jamás la llegaría a amar como amó a Liz.
Elizabeth sonrió y luego tomó su bebida de un sólo trago para olvidarse de aquel sufrimiento que la carcomía viva.
-Bueno señores, ¿Esto es una fiesta o una masacre? ¡A divertirse se ha dicho!-
Cierto rubio había estado atento a la conversación de esos tres, pensando en que debería de hacer, pero por el momento se había quedado callado por miedo a perderla de nuevo. No iba a soportar perder a su amada una vez más delante de sus ojos... pero tampoco podía ver como Elizabeth sufría por su amor "no correspondido". Era un difícil decisión que debía pensar demasiado bien, pero por el momento no iba a hacer nada.
-Si tan sólo supieras que tú eres mi Liz..- dijo Meliodas mentalmente.
FIN DEL FLASHBACK

-¿Qué se supone que haga? Es lo menos que puedo hacer por mi reino...- sentía que quería llorar en sus brazos, quería escuchar su voz diciendo que me ama y que no me dejaría casarme con una persona a la cual yo no amo.
-Felicidades- dijo seco y casi inaudible.
-Gracias... supongo que hoy dejaré la taberna para irme al castillo real y prepararme para la ceremonia- No quería voltearme y darle las gracias por todas las veces que me había salvado la vida, tener que decirle adiós y marcharme de su vida para siempre -G-gracias por... t-todo señor Meliodas- me di la vuelta y cerré mis ojos para darle una sonrisa sincera, intenté no llorar y decir las cosas honestamente, pero no pude.
NARRACIÓN EN TERCERA PERSONA:
No pudo verla así, lo intentó pero no lo logró... al verla llorar por él, sus corazones dejaron de latir durante unos segundos. La amaba demasiado y no la dejaría ir, Meliodas no podía entregarla a otro hombre y ver como Elizabeth se iba olvidando de él lentamente, mientras él sufría su pérdida en la soledad absoluta... su odio y despecho lo harían convertirse en aquel demonio que había formado parte de su pasado y no existiría poder en el mundo que pudiera contra él. No permitiría que Elizabeth se fuera con alguien más.
-No te vayas, Elizabeth... quédate aquí conmigo, por favor- dijo Meliodas algo triste, Elizabeth no supo como reaccionar ante aquellas palabras, claro que quería escuchar de la propia boca de Meliodas que no se fuera, que él la amaba y que no dejaría que ella se casara, pero aún no era suficiente.
-Meliodas... ¿por qué me debería quedar aquí contigo?- la pregunta desorientó un poco a Meliodas, le había dicho que se quedara con él, ¿había dicho algo malo? Elizabeth bajó su cabeza y dejó caer muchas lágrimas al piso, sus manos se aferraron a su mini-falda y después comenzó hablar -Yo se que te importo y que me quieres, pero yo se que tu no me amas, que tu corazón ya tiene a una persona especial... ¡y yo no puedo vivir a tu lado sabiendo que amas a otra mujer!- Meliodas abrió los ojos como platos, -Es un secreto que llevo cargando conmigo desde el día en que nos conocimos... me siento completa a tu lado, pero se que tus sentimientos no son correspondidos... pero ya no puedo vivir contigo sin poder decirte lo que siento, sin decirte que yo te quiero para mi, ¡TE AMO DEMASIADO COMO PARA VER QUE SUFRAS POR ALGUIEN MÁS QUE NO SEA YO, TE DESEO DEMASIADO, MELIODAS!- Después de eso Elizabeth se dispuso a sentarse en el suelo pero unas cálidas manos la atraparon y la cargaron para que su cuerpo no tocara la fría madera. Meliodas la llevó a la cama y la estaba apunto de dejar en su cama, pero ella se negó a bajarse de entre sus manos y antes de poder tocar la cama y dejarla ahí, Elizabeth provocó que ambos cayeran a la cama -Meliodas...-
Meliodas estaba encima de ella, mirándola llorar inconsolablemente, Elizabeth tapó sus ojos mientras que Meliodas agachaba la cabeza para que Elizabeth no lo viera así.
