Luz

Siento unas mano en mi frente, creyendo que es mi hermana abro los ojos, pero me topo con unos ojos grises que me observan, intentó escapar pero él es más rápido que yo y me sujeta de los brazos, mientras dice: Tranquila todo está bien.

Antes de que pueda decir algo una señora entra a la habitación con una bandeja de comida, consoló verla mi estómago empieza a rugir hace tres días que no como nada. El señor de los ojos grises se levanta de la cama, me regala una sonrisa y se marcha dejándome con la señora, la cual después de comer me ayuda a bañarme y a cambiarme.

Cuando estoy lista sale de la habitación. Así que aprovecho para salir a explorar, siempre he sido muy curiosa, tal vez por eso mi tía Susana nos ha echado a la calle.

Bajo las escaleras y caminó por un pequeño pasillo antes de toparme con una puerta, se que no debería entrar pero mi curiosidad me gana, abro la puerta lentamente, lo primero que veo es un escritorio pero al abrirla un poco más encuentro al señor de los ojos grises en un sillón llorando, sin pensarlo mucho corro hacia él lo más rápido que me permiten mis pequeñas piernas y me abrazó a su pierna, él en un principio se sorprende pero después me carga y me abraza.

Después de unos minutos estando así, se separa un poco de mi y me regala una sonrisa, su sonrisa me hace recordar a la foto de mi padre que mi hermana debes en cuando me enseña,

-Cómo te llamas, pequeña.

— Luz.

— Sabes dónde se encuentra tu familia.

-No.

Mí hermana siempre me ha dicho que no debo mentir, y aunque tal vez ella me abandono, por convertirme en una carga para ella, seguiré haciendo caso a todo lo que me enseño.

— Bueno, creo que tendré que llevarte a un orfanato, ahí estarás más segura que en las calles.

Al escuchar la palabra orfanato, me suelto inmediatamente de sus brazos, sin importarme caer al suelo, para salir corriendo. Otro orfanato no, no quería que de nuevo me pasara lo que me hicieron ahí. Unos cuantos días de que nuestra tía nos echó a la calle unos señores nos atraparon y nos mandaron mandaron a un orfanato, me separaron de mi hermana porque era muy pequeña para estar con las chicas grandes, en ese lugar la señora que se en es cargaba de nosotras nos golpeaba por cualquier cosa, una vez rompió una de mis manos al aventarme la plancha aún caliente, sólo porque estaba intentando aprender leer, por suerte mi hermana y yo logramos escapar de ese lugar.

Entró a una habitación donde se encuentra una gran cama de sabana azules, cierro la puerta y me escondo abajo de la cama, puedo escuchar como me buscan, pero yo me hago un ovillo mientras sigo llorando.