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Capítulo 28

Narra Sarisha

La oscuridad se cerró a mi alrededor, un manto espeso y tangible que ahogaba cualquier destello de luz. El sonido de mi propia respiración se convirtió en un eco nervioso en el silencio opresivo. De repente, sentí unas manos envolverme por detrás.

¡No, no...¡¡SUÉLTAME!!

Mis manos forcejeaban frenéticamente con las de aquel hombre, porque sin duda eran manos de un hombre. Esas manos que parecían empeñadas en despojarme de mi propia piel. Logré liberarme con un tirón final, solo para encontrarme en un rincón sombrío, donde la tenue iluminación se resistía a revelar los contornos del lugar.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal mientras percibía de nuevo la presencia inquietante a mi alrededor. Unas manos, frías y avariciosas, se deslizaron por mi piel, arrancando mi ropa con una determinación que anunciaba peligro. En la penumbra, el rostro del agresor permanecía oculto, sumido en las sombras.

—Que guapa te ves —susurró una voz masculina, retumbando en el aire como un eco siniestro. Mi desesperación se intensificaba ante la imposibilidad de distinguir al culpable, de conectar ese tono amenazante con un rostro concreto.

Desnuda y vulnerable, intenté defender mi intimidad cubriéndome con las manos, pero un impacto repentino hizo que mi cuerpo se retorciera de dolor. 

—¡¡AAAAHHH!! — grité, mientras una patada cruel se clavaba en mi abdomen, desgarrando el aire de mis pulmones.

—¡NI SE TE OCURRA TAPARTE EL CUERPO! —la advertencia llegó como un látigo, acompañada de un tirón violento de mis cabellos. El agresor, invisible en la penumbra, insistía en su degradante control, imponiendo su voluntad con amenazas que resonaban en el vacío oscuro.

La pesadilla se retorcía y enredaba mi mente, cada momento de terror arraigándose más profundo. El miedo palpable, la indefensión cruda, conformaban un escenario de pesadilla que no daba tregua. Cada intento de resistencia era respondido con una crueldad renovada, y la promesa de un arrepentimiento ominoso colgaba en el aire, alimentando mi angustia.

El rostro de Marc emergió de las sombras, iluminado por una sonrisa siniestra que cortaba la negrura como una cuchilla afilada. Su figura se materializó gradualmente, revelando una presencia amenazante que agravaba la pesadilla.

—¿Te creías que podrías escapar? —su voz, cargada de burla y malicia, resonó en el aire, creando una discordancia espeluznante con la oscuridad circundante.

Mis manos temblorosas se aferraron a mi cuerpo desnudo, tratando de encontrar algún tipo de protección contra la pesadilla que se desplegaba ante mí. La amenaza física parecía haberse multiplicado con la presencia de Marc, quien ahora se movía lentamente hacia mí, como una sombra encarnada de mis peores temores.

—Tú y yo tenemos asuntos pendientes —continuó, sus palabras resonando con una frialdad que cortaba como cuchillas afiladas.

El dolor persistente en mi abdomen recordaba el cruel ataque anterior, y la vulnerabilidad de mi situación se hacía más intensa con cada segundo que pasaba. Intenté retroceder, pero las paredes invisibles de la pesadilla parecían cerrarse a mi alrededor, dejándome atrapada en un juego retorcido de terror.

—Esta vez no habrá escape, querida. Estás completamente a mi merced —su risa, más siniestra que nunca, llenó el espacio, resonando como un eco ominoso.

De repente, el entorno cambió, y me encontré en un lugar diferente, pero la sensación de opresión persistía. Marc continuaba su avance, su sonrisa desafiante parpadeando en la oscuridad. La pesadilla evolucionaba, llevándome por un laberinto de terror del que no parecía haber escape.

Su avance lento se volvía más amenazador con cada paso, y una sensación de pánico se apoderó de mí. Intenté gritar, pero mi voz parecía haberse perdido en la negrura que me envolvía. En un instante, su figura se abalanzó hacia mí con una intensidad que me hizo temer lo peor.

—Esta vez no podrás escapar de mí —susurró Marc, su aliento frío acariciando mi oído.

*  *  *  *

—¡NOOO! — Abrí los ojos de golpe, sintiendo la opresión en el pecho y la respiración agitada. La luz tenue de la habitación disipaba las sombras de la pesadilla, pero mi corazón seguía latiendo con fuerza, atrapado en el eco de la experiencia traumática.

—Sarisha, soy Aidan — dijo él, apareciendo en mi campo de visión con la intención de calmarme.

—¡NO! — exclamé aterrada, intentando liberarme de los cables conectados a mis brazos y manos. Aidan agarró mis manos, tratando de detenerme.

—Sarisha, tranquila. No te haré daño.

—¡NOO! — grité, apartando las manos y llevándolas a mi cabeza. — ¡Aléjate!

Aidan retrocedió rápidamente, sus ojos mostraban preocupación genuina mientras observaba mi agitación. La habitación que antes parecía segura se volvía claustrofóbica, y cada intento de Aidan por acercarse intensificaba mi miedo.

Intenté controlar mi respiración, pero los ataques de pánico seguían desbordándome. Mis manos temblaban al tratar de liberarme de los cables y dispositivos médicos que me tenían atrapada.

—Sarisha, por favor, no hagas eso— suplicó Aidan, manteniendo una distancia respetuosa. — No voy a hacerte daño. Estás a salvo aquí...

Mis ojos buscaban desesperadamente una salida, mi mente luchaba por distinguir entre la realidad y las sombras de la pesadilla persistente. Mis sollozos resonaban en la habitación mientras mi cuerpo temblaba incontrolablemente.

Apoyé los pies en el suelo y me levanté, pero ni siquiera di un paso cuando caí de rodillas, haciendo que una máquina se estrellara a mi lado. Vi de reojo cómo Aidan se posicionaba frente a mí, acercándose.

—¡NOO! — dije alejándome de él — ¡NO TE ACERQUES! ¡NO ME TOQUES!

Aidan levantó las manos en señal de rendición, retrocediendo lentamente para darme espacio. Sus ojos reflejaban compasión y determinación, pero la confusión se apoderaba de mi mente. Mi visión se nublaba, y el rostro de Aidan se entrelazaba con la de Marc.

—Sarisha, estoy aquí para ayudarte — dijo Aidan, pero su voz se desvanecía en el caos de mi mente.

Mis ataques de pánico se intensificaron, y me abracé a mi misma para protegerme. La confusión se reflejaba en mi mirada, y mis palabras salían entrecortadas.

—No... Marc... no... tú...— balbuceé, luchando por distinguir la realidad de la pesadilla que aún me envolvía.

Entonces, la puerta de la habitación se abrió, revelando un grupo de médicos que avanzaban en formación lentamente, como sombras que emergían de la penumbra. Mis ojos, aún nublados por la reciente pesadilla, los vieron borrosos al principio, pero mi mente, aferrándose a la última estela de lucidez, los entrelazó con los hombres de Marc, aquellos que representaban la esencia misma de mis temores más profundos.

Temía que me inyectaran algo, algo que me hiciera perder el control, algo que me sumiera en la oscuridad de la pesadilla...

En un abrir y cerrar de ojos, Aidan me envolvió con sus brazos. Comencé a llorar y gritar de temor, mi mirada clavada en los médicos que se acercaban, preparando algo para inyectarme. Pataleé y me pegué más a Aidan, sintiendo la desesperación inundándome.

—¡NO! ¡POR FAVOR, NO! — grité, mi voz temblorosa resonando en la habitación. Aidan apretó su abrazo, tratando de proporcionar consuelo en medio de mi angustia.

Uno de los médicos me dio una sonrisa triste mientras se acercaba y agarraba mi brazo. 

—¡DETENTE, POR FAVOR! — supliqué, mis palabras ahogadas entre sollozos. — ¡NO ME HAGAS DAÑO! ¡NO ME TOQUES! — terminé de decir intentando zafarme de su agarre.

Pero mis súplicas parecían caer en oídos sordos porque la inyección llegó de todas formas. Sentí el pinchazo, la frialdad del líquido recorriendo mis venas.

—¡NOO! — rogaba.

Poco a poco, la resistencia se iba desvaneciendo.

Mis fuerzas menguaron, y me dejé llevar. La habitación se volvía borrosa, y la pesadilla se desvanecía gradualmente. Mi lucha interna cedía ante la inevitabilidad de lo que estaba sucediendo.

Lo último que percibí con claridad fueron los brazos reconfortantes de Aidan, que continuaban rodeándome con firmeza. Eran un ancla en el océano de confusión que me envolvía, un recordatorio tangible de que, incluso en medio de la rendición, había un apoyo constante que permanecía a mi lado.

