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Capítulo 7


—Parece que has perdido la cabeza, te has vuelto chiflada. ¿Qué te sucede con ese tipo? No lo puedo creer, de verdad. Imagínate si no hubiera llegado a tiempo. ¡Uf! Ni siquiera quiero imaginarlo —comenta Bella mientras se agita de un lado a otro—. Luli, ¿estás atenta? —le pregunta, notando que está algo en las nubes.

—Perfectamente—muestra una sonrisa dulce.

—En fin, mantente alejada de Idier, no te conviene. Solo mira en lo que te estás convirtiendo—le dice, con un tono de enfado evidente.

Luli se concentra en ella, se acerca lentamente, y eso pone a Bella en alerta, así que retrocede.

—¿Qué intentas hacer? —pregunta al notar que continúa acercándose con una sonrisa que la desconcierta.

—Comprendo tu preocupación, así que relájate. Estaré aquí para ti, pero no seas tan dura; hay que compartir un poco.

—¿De qué hablas? —Bella la observa, confundida.

—Sé que te atraigo—responde Luli, con una sonrisa coqueta.

—¿Qué dices? No es cierto—replica Bella, tratando de negar lo innegable. «¿De dónde ha sacado eso?»

—Si no es así, vamos a comprobarlo.

—¿Qué?—se sorprende y ve cómo Luli se acerca más, toma su rostro y une sus labios a los suyos. Bella se deja llevar a pesar de saber que no debería.

Luli se aparta y deja a Bella aturdida.

—¡¿Qué has hecho Luli?!—exclama Bella, alterada mientras Luli permanece tranquila. Esto solo aumenta la tensión en Bella hasta el punto de dificultar su respiración.

—Solo quería aclarar mis dudas. ¿No te gustó? —pregunta Luli coquetamente, intensificando su nerviosismo.

—Estás loca, claro que no —responde Bella, nerviosa.

—Si no te gustó, ¿por qué estás tan inquieta? Admitelo, soy irresistible y por eso me seguiste el juego —dice acercándose más a su rostro y moviendo las cejas de manera juguetona.

—¡Basta ya! —se aleja visiblemente molesta—. Estás fuera de control; necesitamos irnos de aquí ahora mismo. Voy a buscar un taxi —Por suerte avista uno y se dirige hacia él; le pide que las lleve y él acepta amablemente—. Luli, vamos, súbete al auto.

Mira en la dirección donde estaba Luli y no la encuentra.

—¡Ay, madre mía! ¿Dónde se fue ahora?

Bella gira como una loca buscando a su amiga y se lleva una sorpresa aún mayor al ver a Idier cargándola como si fuera un secuestrador. «Ese tonto.»

De repente comienza a correr tras ellos, pero sus tacones se rompen instantáneamente al intentar seguirles el ritmo. Se lastima el tobillo y cae al suelo soltando una maldición. Aún así, no se detiene.

Se levanta del suelo y sigue corriendo, pero desgraciadamente ya no logra verlos. «¿Cómo desaparecieron tan rápido?» Frustrada se sienta en el piso.

«¡Ay, Idier! Te mataré cuando te tenga cerca; estoy muy molesta.»

Cruza los brazos arrugando la nariz.

«Luli me volverá loca con sus tonterías. ¿Cómo se atrevió a hacerme esto? Odio que me confundan. De todas las veces que hemos estado juntas hoy ha sido el peor día con ella; es demasiado. Idier está buscando problemas seguros. ¿Cómo se atreve? Estoy realmente furiosa.»

—¡Vaya desastre! —frunce el ceño.

Idier y Luli permanecen en silencio dentro del auto; ella, sumida en un estado de inconsciencia debido a las drogas, y él, esforzándose por mantener la vista en la carretera mientras la sustancia empaña su visión. A pesar de los riesgos, sigue conduciendo, ya que no puede permitirse dejarla sola en un taxi. Tras unos treinta minutos en el vehículo, Idier comienza a recobrar algo de claridad mental, sintiendo su estómago revuelto.

Al mirar hacia Luli, se da cuenta de que ella parece un poco más consciente, aunque todavía desorientada.

—¿Dónde vives? Para acercarte —la pregunta.

—No puedo regresar a casa así—responde casi sin energía para hablar.

