Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5

La noche quedó en silencio, abrí los ojos sabiendo que tenía que ir a trabajar. Mi amiga a mi lado dijo algunas cosas, pero no le presté atención. Ya no soy la niña feliz de antes. Ahora lo único que me importa es no obedecer a nadie. Llegamos al club, y nada más llegar se podía sentir el ambiente y la cantidad de gente que siempre viene a divertirse con algunas de mis compañeras del local.

—Déjame ayudarte a prepararte—dice Deyvé, la única amiga que he podido hacer a lo largo del tiempo en esta maldita discoteca. Las otras chicas me odian por cómo consigo las cosas a pesar de estar aquí muy poco tiempo. Ahora tengo más fama que ellas, esas perras celosas nunca llegarán a mi nivel.

—Katia está molesta porque el jefe se olvidó de ella—comenta Deyvé, mientras me arregla el cabello. Ella siempre viene a mí con chismes que no me aportan nada en absoluto.

—No pueden con mi amiga de pelo rizado—bromea.

Solo sonrío por lo tonta que es. Soy un poco callada, eso no significa que no puedo tener una conversación con mi amiga. Solo que... Muy en el fondo no estoy bien; Tengo mucho que hacer esta noche. Luego entonces...

—¡Trepadora! Están por anunciarte, sal del camerino—nos informa nuestro instructor. Con solo escuchar mi nombre salir de su boca, ya sabía lo que tenía que hacer.

Deyvé se apresuró a ponerme el velo porque me gusta intrigar a esos hombres. Tengo una mirada cautivadora, sé que querrán desearme más. Pero nada es fácil; tendrán que sufrir primero.

—¡Damas y caballeros!, ¡con ustedes! ¡La Trepadora!

Solo escuchar el ruido eufórico de los hombres me dio fuerzas para comenzar mi actuación. Llevaba un velo negro para que no pudieran reconocer mi rostro en caso de que me encontrara con uno de ellos en alguna parte.

Moví mis caderas al ritmo de la música, despertando sus más bajos deseos hacia mí. Ese era el plan.

Mientras me balanceaba, sentí la mirada de uno de los espectadores en un rincón. Cuando lo vi me llamó la atención, así que me acerqué a él hasta que nuestras miradas se encontraron. Fue extraño; Sentí que lo conocía, luego un sentimiento olvidado volvió a mí. La necesidad de escapar me consumió.

Pero antes de que pudiera actuar, me agarró del brazo y me acercó a su pecho. No había ninguna duda; El idiota por el que había estado llorando durante tanto tiempo había regresado.

Intentó quitarme el velo, pero me resistí.

—“No seas tan grosero, Naín”—le susurré al oído. Luego me preguntó quién era yo. En ese momento se apagaron las luces y agradecí a mi estrella de la suerte la oportunidad de escapar de sus garras.

Al huir de él, me encerré en mi camerino, con la respiración entrecortada. ¿Por qué ahora regresó Naín? Cuando éramos niños, lo esperé como una idiota, obsesionada por verlo, pero su rostro nunca apareció. Pensé en todas las cosas que podrían haber pasado el día que no lo encontré, cuando más lo necesitaba.

Y ahora regresa, cuando ya no quiero recordarlo. Está completamente diferente. Sé que ahora somos adultos, pero ¿qué le pasó? Lleva montones de tatuajes y una mirada muy distinta a la del chico que conocí. Quiero salir, abrazarlo y exigirle una explicación.

Pero luego pienso que parecería una desesperada, él ya no es el mismo y yo tampoco soy la misma Ibeth. Mi vida ha cambiado drásticamente y odio recordar el pasado.

—¿Amiga, estás ahí?—la voz de Dayvé me sobresalta, mantengo la compostura y le abro la puerta. Veo su cara asombrada.

—¿Y esa cara, Ricitos? —dice ella, adentrándose en el camerino y me ayuda a sentarme a su lado.

—Me siento mal, creo que me iré a casa. ¿Puedes avisarle al jefe de mi parte, por favor?—comento, sin ganas de hablar. —Está bien, querida, yo me encargo —me responde Dayvé, agradeciéndole por no hacer más preguntas.

Me levanto y recuerdo que se me cayó una pulsera cuando huía de Naín.

—Perdí una pulsera —digo, revisando mi brazo. —Yo la buscaré por ti, amiga —me dice Dayvé, saliendo por la puerta. Como no me gusta estar quieta, salgo del camerino.

En los corredores, unas risas me dañan los oídos, supongo que son las demás, envidiosas, alegrándose de algo que ni me importa. Tengo prisa por salir de aquí y no ver a Naín de nuevo.

Al llegar a mi camerino, noto la puerta abierta. Quizás sea Dayvé. Al adentrarme, casi me da un infarto al encontrarlo de espaldas, revisando mi santuario.

Ahora que me fijo bien,  su cuerpo es para morirse, con una figura bien definida y un aspecto varonil que volvería locas a todas las mujeres. Su cabello corto oscuro, tiene  unos vaqueros y una camiseta blanca. Se da la vuelta y me preparo para lo que viene.

—Lamento haber entrado aquí sin más, solo quería verte de cerca. Va a sonar extraño, pero... Me gustaría saber, ¿cómo sabes mi nombre?

¿Qué le respondo? No quiero hablar con él, quizás no me haya reconocido por el velo que llevo. Su mirada me penetra tan profundamente que evito que se me bajen las defensas.

«Sigue teniendo ese efecto en mí, y eso duele»

Siento que se acerca y no dudo en retroceder, Se detiene al instante.

—¿Ya no sabes hablar? Trepadora.

Nuestras miradas se cruzan de nuevo y me siento atada. Debo reaccionar, no quiero que me reconozca ahora. No puedo con tanta presión en el corazón.

—No pensé que pudieras ser tan tímida al lado de un hombre, después de todo el bailecito que provocaste a toda una multitud de buitres —me dice Naín y saca una risita de un grandísimo cretino.

No tengo ganas como para perder el tiempo con él, debo salir de su cercanía lo más rápido posible.

—Si me disculpas debo marcharme —le digo agarrando mi bolso de la mesa, al querer salir por la puerta, le veo cerrarlo bastante tranquilo.

—Conque sabes hablar, Trepadora—muestra una sonrisa y juro que fue sexi.

—Tu velo me estorba, deshazte de él—me ordena Naín. ¿Pero quién se cree para darme órdenes?

—Mis clientes no me dicen lo que tengo que hacer, y otra cosa: yo si elijo con quien voy a pasar la noche. Y para que te quede claro.

Me acerco muy cerca de sus ojos. —A mí nadie me da órdenes, querido.

Al decir eso me sujeta del brazo y me quita el velo a la fuerza. ¿Pero  cómo se atrevió? Me carga y me coloca en mi tocador sin mi consentimiento.

Me armé de fuerza para abofetearlo. No se inmutó aunque le di bien fuerte, sus ojos negros se cruzan con los míos, luego sonríe sínicamente. Me sostiene de la barbilla y le fulmino con la mirada con la respiración acelerada.

—¿Así es como le das la bienvenida a tu novio? Qué rebelde Ibeth, no me lo esperaba.

Al oír que dijo mi nombre me quedé sorprendida, él ya me había reconocido y todo se vino en mi contra. Maldigo el día que lo conocí cuando éramos niños, aunque teníamos una linda relación sana, ahora no será lo mismo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro