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Capítulo 4


Idier no puede creer que ella haya sido capaz de eso. «En serio, las personas no siempre son lo que parecen». Lo que sus ojos vieron parecía imposible de creer.

Mira a su alrededor, un tanto perdido en sus pensamientos, y se da cuenta de que no escuchó bien la conversación. Pero, desafortunadamente, ya se habían marchado.

«¿Tan rápido se fueron?»

«Necesito reflexionar sobre lo que está pasando y tratar de sacar alguna conclusión útil».

Continúa su camino en busca de Luli y, por casualidad, se encuentra con Bella en un bar donde sirven licores. El ambiente sigue agitado; hay carreras por todas partes, chicas mostrando sus encantos ante los hombres, y dos tipos peleando a puñetazos sin que nadie los detenga. Más bien, la gente hace apuestas sobre quién saldrá victorioso. No le sorprende; esas son las cosas que siempre había visto en su antiguo vecindario.

No ve a Íker por ninguna parte y se pregunta, «¿adónde habrá ido?»

—Bella, ¿sabes dónde está Luli? —visualiza cómo le entrega una copa de licor a un tipo que tiene pinta de drogadicto.

Él agarra el vaso y se marcha temblando, al mismo tiempo que va bebiendo.

Bella se vira hacia Idier, con una expresión que refleja descontento.

—¿Y por qué debería decirte? ¿Acaso por ganar tu ridícula apuesta vas a pedirle sexo gratis?

—¿Qué dijiste?

—Conozco a los de tu clase. A mí no me engañas, Idier. Así que te lo diré una sola vez, sin rodeos.

Se aproxima con calma hasta quedar cara a cara.

—Mantente alejado de Luli —añade con un tono cortante y helado.

«Esto sí que asusta»

Se gira el cuello, incapaz de asimilarlo.

«Ya bastante tengo como para soportar a otra loca».

Ella se da la vuelta y prepara otra bebida para la persona que acaba de llegar al lugar.

—Gracias —dice la chica al recibir su trago, dejándolos a solas.

—¿Me puedes explicar qué hacías besándote con el exnovio de tu mejor amiga?

Al darse cuenta de lo que acaba de decir, sus ojos se ensanchan. Se vuelve hacia él, con un deseo palpable de hacerle daño.

—¿Qué demonios acabas de decir?

—Lo que escuchaste —replica con hostilidad.

—Deja de crear mentiras, no voy a permitirlo —lo fulmina con su mirada.

—¿Cómo podría inventar algo que he oído y visto? Sabes que estoy diciendo la verdad, por eso te pones a la defensiva.

—¿Tienes alguna prueba de eso? Al menos sé que Luli no se dejaría engañar por un extraño como tú —se cruza de brazos, mostrando una sonrisa triunfante.

«Pero, ¿qué le pasa a esta chica? Me está agotando la paciencia; en vez de intentar aclarar la situación, viene con esa actitud».

—No te inmiscuyas en mis asuntos, tonto. No me importa lo que pienses hacer sin una sola prueba de tus falsedades. Además... Hugo no dudará en acabar contigo si te acercas a su Luli, así que mejor desaparece —su ataque solo empeora las cosas. Idier, al darse cuenta de que no hay forma de mantener una conversación civilizada, decide tomar otro enfoque.

Saca su celular y le muestra la foto donde está besándose con Hugo; sus ojos se abren de par en par ante la sorpresa e intenta arrebatarle el móvil, pero Idier se mueve rápidamente para esquivarlo.

—No puedo creerlo... —se encoleriza al percibir su maniobra.

—He venido en son de paz, pero tú no me dejas otra opción. No te preocupes, no se lo enseñaré a Luli; si intentas atacarme con algo, yo haré lo mismo. Tengo las pruebas. No sé qué piensan ustedes; la vida no se reduce solo a sexo; somos solo amigos, así que puedes estar tranquila. Con tu permiso —la empuja suavemente para apartarla de su camino, mientras ella se enfurece por su audacia y el miedo que le provocan sus palabras.

El lugar está lleno de rincones ocultos, y la música de Maluma resuena en el aire. Las chicas bailan sobre los hombres; parece que no hay rastro del tal Hugo. «Seguro está molesto y buscará la manera de atacarme».

Idier permanece alerta ante cualquier señal sospechosa. Su vehículo rojo no está donde lo dejó.

«¿Se lo habrán robado o lo habrán destrozado esos pandilleros?, me pregunto. De cualquier manera, no me preocupa tanto».

—Pero... ¿dónde demonios se ha metido esa astuta de Luli? Me está causando un dolor de cabeza insoportable; más le vale no haberse ido.

