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Capítulo 3


—¿Qué dijiste?

Idier se pregunta a qué estará jugando con esa actitud.

—Yo no repito las cosas dos veces —le responde con descaro.

Alza una ceja, fastidiado con la respuesta.

—Joven, ¿también quiere el mismo modelo de helado que su novia? —pregunta la encargada de la heladería.

«Solo eso me faltaba oír».

—Gracias por preguntar, pero no voy a querer; mejor tráigame agua. Ah, otra cosa: ella no es mi novia.

La encargada se cubre rápidamente la boca, sorprendida por haber metido la pata. Luli lo mira con indiferencia.

—Disculpen por mi imprudencia; ahora le consigo el agua —se aleja apenada.

Luli no dice nada por un rato; está jugando con su helado, como si ya no quisiera seguir disfrutando de él.

—¿Qué quisiste decir con la expresión "bienvenido al infierno"? ¿Acaso el instituto está maldito? —le lanza una mirada cautivadora, sonriendo al mismo tiempo.

—¿Por qué? ¿Acaso te asusté al decir eso? —se burla de él como si tuviera algo de gracia.

«Esa loca».

—Eres muy extraña. Mejor aclárame lo que sucedió en la sala vacía como para quedar en el estado que estaba.

—Qué curioso. No suelo dar información a los nuevos estudiantes a menos que tengamos una conexión especial.

—¿Nunca has tenido un amigo?

—No.

—Yo puedo ser el primero.

Luli dibuja una sonrisa al respecto.

—Estoy algo perdido en la ciudad y me gustaría tener relaciones para entender cómo funciona el instituto. Eso si no te importa ayudarme en algunas cosas.

—Claro, y depende mucho —comienza a probar la crema con la cuchara, picando un ojo a Idier.

Él se da cuenta de sus intenciones y lo pasa por alto.

—Si vamos a ser amigos, a un lado los coqueteos, Luli.

—Tienes una mentalidad bastante avariada; yo sé que te gusto. Aunque intentes cubrirlo con esa cara seria que traes.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Tu constante atención hacia mí en clase sugiere que hay algo más que una amistad, aunque ahora lo estés ocultando.

—Fijarse en alguien no implica necesariamente que haya un interés romántico. Tú lo interpretaste de la manera que más te conviene. Las "niñas" del instituto no son mi tipo; para que lo entiendas, tú no encajas en mis preferencias.

Luli se siente dolida al escuchar esas palabras.

—¿Estás rechazándome de manera sutil?

—Exactamente, no lo tomes a mal.

—Tu honestidad es admirable. Eso me hace sentir aún más atraída hacia ti.

Idier se da cuenta de que la chica no está dispuesta a rendirse, ignorando las barreras que él intenta establecer al no cruzar esa línea.

Con una sonrisa traviesa, saborea su helado de manera provocativa, sin apartar la vista de sus ojos azules.

—¿Podemos tener una conversación en la que no intentes coquetear conmigo? —pregunta Idier.

—Sí, pero tendrás que descubrir ese código por ti mismo.

Idier gira el cuello, tratando de entender a esta chica tan impredecible. Sin embargo, en un momento de distracción, ella se coloca frente a él con la crema de chocolate manchando sus labios rosados. Él queda paralizado, sin anticipar su cercanía; el perfume DIVAIN-106, inspirado en el icónico Chanel Nº5, es una fragancia clásica y elegante que lo envuelve en una explosión floral, con un toque único de misterio que invade sus sentidos y nubla su visión.

Sin previo aviso, Luli une sus labios a los de él. Con un roce delicado, él se deja llevar por el momento; ambos se besan con ternura. Idier, al intentar intensificar la conexión, siente que ella se aleja, dejándolo con ganas.

—Creo que los hechos muestran una perspectiva completamente diferente —insinúa de manera coqueta, mientras Idier se molesta por el truco que ha utilizado.

—Lograste lo que buscabas, ¿estás satisfecha?

—No, no estaré contenta hasta que admitas que te mueres por mí.

Idier suelta una risita al escuchar esa afirmación; desde luego, no iba a darle el gusto de confesarlo.

—Disculpen la interrupción —interviene la encargada, dejando dos botellas de agua sobre la mesa. Al distraerse con el chisme, se da un golpe accidental en la pierna con la mesa. Se disculpa rápidamente y se retira.

Luli regresa a su asiento, todavía sonriendo.

—¿Qué tal si buscamos un lugar más íntimo? Solo lo propongo para suavizar un poco el ambiente.

—Aún es muy pronto para eso. Solo actúo cuando yo lo decido.

—¿Y se puede saber quién te crees que eres?

—Tu futura esposa.

—Al parecer ya te encaprichaste conmigo. Mejor no sigas por ese camino, sino te puede ir mal.

—Eso está por verse —su seguridad impresiona a Idier.

Ella se levanta de la silla agarrando su bolso. Idier mira la hora en su reloj y entonces se desplaza al recordar que tiene que estar en la cancha desde hace rato.

Luli se para enfrente de él y se da cuenta de que es más alto que ella.

—¿También ya te vas? —le pregunta.

—Por lo visto.

—¿A dónde? Si no conoces la ciudad.

—¿Entonces conoces la cancha donde se realizan carreras clandestinas?

—Así es. Acabas de llegar ¿y ya te metes en esos eventos peligrosos?

—Si quieres saber, obviamente me tendrás que dar la información que quiero, amiga. Así los dos ganamos.

—¿Es un negocio?

—Como quieras verlo, Luli.

—Ya veremos si acepto esa negociación. Por ahora no lo considero. Pero sí me iré contigo solo por ver a una amiga, no porque me gusten esos lugares.