*  *  *  *

No sé cuanto tiempo o cuantos días habían pasado, pero cuando abrí lentamente los ojos, el zumbido persistente de las luces tenues de la habitación resonaba en mi mente mientras intentaba orientarme. La habitación, aunque conocida, parecía distinta después de la intensidad de la pesadilla y el encuentro con los médicos.

A mi lado, Salma y Leila estaban sentadas en una silla, con la mirada fija en mí. Sus expresiones eran una mezcla de preocupación y alivio. Cuando notaron que estaba despierta, se pusieron de pie rápidamente y se acercaron con cautela.

—Sarisha, ¿cómo te sientes? —preguntó Salma, su voz suave pero llena de aprensión.

Mi cabeza latía con fuerza, como si cada pulso resonara con el eco de la pesadilla. Traté de articular palabras, pero mi garganta estaba seca, y las imágenes de lo sucedido se aferraban a mi mente como sombras persistentes.

—¿Qué... qué pasó? —murmuré, mi voz apenas audible.

—Tuviste una reacción fuerte hace unas horas. Un ataque de pánico muy intenso —respondió Leila con una voz suave cogiéndome de la mano. — Los médicos estaban preocupados por tu seguridad y... —hizo una pausa, como si eligiera cuidadosamente sus palabras mientras que Salma salía de la habitación —...te administraron algo para calmarte.

Mis recuerdos eran difusos, pero la sensación de ser invadida por el miedo y la desesperación aún estaba fresca en mi mente. Cerré los ojos, tratando de procesar lo ocurrido.

—Marc... —susurré, mi mente aún atrapada en la confusión de la pesadilla.

Sentí como Leila apretó suavemente mi mano, reconociendo mis temores hacia la figura de Marc en la pesadilla.

—Estás a salvo, Sarisha. Marc no está aquí...necesitas descansar y recuperarte.

Asentí débilmente, permitiendo que la realidad se filtrara lentamente en mi conciencia. La habitación, ahora más tranquila, revelaba su naturaleza médica, con monitores silenciosos y equipos que zumbaban en segundo plano.

En ese momento, la puerta se abrió lentamente, y Salma entró acompañada de Aidan. Sus ojos expresaban una preocupación profunda, pero también una comprensión silenciosa. Aidan permaneció junto a la puerta, cerrándola tras él, y me dedicó una sonrisa triste que apenas logró alcanzar sus ojos.

La presencia de Aidan despertó un rastro de temor en mí. Mi mente aún lidiaba con las sombras de la pesadilla, y verlo allí, aunque era alguien conocido, provocó una reacción instintiva.

Salma notó mi cambio de expresión y, con una mirada rápida hacia Aidan, se acercó tranquilamente a la cama.

—Sarisha, tranquila. Aidan está aquí para ayudar. No tienes nada de qué preocuparte —dijo Salma con calma, colocando una mano reconfortante sobre mi hombro.

Aidan permaneció en la puerta, respetando mi espacio y comprendiendo mi situación.

—Lo siento si te asusté, Sarisha — murmuró Aidan — No era mi intención. 

—¿Dónde...dónde esta mi padre? — pregunté cerrando los ojos en un intento de calmarme.

Sentí como hubo un silencio sepulcral y abrí los ojos mirando a Leila y a Salma, esperando una respuesta que al parecer se negaban a responder.

—Tu padre tuvo que irse hace un momento, — habló Aidan con una voz firme, — justo antes que despertaras. 

La noticia de la ausencia de mi padre añadió una capa más de confusión y preocupación a mi ya turbada mente. Miré a Aidan, buscando respuestas en sus ojos comprensivos, pero su mirada triste indicaba que había algo más detrás de la situación.

—¿Por qué se fue? ¿Qué está pasando? —pregunté con un nudo en la garganta, temiendo lo peor.

Leila y Salma intercambiaron miradas nerviosas, como si estuvieran evaluando cómo abordar la delicada situación

—Sarisha — me llamó Salma —Tu padre ha estado preocupado por ti, pero también tiene sus propios asuntos que atender. Está trabajando en resolver algunas cuestiones...personales —explicó con cuidado.

La información resonó en mi mente, creando más preguntas que respuestas. Mi padre, generalmente presente y fuente de apoyo, ahora parecía distante en un momento en que más lo necesitaba.