-Elizabeth... te equivocas- Elizabeth dejó de llorar y miró los cabellos amarillos de Meliodas en búsqueda de su cara -En el pasado amé a Liz más que a nadie en el mundo, pero ahora... te amo a ti, Elizabeth... sólo a ti- Una lágrima cayó de la cara de Meliodas hasta el pecho de Elizabeth, quien con sus manos buscó la cara de su amado pero al verlo no pudo contener sus lágrimas -Te amo demasiado Elizabeth... pero si te quedas conmigo te harás mucho daño y yo no soportaría perderte, no podría perderte una vez más...- Elizabeth pegó el cuerpo de Meliodas al suyo para darle un abrazo lleno de amor y cariño, él gustoso aceptó aquel abrazo -Te amo demasiado...-
-Meliodas... no me importa quien sea mi enemigo o quien nos quiera hacer daño, yo estaré aquí contigo porque te amo... te he amado desde el momento en que te vi aquel día... no puedo permitir que me separes de ti de esta manera... yo no lo soportaría, probablemente me quitaría la vida si no estas aquí conmigo, Meliodas...-
Meliodas alzó la cara para poder verle el rostro a Elizabeth, una vez que lo hizo le limpió las lágrimas del rostro con sus dedos y después se quedaron viendo unos minutos a los ojos, sus respiraciones chocaban y el ambiente comenzaba a ponerse muy romántico y erótico. Poco a poco sus bocas se fueron acercándose mucho más, sentían la piel del otro rozando sus bocas mientras que sus deseos carnales comenzaban a consumirlos a su totalidad.
-No debo besarte Elizabeth- dijo agitado -Si te beso ahorita, no podré contenerme más...
-No me importa más- Elizabeth se acercó al oído de Meliodas para susurrarle algo -No quiero que te controles más, quiero que me hagas gritar toda la noche... quiero que no me tengas piedad en lo absoluto, por favor... q-quiero gemir tu nombre tan alto que todo el reino se entere de lo que sucederá esta noche- Ni ella sabía lo que había dicho, pero su cuerpo le habría suplicado que no fuese amable o cuidadoso con ella.
-Tus deseos son órdenes para mi, Elizabeth- Meliodas no lo podía creer, le había pedido que la matara en la cama, que la penetrara tan fuerte que mañana no podría caminar y eso era tan, excitante. Ya no sabía si Elizabeth había perdido la cabeza, pero cumpliría con sus deseos, la haría girar su nombre toda la noche y estaba seguro que él también iba a cumplir sus deseos de hacerla suya de muchas maneras esta noche.
Sin previo aviso Meliodas la llevó hasta lo más alto de la cama, dejándola debajo de él. Meliodas sonrió mientras se acercó a Elizabeth para poder besarla una vez más, sentía su cuerpo arder, quería y necesitaba sentir aquellos labios contra los suyos en todo momento, por lo cuál la obligó a abrir la boca para darle paso a su lengua y explorar toda su boca, cuando lo logró Elizabeth comenzó a jugar con la lengua de Meliodas provocando una lucha por el dominio del otro, pero Meliodas que estaba sentando encima de Elizabeth hizo una jugada sucia; una de sus manos bajo por el cuello de Elizabeth y se metió por su blusa, tocando uno de sus pechos, inmediatamente Elizabeth gimió y abrió su boca más, Meliodas aprovechó el descuido de Elizabeth para tomar control de su boca una vez más. Elizabeth se dió cuenta que Meliodas iba en serio con eso de no ser amable para nada, así que tomó fuerzas y lo empujó a lado de ella, cortando el beso, al principio Meliodas se confundió pero cuando vio que Elizabeth se puso encima de él supo lo que tramaba.
