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Capítulo 26

El tiempo en el hospital transcurría como un suspiro eterno mientras vigilábamos el estado crítico de Sarisha. Su frágil figura yacía en la cama, conectada a máquinas que monitoreaban cada latido de su corazón. El rítmico sonido de los aparatos médicos era un recordatorio constante de la lucha que ella libraba en su interior.

Días pasaron sin apenas noticias de mejoría. Sarisha seguía en coma, su cuerpo aferrándose a un hilo tenue entre la vida y la muerte. Cada vez que entraba en la habitación, una mezcla de esperanza y temor me envolvía. Su rostro pálido y tranquilo no revelaba la tormenta que se libraba dentro de su mente.

Mandé a Bryan y a Ava a casa y tuve que obligar a que las amigas de Sarisha junto a Wyatt para que también se fueran. Aunque con tanta insistencia por parte de Salma, dejé que ella se quedara conmigo para acompañarme.

Mis notas cayeron en picado, solo iba a Lucenas para hacer los examenes obligatorios sin estudiar.

Por otro lado, Steve, se había convertido en nuestro enlace con la información médica. Pero incluso él no podía ofrecer garantías.

—Estamos haciendo todo lo posible — nos decía.

Pero sus palabras resonaban con la dureza de la realidad. El tiempo se estiraba como un elástico, y la incertidumbre se apoderaba de nuestras vidas.

Las noticias sobre el estado de Sarisha llegaban lentamente, y cada actualización era recibida con un suspiro colectivo. En aquel pequeño rincón del hospital, nuestras vidas se habían entrelazado en una red de preocupación y desesperación.

Durante horas interminables, me sentaba junto a su cama, observando cada pequeño cambio en su expresión. Rogaba en silencio por algún signo de mejoría, por un atisbo de conciencia que rompiera el silencio que la envolvía.

En el transcurso de esas largas noches, mi mente se llenaba de preguntas sin respuestas. ¿Qué estaría experimentando Sarisha en ese estado de inconsciencia? ¿Recordaría el tormento que la llevó hasta allí? La impotencia de no poder comunicarme con ella era devastadora.

Las lágrimas, compañeras silenciosas, se derramaban cuando creía estar solo. La promesa de protegerla y vengarla seguía siendo mi norte, pero la incertidumbre me carcomía por dentro. La habitación del hospital se convertía en un refugio donde los susurros de esperanza se mezclaban con el miedo al futuro incierto que aguardaba a Sarisha.

Una mañana, mientras me encontraba junto a la cama de Sarisha, la enfermera de guardia me informó que, aunque seguía en coma, su estado había mostrado pequeños signos de estabilidad. No era mucho, pero era algo. La noticia me alentó a permanecer a su lado, esperando que cada pequeño indicio fuera el preludio de su despertar.

Mientras observaba sus rasgos calmados, sentí la necesidad de hablarle. Tal vez, en algún rincón de su conciencia, pudiera escucharme. Me incliné hacia adelante, tomando su mano con suavidad.

—Sarisha — susurré, —puedo sentir que estás luchando, y quiero que sepas que no estás sola. Estamos todos aquí para ti. Estamos esperando que vuelvas.

La habitación estaba inmersa en un silencio profundo, solo interrumpido por los suaves pitidos de los monitores. Hablarle me ayudaba a procesar la angustia que sentía, y aunque sabía que tal vez no pudiera oírme, me aferraba a la esperanza de que algún indicio de mi voz la alcanzara.

>>Recuerdo la promesa que hice a tu padre — continué, — la promesa de cuidarte y protegerte. No he olvidado eso, y estoy aquí para cumplirla. Pero necesitas despertar, Sarisha. Necesitas volver a nosotros.

La sala estaba envuelta en una calma tensa, como si estuviera esperando una respuesta que nunca llegaba. Me sumergí en un silencio momentáneo, dejando que mis palabras se disolvieran en el aire quieto. No había manera de saber cuánto de mi voz llegaba a su mente, pero sentía que hablarle la conectaba de alguna manera con el mundo exterior.

—Sarisha, puedes superar esto, — insistí con una determinación renovada. —Eres fuerte, más fuerte de lo que cualquiera podría imaginar. No estás sola en esto, y nunca lo estarás. Necesitamos que vuelvas a nosotros, a la vida.

La espera se volvía más angustiosa con cada día que pasaba. Cada pequeño cambio en su monitoreo era una señal de esperanza, pero también de la delicada línea que aún debía atravesar. Con la esperanza como mi única compañera en ese silencioso diálogo, continué compartiendo mis pensamientos y promesas con la chica que seguía sumida en un sueño profundo, anhelando el día en que sus ojos se abrieran de nuevo al mundo.

Los días seguían su curso en la sala del hospital, y mi vínculo con Sarisha se intensificaba con cada momento que pasaba a su lado. En una tarde tranquila, con la tenue luz del atardecer filtrándose por la ventana, decidí abrir mi corazón a la chica que continuaba en un profundo sueño.

