Capítulo 29
Narra Aidan
Después de que los agentes interrogaran a Sarisha acerca de los acontecimientos y sus recuerdos, abandonaron la habitación para proseguir con la investigación.
Sin embargo, Marc no había desaparecido de la pesadilla. Permanecía con vida, detenido en la comisaría de Sevilla.
Cuando encontramos la localización de él y su grupo junto con las chicas, Wyatt, en un arrebato de furia, intentó ahogar a Marc con sus manos, a punto de privarlo de la vida. Fue entonces cuando, al divisar a Sarisha en el suelo, sangrando, acudió velozmente en su auxilio.
No terminó de privar a Marc de su vida porque en ese momento necesitábamos salvar a Sarisha.
Con la salida de los agentes que vinieron al hospital, quedamos Sarisha y yo solos en la habitación. La envolví en mis brazos, cuyos sollozos desgarradores llenaron la habitación. Mientras la sujetaba con ternura, noté que sus ojos comenzaban a cerrarse lentamente. La recosté con cuidado en la cama, percibiendo la frialdad de su piel. A medida que controlaba su pulso, su respiración se volvía cada vez más pausada, anormalmente lenta.
—Sarisha — la llamé con desesperación, pero no mostraba señales de respuesta. —¡Sarisha, háblame!—, insistí, agitándola con suavidad. —¡Por dios, abre los ojos, háblame!
El silencio que siguió se vio interrumpido únicamente por la gravedad del momento. El futuro se volvía incierto, y mientras intentaba revivir a Sarisha, el peso de la incertidumbre y la angustia se cernían sobre la habitación, marcando el inicio de una dolorosa espera.
* * * *
—¿Qué le ha pasado? — pregunté a Steve, mi voz apenas un susurro en la quietud de la habitación.
—Es por el embarazo, está muy débil — me contestó. —Aidan, creo que es mejor que le digamos cuanto antes que está embarazada.
—¿Qué? — Mi voz denotaba sorpresa y desconcierto, la conocía y no quería que se enterara de su embarazo.
—Necesitamos saber si ella quiere seguir con el embarazo o abortar... porque si es lo primero, entonces debemos de hacer que recuperen fuerzas.
—Y no podemos abortar sin que...
—Aidan, ya te lo dije. Es ella la que tiene que decidir, — me interrumpió con una seriedad que pesaba en el aire. —Le podemos contar nosotros, pero decidimos que será mejor que se lo cuentes tú.
Asentí en silencio, las palabras flotando en el espacio cargado de incertidumbre. Steve abandonó la habitación, dejándome solo con mis pensamientos y una tarea imposible. ¿Cómo le iba a contar que estaba embarazada después de todo lo que había sufrido?
Y aún faltaba la noticia sobre su padre...
En ese ultimo caso, recurrí a los F30 para recrear un video del padre de Sarisha, una última conexión ficticia que les encargué a ellos. Cuando lo tuvieran listo, me llamarían en una videollamada simulada, dando la ilusión de que su padre había contactado. Decidimos ocultarle la verdad hasta que saliera de aquí; lo de Marc, que ella creyera que estaba muerto, seguiría siendo parte del plan.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por un golpeteo en la puerta.
—¿Sí?
La puerta se abrió, revelando a Wyatt. Su mirada reflejaba preocupación en sus ojos cuando vio a Sarisha.
—¡¿Cómo se te ocurre venir aquí?! — pregunté incrédulo con los dientes apretados.
—Solo vengo a verla — contestó desafiante, cerrando la puerta detrás de él. —Escuché que se despertó.
—Ni se te ocurra acercarte, porque créeme Wyatt, te arrepentirás.
—¿Cómo se encuentra? —preguntó con cautela deteniéndose cerca de la puerta, tratando de desviar la tensión hacia un terreno más neutral.
—Débil por el embarazo.
—¿Lo sabe? — inquirió, mirándola con una mezcla de preocupación y remordimiento.
—¿Tú qué crees? — repliqué, cruzando los brazos. —Agradece que no te haya denunciado.
—¡¿Qué?! — exclamó clavando su mirada de desconcierto en mi — ¿N-no me ha denunciado?
—No.
—¿Por qué?
—¿De qué serviría? — alcé una ceja. — Somos millonarios, eres millonario. Yo la ayudaría en lo que fuera con tal de verte arruinado por todo lo que hiciste, pero no serviría de nada. Y...aunque ella lograra meterte en la cárcel, saldrías en menos de lo que canta un gallo.
—Lo sé, pero no lo habría hecho porque me lo merezco.
—Me alegra que sepas que DEBERÍAS de estar detrás de las rejas.
