
02
San miró su móvil en cuanto salió de los vestidores y comprobó que ya eran cerca de las ocho de la noche, momento en el que el entrenamiento del equipo femenino daba inicio.
Su rendimiento durante aquel día le sorprendió bastante, ya que destacó por sobre todos los demás jugadores con demasía, avasallando prácticamente con todo y todos los que se encontraban ahí, dentro de la cancha.
Cuando comenzó en el vóleibol, nunca se sintió cómodo de la posición de extremo, era demasiado trabajo y tenía muchas tareas que cumplir, pero con paciencia y dedicación lo logró, entrenando muchas más horas que sus compañeros, matándose en el gimnasio y cuidando su alimentación con esmero.
Había renunciado a muchas cosas, a salidas con amigos, citas, fiestas; situaciones que los jóvenes a su edad frecuentaban con regularidad. Pero él se había apartado de ello desde un comienzo, enfocándose en sus metas, sin distracciones, sin olvidar su único objetivo claro en la vida, y no se arrepentía en lo absoluto de ello.
Era feliz con la vida que tenía y estaba contento y satisfecho de sus logros. Cada vez salían mejores jugadas con Jongho, el armador titular, y aquello le hacía sentir mariposas en el estómago de la emoción, manteniéndolo expectante de los detalles que eran necesarios pulir para seguir mejorando y dar lo mejor de sí en cada partido, en cada entrenamiento.
Divisó a Minji, su compañera de curso que también era parte de la selección, y la saludó animado con una sonrisa y un movimiento de mano. En algunas ocasiones habían cruzado palabras y pensaba que era una chica bastante agradable, pero una sensación de ser observado lo hizo tensarse y verse acorralado.
Estudió el lugar con desesperación para ver de quién se trataba, y descubrió que Sunhwa lo miraba, sin pestañear, desde donde estaba parada, en el centro de la cancha que se veía inmensa a su alrededor. Llevaba una camiseta roja y las calzas cortas negras que normalmente utilizaba, impidiendo que San apartara sus ojos de ella, notando lo bien que lucía vestida de aquella manera deportiva, decidida a dar todo de sí misma dentro de los metros del lugar.
Sin embargo, sus piernas eran demasiado largas, al igual que sus brazos, su cabello estaba desordenado en algunas partes y su figura delgada desentonaba con todas las demás partes de su cuerpo. Su cabeza era demasiado grande y parecía una ardilla, además, era mucho más alta que él, situación que jamás le agradó a San. No le gustaba sentirse observado y desde la altura de Sunhwa, podía hacerlo sin preámbulos desde arriba.
Definitivamente Sun era todo lo que debía tener alguien para no llamar su atención en lo absoluto, pero, por algún motivo, se sentía incapaz de dejar de observarla, de admirarla con curiosidad por el hecho de que ella tampoco apartaba su mirada de la de él.
Sunhwa le sonrió y tragó saliva, nervioso. Miró hacia atrás, pensando que quizá le había dedicado el gesto a otra persona, no a él, pero no encontró a nadie y en cuanto regresó su mirada, Sun seguía observándolo.
Decidió hacer una locura y le devolvió la sonrisa de manera sincera, sin procesar qué era lo que estaba ocurriendo para que ambos se miraran de aquella forma tan natural, pero tan ajena a la vez.
Después de unos segundos, Sunhwa bajó la vista, avergonzada, y se dirigió a la red, en donde alzó ambos brazos para comprobar si la altura era la correcta. San vio como sus manos pasaban con facilidad el implemento y se rio para sus adentros, sin sorprenderse por lo alta que era la chica y volviendo a sentirse intimidado por sus 180 centímetros de estatura.
No deseaba para nada estar cerca de ella y tener que mirarla hacia arriba porque, de cierto modo, se sentía indefenso y que Sunhwa tenía todo el poder sobre él.