Pasaron varios días desde aquel incidente que dejó una marca indeleble en mi memoria. Las luces tenues de la habitación se volvieron familiares, al igual que la presencia constante de Salma, Leila y Aidan. Aunque la confusión inicial había cedido, la sombra de la pesadilla persistía en mi mente.

Mi recuperación era lenta pero constante. Los médicos ajustaban mi tratamiento, y las visitas de esas tres personas se volvieron una rutina reconfortante. Aunque la ausencia de mi padre seguía siendo un misterio, me esforzaba por enfocarme en mi bienestar y en reconstruir la estabilidad emocional que la pesadilla había sacudido.

Salma, con su serenidad tranquilizadora, pasaba horas a mi lado, ayudándome a procesar las emociones desbordantes. Leila, siempre comprensiva, compartía historias ligeras y anécdotas para distraerme de los pensamientos oscuros. Aidan, a pesar de la primera impresión aterradora, se había convertido en un apoyo invaluable, y su paciencia infinita me brindaba un espacio seguro para sanar.

Una tarde, mientras el sol filtraba tímidamente a través de las cortinas, Aidan se acercó con cautela, llevando consigo un pequeño cuaderno y un lápiz.

—Pensé que podríamos intentar escribir juntos, si te sientes cómoda —propuso con su sonrisa compasiva.

Acepté la propuesta, y juntos empezamos a plasmar en palabras los remanentes de la pesadilla y las emociones que seguían revoloteando en mi mente. La escritura se convirtió en una herramienta terapéutica, una vía para liberar los pensamientos atrapados y encontrar claridad en medio del caos.

Ese capítulo de mi vida estaba lejos de llegar a su fin, pero con cada amanecer, encontraba la esperanza de que el camino hacia la curación y la recuperación se desplegaba ante mí.

*  *  *  *

—Sarisha, despertaste — dijo un chico con amabilidad entrando a la habitación, pero mis sentidos, aún aferrados a la pesadilla, interpretaron sus palabras como una amenaza.

Ya llevaba casi...mejor dicho, prácticamente un mes ingresada en el hospital y una semana despierta. 

Una mañana, mientras estaba charlando con Aidan, la habitación del hospital se llenó de una tensión palpable cuando un chico con uniforme hospitalario, entró con una sonrisa, interrumpiendo nuestra conversación. Sin embargo, esa sonrisa se desvaneció abruptamente al notar mi reacción. Las sombras de todo lo ocurrido aún me envolvían, y la presencia de un desconocido desencadenó un miedo irracional ya que desde que me había despertado, solo enfermeras me atendían.

—¡NO! — grité retrocediendo en la cama — ¡ALÉJATE DE MÍ! 

Aidan, desconcertado por mi reacción, trató de calmarme tomando mi mano.

—Hey...Sarisha, tranquila. No te va a pasar nada —dijo con su mirada llena de preocupación.

—¡Me quiere matar! — sollocé, sin comprender completamente el origen de mi miedo.

El chico se detuvo en seco, visiblemente desconcertado por mi respuesta.

—Solo es un médico — intentó explicarme Aidan, apretando suavemente mi mano.

—¡NO! ¡DILE QUE SE VAYA DE AQUÍ! — supliqué, llorando. — ¡QUE NO ME TOQUE!

—¿Steve, te importaría mandar a alguna chica? — le preguntó mientras que me abrazaba acariciando mi cabello.

—No — respondió ese tal Steve — Ahora digo que manden a alguna chica — terminó de decir entendiendo la gravedad de la situación para luego salir de la habitación después de unos segundos.

—Sshh...tranquila — murmuró Aidan, mientras esperábamos la entrada de una enfermera que pudiera aliviar mi ansiedad.

Finalmente, una enfermera joven, entró a la habitación con la esperanza de suavizar la atmósfera.

—Hola, Sarisha, soy Inés — saludó con una sonrisa, pero mi respuesta fue un simple asentimiento, incapaz de apartar la mirada de las sombras que persistían en mi mente. —¿Cómo te encuentras?

—Me duele... todo— susurré, sintiendo el agotamiento físico y emocional como un peso en mis palabras.

—Eso es normal, he visto tus resultados y... lo siento por lo que pasó — expresó Inés, bajando la cabeza con pesar. — Perdiste muchísima sangre, sufriste mucho y estás viva de milagro. Te vamos a tener aquí unas semanas más — continuó hablando mientras que yo solo la escuchaba.