Idier duda en revelarle su dirección; no desea que conozca su departamento, pero no tiene otra opción. La idea de dejarla ir en un taxi le inquieta; no confía en los hombres y teme que puedan aprovecharse de ella.

Su hogar es relativamente nuevo y no hay nada que lo comprometa; sería difícil para ella descubrir quién es realmente.

—Bajemos aquí —decide finalmente.

Ambos se bajan del auto y, tras caminar por el vecindario con una calma inusual, Luli se abraza a sí misma mientras la brisa acaricia su piel a causa del vestido de cuero sin mangas. Idier avanza sin darse cuenta de que ella queda un paso atrás. Pronto llegan a la vecindad y suben al quinto piso en silencio, sin intercambiar palabras. Al llegar al corredor, el ambiente es denso con la tensión no dicha entre ellos.

—Me duelen las piernas —dice Luli, acariciando sus botas como si estuviera a punto de caer.

—Si necesitas que te lleve, no hay problema...

—Por supuesto.

Él la levanta como si fueran recién casados.

—Al menos tienes un poco de humanidad —ella comenta mientras acaricia su brazo, él sin prestar atención.

En ese momento, recuerda cuántas copas vació en la noche, y se da cuenta de que él debió haber consumido algo extraño. Y Luli también lo ingirió sin saberlo. «El mundo está lleno de enfermos».

—Dime, ¿cómo te sientes?

—Cansada y un poco rara. ¿Sabes lo que nos ocurrió?

—No tengo idea.

Aunque en el fondo lo sabe, no quiere preocuparla.

Abre la puerta con calma y entran a un lugar donde las luces comienzan a encenderse.

—¿Vives solo?

—Sí.

—Eso suena tentador.

—No te traje aquí por lo que estás pensando. Así que controla tus impulsos por un momento.

—Mira que en el bar no pensabas lo mismo. Ya decía yo que algo no andaba bien contigo. Volviste a ser tan frío y misterioso; nada mal cazador, pero sigues siendo atractivo.

—Parece que estás recuperando algunos recuerdos.

—Estábamos drogados, creo, aunque no lo parezca; seguro no era de buena calidad. Solo tuvo efecto por unos minutos. Me pregunto ¿qué tipo de sustancia era?; qué decepcionante que no fuera más potente.

—No me digas que sabes sobre eso.

—Nada en absoluto.

—Entonces, ¿por qué parece que sí? ¿Qué es lo que realmente ocultas, Luli? —su mirada intensa se clava en sus ojos inocentes, llenándolo de dudas.

—Te ves más guapo cuando me miras así, ¿tanto te intrigo? No deberías dejar que mis acciones te afecten; dejemos eso a un lado y hablemos de nosotros.

—Somos amigos, pero no entiendo qué estás intentando con esa actitud.

Ella permanece en silencio y desvía la mirada.

«¿Qué pasará por su mente? Ojalá pudiera leer sus pensamientos cada vez que se queda callada. Solo me deja lleno de incertidumbres y sospechas.»

Idier la acomoda en el sofá y se dirige a la cocina.

—Voy a preparar algo de comer.

—Yo también tengo hambre.

Idier no responde nada al respecto.

Luli sale del salón y se acerca a la cocina, que está a solo unos pasos de distancia.

—¿De verdad sabes cocinar?—le dice en tono burlón.

—No, estoy probando suerte —responde él de manera cortante.

—Vaya, qué frialdad —Luli arruga la nariz y baja la mirada.

«Es encantadora cuando se enoja.»

—¿Vas a darme una mano o solo te quedarás mirándome?

—No mencionaste que íbamos a cocinar juntos. Así que... me quedaré observando cómo te las arreglas; es agradable ver a un chico en la cocina. Y más si se ve tan bien... —concluye con un tono coqueto.

—Como quieras. Solo evita provocarme.

—No soy así todo el tiempo, no te preocupes. Aunque admito que a veces puedo ser un poco mordaz.

Su voz suena suave y tranquila, lo que solo lo confunde más. Pero esta vez no está dispuesto a ceder.

...........

Hugo sale del bar para encontrarse con algunos de sus hombres y explicarles el plan, pero se detiene al ver a Bella, a quien considera una "zorra", hablando frenéticamente por teléfono. Su mirada se fija en sus pies y nota que lleva unos tacones con la punta rota, lo cual parece no importarle en absoluto.

