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Capítulo 9


Narra Wyatt

Cuando entraron al salón Ru, Luna y las hermanas de Sarisha, noté de inmediato que esta última brillaba por su ausencia. La curiosidad me invadió y, como si Alfonso hubiera leído mi pensamiento, preguntó:—¿Y Sarisha?

—Está con Aidan en el jardín — respondió Ru.

En ese instante, sentí cómo mi mandíbula se apretaba involuntariamente, revelando mi ligera incomodidad. Carla, quien estaba cómodamente sentada sobre mi regazo, no pudo resistirse a hacer uno de sus comentarios:

—Ja, ya está ligando.

—¡Oye, déjala en paz! — le habló Leila —Ella no te ha hecho nada.

—Es cierto, pero me cae mal — replicó sin mostrar intención de ceder.

Carla a pesar de que llevaba nueve años en el grupo, nunca se llevó bien con nadie por la forma de ser que tenia con las personas. Y si la respetaban era por mi, así que para que esa discusión no fuera alargándose, acaricié el brazo de Carla y le susurré al oído:—Cariño, déjalas en paz. No vale la pena.

Sabía que Carla no tenía la intención de herir a Sarisha con sus palabras. Después de todo, solo había hecho una simple pregunta. Sin embargo, conocía la sensibilidad de Sarisha, proveniente de un país con costumbres y tradiciones diferentes a las nuestras...cualquier comentario que para nosotros pudiera ser inocente, para ella podría resultar doloroso.

Con sumo cuidado, aparté a Carla de mi regazo y me puse de pie, decidido a buscar a Sarisha y, de paso, jugar un poco con ella.

—¿A dónde vas, cariño? — la voz de Carla me detuvo en seco cuando apenas había dado dos pasos.

—Voy...a buscar algo de comer — mentí con una sonrisa. — Tengo hambre, vuelvo enseguida.

Con paso divertido, me encaminé hacia el jardín trasero. Aunque disfrutaba de molestar a Sarisha, no era mi intención herirla. Quería mantener un equilibrio entre la diversión y el respeto.

Cuando llegué al jardín, me detuve en seco al ver a Aidan conversando animadamente con Sarisha. Me había olvidado por completó de él por unos segundos, la sonrisa que adornaba mi rostro se desvaneció poco a poco, y una extraña sensación de tensión se apoderó de mí. Sentí cómo mis puños se cerraban con fuerza, reflejando una emoción que no esperaba: celos.

Conocía las estrictas normas del islam que prohíben las relaciones cercanas entre chicos y chicas, impidiendo que puedan ser amigos íntimos. Sin embargo, no podía evitar sentirme molesto al ver cómo Sarisha abrazaba a mi primo con tanta cercanía mientras me evitaba a mí. No entendía su comportamiento ni las emociones encontradas que brotaban en mi interior.

Consideré intervenir y unirme a la conversación, pero algo dentro de mí me dijo que debía dejarlos solos. Con un suspiro resignado, di media vuelta y regresé al salón, tomando la mano de Carla para llevarla conmigo a una habitación apartada. Necesitaba alejar a Sarisha de mis pensamientos, aunque solo fuera por un momento.

En la tranquilidad de la habitación, me recosté junto a Carla, intentando despejar mi mente. Necesitaba desmentir mis sospechas y confirmar que todo era simplemente producto de mi imaginación.

* * * *

—Ah...maldición Wyatt —gimió Carla cerca de mi oído. —Me voy a venir...

—Mierda, Carla...— gruñí mientras que comencé a moverme un poco más rápido apretando sus caderas.

Me encontraba sentado en la cama con Carla encima de mi moviéndose como ella sabía. Solté un suspiro grande cuando sentí que me iba a venir dentro de ella.

>>Aah...—gemí.

Mientras Carla aumentaba sus movimientos y gemidos, una sombra fugaz captó mi atención. Miré hacia la puerta de la habitación y antes de que pudiera cerrarse por completo me había parecido ver a Sarisha.

¿La había imaginado cerrando la puerta? ¿O alguien más había estado allí y se había ido rápidamente?

Después de terminar con Carla, me encaminé hacia mi habitación con la intención de ponerme una camiseta nueva. Al abrir la puerta, me encontré con una sorpresa inesperada: Sarisha estaba de pie de espaldas a mí, completamente ajena a mi presencia. Sin emitir ningún sonido, me quedé inmóvil, observándola mientras recorría la habitación con una delicadeza que sugería que temía romper algo. Sus dedos trazaban con cuidado la estantería de libros, pero mi atención se centró cuando noté que sostenía una fotografía de mi madre entre las manos.

La molestia comenzó a crecer dentro de mí, y me acerqué lentamente. En un instante, ella se sobresaltó y dejó caer la foto. Si no hubiera actuado con rapidez, habría caído al suelo y se habría roto en mil pedazos. Temí que mis emociones me llevaran a decir cosas de las que después me arrepentiría. Mi enojo era evidente en ese momento, hasta que me di cuenta de que Sarisha me miraba fijamente, específicamente mi torso desnudo, con una mirada llena de determinación. Esto hizo que mi enfado se desvaneciera gradualmente.