Me senté junto a su cama, sosteniendo su mano como había hecho tantas veces antes. La fragilidad de su forma contrastaba con la determinación que ardía dentro de mí. Respiré profundamente antes de hablar, como si cada palabra que saliera de mis labios llevara consigo una carga emocional.

—Sarisha — comencé con ternura, — nunca te lo he dicho en voz alta, pero necesito que lo sepas. Te amo. No es solo por lo que estás pasando ahora, es algo que he sentido desde hace tiempo. Cada momento que hemos compartido, cada risa y cada lágrima, ha fortalecido este sentimiento en mí.

Un silencio suave se apoderó de la habitación mientras mis palabras flotaban en el aire. La vulnerabilidad de confesar mis sentimientos en un momento tan delicado se mezclaba con la necesidad de ser honesto con ella, incluso si no podía escucharme.

>>No sé si puedes oírme, o si estas palabras llegarán a ti de alguna manera —continué, mirando su rostro sereno, — pero necesitaba decirlo. Quiero que sepas cuánto significas para mí. Eres una luz en mi vida, y no importa cuánto tiempo tome, estaré aquí para ti.

Un suspiro escapó de mis labios, y mi mirada se desvió hacia la ventana mientras las emociones seguían fluyendo. Sin embargo, no quería que mi confesión eclipsara la otra promesa que llevaba en mi corazón.

—Y, Sarisha —, continué, con voz firme con la mirada perdida en la ventana — recuerda lo que le prometí a tu padre. Cuidarte como a una hermana. Aunque estos sentimientos estén en mi corazón, mi compromiso de protegerte y estar a tu lado es inquebrantable. Esa promesa es tan fuerte como el amor que siento por ti.

La sala permaneció en un silencio reflexivo, y mientras observaba el rostro sereno de Sarisha, sentí que mi corazón estaba más ligero. La confesión había liberado una carga, y mis promesas resonaban con un propósito aún más profundo. Ahora, solo quedaba esperar, esperar a que el tiempo y el destino nos llevaran por el camino que estaba destinado para nosotros.

Los días se deslizaban con una lentitud insoportable, y el dilema que me carcomía se intensificaba con cada visita a la sala del hospital. Mi confesión de amor había quedado suspendida en el aire, sin respuesta tangible de Sarisha, ya que su estado continuaba siendo un misterio impenetrable.

Cada palabra susurrada en la penumbra de la habitación se convertía en un eco de incertidumbre. ¿Escuchaba Sarisha mis confesiones? ¿Sentía en algún rincón de su ser las palabras que le había dedicado? La duda se apoderaba de mi mente, y aunque la promesa de cuidarla como a una hermana seguía siendo mi ancla, el amor no correspondido añadía capas de complejidad a la situación.

Una mañana, al observar la calma en el rostro de Sarisha, una enfermera entró a la habitación, trayendo consigo un aire de preocupación. Sus palabras resonaron en el espacio, introduciendo una nueva capa de complejidad en la trama ya intrincada de nuestras vidas.

—Aidan —me llamó con delicadeza, acercándose al lado opuesto de la cama, quedando frente a mí—. Hay decisiones que debemos tomar.

La gravedad de su expresión reflejaba la seriedad del asunto. Mencionó el embarazo de Sarisha, llevando consigo un dilema que se entrelazaba con la difícil realidad de su estado en coma.

—La situación es delicada —explicó la enfermera—. Dada la gravedad de su estado y el riesgo para el feto, algunos médicos sugieren someterla a tratamientos para despertarla o considerar la posibilidad de desconectar los soportes vitales si no hay mejoría en las próximas horas.

La palabra "eutanasia" resonó en el aire como un susurro oscuro, llevándonos al epicentro de una encrucijada donde la vida y la muerte se tocaban de manera delicada.

La dualidad de mis sentimientos alcanzó su punto culminante. Mi amor por Sarisha, mi compromiso de protegerla como a una hermana, se enfrentaban ahora a una decisión que impactaría no solo su vida, sino también la del pequeño ser que crecía en su interior.

>>Porque si no tomamos decisiones... la salud empeoraría para ambos. Por eso, Aidan, necesitamos contactar con su familia.

La realidad golpeó con fuerza. Su padre fallecido, su madre ausente, y una familia que aún no sabía de su situación. La carga de responsabilidad recaía sobre mis hombros.

—Su familia... —comencé a decir, pero las palabras se atascaron en mi garganta —Esto...su padre falleció cuando fue secuestrada y su madre la abandonó.

—Oh, lo siento —expresó la enfermera, su mirada compasiva posándose en Sarisha—. ¿Hay alguna forma de contactar con los miembros de su familia?

—Viven en Inglaterra —respondí con la voz entrecortada, sintiendo el peso de la situación.

—¿Nos puedes contactar con ellos?

Una pausa cargada de incertidumbre llenó la habitación antes de que respondiera.