—¿Pasa algo? —pregunta al notar que está distraída.

—Hugo, no te vi... —interrumpe su conversación telefónica.

—¿Qué has perdido ahora?

—Nada... Solo estaba intentando pedir un taxi.

—¿Te vas ya?, ¿y Luli?

—Está adentro.

—Estuve allí y no la vi. ¿Puedes explicarme por qué?

Bella queda sin palabras ante la pregunta.

—¿Está con su amante?, ¡¿verdad?! —la irritación en la voz de Hugo es palpable.

—¿Qué amante?, Luli no tiene a nadie.

—¡Entonces, ¿por qué no está contigo ahora?! —grita, asustándola—. Esa terca se está burlando de mí. Quería dejarme para estar con otro; no voy a permitir que se ría a mis espaldas.

Hugo mira a Bella como si ella fuera responsable de todas sus desventajas.

—Idier se encargará de traerme a ese tipo que la forzó a terminar nuestra relación. ¿Y tú? Eres tan inepta que no puedes obtener información de tu mejor amiga.

«¿Qué quiere decir con que Idier le traerá a ese tipo? No comprendo qué está sucediendo. ¿Acaso va a reemplazarme por  él? Con lo que sé, es increíble; ese tonto ya está más que acabado».

—No entiendo, ¿Idier y tú son amigos?

—Eso no es de tu incumbencia. Es el único que puede realizar correctamente la tarea que te asigné, ya que tú no eres capaz de hacerlo bien. Por tus celos patéticos y tu ineptitud, no sé cuánto más tardarás en comprender que no soy tu propietario. Tómalo en cuenta de una vez.

Se aleja, dejando a Bella con cierta incertidumbre. «¡Ay, cómo detesto cuando actúa así! ¿Qué hay de malo en quererlo, estúpido?». Cierra los ojos con un leve enfado.

.............

Mientras Idier trabaja en la cocina, Luli está sentada a su lado, observándolo con atención mientras prepara la carne.

—¿Quién te enseñó a cocinar? —le pregunta.

—Mi madre.

—¿Y dónde está ahora?

Idier permanece en silencio, enfocado en picar el tomate con una expresión grave. Luli se percata de que ha abordado un tema sensible. Él se lava las manos y nota las cicatrices en su piel; entonces recuerda el vaso que rompió por frustración en el bar, provocado por lo que ella despertó en él al evocar al rubio que deseaba eliminar por celos que no logra comprender.

—Lamento haber mencionado eso —dice ella desde atrás, notando que sus manos están lastimadas—. Estás herido —intenta tomar su mano para examinarla, pero él la aparta—. No te preocupes —responde desinteresado.

La deja confundida y se sienta en silencio.

—Parece que no sabes abrirte. No hay problema, te daré tu espacio.

Mientras ella revisa su móvil, Idier la observa de reojo.

—¿Vas a empezar a chatear?

—Solo le aviso a mi nana que llegaré tarde a casa; no quiero que se preocupe.

—Cierto, olvidé que eres una hija de mamá.

—No tengo madre —dice con voz apagada. Sus palabras conmueven a Idier, quien se da cuenta de que comparten un dolor inesperado.

—Lo siento, no quería hacerte daño.

—No te preocupes, ella no ha muerto, simplemente está lejos. Quizás no debí mencionar ese tema —responde con tristeza y en un tono bajo.

—¿Estás llorando?

—Yo no lloro.

Idier se da la vuelta para mirarla, pero su cabello desordenado le impide verla bien. Ella tiene la cabeza baja y sostiene su celular con ambas manos.

—Los amigos están para apoyarse; siéntete libre de hablar —suspira y le da la espalda para continuar con su trabajo.

—En realidad, estoy bien; tú no lo estás.

Ambos guardan silencio; Idier termina de cocinar mientras ella se queda sentada, jugando con sus dedos.

—¿Podrías ayudarme a poner la mesa? —sugiere Idier cambiando de tema.

—Creo que puedo hacerlo —se aleja y se dirige al comedor.

Idier sirve los platos mientras reflexiona sobre algunas cosas.

—¡Y bien! ¿Cómo lo hice?

