Capítulo 41
Al encontrarse en un momento de silencio, los cuatro se miran sin saber qué decir, y el único sonido que rompe la quietud de la cocina es el ladrido de la cachorra, que les hace volver la atención hacia ella.
—¿De dónde salió este perro? —pregunta Idier, claramente sorprendido—. Es mi cachorra y vive aquí —responde Bella mientras carga a la perrita, luego Íker la acaricia suavemente —. ¿Cómo es posible que nunca la haya visto antes? —. Eso es porque estuvo más tiempo en la veterinaria, cariño.
La cachorra, con la lengua fuera, observa a Luli, quien le envía besos. Idier se da cuenta de eso al instante.
—Ey, princesa, ¿me extrañaste? —la cachorra ladra como si fuera su respuesta —. Yo también te he extrañado, créeme —. Me estoy molestando, Bebé; deja de actuar como si tuvieras un romance secreto con la perrita —susurra Idier al oído de su novia, quien lo mira con sorpresa.
—Entonces, ¿nos van a contar qué fue lo que vimos hace unos minutos? —pregunta Bella. Íker se concentra en ellos mientras sigue acariciando el suave pelaje de la perra.
—Por supuesto, estamos saliendo juntos, ¿qué les parece? —Luli envuelve a Idier con sus brazos en un gesto cariñoso —. Hombre, ya era hora —dice Íker con alegría—. Esto merece una celebración—. Cariño —le advierte Bella—. No estarás pensando en hacer una de tus fiestas; sabes que no estás en condiciones para eso.
—No maltrates a mi cuñado; no ves que está feliz. Un poco de diversión no le hace daño a nadie—. Nada de ruido, por favor; no es para tanto —interviene Idier con seriedad—. ¿Cómo que no es para tanto? Quiero celebrarlo —. Hemos estado un poco apagados últimamente y necesito hacer algo especial por ustedes.
Aclara Íker, entusiasmado por la noticia.
—Ya que les gustan las fiestas, ¿no podrían pensar en algo más tranquilo? —. Yo opino lo mismo —. ¡Vaya!, por primera vez estamos de acuerdo en algo cuñada.
Idier se ríe de su compañera y ella le saca la lengua fastidiada.
—Ay, amor, qué aburrido eres; ¡tiene que haber música! ¿No te parece cuñado? —. ¡Totalmente! —el entusiasmo de Íker brilla claramente.
—Hagan lo que deseen —responde Idier con desgano. Íker y Luli se chocan las manos, celebrando su pequeño truco. Bella revuelve los ojos.
—Sabía que al final cederías —le dice, acercándose a la expresión seria de su novio.
—Era solo para evitar una pelea sin razón —Luli sonríe y le da un beso en la mejilla con ternura.
—Creo que es hora de ir a clases; ya estamos tarde.
Idier y Luli se levantan de la silla; él le pasa el brazo por los hombros y juntos salen por la puerta, dejando a Íker y Bella a solas. Dos empleadas aparecen para recoger los platos. Íker sostiene a Princesa en sus brazos, tratándola como si fuera un bebé.
—¿Quién tiene los ojos más bonitos del mundo? —pregunta Íker a la perra, que responde ladrando con alegría —. Voy a ponerme celosa—. Cariño, sabes cuánto te quiero; no te sientas así —se inclina hacia ella para acariciarla. Bella le quita a la cachorra y la coloca en el suelo.
—Princesa, por favor, vete; ya has acaparado suficiente atención de mi chico. La perra ladra sin parar—. ¿Qué dice? —pregunta Íker al notar la incomodidad del animal.
—Solo está un poco molesta porque no pienso compartirte —Íker queda sorprendido, con los ojos muy abiertos.
La envuelve con sus brazos en respuesta.
—Solo te amo a ti, Bella —la abraza más fuerte; ella se sonroja sin darse cuenta.
Mientras tanto, Idier y Luli los esperan en el amplio patio, junto a una fila de vehículos de diversas marcas, la mayoría en tonos oscuros y uno blanco solitario en el centro.
—¿Ahora sí me vas a contar qué te hice en tus sueños?
—¿De verdad no lo olvidaste?
—No se puede dejar pasar algo así, ahora cuéntame.
Él sostiene su barbilla mientras ella se apoya en el auto. Luli observa con nervios el azul intenso de su novio, moviendo rápidamente los ojos a un lado.
—Subamos al Mercedes.
La voz de Bella hace que Luli se aleje de Idier de repente; se coloca detrás de su amiga, tratando de escapar de él, mirando con recelo al motivo de su huida.
Idier no comprende qué está pasando. Íker le da un toque en el hombro, y él se siente algo irritado porque Luli lo está esquivando.
.......
Ludmila sale de su habitación ya vestida con el uniforme; su cabello lacio y suelto le cae por la espalda.
Las sandalias que lleva tienen un tacón grueso y un diseño de cordones que rodean el tobillo.
Cuando intenta cruzar la puerta hacia el exterior, se da cuenta de que le falta un cuaderno. Así que se da media vuelta.
—Hija.
Su madre la observa sentada en el sillón, vistiendo su bata blanca de doctora y sosteniendo una taza de café.
—¿Quieres que te lleve hoy a clase? —. No tienes que ir a trabajar—. Iré más tarde; además, necesitamos hablar de... —Por favor, no toques ese tema —intenta reprimir las lágrimas.
—Pero, hijita —se levanta para abrazarla—. Tu padre... —No quiero oír de ese hombre, no lo soporto—. Mi vida...—de repente se fija en las marcas profundas en el cuello de su hija—.¿Qué tienes ahí?—. Nada, mamá —aparta la mano de su madre—. No me mientas, Ludmila, déjame ver—la mujer examina su cuello con preocupación, al notar que los arañazos son profundos se espanta.
—¿Te peleaste con un gato?—. Más bien con una gata —responde en tono bromista—. No me parece gracioso. Así querías salir teniendo una madre doctora. Siéntate ahora mismo —le ordena, mientras Ludmila siente frustración porque llegará tarde a clase.
.........
—¿Por qué me has estado esquivando? ¿Nunca vas a contarme qué fue lo que hice en tus sueños para que ahora te comportes de manera tan extraña?
Luli suspira antes de responder.
—Te lo diré cuando llegue el momento, amor.
Se sienta sobre él.
—Lo único que importa ahora es que estamos juntos.
—No podemos llamar la atención en el colegio; tenemos que mantener nuestra relación en secreto. Ya sabes por qué —.¿Te refieres a Hugo? —Luli lo mira intensamente.
—No es solo por él.
—Está bien. Es mejor así por ahora —lo abraza al cuello, acercándose a su rostro de manera juguetona.
Íker conduce mientras Bella come papas fritas, sin prestar atención a lo que sucede detrás del auto.
Idier coloca a Luli en el asiento.
—Cierra los ojos, amorcito—ella, sorprendida, obedece sin decir una palabra más. Idier le coloca una pulsera en el brazo izquierdo.
—Ya puedes abrir los ojos.
En ese instante, ella observa su brazo con una sonrisa; sus miradas se cruzan y ella lo abraza.
—Me encanta, amor, no pensé que fueras tan considerado—. Hay cosas de mí que aún no conoces y que te van a sorprender.
La pulsera es de un tono oscuro, elaborada a mano y decorada con un detalle especial: una inicial que empieza con "I". Luli, de repente, se da cuenta de algo y dirige su mirada a su novio. Idier, al instante, le muestra su brazo, donde lleva una pulsera similar pero con la inicial "L", que representa su nombre.
—¿La hiciste tú? —. Sí, bebé. Es para que me recuerdes siempre que lo mires en tu brazo—las mejillas de Luli se sonrojan al escuchar las palabras de su novio. De pronto, se quita el medallón dorado en forma de caballo que lleva colgado y se lo coloca a Idier.
—¿Por qué me pones el colgante que te regaló tu padre?—. Porque todo lo que me pertenece también te pertenece a ti; te queda genial. Quiero que lo lleves siempre puesto, por si alguna chica intenta acercarse; solo tienes que mostrárselo sin decirle que tienes novia.
—Eres un poco posesiva—ella se aproxima a sus labios—. No puedo evitarlo. Eres mi cazador.
Con eso, lo besa; ambos disfrutan del beso con lentitud y suavidad.
Media hora después, llegan al conocido Instituto Promising: varios estudiantes entran, mientras otros conversan en el campo.
Idier y Luli toman caminos distintos; Bella e Íker entran juntos como pareja sin preocuparse por las miradas ajenas, especialmente las de las chicas que desprecian a Bella porque ahora está con Íker.