—¿Me buscas? —Al escuchar su voz, su mirada se dirige rápidamente hacia ella—. Qué atractivo luces con esa actitud —sonríe de manera provocativa. Idier no puede creer que ella esté sobre el auto que adquirió, y la forma en que se ha posicionado resulta muy incómoda para él.

«¿Qué estará intentando? Estamos en el lugar menos apropiado y parece disfrutar al ponerme en esta situación; no le daré la satisfacción de que lo sepa, aunque sea cierto».

—Has ganado la apuesta. Antes de que me pidas lo que ambos sabemos, me adelanto. ¿Por qué no te acercas un poco más? Necesito que estés cerca.

Habla con un tono seductor y tentador.

«Esa chica...»

—Te voy a pedir que bajes del coche. No sé qué crees que estás haciendo; no voy a pedirte sexo aquí, en medio de la cancha, y sabes que no eres mi tipo. No entiendo por qué sigues buscando algo que seguramente no te voy a ofrecer.

Ella ignora sus palabras; continúa provocándolo, mordiendo sus labios y acariciando su piel de manera sugestiva, sentada como si fuera una modelo.

Idier no puede negar que esas posturas tan atrevidas lo excitan, pero no está dispuesto a caer en sus juegos.

—¿Estás seguro? ¿De verdad crees que podrás resistirte a mí?— dice con una sonrisa traviesa.

«Esa maldita loca».

Deja caer sus potas negras como si fuera un accidente, mirándolo con una expresión que podría engañar a cualquiera.

—Usp, se me cayó, ¿podrías ayudarme?— su rostro se transforma en el de una niña dulce y tierna, acompañada de su voz angelical como argumento.

Idier no puede ignorar su belleza, pero no aprueba la manera en que ella la utiliza. Luli es consciente de cómo manipular su atractivo de forma estratégica para conseguir lo que quiere.

Él no responde; solo la observa con enojo y seriedad. «¿Qué intenta lograr con esa mirada inocente? No voy a caer en su juego».

—¡Bájate, te lo digo! ¡No voy a hacerlo!

—Solo me bajaré si me ayudas con las botas —dice, mirándolo y poniendo ojitos de gato abandonado. Idier se sorprende de lo obstinada que es.

Inhala profundamente por un momento.

—Está bien, pero más te vale no intentar nada más.

Se aproxima a ella, levanta su bota del suelo y luego la coloca en sus pequeñas piernas de Barbie. Al levantarse para alejarse, se sorprende cuando ella lo atrae hacia sí con un movimiento inesperado. Ahora está muy cerca de su dulce carita de ángel.

—Me encanta cuando te pones así de rudo; es la combinación perfecta que le da un toque picante a todo— sin más, se lanza a sus labios sin pedirle permiso.

Idier queda paralizado de repente. Se están besando como si nada; él, dejándose llevar inconscientemente, se siente atrapado por sus carnosos labios y no puede separarse.

La necesidad crece, así que la levanta y la introduce en el auto. No entiende por qué está haciendo esto, pero ya no puede detenerse; la lujuria lo invade de una manera que no sabe explicar. Maldice a Luli por esto.

Le quita la sudadera pesada y luego la camiseta, revelando su cuerpo perfectamente formado; ella se coloca encima de él, provocando que su deseo se encienda al instante.

—Déjame desnudarte —susurra coquetamente en su oído, lo que lo vuelve aún más loco.

Comienza a devorar su boca como un depredador hambriento; esa adrenalina es nueva para él.

Ella desabrocha sus jeans mientras sigue besándolo, que aún conserva el sabor a chocolate, y esa mezcla resulta exquisitamente adictiva.

Se aparta al darse cuenta de que ha despojado completamente sus jeans. Ahora se ocupa de quitarle también el bóxer. Idier se sorprende de lo atrevida que es y del calor que le provoca. Al descubrir su miembro erecto, ella sonríe al verlo en esa condición.

—¿A eso te referías cuando decías que soy una niña? ¿Tenías miedo de que no pudiera entrar porque podría destrozarme con lo grande que es? —dice con una sonrisa traviesa.

Él solo la observa confundido por sus palabras provocativas, sin poder creer lo que está sucediendo.

—Es hermoso, al igual que tú —la mirada de deseo que emana en él hace que Idier se sumerja por completo en el momento; Luli empieza a besarlo mientras acaricia suavemente su erección.

A Idier no le agrada que las mujeres tomen el control, y menos aún una chica tan joven como ella; acaba de cometer un grave error al provocarlo.

Idier la agarra de las manos, deteniendo sus movimientos, y se entrega a un beso apasionado con Luli. Ella no puede negar lo bien que sabe.