Mi primo se quedó en silencio, sus ojos se posaron en ella. La vulnerabilidad se apoderó de su expresión. Era evidente que estaba enamorado de ella; sus lágrimas solo habían sido provocadas por ella.
—Deberías irte de aquí antes de que se despierte.
—Quiero estar aquí cuando lo haga.
—Wya...
—Quiero hablar con ella — me interrumpió.
—¡No es el momento! — me puse de pie. —Será mejor que te vayas de aquí.
Nos miramos durante unos segundos antes de que asintiera con la cabeza y se dirigiera a la puerta. Antes de abrirla, se detuvo y me miró por encima del hombro.
—Solo te pido... que me avises si se despierta, — dijo, saliendo de la habitación.
Pasaron horas y Sarisha despertó. Llamé a sus amigas para que vinieran y me ayudaran a manejar la situación del embarazo. Aunque sabía que tenía que contarle la verdad, no podía enfrentarme a eso solo.
En cuanto llegaron las chicas y mientras que nos preparábamos para revelarle a Sarisha la noticia de su embarazo, observé la habitación llena de personas que esperaban ansiosas. Inés, la enfermera encargada de la salud de Sarisha, estaba lista para cualquier eventualidad. Sus ojos denotaban la experiencia y la calma que solo una profesional de la salud podía aportar en situaciones delicadas. Estaba parada en la puerta con la espalda recta, una expresión suave en su rostro y las manos detrás de su espalda donde tenía entre ellas la inyección, lista para administrarlo en caso de que fuera necesario.
Al lado de Sarisha, a su derecha se encontraba Salma. Su mirada era una mezcla de comprensión y empatía, lista para brindar apoyo en el momento que fuera necesario. Sus ojos transmitían la historia compartida de amistad y complicidad con Sarisha, como si fueran un equipo que enfrentaba los desafíos juntos.
Leila, estaba sentada junto a Sarisha, sosteniendo su mano con firmeza. La determinación en sus ojos reflejaba la lealtad inquebrantable hacia su amiga. Aunque se mostraba fuerte, podía percibir el destello de preocupación que intentaba ocultar.
Tomé un momento para observar a sus amigas, consciente de que serían un pilar fundamental en el proceso de apoyo a Sarisha.
—¿Por qué estáis todos...tan serios? — preguntó. —¿Qué es lo que pasa?
Cuando finalmente me armé de valor para contarle a Sarisha sobre su embarazo, sentí que el peso de la verdad recaía sobre mis hombros. Miré a Inés, quien asintió con comprensión, lista para intervenir si era necesario. Salma y Leila también dirigieron sus miradas hacia Sarisha, preocupadas pero dispuestas a brindar el apoyo que necesitaba.
—Sarisha, —comencé, mi voz resonando con un deje de nerviosismo. —Hay algo que necesitas saber.
Sus ojos se encontraron con los míos, y en ese momento, sentí que todo a mi alrededor se desvanecía.
—¿Qué pasa?
—Am... estas... —no quería decírselo, no quería confesarle pero debía.
—Aidan — escuché a Inés.
—Estás... embarazada, —dije con suavidad, eligiendo mis palabras con cuidado.
El silencio se apoderó de la habitación, y pude ver la incredulidad reflejada en los ojos de Sarisha. Sus labios temblaron ligeramente antes de formar la pregunta que ya se asomaba en su mente.
—¿Qué? ¿Embarazada? — murmuró, como si las palabras fueran un eco distante. Su mirada recorrió la habitación, buscando respuestas en el rostro de las personas que la rodeaban. —¿Es...cierto? — preguntó con una mirada inquisitiva hacia la enfermera. Inés asintió con compasión, reconociendo la dificultad del momento.
Sarisha se aferró al borde de la cama, como si necesitara un punto de apoyo en medio de la marea de emociones que la embargaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y su respiración se volvió errática. Fue entonces cuando la realidad la golpeó con toda su fuerza, un tsunami de dolor y angustia.
—N-no...no puedo estar embarazada.
Las manos de Sarisha temblaban mientras llevaba una de ellas a su rostro, tratando de contener el torrente de emociones que amenazaba con desbordarse. Un ataque de pánico la estaba envolviendo, y cada inhalación parecía un esfuerzo titánico.
—Sarisha, estamos aquí para apoyarte, —murmuré acercándome a ella y acunando su rostros entre mis manos, mientras la veía luchar con el torbellino de emociones.
—No...¡NO! — gritó llorando apartando mis manos — No...no puedo estar embarazada...
—Inés, el calmante, — murmuré, consciente de que el shock estaba llevando a Sarisha a un estado de vulnerabilidad extrema. Inés actuó rápidamente, inyectándole el calmante para aliviar la intensidad del ataque de pánico.