-Eres traviesa, Elizabeth- dijo sonriendo pícaramente -¿Qué planeas hacer?-
Elizabeth no respondió y comenzó a desabrochar la ahora molesta camisa que ella misma le había dado a Meliodas antes de la pelea, él le ayudó a retirarla totalmente y después la aventaron por ahí. Elizabeth besó a Meliodas mientras que sus manos recorrían esos abdominales que ella ya deseaba tocar, los delineó unas tres veces para después sentarse sobre él y comenzar a restregarse contra su pelvis, causando que un bulto apareciera entre las piernas de Meliodas.
Un gemido por parte del rubio sonó en la habitación, Elizabeth estaba nerviosa, pero aún así fue comenzando a bajar sus besos por el cuello de Meliodas hasta su abdomen, donde comenzó a lamer sus perfectos abdominales hasta llegar a su pantalón. Intentó romper el pantalón, pero fracaso en su misión totalmente, por lo cual sólo desabrochó los botones y sacó el miembro de Meliodas para comenzar a masturbarlo con sus manos. Al principio se sorprendió al verlo, era enorme y grueso, jamás habría imaginado lo que la marca demoniaca le podía cubrir, con algo de nervios lo tomó con sus manos y lo comenzó a frotar rápido, Meliodas se mordió el labio mientras que recargaba su cabeza en la cabecera de la cama y dejaba salir varios gruñidos de placer. Elizabeth aumentó la velocidad de sus manos, intentaba darle el placer más grande de su vida, así que metió el miembro a su boca, aunque no cabía completo lo comenzó a meter y a sacar de su boca simulando embestidas, de vez en cuando lo lamía como si fuese una paleta. Meliodas agarró los largos cabellos de Elizabeth y los comenzó a jalar por puro deleite personal, sabía que estaba apunto de terminar, por lo cuál sus manos se dirigieron a la cabeza de Elizabeth y la obligaron acercase mucho más a su miembro, causando que Elizabeth casi se ahogue, pero decidida siguió con su trabajo, sólo que ahora ya no sacaba el miembro de su boca, la mente de Meliodas se inundó por el placer del momento, sus dientes rechinaban y el sudor se hizo presente en su cuerpo al mismo tiempo que este bajaba por su abdomen y dejándole un sonrojo en la cara, por lo que de nuevo sus manos se aferraron a la cabeza de Elizabeth, acercándola a más no poder a él, por fin el ansiado éxtasis llegó para Meliodas, liberó la tensión en sus músculos y dejó que un suspiró de placer escapara de sus labios mientras que al mismo tiempo se corría en la boca de Elizabeth, quien se tragó absolutamente todo.
La cabellera de Elizabeth estaba revuelta, su boca acababa de deleitarse con el sabor de Meliodas, se preguntaba si lo podría volver hacer, pero antes de poder reincorporarse a su posición inicial, Meliodas la tomó de la cintura y la colocó debajo de él, ahora si sentiría el placer que un demonio le puede dar.
Sin demorar mucho, Meliodas fue tras el cuello de Elizabeth, lo lamió unas cuantas veces mientras que acomodaba su erección entre los muslos de la chica y se frotaba contra ella, causando que Elizabeth se comenzara a mojar.
