Capítulo 34
Al llegar, Íker se topa con una multitud que observa la pelea con entusiasmo. Comienza a empujar a la gente para detener el enfrentamiento, ya que nadie parece dispuesto a separarlas. Muchos están animando a las chicas para que se sigan golpeando, y algunos graban el momento con sus teléfonos. Íker agarra a Bella con fuerza y la aleja de su rival, pero ella se resiste, visiblemente molesta. Mientras tanto, Ludmila intenta avanzar para continuar la pelea, pero los amigos de Íker la sujetan y la llevan a otro lado de la cancha.
Nuestro chico sostiene a su amada al darse cuenta de que ella quiere ir tras su oponente.
—¡¿Qué estás haciendo?!—le grita Bella, bastante irritada. Su aspecto es desastrozo: el cabello revuelto y una herida en la mejilla causada por las afiladas uñas de su adversaria. Íker la baja suavemente y ella aparta la mirada, claramente enojada y respirando con dificultad.
—¡Dios mío! Cariño, mira cómo te ves—la observa detenidamente—. Ella está peor que yo—sonríe al recordar cómo dejó una marca en el cuello de Ludmila.
—Eso no es motivo para alegrarse; mira tu cara, necesito curarte esa herida—la toma del brazo y juntos se dirigen al auto en busca del botiquín.
Luli abre los ojos lentamente, confundida y sin recordar lo que sucedió. Al darse cuenta de dónde está, su sorpresa es evidente en su rostro. Se acomoda en el asiento del vehículo donde había estado dormida; el sonido de las olas del mar la hace asomarse por la ventana. Por un momento, le vienen a la mente los recuerdos del hotel.
«Ese chico me trajo aquí, ¿quién será? No vi su cara.»
Se baja del auto un poco mareada, tratando de localizar quien la trajo. En su interior siente que todo podría ser una broma orquestada por su novio, pero también tiene dudas. A pesar del miedo, la curiosidad le impulsa a arriesgarse para descubrir quién está detrás de todo esto.
A lo lejos ve al chico que busca; está de espaldas, mirando hacia el mar. La brisa fría acaricia su piel delicada y su vestido sin mangas no ayuda a mitigar el frío. Se acerca lentamente a su oponente; esta vez no lleva gorra, sino una capucha negra, parado como un modelo disfrutando del ambiente nocturno.
—No esperaba que fueras tan dormilona —comenta el chico, sin apartar la vista del mar.
Al escuchar su voz, Luli se enfurece y le da un golpe en el hombro.
—Eres un maldito —responde, mientras lo golpea con molestia, pero él la observa con tranquilidad. Al notar su actitud provocadora, Luli decide aumentar la intensidad de sus golpes, pero él se mueve rápidamente, anticipándose a sus intenciones.
La agarra y la acerca a su pecho con firmeza, evitando que se ponga violenta.
—Eres muy rebelde, bebé. ¿No te alegra verme? Yo sí. Mira el mar, eso te ayudará a calmarte un poco.
—Me has secuestrado, Idier. Mi padre debe estar buscándome en este instante. ¿Sabes lo que eso significa?
—Que podría terminar en prisión por haber raptado a su hija —dice con una sonrisa irónica—. Eso es lo más emocionante —susurra al oído de ella, provocándole un escalofrío.
—Me estás asustando, ¿quién eres? —se gira para encontrar esos ojos azules que brillan en la oscuridad.
—¿Tienes miedo? —hay tres segundos de silencio entre ellos.
—No sé a quién crees que le hablas, amor. Al contrario, esto es increíblemente emocionante cuando se trata de ti—Su tono coqueto provoca una carcajada en Idier. Ella solo puede disfrutar de su risa.
—Me encanta hacerte reír, no tienes idea de cuánto —se miran durante un buen rato, llenos de sentimientos confusos.
Idier se acerca más, rozando sus frentes.
—Estás hermosa —dice él, y al escuchar esas palabras de su novio, ella sonríe y lo mira a los ojos—. Vamos a sentarnos y disfrutar de las olas de cerca —le toma del brazo y se acomodan en la arena.
Idier la envuelve con sus brazos de manera romántica. El sonido del mar y el brillo de la luna llena crean una atmósfera mágica que ambos anhelaban. Se quedan en silencio, disfrutando de la melodía de las olas hasta que Idier decide romper el silencio.
—¿Cómo te sientes, bebé? —acaricia suavemente su cabello—. Bien, porque estoy contigo —responde Luli, mientras él esboza una sonrisa.
—Yo también. Sabes... —Ella lo mira a los ojos azules, esperando lo que va a decir.
—Quiero conocer todo sobre ti, desde el momento en que naciste. Si puedes comenzar desde ahí, estoy listo para escucharte; la noche es nuestra—. Mi vida ha sido tan aburrida, ¿cómo te voy a contar eso? —juega con sus dedos sin mirarlo.
Idier la levanta la barbilla para que lo mire—. No me importa; todo lo que venga de ti me parece fascinante —su voz profunda hace que el corazón de Luli se acelere.
«¿Qué me está pasando? Siento cosas extrañas dentro de mí, no sé qué sentimiento es este», piensa ella para sí misma.
—¿Hoy es la noche para confesiones?
—. Así es, bebé. No tengas miedo de abrirte; no usaré nada de eso en tu contra. Pero recuerda que la honestidad debe comenzar ahora si queremos que nuestra relación funcione.
—Me parece bien; así también conoceré tus secretos ocultos tras esos ojos misteriosos.
—Bueno, si eso es lo que ves, no puedo hacer nada al respecto.