Luli lo llama desde el pequeño comedor que está un poco alejado de la cocina. Idier observa la mesa y se da cuenta de que solo ha movido el jarrón de flores, nada más.

—¿Eso es todo lo que hiciste para arreglar la mesa?

—Hice lo mejor que pude, aunque nunca he hecho esto antes —murmura mirando al suelo, pero Idier capta el sentido de sus palabras.

—Se nota que has vivido en la comodidad y te han consentido mucho. De todos modos... Ayúdame con los platos.

Ella se acerca y lo ayuda a recoger algunos platos en la cocina.

Él coloca primero los manteles antes de poner los platos, mostrándole cómo hacerlo. Luego se sientan frente a frente en las sillas.

—Qué divertido, ya te imagino como mi futuro esposo enseñándome a hacer estas cosas.

Idier sonríe ante su comentario.

Ella prueba la sopa, pero se detiene al mirar los ojos azules de Idier.

—¿Qué sucede? —pregunta levantando una ceja.

—Está deliciosa, querido chef.

—Me alegra que te guste.

—¿Qué es lo que preparaste? —pregunta con interés.

—Muslos de pollo al horno con patatas.

Ella esboza una sonrisa encantadora y empieza a comer.

—Respecto a la apuesta... Creo que es momento de que te revele lo que deseo a cambio.

La atención de Luli se fija en él.

—Dímelo...

—Solo te pediré que seas honesta conmigo, eso es todo.

—No imaginé que dirías eso... Mmmm... Bien pensado, cazador —sonríe con dulzura.

«Esa chica, ¿acaso tiene una personalidad dual?»

—¿Puedo preguntar qué problema tienes con Ludmila? Las vi discutir en la cancha.

«Me gustaría entender el conflicto para analizar algunas cosas.»

—Buena pregunta, observador, pero te daré mi versión breve; no me gustan las complicaciones.

—¿Versiones?

—Por supuesto, lo que yo te diga no será igual a lo que ella te cuente, por eso hay dos versiones; al final, tú decides cuál crees.

—¿Y bien?... —Levanta una ceja, esperando que ella continúe.

—La verdad es que no lo recuerdo bien, pero ¿cuándo comenzó ese conflicto? Déjame pensar...

Luli se queda en silencio por un momento.

—¡Ya lo tengo! Esa fiesta maldita —lo suelta de inmediato.

—¿Qué fiesta?

«Ya sé hacia dónde va esto».

—La fiesta de hace dos años, cuando perdió a su novio. Ahí empezó todo; de repente se volvió una actriz consumada de la nada.

—¿A qué te refieres? Habla con claridad.

«¿Por qué habla en enigmas? ¿Qué intentará comunicar con eso?»

—No puedo ofrecerte detalles si no estoy completamente segura. Deberías hablar directamente con ella. Lo único que sé es que no me cae bien. Dado que eres observador, tal vez podrías preguntarle y ver qué te dice.

—¿Estás insinuando que está mintiendo, pero lo dices de forma ambigua para desconcertarme?

—Lo entendiste a la perfección. Pocas personas logran captar el mensaje. La gente suele ser tan ciega que se tragan mentiras sin tener pruebas de la realidad. Me irrita su falsedad, y por eso ella me odia —sonríe con desdén.

«Loca demente»

—¿Qué intentas comunicarme con eso? ¿No eres tú también una actriz consumada? No sé, me estás haciendo dudar si hay algún plan en marcha.

Idier la observa detenidamente.

—Dijiste que fuera honesta, ¿no?

Ella suspira antes de continuar.

—Si decides creerme o no, no es mi problema. No tengo nada más que demostrarte.

Idier levanta una ceja ante su actitud desafiante.

—Está bien, dejémoslo así. Ahora que somos amigos, no dudaré en hablar con ella y ver qué dice. Otra pregunta: ¿Puedo saber qué ocurrió en tu antigua relación? ¿Cuál fue realmente la razón de la ruptura?

—Haces demasiadas preguntas, ¿eres detective?

—Solo quiero conocerte mejor; mis preguntas tienen que ver contigo.

—Entiendo, pero... No solo hablaré de mí... También me gustaría saber de ti; eres un misterio —lo mira fijamente.

