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Capítulo 36

Después del empujón que me dio, me quedé inmóvil, sentado en la arena, tratando de asimilar lo que estaba pasando. Estuve a punto de bloquearme otra vez, pero debo seguir con mi plan tal como lo había planeado.

—Amor, lo siento —se levanta de donde estaba sentada y, al acercarse a mí, se agacha para mirarme con esos ojos negros tan bonitos que siempre me hacen perderme en ellos.

—¿Te hice daño?

Al escuchar eso, finjo estar herido.

—Sí —digo, sosteniendo mi brazo izquierdo y haciendo una mueca de dolor.

—Perdón, amor, no fue intencional.

—Pero parecía queriendo —me esfuerzo por intensificar la situación.

—Claro que no. Déjame ver tu brazo —alejo mi extremidad antes de que ella pueda tocarlo. Su expresión se vuelve confusa.

—No es necesario, bebé, lo dejaré pasar —ahora caigo en cuenta de que en este brazo es donde esos animales me atacaron. No puedo creer que se me haya pasado por alto; ahora se va a preocupar más de lo debido. Mierda.

Además, todavía está sanando; debo asegurarme de que no se entere de nada. Mi tío se va a enojar por las muchas llamadas que me dejó para hacer la curación. Bueno, luego le explicaré por qué no he podido atenderlo. He estado muy ocupado toda la tarde lidiando con el demonio de Saúl.

—¿Por qué no me dejas revisarlo? Me preocupa que haya empeorado por mi culpa. Aún no puedo olvidar que te lastimaste en el brazo, ¿estás seguro de que fue un cuchillo el que te dejó esa herida cubierta por la venda? Quiero ver qué tan grande es el corte—Intenta agarrarme el brazo de nuevo, pero lo aparto rápidamente.

—Está todo bien, no te pongas así. Solo estaba bromeando—me acerco a su rostro, alzando las cejas en tono burlón. Su boca se abre en señal de indignación y desvía la mirada.

—Me has engañado, Idier, eres un mentiroso—Se levanta frustrada y me da la espalda, lo que me lleva a ponerme de pie y colocar mis manos en su cintura.

—Qué hermosa te ves cuando te enojas —le susurro al oído, y ella se vuelve a mirarme.

—¿Cómo pudiste? De verdad me preocupé.

Me gusta que se preocupe por mí; quién lo diría. Luli, una chica caprichosa y malcriada... ¿dónde quedó? Ahora estoy con una extraña que tiene un corazón de oro. Dibujo una sonrisa y la atraigo hacia mi pecho.

—Perdón, bebé, no volveré a hacerlo. Ahora volvamos a nuestra conversación; estábamos tan a gusto hasta que tu amiga lo arruinó sin previo aviso.

—Es cierto, nuestra conversación —me agarra del brazo izquierdo—. Vamos hacia allá —señala un rincón con el dedo.

Comenzamos a caminar de la mano, escuchando el suave sonido de las olas en la playa y sintiendo la brisa del viento. La luna está en cuarto creciente y varias estrellas brillan en el cielo azul intenso; el ambiente es tranquilo. Luli evita que el agua le toque las piernas mientras caminamos cerca el uno del otro. No sé qué piensa que está haciendo.

—¿Qué te pasa?

—El agua está fría y estoy descalza.

—Ven, déjame cargar contigo; no quiero que te enfermes—Ella sonríe y se lanza sobre mí con fuerza, haciendo que ambos caigamos al suelo. A veces es tan infantil. Me levanto, un poco molesto.

—¿Estás bien, bebé? —la ayudo a levantarse.

—Sí, pero no me sujetaste bien; si lo hubieras hecho, esto no habría pasado —ahora parece que yo soy el culpable de su brusquedad. Ruedo los ojos y la levanto en mis brazos como si fuera mi perla más preciada.

—Mi cazador, todo un caballero—me pierdo en sus ojos y veo su sonrisa; me dan ganas de besarla, pero debo contenerme. Ahora estoy caminando con ella apoyada en mi pecho. Al llegar al rincón que mencionó, la acomodo para que se siente y me coloco a su lado. Ella apoya su cabeza en mis piernas y empiezo a acariciar su suave melena, disfrutando del momento.