>>Aidan, vine para avisar de que la policía esta aquí, quieren hablar con Sarisha.

—Claro, ¿nos dejas un momento solos? — pidió Aidan

Inés asintió y salió de la habitación, dejándonos a solas para enfrentar lo que estaba por venir. Aidan aprovechó ese momento para hablar sobre un tema que sabía desataría una tormenta de emociones.

—¿Sarisha, te acuerdas de...todo? — preguntó sentándose a la orilla de la cama.

—Sí... — murmuré, sintiendo cómo la sola mención de su nombre era suficiente para desencadenar un torbellino de emociones. 

Mi pesadilla, sí, porque en eso se había convertido mi vida desde que había conocido al chico de ojos verdes esmeraldas... había dejado cicatrices profundas.

>>Solo en la parte en que me contaron que fue plan suyo — añadí, desviando la mirada hacia la ventana, como si el paisaje más allá del cristal pudiera ofrecerme alguna forma de consuelo.

—Sarisha, ¿me harías un favor?

—¿Cuál? — inquirí, mirándolo con curiosidad, aunque la sombra persistente de la confusión y el dolor nublaban mi mirada.

—Sé que no es bueno pedirte esto, pero... por favor, no menciones a Wyatt. No le denuncies.

Mis ojos se encontraron con los suyos, una mezcla de súplica y preocupación reflejada en su expresión. Sentí cómo la rabia y la frustración pugnaban por salir, pero la realidad de la situación se imponía.

—¡¿QUÉ?! — exclamé, dejando que la frustración se desbordara. — Aidan, por culpa de ÉL mi vida se ha arruinado. ¿Ves cómo me encuentro? Todo esto es por culpa de tu maldito primo. No puedo creer que le apoyes.

—No lo estoy apoyando, sé que te duele... sé que le quieres ver arruinado y créeme, yo lo quiero ver muerto, pero...

—Aidan — le interrumpí — Solo...solo le quiero ver detrás de las rejas.

—Lo sé, pero no va a servir de nada. Recuerda que somos millonarios, él es millonario y aunque logres meterle tras las rejas, saldrá en menos de un minuto.

Mis ojos se llenaron de incredulidad ante la cruda realidad que Aidan planteaba. La impotencia se mezclaba con la rabia, creando un cóctel emocional que amenazaba con desbordarse.

—Tú también eres millonario, ¿no puedes hacer algo que...?

—Claro que sí, haré lo que sea por ti — afirmó, interrumpiéndome con determinación. — Pero no servirá de nada, yo puedo mover contactos, pero él también. Estamos en un empate. Si le quieres ver arruinado Sarisha, yo te ayudaré, pero no lo denuncies...no servirá de nada.

Las palabras de Aidan resonaron en el aire, y por un momento, el odio y la confusión se entrelazaron en mi interior. Quería justicia, quería que Wyatt pagara por el dolor infligido, pero las palabras de Aidan revelaban una verdad amarga: en el juego de poder y riqueza, las consecuencias de la justicia eran efímeras.

—Aidan...

—Por favor —rogó cogiendo mi mano en un gesto de consuelo, buscando encontrar algo de compasión en medio de la tormenta emocional.

—Está bien...—accedí después de un largo silencio.

—Gracias — murmuró, besándome en la frente con ternura antes de levantarse de la cama. — Iré a llamar a la policía.

—Eeh... Aidan — lo llamé con la voz temblorosa. — ¿Dón-dónde esta mi padre? No lo he visto desde que desperté... ¿está todo bien?

—Sí — respondió después de unos segundos de silencio, sus ojos reflejando su preocupación. —Vino a verte cuando estabas dormida y antes de que te despertaras, le mandé a casa. Llevaba sin dormir y comer varios días. Le llamaré y le avisaré de que preguntas por él.

Asentí, anhelando la seguridad y consuelo que solo la presencia de mi padre podía brindarme en medio de la tormenta de emociones que se desataban en mi interior.

********

VOLVEMOS A LA MENTE DE NUESTRA QUERIDA SARISHA!!

No saben lo que me duele verla en ese estado.

Y díganme....hicieron bien en ocultar lo de su padre??

Que opinan de Aidan en este capítulo ??

Amamos a las amigas-hermanas de Sarisha <<33

Díganme cuales son sus personajes favoritos hasta ahora y los odiados sjjsjsj aunque ya me hago una idea.

P.D: Arriba la versión de Aidan.

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