Mientras tanto, Íker y Bella están en el auto. Él atiende su herida con cuidado, tratando de no lastimarla. Ella tiene los ojos cerrados, esperando a que termine. Con calma le coloca una tirita en la mejilla y al hacerlo suelta un suspiro de alivio.
—Listo—afirma Íker, y al escucharle, Bella se toca la mejilla—. No quiero que vuelvan a pelearse; las chicas deben llevarse bien, por el amor de Dios. La violencia no resuelve nada—es la primera vez que lo ve tan serio y no sabe cómo reaccionar.
—No estoy seguro de poder dejarte sola. Prométeme que no irás tras ella cuando empiece mi carrera—la mira a los ojos, esperando su respuesta. Bella se siente en un mar de dudas; todavía está furiosa porque Ludmila la tocó—. Por favor, prométemelo—él le toma las manos con ternura—. Te lo prometo—responde ella, y él sonríe al escucharla. Le da un beso en la frente e intenta salir del coche, pero Bella lo agarra del brazo, deteniéndolo.
Íker, al percibir su gesto, la mira desconcertado. En ese instante, ella lo besa; él se deja llevar al sentir sus labios sobre los suyos. Se entregan al momento, besándose despacio y disfrutando de la conexión.
—¡Íker, ya va a empezar la carrera!
Al oír la voz de uno de sus amigos desde afuera, se separa de Bella.
—Lo siento, cariño, tengo que irme. No es necesario que salgas del auto; descansa.
—Pero quiero salir para animarte.
—¿Estás segura?
—Sí, no quiero perderme tu competencia por nada del mundo.
—Está bien, vamos.
Bajan del auto juntos y se dirigen hacia la multitud. El ambiente es palpable; cada persona está en su puesto habitual, y ya han comenzado las apuestas. Cada equipo lleva un pañuelo que indica su color: el de Íker es verde y el de su rival es negro. Aún no ha visto el rostro de su oponente.
En medio del bullicio, la música resuena en el aire, creando una atmósfera vibrante.
Hugo llega al lugar, el cristal de su coche permite vislumbrar la escena. Observa a cada persona en sus quehaceres, concentrados en lo que va a suceder. Uno de sus hombres abre la puerta para él, y sin prisa, baja como cualquier persona normal, acercándose al sitio donde se desarrollará la competencia que tanto desea presenciar.
Algunos notan su llegada, pero Íker y Bella están tan absortos en su cariño que no se percatan de su presencia, disfrutando de un momento íntimo cerca del auto que usarán para la carrera.
Los hombres de Hugo le explican todo lo que necesita saber debido a su amnesia; es parte de su tratamiento para ayudarle a recuperar recuerdos importantes.
Su mirada se detiene al ver a Bella entre los brazos de Íker.
«La chica que decía que sería mía tiene novio, y mira quién es».
Aprieta los codos mientras observa cómo se besan.
—¡Hugo!, ¿tú aquí? —le pregunta una de sus amantes, cuya cara no logra recordar.
—¿Y tú quién eres? —responde él con sorpresa.
La chica abre los ojos, atónita al escuchar eso. Su escolta le susurra al oído para aclararle la situación. Hugo se sorprende al darse cuenta de que esa desconocida es una más con la que solía salir.
—Lo siento, linda, ahora no—responde con desdén.
—He oído que tienes problemas de memoria, lo cual explica tu nuevo comportamiento. Pero no te preocupes, estoy aquí para ayudarte a recordar —acaricia su cabello mientras lo mira con picardía.
Hugo se inclina hacia el oído de su escolta y le susurra algunas cosas. Ella, sonriendo y esperando que la lleve a un hotel, se sorprende cuando el hombre al lado de Hugo la empuja violentamente. Sus protestas son evidentes, pero él no les presta atención. Su mirada regresa a la pareja, tratando de recordar quién era esa chica para él; está tan confundido que necesita respuestas.
De repente, suena la señal de inicio y aparece el competidor de Íker, un tipo que impone respeto. Su cuerpo está cubierto de tatuajes de animales, como serpientes y aves oscuras, además de un inquietante ojo grabado en la frente. El individuo empieza a inspeccionar el lugar en busca de su oponente.
Íker aún no se da cuenta de su presencia; está demasiado ocupado conversando con su novia. El extraño se acerca a ellos, y Bella lo ve primero, su expresión cambia instantáneamente a una mezcla de terror. Él nota el cambio en su rostro y se gira, encontrándose con aquel hombre vestido completamente de negro, calvo y con varios piercings en la lengua.
—Te voy a aplastar en la pista; espero que sepas manejar como es debido, esquelético.
La sorpresa se dibuja en el rostro de Íker al escuchar esas palabras salir de esa bestia.
—Si te gano, me follaré a tu chica justo enfrente de ti —su risa es burlona y llena de satisfacción.
Bella tiembla del miedo, aferrándose con fuerza al brazo derecho de su querido.
—No te sientas victorioso aún, robusto; así hablan los que están destinados a perder —responde Íker con determinación, haciendo que el rival frunza el ceño.
—¡ES HORA DE QUE NUESTROS ANFITRIONES NOS MUESTREN SU VERDADERO POTENCIAL!
La voz del organizador capta su atención.
—Veremos qué eres capaz de hacer, huesudo.
Les lanza una mirada hostil antes de subirse a su auto.
—No me gusta nada ese tipo; no quiero que compitas, por favor, Íker, podrías estar en peligro —el pánico la invade.
—Cálmate, cariño, no dejaré que se salga con la suya. Solo deséame suerte —ella lo besa brevemente, como si presintiera que algo malo podría suceder. Después, siente su distancia y un profundo sentimiento de culpa la consume, una carga que le resulta insoportable.
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