Luli avanza por el pasillo y, al mirar hacia adelante, se encuentra con Hugo saliendo. Se cruzan en el mismo camino. Él la observa por un instante; Luli no le presta atención.
Hugo se detiene y observa cómo ella se aleja.
«¿Es nueva? No la había visto antes.»
Siente curiosidad por la chica, ya que logró captar su atención de una manera extraña, a pesar de que ella ni siquiera lo miró directamente.
El detective Alfredo ha regresado a la institución, se reunió con el director y comenzó los interrogatorios. Todos los estudiantes llenaron el aula grande, conversando en susurros. A medida que avanzaba el tiempo, empezaron a llamar a los siguientes para ser interrogados.
Luli y Ludmila se encuentran en el baño mientras se llevan a cabo los interrogatorios.
—Vaya, por fin apareces. Pensé que ibas a faltar a clases para evitar el interrogatorio. ¿Por qué debería huir de eso? —responde Luli mientras se mira en el espejo.
—Sabes perfectamente por qué.
Luli se vuelve hacia ella y esboza una sonrisa.
—Parece que aprovechaste mi ausencia para meterle ideas raras en la cabeza a mi novio.
—¿A quién llamas novio?
—¿No lo sabías? —y le muestra la pulsera que Idier le regaló.
—¿Qué es eso? —pregunta Ludmila con desdén.
—Un obsequio de tu amigo, que ahora es mi novio.
—Por lo visto, lograste lo que querías.
—No es mi culpa que tú seas tan lenta.
—Idier se dará cuenta de lo que estás haciendo; no te apresures a celebrar.
—Por cómo van las cosas, parece que estás decidida a arruinarme porque crees que soy responsable de la muerte de Idiomar.
—Sin duda fuiste tú. ¿Vas a negar que ambos tuvieron encuentros a espaldas sin que nadie se enterara?
—No tengo por qué negarlo. Éramos amigos. No entiendo cuál es el problema. Tú le hacías daño; necesitaba desahogarse, y yo era la persona más adecuada en ese momento para ayudarlo, es obvio.
—Eres una zorra.
—No entiendo cómo una zorra puede llamar a otra zorra. ¿No ves que eso no tiene sentido?
—Te detesto, Luli; esto no se quedará así.
—¿Qué planeas hacer? ¿Vas a atacarme como lo hiciste con Bella?
—La otra perra. No quería decir eso, pero no me dejaste otra opción. Bella y Hugo se estaban burlando de ti mientras salías con él. Y tú, tan ciega, sin darte cuenta. ¿Cómo te quedó el ojo?
Luli comienza a reírse, colocando las manos en la cintura, mientras Ludmila no entiende por qué se ríe.
—¿Te parece divertido o crees que lo estoy inventando? Tengo pruebas; así se te quitará esa risa estúpida que tienes.
—Gracias por recordarme algo que ya sé.
Ludmila se queda atónita, mirándola sin poder asimilarlo.
—¿Qué significa esto?
—Ahora, ¿quién tiene la cara de estúpida? Siempre supe lo que ocurría entre ellos.
—De verdad, eres una...
—Una actriz impresionante, gracias; lo sé de sobra, Sé lo que hago. Lo de Bella lo resolveré después. Eso es un asunto entre amigas. Si pensabas que podías destruir mi amistad, te estás engañando. Conozco a Bella y a ti mejor de lo que imaginas. Lo que te confunde es que las dos tenemos un vínculo especial. Algo que no debería mezclarse.
—Justamente por eso actúo. Idier necesita conocer tu verdadera cara; no permitiré que lo pierdas como hiciste con Idiomar y Hugo.
—Si intentas hacer algo más para arruinar mi relación con Idier, terminarás de nuevo en el hospital.
—Nunca olvidaré cómo intentaste quemarme viva.
—Al menos eso lo recuerdas. No busques que vuelva a pasar.
Sonríe mientras se mira en el espejo; Ludmila la observa mientras se peina.
—Una cosa más, Ludmila: el colgante dorado en forma de caballo que él me regaló ahora lo lleva Idier.
Al escuchar eso, Ludmila siente cómo sus ojos se llenan de lágrimas y la ira crece dentro de ella. Sin embargo, se controla y sale del baño.
En un rincón se encontraba Idier; apoyado contra la pared, sostiene el colgante entre los dedos mientras lo observa con atención, recordando la conversación que oyó.
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