—No. Su familia aún no sabe que hemos encontrado a Sarisha, y... no quería decirles nada hasta que viera los resultados.

Miré a Sarisha y las lágrimas amenazaban con emerger, pero me obligué a contenerlas. La habitación se convirtió en un campo de batalla emocional, donde el amor y la responsabilidad chocaban en una lucha interna.

La atmósfera en la habitación se volvió más densa, cargada con el peso de las decisiones cruciales que debíamos enfrentar. La mirada de la enfermera reflejaba comprensión, pero también la urgencia de actuar en medio de la incertidumbre.

—Lo entiendo, Aidan. Pero debemos tener en cuenta los riesgos y las posibilidades de su recuperación —dijo con un tono apesadumbrado.

Asentí, consciente de que el tiempo era un factor crucial en la delicada ecuación que estábamos tratando de resolver. Mi mirada regresó a Sarisha, su rostro calmado en contraste con la tormenta interna que se desataba en mi interior.

—Entonces, ¿qué debemos hacer? —pregunté, con una sensación de impotencia que amenazaba con abrumarme.

La enfermera ofreció un asentimiento comprensivo antes de hablar con cautela.

—Podemos esperar un poco más, pero no demasiado. Cada minuto cuenta en su estado actual. Mientras tanto, sería prudente ir preparándonos para cualquier escenario.

Esa respuesta, aunque práctica, no hacía más que añadir capas de angustia a una situación ya abrumadora. La dualidad entre la esperanza y la realidad se volvía más pronunciada, y mis pensamientos se volvieron un torbellino de indecisión.

Me quedé junto a Sarisha, sosteniendo su mano con delicadeza. Las palabras no expresaban la tormenta interna que se desataba dentro de mí. ¿Era ético esperar, aferrándonos a la esperanza, o debíamos enfrentar la cruel realidad y tomar decisiones más drásticas?

La habitación del hospital se convirtió en un santuario de reflexión y agonía. Mientras observaba a Sarisha, mi mente buscaba respuestas en la quietud de su rostro. El tiempo, como un reloj inexorable, marcaba la cuenta regresiva hacia una decisión que cambiaría el curso de nuestras vidas

—¿Puedo tomar yo la decisión? — pregunté haciendo que se detuviera justo cuando estaba por llegar a la puerta para salir de la habitación.

La enfermera volteó a verme, sus ojos reflejando sorpresa ante mi pregunta. Tomé una respiración profunda, sintiendo la necesidad de tener algún tipo de control sobre la situación.

—¿Tomar la decisión? —repitió, evaluando la seriedad de mi expresión.

Asentí, mi mirada firme pero con una súplica silenciosa. —Sí, quiero estar involucrado en esto. Es sobre ella y no quie... —mi voz vaciló, reflejando la complejidad de las emociones que lidiaba. — Por favor, no quiero que la familia de ella lo sepa por ahora, al menos hasta que haya resultados más positivos.

La enfermera asintió, reconociendo mi deseo de manejar la situación de manera discreta. —Entiendo. Sin embargo, eres menor de edad.

—Por favor — rogué y se quedó callada para después de unos largos segundos asentir con la cabeza.

La enfermera procedió a explicarme los posibles cursos de acción que podríamos tomar considerando la situación delicada de Sarisha y mi condición de menor de edad. Mientras revisábamos las opciones, se presentó la idea de obtener el permiso de mis padres, lo que agregaba un elemento adicional de complejidad a la situación.

—Aidan, entiendo tu deseo de mantener esto discreto, pero conseguir el permiso de tus padres es crucial para cualquier intervención médica significativa. Necesitamos actuar de manera ética y legal —explicó la enfermera con firmeza.

Asentí, sintiendo el peso de la responsabilidad y la necesidad de equilibrar la discreción con la ética médica. Sabía que debía enfrentar la difícil conversación con mi madre, pero quería proteger a la familia de Sarisha de la carga emocional hasta que hubiera más certeza.

—Lo entiendo. Haré lo posible por hablar con mis padres y obtener el permiso.

La enfermera asintió, reconociendo mi decisión. Juntos, trazamos un plan para abordar la situación con mi madre de manera delicada y explicar la urgencia del asunto. Mientras nos sumergíamos en este nuevo capítulo de decisiones difíciles, la habitación del hospital seguía siendo testigo de las complejidades emocionales y éticas que se entretejían en nuestro intento de lidiar con la salud de Sarisha.

Con determinación, me preparé para la conversación con mi madre, consciente de que la respuesta de ella sería crucial para determinar el rumbo de los acontecimientos.

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VOY A LLORAR!!

Imaginar que en la foto de arriba puede ser Sarisha ....y Aidan en el momento que confiesa sus sentimientos, mi corazon se parte.

Creen que Aidan hizo bien en no decir a la familia de Sari??

Que decisión habra que tomar??

Y la pregunta, la madre de Aidan que opcion elegiria??

Os quiero<<33 ( no me odien)

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