Intenta quitarle el vestido, pero Luli se lo impide.

Él la observa, confundido, mientras ella sonríe y sale del auto, dejándolo casi desnudo. Idier la sigue rápidamente, poniéndose los boxers y los jeans.

—¿A dónde crees que vas, dejándome así?—su tono irritado provoca una risa en Luli.

—Dijiste que no era lo que querías... No sé por qué te sorprendes ahora. Además, no paraste de restregarme en la cara que no soy tu tipo.

Idier suelta una risita sin gracia.

—¿No me digas que ya te asustaste de que te rompa en dos?

La mirada intensa de Idier sobre Luli resulta intimidante para ella.

Con determinación, se acerca lentamente a él con una sonrisa.

—La palabra miedo no está en mi diccionario, querido—sus ojos recorren su cuerpo bien definido hasta sus jeans; siente la dura erección aún presente y una sonrisa traviesa aparece en su rostro.

—¿Entonces? —él la observa, moviendo la cabeza al notar cómo ella lo evalúa sin vergüenza alguna.

........

Íker se aleja del escándalo en busca de Idier, con la intención de advertirle que debe marcharse de inmediato. En cualquier momento podría ser atacado.

Después de buscarlo, divisa su auto a lo lejos y comienza a correr hacia él. Pero la sorpresa que encuentra lo deja paralizado...

—Qué fuerte, no me jodas, hombre.

«¿Qué están haciendo en medio de la cancha? Cualquiera podría verlos. ¡Ay por los mares! Idier, realmente no sabes en qué te metiste. De tantas chicas que podías ver, justo te fijaste en la menos indicada.»

Decide no seguir observando esa escena tan impactante y se concentra en evitar que alguien llegue allí a toda costa.

.........

«¿Por qué estoy permitiendo que esa chica me toque como si fuera su juguete sexual? ¿Acaso me ha hipnotizado o qué?»

Luli se aparta de su rostro, mirándolo con deseo. Idier no puede soportar su osadía y atrevimiento, y se sorprende de estar tan inmóvil.

—Te dejo solo para que te cambies y logres calmar a tu amiguito, que todavía está bastante excitado.

Comienza a alejarse, pero se detiene de inmediato y se da la vuelta para observarlo. Idier está tan furioso que no entiende cómo logra mantener la compostura en una situación tan desagradable.

—No sé por qué te dejo solo, si ya he visto todo —le lanza una sonrisa traviesa antes de alejarse.

Cuando Íker oye un sonido extraño, su mirada se dirige hacia la escena de Idier y Luli, pero esta vez está solo. Así que corre hacia él.

—Brother, es momento de irnos. La policía podría llegar en cualquier instante y esos matones están listos para actuar —le advierte, pero Idier parece perdido en sus pensamientos. Luego, mira a su amigo con confusión.

—Íker —dice con sorpresa.

«¿Qué le habrá hecho? Su expresión es diferente.»

—Tenemos que irnos... Sube al coche.

—Déjame al menos ponerme la camiseta —la ajusta lentamente.

—Rápido, la policía puede llegar en cualquier momento.

—No podemos irnos así... ¡Las chicas! ¡Luli! Tengo que buscarla.

—Vamos a por las chicas, pero rápido.

Buscaron por todos lados, pero no había señal de ellas.

—Creo que se marcharon —comenta Íker, agotado.

«¿Dónde se habrá metido? ¿Y con quién se fue?»

—Es inútil seguir buscando, bro. Ya no están.

De repente, ven a lo lejos a un grupo de hombres enormes con palos y otras armas peligrosas acercándose.

—Mierda... Tenemos que salir de aquí —dice Íker, asustado.

Idier ya sospechaba que algo así iba a ocurrir; se oye el sonido de las sirenas acercándose a lo lejos. Poco después, se desata un completo caos; todos comienzan a huir de manera descontrolada.

Esos hombres gigantes corren esta vez hacia ellos, lo que les obliga a subirse rápidamente al coche rojo, ya que las puertas están abiertas de par en par.

El estruendo de los disparos reverbera en el auto, provocando que uno de los espejos retrovisores laterales se rompa.

—¡Rayos!—exclama Idier, girando el vehículo hacia la salida, mientras aún se les puede ver en su trayecto. Tenía un problema serio, pero no iba a detenerse. Acelera a toda velocidad; la situación había llevado a uno de ellos a treparse sobre el capó, aferrándose para no caer.

—¡Maldición! —grita Íker, con los ojos muy abiertos; el tipo sonríe con malicia. Se aferra al cristal como un murciélago, desplegando sus alas.