Quizá por eso la odiaba tanto, pero en ese instante, cuando sus miradas se encontraron, lo que menos sintió fue odio.
Mordió su labio inferior y volvió a revisar la hora, verificando que ya era momento para comenzar a caminar a casa si no quería que sus padres volvieran a discutir sobre sus pocas horas de sueño y que le dedicaba demasiado tiempo al deporte. Ellos jamás lo habían comprendido y sólo deseaba poder ingresar a una buena carrera para cumplir con sus expectativas, mientras que él seguía su sueño de vivir el vóleibol universitario.
Ojalá gratis gracias a la beca deportiva de la Universidad Nacional de Seúl, ojalá sin la mirada inquisitiva y recriminadora que Sunhwa le regalaba cada vez que lo observaba jugar desde las gradas del gimnasio.
Sin embargo, San, en vez de marcharse, caminó hasta donde Sunhwa se encontraba conversando de manera animada con Minji, sonriendo entre palabras y asintiendo con la cabeza, mostrando interés absoluto en lo que le comentaba la más baja. Carraspeó de forma leve para llamar la atención de ambas chicas, pero en especial la de Park, que lo observó con ojos incrédulos y de pocos amigos en cuanto lo divisó.
¿Por qué Choi San se había acercado donde estaba ella, si antes jamás había hecho algo parecido?
—Sunhwa, ¿te parece bien si comenzamos el trabajo mañana? —los ojos felinos del pelinegro atravesaron de manera abrupta a los de Park y jadeó ante ellos, por lo expuesta que se sintió de repente.
Los nervios la inundaron desde los dedos de sus manos hasta los de sus pies y sus piernas flaquearon, amenazándola con desplomarse, haciéndola sentir inestable e insegura. Jamás había tenido a San a aquellos escasos metros y percibió que se veía bastante pequeño a su lado, a pesar de ser mucho más musculoso que ella, de tener una espalda ancha y de tener brazos fornidos que se marcaban cada vez que atacaba algún balón. Se veía inofensivo.
—Aún quedan dos semanas, San —espetó sin comprender la situación, totalmente confundida—. ¿Por qué deberíamos reunirnos mañana mismo?
El muchacho meditó su respuesta, sintiéndose completamente como un imbécil por haber creído que, después de mucho tiempo, podrían lograr llevarse mejor. Ambos compartían el amor incondicional hacia el vóley y eran buenos alumnos, pero querían optar por la única beca disponible en la universidad más prestigiosa del país, y ese era el problema.
El asunto que jamás permitiría que se vieran con ojos amigables y sin rastros de rencor.
—Porque mientras más pronto lo terminemos, nos dejaremos de ver más luego, y es lo que ambos queremos, ¿no? —replicó después de un rato, cuidando de no sonar tan tajante, cuando los ojos de Sunhwa le pedían a gritos hacerlo.
Pero debía controlarse, no quería ser grosero.
—Tienes razón —coincidió—. ¿Dónde te parece bien?
En realidad, a Sunhwa no le interesaba para nada alargar más la conversación, por lo que quería darle término pronto, sin muchos rodeos. Le exasperaba ver los ángulos filosos del rostro de San y su suave cabello negro cayéndole por las orejas.
—En mi casa, normalmente estoy solo —Sunhwa asintió y él agradeció que aceptara sin problemas, ya que no tenía ánimos de conocer a la familia de la chica—. ¿Te parece bien a eso de las tres de la tarde?
—Me parece perfecto —aceptó la propuesta mientras observaba que el entrenador aparecía en el gimnasio, brindándole una mirada alarmada a San, advirtiéndole que ya era momento de irse.
—Nos vemos mañana, Sun.
Cuando se alejó de él, Sunhwa no dejó de pensar en cómo la había llamado.
Era la primera vez que alguien le decía Sun, que no fuera su hermano, y se sorprendió cuando aceptó que le había gustado cómo había sonado la simple sílaba tras abandonar los labios de San.
Sun.
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