—No sé a qué te refieres; soy una persona ordinaria, sin antecedentes penales ni nada por el estilo.

—¿Y tu familia?

—Tengo un tío, pero no vivimos juntos. Como puedes ver, soy independiente. Lo demás ya lo sabes.

—Entonces nadie te controla; haces lo que quieres.

—Más o menos.

—Seguramente has traído a muchas chicas a tu casa.

—No, tú eres la primera.

Ella sonríe al escucharlo.

—Me encanta...

Guardan silencio durante un buen rato.

—¿Querías saber qué pasó en mi antigua relación, verdad?

—Sí.

—Me fue infiel en aquella fiesta hace dos años. Esa es una de las razones por las que rara vez regreso a esos lugares; al final nunca resultan agradables.

—Lo sospechaba... ¿Sabes quién es la chica con la que te fue infiel?, solo por curiosidad...

«Aunque sé quién es»

—No tengo la menor idea, y mucho menos me preocupé por averiguarlo; Bella ya me había proporcionado toda la información necesaria. Eso fue suficiente para decidir terminar con él.

«No puedo creerlo, su mejor amiga inventó esa historia para separarlos, a pesar de que la amante es ella. Y se hace llamar amiga. Eso no se hace».

—Parece que tienes mucha confianza en Bella.

—Por supuesto, es mi mejor amiga y alguien muy importante en mi vida; tú no podrías comprender eso.

—Lo comprendo perfectamente.

Ella le ofrece una sonrisa serena.

Esa faceta de ella deja a Idier desconcertado; no sabe si Luli es digna de confianza o cuál es su verdadera naturaleza, además de ser tan coqueta.

—Eres bastante impredecible, me pregunto ¿qué es lo que realmente tomas en serio en esta vida?

—Solo aquello que realmente me importa, algo que parece que no logras comprender.

—¿Hay algo más que te gustaría saber?

—Sí, ¿por qué eres tan coqueta?

Luli se ríe durante un rato, lo que irrita a Idier.

—No veo la diversión en eso, Luli. No me gustó lo que hiciste en el bar. Dime que no actúas así con otros chicos.

—Haces demasiadas preguntas; creo que es mejor dejarlo aquí por hoy.

Ella se levanta, pero Idier, algo molesto, la agarra del brazo. Por accidente, ambos caen sobre la mesa dura, manchando el vestido de cuero oscuro que ella llevaba puesto, el cual era bastante corto.

—¿Te encuentras bien? —pregunta mientras examina si tiene alguna herida.

—¡Mi vestido nuevo! —ella lo observa con horror, viendo cómo está completamente manchado de salsa de tomate, y luego lanza una mirada fulminante a Idier por haberlo arruinado.

—Es solo un vestido.

—¿Qué dijiste? —frunce el ceño, mirándolo con desdén.
—Tranquila, lo solucionaré. Te lo lavaré rápidamente y mientras se seca, puedes ponerte algo de mi ropa. ¿Te parece bien?

Sin pensarlo dos veces, se quita el vestido de manera muy descarada.

—Aquí tienes, y dame algo que pueda ponerme —le ordena, lanzándole el vestido a la cara.

«Esta chica es realmente atrevida»...

Idier sacude la cabeza con incredulidad.

Se da la vuelta y se dirige al baño, donde se ocupa del vestido corto de cuero oscuro, lavándolo con mucho cuidado. Después de unos minutos intentando quitar la mancha, lo extiende para que se seque.

Mientras tanto, va a su habitación y comienza a buscar entre su ropa algo que ella pueda usar. Finalmente agarra una camiseta negra.

Al salir del cuarto, llega al comedor y le lanza la camiseta sin ni siquiera mirarla.

—¡Qué bruto eres! Lo has dejado caer al suelo —se queja Luli sin preocuparse por recogerlo.

«Maldita loca»

Idier se acerca, molesto, para recogerlo del suelo, tratando de evitar mirarla para no sucumbir a la tentación.

—¿Por qué estás tan tímido de repente? ¿No me digas que estás intentando hacerte el duro? —su tono coqueto vuelve a surgir.

«Ya ha regresado»

—¡Vístete! —le ordena con una voz brusca.

—¡Uy, qué autoritario! —ella se pone la camiseta con un leve enfado.