Meliodas se divertía mucho, amaba ver los gestos de placer en Elizabeth cada vez que la tocaba de más, claro que él ya había tenido muchas relaciones con las reencarnaciones de Elizabeth, pero esta vez era muy diferente a todas las noches que había compartido con ella, incluso sentía mucho más cercanía que cuando tuvo sexo con Liz, el punto es que había algo diferente que lo provocaba mucho y no dejaría pasar la oportunidad. Meliodas comenzó a bajar sus manos hasta los pechos de Elizabeth que ya habían sido tocados por él varias veces, pero jamás como él los deseaba tocar, Meliodas terminó por romper la blusa de Elizabeth para poder juguetear con los pechos de su novia. Meliodas se sentó y miró un segundo los gigantescos pechos de Elizabeth, esta se sonrojó y se cubrió los ojos con sus manos por la vergüenza, mientras que él comenzó a presionar las pezones de sus pechos con rudeza, causando que Elizabeth sintiera pequeñas ondas de placer recorrer todo su cuerpo y volviera a gemir leve, al oír el gemido de la albina, Meliodas volvió a colocarse encima de Elizabeth, le dio besos a sus pechos y comenzó a bajar por su abdomen dejando algunos chupetones y aveces unas cuentas mordidas, la estaba reclamando como suya. Con ayuda de una de sus manos, le arrancó de una vez esa falda que varias veces había sido refugio de su cabeza, después de arrancarle la falda de un tirón se sentó en medio de las piernas de Elizabeth y las abrió de un golpe, Elizabeth se sonrojó demasiado. Meliodas observó que sus bragas ya estaban algo húmedas, así qué pasó por encima de la tela uno de sus dedos de su mano derecha para delinear la zona íntima de Elizabeth, haciéndola temblar de placer, su respiración comenzó a alterarse un poco.
-Me halagas, Elizabeth. ¿Estás tan mojada por mi?- preguntó burlón.
Sin poder contestar a su pregunta, Elizabeth se hundió en un gemido placentero, su espalda se encorvó y echó la cabeza para atrás por el placer, sus manos se intentaron aferrar a la sábana blanca mientras que se mordía el labio para no dejar escapar los gemidos de su boca, pues los dedos de Meliodas ya se encontraban tocando su intimidad. Meliodas ya había retirado las bragas, por lo cual decidió meter otro dedo en ella, dandole mucho placer, pero de la nada se detuvo.
-Di mi nombre- ordenó Meliodas con un tono seductor.
-¿Q-qué?- respondió agitada -¿Po-por qué te detuviste?- preguntó ignorando la orden de Meliodas.
-Quiero que me pidas que te de placer, quiero que me supliques más, si no lo haces no continuaré- dijo mientras lamía sus dedos -Quiero que me pidas que te llene de placer con mi lengua, pídelo Elizabeth.
-¡Me-meliodas!- dijo algo tímida, ¿acaso le estaba pidiendo rogarle? Pero si eso había que hacer, eso haría. -Quiero que me llenes de placer... quiero que me des placer, Meliodas...-
Satisfecho con la respuesta de Elizabeth, volvió a hundir la cara entre las piernas de la albina y esta vez en lugar de meter sus dedos en ella, comenzó a lamer su intimidad como si no hubiese un mañana, succionaba su clítoris a tal punto que Elizabeth llenó la habitación con sus gemidos de placer.
-Restriégate en mi cara- ordenó Meliodas, sólo que esta vez no se detuvo.
Elizabeth comenzó a moverse en la búsqueda de más placer, mientras que un brazo de Meliodas comenzó a subir por el abdomen de Elizabeth hasta llegar a su cuello, Meliodas lo comenzó a apretar cada vez más fuerte, haciendo que Elizabeth comenzara a ahogarse entre el placer y la falta de aire. Con unos movimientos más de la lengua de Meliodas, la albina comenzó a sentir su cuerpo vibrar, las perlas de sudor en su cara aumentaban mientras que su mente se nublaba de tanto placer que estaba sintiendo, se sentía en una burbuja de placer.
-Jálame del cabello Elizabeth, ruégame más, grita mi nombre mucho más...- sin saber que estaba haciendo, Elizabeth obedeció a Melodias, sus manos se dirigieron a los amarillosos cabellos de Meliodas para atraerlo más a ella, al sentir como él profundizaba su lengua en su interior no pudo contenerse y gritó el nombre de su amante -Eso es, grita mi nombre, quiero que te retuerzas del placer y gritas mi nombre, ¡Grita mi nombre, Elizabeth!
-¡Meliodas!- su espalda se encorvó y tosió un poco por la presión que estaba en su cuello -¡Quiero m-más, Meliodas!
Meliodas sonrió victorioso al escucharla gemir su nombre tantas veces.