—Íker, haz algo o tendremos un accidente; él nos está cubriendo intencionalmente —le dice a su amigo, con los nervios al límite.

—¡Demonios! —responde, paralizado por el miedo, sintiendo la mirada del intruso a través del parabrisas. Íker toma un taser que tenía en la parte trasera del auto.

Luego se asoma por la ventana. Idier observa cómo apunta el taser directo al cuello del tipo sin pensarlo dos veces; se le nota temblar por la descarga eléctrica.

—¡Tómalo! —grita como si hubiera ganado una batalla. El sujeto cae al suelo por el impacto.

Íker regresa a su asiento y observa cómo aquel individuo se desploma tras la caída.

—¿Qué pasó? ¿Está muerto? —pregunta Idier, alarmado, tratando de ver hacia dónde se dirigen; la calle es oscura y todavía resuenan las sirenas.

El hombre se levanta del suelo como un autómata poseído, sin mostrar signos de haber sentido dolor tras la caída; su mirada asesina se clava en Íker.

—No me jodas, acaba de levantarse como un Terminator —advierte Íker, con un tono de terror en su voz, lo que provoca que Idier se quede paralizado por la sorpresa.


De repente, un auto aparece a gran velocidad frente a ellos. Idier reacciona al instante, esquivando lo que podría haber sido un encuentro fatal.

—¿Qué diablos acaba de pasar? —pregunta Íker, sentándose y conteniendo la respiración.

Idier hace un giro brusco hacia una entrada, ajustando la velocidad a la que se desplazaban. Después de un rato sin escuchar el molesto sonido de las sirenas ni la presencia de los matones que los perseguían, su corazón se calma al darse cuenta de que han escapado del peligro.

—Realmente intentaban acabar con nosotros —logra decir Idier, casi sin aliento.

—¿Qué esperabas? Todo por meterte con la chica de la que te advertí; seguro es cosa de Hugo. La situación es peor que hace dos años.

Íker suelta un profundo suspiro.

—Me sorprende que siga vivo, pero Idiomar no tuvo la misma fortuna.

Al escuchar esto, Idier frena el auto abruptamente.

—¿Qué quieres decir con eso? —la curiosidad lo consume.

—No creo que sea el momento adecuado para discutirlo. Mañana te explicaré con más calma lo que está sucediendo y qué es lo que enfrentamos.

Le toca el brazo suavemente.

—Así que, bro, me bajo aquí —sale del auto dejando a Idier lleno de preguntas.

...........

—Se escaparon al vernos —informa uno de los matones a Hugo.

—Busca a Íker, donde sea que se esté escondiendo, y tráemelo hoy mismo. No acepto errores prescindibles.

—Así será —responde, y se va junto a sus cómplices.
  
Hugo avanza hacia un almacén aislado, rodeado de hombres en sus puestos, y encuentra a la persona que busca sentado, con un cigarrillo en mano. Al notar la presencia de Hugo, levanta las cejas.

—Me enteré de que perdiste contra un principiante.

Se levanta y se coloca frente a él, exhalando el humo en su dirección. Hugo aguanta la tos.

—¿Quién era ese y cómo logró salir de aquel lío? —pregunta con voz ronca.

—Tuvo suerte, eso es todo.

—Suerte o no, que no vuelva a pasar. Y dale una visita al chico; ya sabes lo que tienes que hacer con el resto.

—Entendido —concluye.

..........

Por la mañana, Idier se levanta antes que su padre. Lo sucedido la noche anterior le deja cierta inquietud, ya que teme que esos individuos enfermos puedan encontrar su vecindario. Aunque su padre tiene la capacidad de protegerse adecuadamente, Idier no desea que nada malo le ocurra por su causa. Así que se dedica a realizar lo necesario antes de que sea hora de ir a clases. Saca el poco dinero que tiene guardado en su armario y sale de casa.

Su meta es encontrar un lugar donde vivir, porque a partir de ahora, tendrá que hacerlo solo. La situación se ha complicado y no puede permitirse el riesgo de ser descubierto.

Ya se encargará de informar a su padre sobre su decisión más adelante.

Después de buscar en varios sitios, finalmente encuentra un apartamento a buen precio.

Mira la hora en su reloj; está a punto de llegar tarde en su segundo día de clases. Se sube al auto y se dirige rápidamente al instituto. De repente, su móvil comienza a sonar. Contesta mientras conduce.

—¿Hijo, todo bien? Te fuiste sin desayunar.

Lo siento, papá, no tuve tiempo. Hablamos al regresar.

Está bien —responde él y cuelgan al mismo tiempo.

Media hora después, llega al instituto. No puede creer que haya llegado tarde, a pesar de ser siempre puntual.