Después de unos minutos, Idier se da cuenta de que ella ya está vestida y comienza a limpiar el desorden que hizo en la mesa en silencio.

Al terminar de limpiar, la ve allí parada. Ahora se fija bien: la camiseta le queda bien, aunque un poco grande para su pequeño cuerpo. Está descalza mirándole. «¿Por qué se ve tan adorable e inocente?»

—¿Ya acabaste?

—Sí —afirma él.

—¿Estás molesto conmigo? ¿Es por no haber respondido a la pregunta que más te intrigaba?

—No me incomoda eso, simplemente soy así de serio.

—Uy, si sigues así te saldrán arrugas —murmura en voz baja, pero él la escucha.

—¿Qué dijiste? —pregunta, curioso si ella se atreverá a repetirlo frente a él.

—Me atraen los chicos serios como tú —se sienta sonriendo, mirándolo con deseo.

«No puede ser»

—Me estoy aburriendo, ¿por qué no vemos una película mientras tanto?

—No sé... ¿Estás segura de que quieres ver una película a esta hora de la noche?

—Sí, ¿tú no? —lo mira con ojos tiernos. «¡Ay, Luli!»

—Está bien. ¿Y qué película te gustaría ver?

—Una romántica —responde emocionada.

Idier no puede evitar esbozar una sonrisa.

—De acuerdo.

Se dirigen a la sala, él enciende la televisión y elige lo primero que encuentra, mientras ella se acomoda en el sofá.

—¿Cuál es el título?

—Culpa mía.


—Ah, suena fascinante.

Idier se sienta junto a ella, mientras Luli se mueve sin parar, lo que provoca su molestia.

—¿Podrías quedarte quieta un momento? ¿No puedes estar tranquila ni un instante?

—No puedo evitarlo, sobre todo si estás tan cerca de mí.

«¿Por qué tiene que ser tan impulsiva?» «¿Realmente piensa antes de hablar?»

—Estás muy callado. ¿Te incomoda mi presencia?

—Vaya, parece que tienes un ego desorbitado. No voy a caer en tus trampas.

—¿Qué has dicho?...

—Que eres bastante caprichosa, pero hoy voy a hacer que enfrentes la realidad y aprendas a ser independiente.


Ambos se quedan en un silencio tenso, mirándose. Idier intenta descifrar la expresión impasible de su rostro, sin tener claro si está a punto de explotar por su comentario o si ya lo detesta en silencio.

El vibrar del móvil de Luli los saca de su ensimismamiento; ella lo ignora y se dirige a la cocina para contestar la llamada.

«¿Será su niñera?»

Él echa un vistazo al reloj y se da cuenta de que son las 3:00 AM.

«El tiempo vuela.»

Un momento después, ella regresa hacia él, pero de repente tropieza y cae junto al sillón, dejando a Idier perplejo sobre lo que acaba de suceder.

«¿Qué fue eso?»

—¡Luli, Luli, despierta! —grita, pero no obtiene respuesta. Entonces revisa su pulso, dándose cuenta que se quedó dormida.

La observa durante un instante, deseando entender qué pensamientos pasan por su mente en esos momentos. Media hora más tarde, sigue viendo la película sin darse cuenta del instante exacto en que se quedó dormido.

El teléfono de Idier lo saca de su profundo sueño. Con una sensación de somnolencia, mira la pantalla y ve un número que no reconoce.

«¿Quién me llama a esta hora?»

—¿Quién es? —pregunta con dificultad, arrastrando aún el peso del sueño.

—¡¿Te dormiste?! 

Se sorprende al reconocer la voz de Hugo al otro lado de la línea, preguntándose cómo había conseguido su número, ya que no recuerda habérselo dado.

—¿Qué pasa?

Idier se acomoda en el sillón, apoyando la mano en su frente.

—Ve a la calle Mark, mis hombres te están esperando —le dice antes de colgar.

«¿Y ese quién se cree?»

Frota sus ojos para despejarse y mira a su alrededor, pero Luli no está a su lado.

—No puede ser.

Se levanta y empieza a buscarla por toda la casa, sin encontrar rastro alguno de ella.

—Se fue otra vez...

Finalmente, va al baño y se da cuenta de que su vestido ya no está. Eso confirma que se marchó sin avisar.

💫Sheila💋

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