Con un último grito de placer, Elizabeth llegó al orgasmo total, su cara roja era una obra de arte a la vista de Meliodas, su cuerpo temblando por sus caricias y sus gemidos por y para él eran música para sus oídos. Elizabeth recobró su postura y se dejó caer en la cama, mientras Meliodas se comenzaba a posicionar entre sus piernas.
-Sabes muy bien, Elizabeth- dijo con una sonrísa en su cara.
Elizabeth se volvió a sonrojar mucho, ¡Meliodas era un pervertido total! Meliodas abrió una vez mas las piernas de Elizabeth y se colocó en su entrada para poder iniciar lo bueno, colocó su codo izquierdo a lado de la oreja izquierda de Elizabeth e hizo lo mismo pero con el codo derecho, una vez más sus respiraciones chocaron, por unos instantes se miraron a los ojos y después se unieron en un beso.
La ansiada hora había llegado para ambos, Meliodas ya necesitaba estar dentro de ella ahora mismo, sentía su miembro palpitar tan fuerte que pensó en penetrarla sin antes haberla probado un poco, pero ahora que ya sabía todo sobre ella, era la hora de hacerla suya eternamente. Meliodas comenzó a introdcuir su miembro en la entrada de Elizabeth, utilizaba sus propios fluidos como lubricante, sólo faltaba una pequeña cosa. Sin decir nada, Meliodas retiró su miembro de la entrada de Elizabeth y volvió a meter tres dedos dentro de ella, pero esta vez un poco más adentro, haciéndola gemir de nuevo.
-Como sospeché aún eres virgen- dijo felizmente - A demás eres muy estrecha- Meliodas retiró sus dedos de ella.
Justo cuando Elizabeth iba hablar, un enorme dolor le llegó por sorpresa; Meliodas ya la había penetrado. La barrera que definía su pureza fue atravesada brutalmente por Meliodas, sin piedad o sin consideración, causando que el miembro de Meliodas se manchará de su sangre.
-¡Esto es tan... agh, tú estas tan estrecha!- dijo Meliodas impactado de lo estrecha que estaba Elizabeth -¡Joder, no creo poder detenerme!- Sin importarle que la albina estuviera agonizando de dolor por ser su primera vez, Meliodas comenzó a entrar y salir de ella salvajemente, provocando que Elizabeth sintiera aún más dolor -Oh rayos...-
Elizabeth se llenó de lagrimas, sus manos se enrollaron en el cuello de Meliodas mientras buscaba que el dolor parara.
-Me-meliodas... me es-estas lastimando- dijo con dificultad, pero él no se detuvo. Ahora se arrepentía un poco de haberle dicho que no tuviera consideración con ella, pues de verdad le dolía- ¡Ah, Meliodas!-
Poco a poco, el dolor se fue transformando en placer, sus cuerpos estaban sudando a cantidades notables por el movimiento en el que ambos amantes estaban involucrados, cada vez más el aire les hacía falta. El sonido de sus cuerpos chochando era muy excitante, de verdad que era un frenesí y si le sumas el ruidoso sonido de la cama, uff.
-Gime mi nombre, quiero escucharte gemir- Elizabeth que se encontraba ocupada rasguñando la espalda de Meliodas aceptó aquella petición -Y abre más tus piernas...-
Elizabeth abrió lo más que pudo sus piernas, cuando Meliodas se dió cuenta, pudo penetrarla mucho más profundo, causándole un dolor placentero que quería seguir sintiendo. Tal vez se estaba volviendo masoquista.