No podía dejar de abrazarlo, la desesperación me inundaba; siempre supe que algo iba a salir mal y no soportaría perderlo. Siento las miradas de todos a mi alrededor, pero no me importa; nadie comprende mi sufrimiento. Ese miserable que causó el accidente se fue pitando, tan cobarde y cruel.

—Bella, déjanos llevarlo al hospital —me dice Hugo, pero no me suelto de Íker. No quiero ni pensar que ha muerto. No lo soportaría—. Escúchame por favor —dejo de abrazarlo y miro a Hugo con desprecio. Sin previo aviso, sus hombres lo apartan de mis brazos y lo colocan en una camilla. Me levanto para seguirlos, pero Hugo me agarra del brazo.

—No puedes ir con ellos; ven conmigo en el auto.

—¿Por qué no puedo ir con ellos? ¿Qué piensas hacer con él?

Lo miro con rabia y recuerdo la golpiza que le dio a Íker antes de perder la memoria.

—¡Tú quieres acabar con él! ¿Verdad?

Lo empujo con todas mis fuerzas, y él me mira confundido.

—Bella, por favor, cálmate. No sé qué les hice a ambos, pero ya no soy la misma persona que conociste; solo quiero ayudarlo.

—Tu cambio repentino me asusta.

Nos quedamos en silencio un momento hasta que rompo el hielo.

—Solo llévame con él, por favor —le pido, casi entre sollozos por tanto llorar.

—Está bien.

Él me mira, indicándome que lo siga. Suspiro un instante y lo sigo hasta su auto negro. Uno de esos tipos nos abre la puerta, y Hugo se comporta como un caballero, ofreciéndome el paso. Pongo los ojos en blanco y subo a su maldito coche. No tengo tiempo para analizar su actitud; mi mente está completamente enfocada en Íker.

Los recuerdos del accidente invaden mi mente, y eso hace que las lágrimas vuelvan a brotar. Ese monstruo intentó matarlo en la cancha sin importar que todos fuéramos testigos; es un criminal y debería estar tras las rejas.

—Ey, calma, tu novio no se va a morir.

—No quiero oírte, infeliz. Él... él...

Mis llantos se intensifican, y de repente siento el cálido toque de las manos de Hugo sobre las mías. Con un movimiento brusco, lo aparto.

—No necesito tu consuelo —mi mirada se fija en la ventanilla, donde el cielo parece amenazar con llover. La noche ya es lo suficientemente horrible como para empeorarla. Hemos estado en este maldito coche durante mucho tiempo y no veo señales de que lleguemos pronto. Más le vale no engañarme, o lo mataré en ese instante.

—¿Cuándo vamos a llegar al maldito hospital?

—Tranquila, Bella, ya estamos en camino.

—Te pasas pidiéndome que me calme sin ofrecerme nada que realmente lo haga —mi desesperación me altera aún más; noto su sorpresa al ver mi reacción.

—Hemos llegado —anuncia finalmente el maldito chófer o lo que sea que sea. Desabrocho el cinturón y trato de abrir la puerta, pero está cerrada.

—Déjame salir ahora mismo —lo miro con furia.

—No puedes llegar a la clínica con ese carácter, o te echarán. Déjame ayudarte, te prometo que podrás verlo —intento calmar mi respiración, pero las palabras se me atragantan.

—Hugo, tiene una llamada —el chófer le pasa el celular. Él lo toma y se lo coloca en la oreja. Lo observo mientras asiente, escuchando a la persona al otro lado de la línea, yo tratando de reunir las fuerzas para hablar, pero no puedo. Cuando termina la llamada, me mira a los ojos.

—Acaban de informarme que está bien.

Una chispa de alegría me recorre.

—Quiero verlo, déjame salir ya.

—Está bien. Pero prométeme que te calmarás —asiento solo para que me permita verlo.