La enfermera supervisaba de cerca la reacción de Sarisha, asegurándose de que el calmante comenzara a surtir efecto.
No había palabras que pudieran aliviar el dolor que estaba experimentando. Mi corazón se apretó con impotencia, deseando poder borrar el sufrimiento que le habíamos revelado. Pero en ese momento, lo único que podíamos hacer era estar allí para ella, en silencio, mientras lidiaba con la carga abrumadora de su nueva realidad.
Sarisha, sin embargo, continuaba sumida en su ataque de pánico. Sus manos seguían aferradas a su rostro, como si intentara bloquear el dolor y la realidad que la rodeaban. Sus piernas se agitaban nerviosamente, y su respiración entrecortada llenaba la habitación.
—Inhala, exhala...— habló Leila — Estamos aquí contigo...no te dejaremos sola — terminó de decir tratando de guiarla a través de la respiración para ayudar a estabilizarla.
Salma, por otro lado, le acariciaba suavemente el cabello, buscando proporcionar un contacto físico que transmitiera consuelo. A pesar de sus esfuerzos, la mirada perdida en los ojos de Sarisha revelaba la magnitud del trauma que estaba experimentando.
—Inés ¿Qué podemos hacer? — pregunté, sintiendo la impotencia de no poder aliviar completamente su sufrimiento.
Se acercó a Sarisha y verificó sus signos vitales. Ya estaba apareciendo el resultado de la inyección e Inés, después de evaluar la situación, se acercó aun más a Sarisha con calma y empatía.
— Sarisha, entiendo que esto es abrumador, pero necesitas calmarte. Estamos aquí para ayudarte, ¿de acuerdo?
Sarisha, aunque aún temblorosa, asintió lentamente, permitiendo que Inés continuara con su explicación. La enfermera la miró con compasión y comenzó a hablar en un tono sereno pero firme.
>>Sé que esto es difícil de aceptar, pero es importante que te calmes para que podamos discutir las opciones.
Sarisha, con lágrimas en los ojos, asintió, indicando que estaba dispuesta a escuchar.
Entendía su sufrimiento, su dolor...y me ardía verla en ese estado.
—Incluso si es difícil de creer, llevas un mes y dos semanas de embarazo — continuó Inés y Sarisha soltó un suspiro. — Comprendo que esta noticia es impactante, pero necesitamos abordar las opciones con cuidado. Abortar en este momento podría ser peligroso para tu salud y la del bebé pero la decisión final continuara siendo la tuya. Además...uhm...abortes o no...en un futuro no puedes volver a ser madre.
—¡¿Qué?! — preguntó incrédula.
—Tienes heridas graves en tu zona...
La habitación quedó en un silencio cargado mientras absorbíamos la gravedad de la situación. Sarisha, con los ojos aún vidriosos, procesaba la información mientras intentaba asimilar la realidad de su situación.
El peso de la verdad y la complejidad de las decisiones pendían en el aire. Sarisha, con la mirada perdida en el horizonte de sus pensamientos, se aferraba a la realidad recién revelada. Las palabras de Inés resonaban en la habitación, y el silencio se volvía más denso con cada segundo que pasaba.
—Sarisha, no estás sola en esto, —susurré, rompiendo el silencio con un tono suave pero decidido. Me acerqué a ella, consciente de la fragilidad de su estado emocional.
—No puedo... no puedo ser madre... — murmuró, con la voz quebrada por el dolor y la incredulidad.
—Nadie está diciendo que tengas que hacerlo sola.
—Sarisha — la llamó Leila — Estamos aquí para apoyarte, para ayudarte a tomar las decisiones que sean mejores para ti — terminó diciendo apretando suavemente su mano, transmitiéndole una solidaridad inquebrantable.
—Y sí, es una situación difícil, pero no te dejaremos enfrentarla sola, —añadió Salma, manteniendo su tono compasivo.
Inés continuó explicando los posibles caminos a seguir, ofreciendo información clara y precisa. Mientras tanto, las amigas de Sarisha formaban un círculo protector a su alrededor, listas para ser su apoyo incondicional.
La situación, ya de por sí abrumadora, se complicaba aún más con la noticia sobre las posibles secuelas físicas. Sarisha, con los ojos enrojecidos, procesaba la información, dejando que las palabras resonaran en su mente.
—Lo siento, Sarisha, —me disculpé con sinceridad por no ser capaz de ayudarla — El destino es caprichoso...puede cambiar de rumbo en cualquier momento.
—Lo sé...no podemos hacer nada—respondió ella con un susurro, pero sus ojos mostraban una tormenta de emociones.
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DOBLE ACTUALIZACIÓN!!
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