-¡Meliodas!- gimió Elizabeth mientras enrollaba sus piernas en la cadera de Meliodas -¡Meli-Meliodas!-
Elizabeth buscó los labios de Meliodas desesperadamente, él aceptó el beso y de nuevo sus lenguas comenzaron a juguetear entre ellas, mientras que Elizabeth comenzó a mover sus caderas al compás de las embestidas de Meliodas, dándoles mas placer a ambos. De repente, las paredes vaginales de Elizabeth comenzaron a contraerse, dándole una cantidad inigualable de placer a Meliodas, se separó del beso un momento y miró como un hilo de saliva había quedado colgando entre sus bocas, en eso mientras la embestía con fuerza, Elizabeth gimió de nuevo, por lo cual aprovechó para morder los labios de Elizabeth y hacerla sangrar un poco. Elizabeth que estaba demasiada concentrada en el placer, no le importó para nada el amargo sabor a metal que procedía de su propia boca, sólo quería más placer.
Sus cuerpos se comenzaron a contraer del placer, Meliodas colocó su frente contra la de Elizabeth, mientras que ella encajaba sus uñas en la espalda de Meliodas.
-¡MELIODAS!- Gimió muy fuerte Elizabeth.
-¡ELIZABETH!- Meliodas también gimió del placer-
El dulce y ansiado éxtasis llegó para ambos, sus cuerpos se llenaron de calor y de satisfacción carnal a niveles sorprendentes. Elizabeth arqueó la espalda una vez más mientras se pegaba al cuerpo de Meliodas, suspiró de placer y sé corrió al instante, sentía como los fluidos de Meliodas se iban expandiendo adentro de ella, llenándola de calor por todo su vientre, también sabía que su sudor se había mezclado con el de Meliodas.
Meliodas suspiraba del placer mientras que sus músculos soltaban la tensión en ellos para poder relajarse, sus fluidos habían terminado dentro de Elizabeth, ahora mismo no le importaba mucho si quedaría embarazada o no, sólo  disfrutaba el momento. Pudo ver cómo Elizabeth estaba muy complacida, su cara estaba roja y su pecho subía y bajaba velozmente en busca de estabilidad, él igual estaba así, pero quería grabar ese momento para toda su vida.
Sin salir de ella, Meliodas se tumbó encima del desnudo cuerpo de Elizabeth para poder descansar un poco, puso su cabeza entre sus pechos y ahí se quedó inmóvil, en cambio Elizabeth le comenzó acariciar el cabello revoltoso a Meliodas, quien soltó suspiros de amor.
-Me encantó tener sexo contigo, Elizabeth- dijo Meliodas mientras la miraba desde sus pechos con un leve sonrojo -Mañana mismo hay que volver hacerlo, ¿verdad que si?-
-¡Meliodas!- dijo Elizabeth sonrojándose -Acabamos de tener sexo ahorita, ¿no puedes esperar un poco más? A demás no somos nada... ¿o si?- preguntó muy nerviosa Elizabeth, intuyendo a Meliodas a declarársele.
-Mm, supongo que tienes razón, no somos nada- Elizabeth puso una cara muy decepcionante -Entonces veamos, ¿qué relación tenemos si ya te penetre y ya gritaste mi nombre?- Elizabeth volvió a sonrojarse-
-¡No lo digas así, suena muy vulgar, Meliodas!- dijo casi gritando.
-Supongo que esto nos hace una pareja, ¿no, Elizabeth?- dijo con una sonrisa radiante en su rostro.
Elizabeth sonrió y atrajo de nuevo a Meliodas para volver a abrazarlo y darle un beso.
-Si tanto insistes, seremos una pareja- ambos se fundieron en un hermoso beso.

Al día siguiente la taberna estaba muy llena, Meliodas tuvo que pedirle ayuda a Merlín y a Diane para ser meseras en la taberna sólo por ese día, pues nuestra querida Elizabeth estaba indispuesta.
-¿Qué le pasa a Elizabeth?- preguntó Diane preocupada -Mis pobres manos ya no pueden seguir sirviendo... si sigo así, no tendré manos nunca más. ¿Qué le habrá pasado a Elizabeth? Ella jamás falta al trabajo, y menos en un día tan agitado como hoy, es muy raro...- Meliodas que estaba hasta atrás limpiando unos vasos, sólo rió -¿Alguien la ha visto?