—Desbloquea las puertas —le ordena al tipo que conduce. Este obedece y, tras un momento, bajo del auto. Casi me desmayo al darme cuenta de que estamos en una clínica alejada de la ciudad; la atmósfera es aterradora. Es que todo me asusta.

—¿Vamos?

Hugo me saca de mi ensueño, y en ese momento lo sigo, con dos tipos detrás de nosotros. Me da miedo esa sensación, pero solo me concentro en ver a mi novio. Llegamos a una sala de recepción; el lugar es blanco, como la mayoría de las clínicas, pero este es amplio y elegante, debe ser privado y seguramente les pertenece. Algunas enfermeras pasan junto a nosotros.

—El doctor vendrá a informarnos sobre su estado, siéntate.

—¿Qué? Dijiste que estaba fuera de peligro.

—Así es, pero aún lo están atendiendo. Debes entenderlo, Bella; lo importante es que no ha muerto.

Siento que no podré soportar más; estoy al borde de la locura. Antes de que me altere, me siento en el sillón que tengo cerca y coloco mis manos sobre la cabeza.

—Voy a buscar café, no tardo.

No le presto atención; estoy demasiado enfadada y solo quiero evitar un escándalo por no dejarme ver a mi novio.

Luli me reveló que su vida no es como yo la imagino. Desde pequeña, ha mantenido una sonrisa a pesar de las circunstancias difíciles que enfrentaba. La relación con sus padres ha dejado una profunda huella en su comportamiento; siempre se sintió sola y aislada. Sus padres no la comprendían, estaban demasiado enfocados en su trabajo.

Cuando su padre no estaba en casa, su madre la trataba mal. La comparaba constantemente con otra niña, diciendo que prefería a esa pequeña en lugar de a su propia hija. Esa niña siempre se metía con Luli, le hacía daño y ella no podía defenderse. Su madre lo sabía y nunca la protegía. Puedo imaginar el dolor que eso causó; esa mujer es un verdadero monstruo. Siento una profunda tristeza por Luli y todo lo que tuvo que soportar en su infancia.

Cada vez que lloraba, la castigaban. Un día, su padre notó que algo le pasaba. Solo tenía seis años y le costaba hablar; él detestaba a los niños miedosos. La instó a ser fuerte y a aprender a defenderse de cualquier cosa que le hiciera daño cuando él no estuviera en casa.

Eso fue lo que hizo, pero solo empeoró las cosas: se vengó de la niña que la molestaba y terminó lastimada físicamente. De hecho, hubo una pelea muy intensa entre sus padres. Sin ninguna explicación, su madre abandonó el hogar, y todo fue por culpa de Luli. Nunca ha logrado superar ese dolor. Encontró refugio en la nana que su padre le consiguió, quien la aceptaba tal como era. Eso elevó su autoestima y la ayudó a sentirse más segura para relacionarse con los demás.

Luli conoció a Hugo cuando apenas tenía catorce años. Ese chico infeliz le enseñó muchas cosas que ni siquiera sabía que existían; ya puedo imaginarme cuáles. Me molesta cuando habla de Hugo como si fuera una buena persona o un buen compañero, pero me lo guardo. Cuando él la engañó, Luli se dio cuenta de que no podía confiar en nadie más, ya que todos los que ama terminan decepcionándola. A partir de ahí, comenzó a cambiar y a pensar más en sí misma y en su propio bienestar.

A pesar de la infidelidad de Hugo, Luli continuó con él. Le costó mucho alejarse por completo, especialmente por su padre y la relación que había con la familia de ese tipo. La farsa de su relación continuó hasta que apareció mi hermano. En ese momento, me sentí un poco tenso; cualquier cosa podría suceder.

—Ludmila y su novio eran muy felices; siempre estaba presumiendo su relación perfecta. Yo solo quería encontrar la forma de escaparme de Hugo.

Ella se detiene y eso me enfurece.

—¿Dime que no te metiste con Idiomar solo para vengarte de él?

La mirada que me lanza lo dice todo.

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