Pasaron unos minutos en silencio, y Sarisha pareció volver en sí misma, disculpándose nerviosamente mientras se dirigía hacia la puerta, lista para marcharse. Sin embargo, la intercepté en el centro de la habitación, y nuestros cuerpos chocaron.

—...Cuesta temer a algo si ya has perdido a las personas que te importan — soltó, sorprendiéndome por completo.

Me quedé paralizado mientras sus palabras impactaban en lo más profundo de mi ser, como cargas de profundidad que se hundían y explotaban con una fuerza abrumadora. Temí que, en cualquier momento, me desmoronaría ante ella, incapaz de ocultar el intenso dolor que creía haber superado hace mucho tiempo. Sentí que me desangraba por dentro, incluso cuando creía que no me quedaba más sangre por derramar.

Traté de ignorar el dolor, de apartarlo de todas las formas posibles, pero no entendía por qué seguía presente en mi interior. Finalmente, caí en la cuenta de que el dolor que veía en ese momento no era el mío, sino el suyo. Fue horrible y aterrador descubrir que ella cargaba heridas similares a las mías, aunque no necesariamente con las mismas cicatrices. Esto hizo que me resultara casi imposible cumplir con lo que debía hacer: sacarla de la habitación.

Traté de alejarme de ese dolor, intentando cambiar el rumbo de la conversación.

—¿Sales con Aidan? — pregunté mientras me acercaba a su oído.

—¿Qué? — respondió ella, con voz temblorosa.

—No finjas ignorarlo. Él me dijo que estaban saliendo y los vi abrazándose —mentí para confirmar si tenían algo.

Sus nervios eran palpables, y trató de soltarse mientras la sujetaba por la cintura. Me acerqué aún más, lo suficiente como para sentir su respiración.

—¿Has olvidado de dónde vienes? ¿Has abandonado tu religión? — susurré.

Ella no respondió, y me alejé un poco, lo suficiente como para permitirle respirar, aunque aún estaba cerca y la incomodaba. Nuestros ojos se encontraron, pero mi mirada se desvió hacia sus labios. Quería besarla, quería sentir su piel. No sabía cuándo o cómo sucedió, pero desde que la vi, algo en mí había cambiado.

Poco a poco me fui acercando para besarla pero fui interrumpido abruptamente por Camila, quien entró en la habitación y tuve que soltar a Sarisha y alejarme rápidamente. Luego, con una sonrisa traviesa en el rostro, se volvió para salir.

—¡Espera! — la detuve antes de que se fuera. — ¿Qué quieres? — pregunté mientras me ponía una camiseta que había en el sofá.

—El grupo y las hermanas de Sarisha están en el jardín. Os estaban buscando para jugar a Yo nunca— respondió, mirando a Sarisha con una sonrisa, aunque esta última bajó la mirada avergonzada.

—Ahora mismo bajamos — respondí.

Camila se marchó, dejando la habitación en silencio una vez más. Sarisha se dirigió hacia la puerta, dispuesta a salir.

—Espera, no vuelvas a entrar a mi habitación y mucho menos tocar mis cosas — le advertí antes de que se fuera.

Después de que asintiera con la cabeza y saliera de la habitación, me quedé allí solo, reflexionando sobre todo lo que había ocurrido. En mi mente, los recuerdos de nuestra interacción se mezclaban con mis emociones, creando un torbellino de pensamientos confusos.

Me había sorprendido la intensidad con la que había sentido esa conexión, y no podía evitar preguntarme si ella también había experimentado algo similar. No sabía como lidiar con lo que sentía.

Quería entender lo que estaba sucediendo, pero también temía que explorar aquellos sentimientos me llevara por un camino incierto y peligroso.

Salí de mi habitación bajando las escaleras y me uní al grupo en el jardín, donde se encontraba Sarisha ajena a mi presencia. Ignorándola, me dirigí al grupo y pregunté casualmente por Carla, como si mi mente estuviera completamente enfocada en otra cosa. Las palabras salieron de mi boca con una facilidad que ocultaba la tormenta de emociones que estaba sintiendo en ese momento. Mi objetivo era mantener la apariencia de que nada extraordinario había sucedido en mi habitación momentos antes.

Sabía que estábamos ambos atrapados en una especie de juego de apariencias, cada uno tratando de ocultar sus verdaderos sentimientos detrás de una fachada cuidadosamente construida. Era un equilibrio delicado, y no estaba seguro de cuánto tiempo podríamos mantenerlo antes de que la verdad saliera a la luz.

Sentía que estábamos atrapados en este juego de apariencias, y a medida que iba pasando el tiempo, la tensión entre nosotros crecía. Cada palabra que intercambiábamos, cada mirada fugaz, era un paso en una cuerda tensa, y no sabía cuánto tiempo podríamos mantenernos en pie antes de que la verdad saliera a la luz.

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Vaya....Intenso??

No voy a decir nada más. <33

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