-Es cierto, la princesa no se ha visto desde ayer en la noche... se supone que tendría que estar en el castillo para conocer a su prometido, ¿no?- dijo Gilthunder pensativo.
-¿¡Prometido!?- gritaron la mayoría al mismo tiempo atónitos.
-No se preocupen chicos, Elizabeth esta descansando en mi habitación- dijo Meliodas con una sonrisa pícara.
-Capitán, no la habrás...- dijo Ban con cara de miedo y de preocupación al mismo tiempo, mientras que Hawk tenía una aura asesina -¿Qué carajos hiciste Capitán?-
-Vamos chicos, Elizabeth esta bien, es sólo qué no pudo dormir en toda la noche... así que ahora está durmiendo tranquilamente en mi habitación- dijo con un poco de doble sentido, pero todos se quedaron callados -es más, ahorita mismo voy a ir a ver cómo está- dijo mientras se iba corriendo a ver a Elizabeth.
El silencio incómodo no tardó en hacerse presente para los que estaban en el segundo piso.
-Yo mejor me largo, no quiero saber que carajos pasó entre esos dos- dijo Ban mientras se levantaba y se iba de la taberna, los demás asintieron y lo siguieron como un líder.

Elizabeth estaba sentada en la cama de Meliodas totalmente desnuda, la cubría una sábana blanca con un edredón verde por encima, estaba leyendo un libro cuando Meliodas entró a la habitación.
-¿Y cómo te encuentras, Elizabeth?- preguntó Meliodas mientras se acercaba más a Elizabeth -¿Ya estas bien?-
Meliodas se aventó a la cama mientras se quitaba la playera y la votaba por ahí, pues la habitación estaba hecha un desastre, ropa de ambos por doquier y ni hablar de las almohadas rotas por todas partes.
-Si no contamos que no me puedo parar y que estoy exhausta, entonces si- Meliodas rió, se acercó a Elizabeth y le dió un beso en los labios, ella sonrió y le devolvió el beso -¿tú cómo estás?
-Uff, hoy fue un día muy pesado en la taberna, hubo muchos clientes y como no estabas tu, tuve que recurrir a Merlín y a Diane- terminó por decir -Pero no son tu y eso me deprimió mucho.
-Vamos Meliodas, hoy fue un gran día de ganancias para la taberna- dijo mientras se recogía un mechón de su cabello - A demás es TÚ culpa que yo no pueda levantar hoy, cariño- Meliodas sonrió travieso.
-¿Qué tal si te dejo sin piernas por una semana?- dijo mientras ponía una cara maliciosa y le tocaba uno de sus pechos.
-Tal vez otro día, pero por el momento esto es suficiente-
Meliodas accedió mientras ponía la cabeza en las piernas de Elizabeth.
-Te amo Meliodas- dijo Elizabeth mientras le daba un beso en la frente a Meliodas.
-Yo te amo mucho más, Elizabeth- Meliodas le devolvió el beso a Elizabeth, sólo que él se lo dió en la boca. Meliodas comenzó a quedarse dormido por los mimos que Elizabeth le estaba dando, y después de unos minutos se quedó muy dormido, cosa que hizo feliz a Elizabeth.
-Juntos por siempre, Meliodas- y después de eso, Elizabeth también se quedó dormida.

AGRADECIMIENTOS:
Principalmente a mis seguidores quienes me impulsaron a crear este One-shot.
A su creador original; Nabaka Suzuki.
NOTAS DEL AUTOR:
Primero que nada les quiero agradecer por el apoyo hacia este Fan-fic, yo se que no es perfecto y que puede llegar a tener faltas ortográficas, pero en serio que me esfuerzo mucho para que ustedes lo disfruten, si les gustó favor de compartir y darle estrellita, (no olviden comentar)
Único capítulo; LEMON.
G R A C I A S
A T T E :
.M A R Y S O L 1 2 3 F.

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