Se asoma a la clase y ve a todos en silencio, con el profesor escribiendo en la pizarra. Idier simula un truco como si intentara escapar de la clase, lo que provoca miradas sorprendidas de algunos compañeros.

—¡Jovencito!

Se sobresalta al escuchar la voz del profesor y se da vuelta para verlo con su expresión seria. Idier le regala una sonrisa inocente.

—No creas que podrás escapar de mi clase. ¡Siéntate!

Al escuchar eso, siente un gran alivio y rápidamente se sienta en la primera fila.

Observa a su alrededor y no divisa a Luli, ni mucho menos a Íker.

«¿Qué está ocurriendo? ¿Acaso no asisten a estas clases?»

—Hola, guapo —le sonríe la chica que se sienta a su izquierda.

—Eres el de anoche, ¡¿cierto!?, Idier. Todo el instituto está hablando de cómo venciste a Hugo.

—¿Qué dices?

—¡Silencio! —ordena el profesor con un tono firme.

«¿Cómo pudo darse cuenta de mi voz si no estoy gritando?»

Después de tres largas horas de clase, por fin llega la hora del almuerzo.

—Idier, ven y siéntate conmigo —le solicita Ludmila con amabilidad.

Él accede y se sienta junto a ella.

—Entonces, ¿cómo te va hoy? —pregunta Idier—. Bien, gracias por preguntar. ¿Y tú, cómo estás? —. Muy bien —responde, aunque en su interior esté muy molesto y no quiera mostrarlo.

—Noté que estabas buscando a alguien en particular, Luli.

«Esa maldita loca me hará pagar la humillación que me hizo sufrir. Nunca antes una chica se había burlado de mí así, y me odio por haberlo permitido. Es evidente que es el diablo disfrazado con su dulce apariencia de ángel».

—Acertaste, pero no solo busco a Luli, también a Íker.

«Es curioso...»

Empieza a morder su sándwich, reflexionando...

—En cuanto a Íker, es un caso perdido; le encanta faltar a clases, no es ninguna sorpresa. Y Luli, no sé, tal vez esté enferma, ya que se toma las clases muy en serio. No te preocupes, que ellos volverán.

«Sí, claro.»

—¿Eres amiga de Luli?

Ludmila lo mira como si lo que acaba de decir fuera inapropiado.

—No somos amigas —responde con firmeza.

«Qué cambio de actitud de repente. Algo no cuadra aquí.»

—¿Puedo saber por qué?

—Es una historia larga, y no creo que te interese.

—Lo que sea, estoy listo para escuchar como un buen amigo.

Le dibuja una media sonrisa.

—¿Dijiste amigos? —lo observa con curiosidad.

—Si tú quieres, no tengo problema en serlo.

—Perfecto. Entonces seamos amigos —su entusiasmo es palpable.

—Eso significa que desde ahora somos amigos.

—Así es —su sonrisa permanece iluminando su rostro.

«Parece que Ludmila es la única chica sensata aquí. Bella y Luli son un poco excéntricas. Pero Luli es aún más complicada que eso.»

—¡Felicidades por alcanzar la meta! No todos lo logran, y menos con Hugo de por medio.

—Gracias.

—Tienes un gran potencial, y eso me agrada —Ludmila le da un toque en el hombro, mostrando una sonrisa satisfecha.

El sonido de la campana los sorprende.

Por un momento, Idier observa a Bella alejarse con una chica de piel morena.

—Debo irme; en otra ocasión tendremos una conversación más interesante —dice mientras se retira.

—Estoy de acuerdo.

Idier sigue a Bella para no perderla de vista.

Al acercarse, le agarra del brazo para detener su paso; ella lo mira con incertidumbre.

—Espera dentro —le dice a su compañera. Ella se aleja, dejándolos a solas.

—Dime, ¿qué necesitas?

—¿Sabes algo de Luli?

—No, no tengo información.

—¿Realmente me estás diciendo la verdad?

Bella le lanza una mirada llena de enojo.

Esa obstinación está comenzando a irritar a Idier.

—Estás agotando mi paciencia, Bella.

—Me comentó que no podía asistir a clases; eso es todo lo que sé. No me ofreció más detalles.

—¿Qué clase de amiga se supone que eres? ¿Solo eso y ya? No te preocupaste por saber si estaba bien. ¡Responde! —le grita, asustándola.

—Estás siendo paranoico.

Se aleja casi huyendo de él.

«Creo que me pasé un poco».

Al intentar marcharse, siente un fuerte golpe en la cabeza con un objeto metálico y comienza a ver todo borroso.

Sheila 💫

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