—Suena más como escusa.

—Ajá, no puedo perderme la salida al lado de mi conquista —lo sostiene del brazo, Idier negando con la cabeza.

Los dos salen de la heladería y se paran en la acera esperando un taxi.

..............

Bella se encuentra en las gradas del campo intentando localizar a una persona en especial.

—¿Sabe Luli la razón por la que realmente estás aquí? —le habla Ludmila a la que considera odiosa.

—¿Qué es lo que quieres ahora, maldita?

—No es obvio; recordarte lo falsa que eres. Me pregunto: ¿hasta cuándo seguirás así? Estoy ansiosa por ver el día en que tu secretito salga a la luz.

—Sabes que no eres la más adecuada para opinar sobre eso.

—¿Lo dices por Idiomar? —sonríe de forma sarcástica—. Todo el mundo sabe que estoy en su lugar favorito, a diferencia de otras —y se va al lado de Hugo.

«Maldita perra».

Intenta controlar su ira y no atacarla, pero le resulta imposible. Al intentar acercarse, ve a Luli acompañada del chico nuevo de la clase.

—Estoy soñando, no puede ser.

Molesta, se dirige a ellos.

Idier, junto a Luli, visualizan el ambiente ruidoso de los autos en funcionamiento.

—Tengo sed.

—¿Ahora soy tu esclavo? —la mira a los ojos, curioso.

—No te estoy dando órdenes, pero si quieres verlo así...

Desvía la mirada y se centra en una tienda donde sirven refrescos.

—El encargado también está bueno. Iré por allí —menciona con tono provocativo e intenta acercarse al chico rubio hasta que Idier la sujeta del brazo. Ella lo mira sorprendida.

—Mejor voy por los refrescos —comunica con tono autoritario, dejando a Luli helada.

—Luli, ¿qué significa eso? —expresa Bella al acercarse.

—¿De qué hablas?

—No estabas interesada en venir cuando yo te lo propuse. ¿Qué te hizo cambiar de opinión y aceptar ir con alguien que apenas conoces?—se cruza de brazos, enojada.

En ese mismo instante, Luli lo mira; él se percata de su mirada y responde con la misma acción. Ella no entiende qué le pasa con él.

—¡Me estás ignorando!

—Solo me trajo para verte a ti; lo demás es otro caso.

—¿En serio? —pregunta Bella, sorprendida.

—Por ahora, lo considero mi amigo —comenta Luli con cierta osadía.

—¿Sabes lo que estás diciendo con esa palabra? Si Hugo lo ve contigo, ya...

—Él ya no es mi novio; no tiene razón para entrometerse en mis asuntos —logra decir antes de que suelte lo que no quiere escuchar.

—Como sea, ten cuidado con ese chico. Mira nada más cómo te desnuda con la mirada; no me cae bien. Además, no permitiré que te aparte de mí —se queja Bella, cruzada de brazos.

—No te alteres, ¿quieres? Se está acercando.

—Aquí tienes —Idier le entrega a Luli un jugo de fresa.

De forma repentina, Bella y él se lanzan miradas incómodas.

—Disculpen, no me había dado cuenta de que tenías compañía. ¿Quieres algo para beber?

—No hace falta, pero gracias. No tengo ganas de nada por ahora. Disfruten ustedes; creo que lo van a necesitar —responde Bella, algo molesta.

—Bueno, creo que no nos conocemos personalmente. Soy Idier, ¿y con quién tengo el gusto?

—Bella —lanza la palabra con desdén.

—Es un placer conocerte; recuerdo haber oído de ti. Pero no supuse que se tratara de la misma persona.

—En serio... ¿Puedo saber por dónde escuchaste de mí? —acomoda las manos en la cintura.

—De un amigo —dice Idier, ignorando la actitud de la amiga de Luli.

En ese momento llega Íker

—Brother llegaste, qué bueno —al darse cuenta de la presencia de Luli y Bella deja de hablar.

—Veo claramente por dónde salió —logra afirmar Bella, dirigiendo una mirada desafiante a Íker.

—Disculpen, chicas, regreso en unos minutos.

Avisa Idier y se aleja con Íker.

—¿Qué acabo de ver? ¿Ya le hablaste de mí?

—No del todo, pero lo haré. Eso te lo aseguro.

—Eres el mejor, brother —lo nota ilusionado por su respuesta.

—Oye, quiero pedirte un favor.

—Dime...

—Si vas a competir, quiero ir en tu lugar.

Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que lo hizo. Idiomar, si le gustaba más ese ambiente peligroso que a Idier, podría ser oportuno acercarse a él para entender el motivo de su inicio. Luli está en esa búsqueda y confía en obtener respuestas que le permitan descubrir la verdad.

—¿Qué...? ¿Acaso sabes lo que estás diciendo?

Su cara de preocupación es notable.

—No voy a permitir que te metas en eso; puede ser peligroso y eres nuevo aquí. No tienes idea del infierno que se vive en una competencia de esas; hay de todo, y cuando digo "de todo", es pura adversidad —habla Íker, angustiado.

—Ya hice eso antes. Solo que no conozco bien el funcionamiento de aquí, pero podré superarlo. Confía en mí. Nada va a pasar si piensas que todo saldrá bien.

—Estás loco. No me perdonaría si te pasara algo; esos tipos son muy peligrosos. Pero como dijiste que ya lo hiciste antes...

Se lo piensa un rato y le mira dudoso.

—Pensándolo bien... —se queda callado.

—¿Estás de acuerdo entonces?

—Vamos a decir que sí; solo ten cuidado. Voy a hablar con el organizador —y se retira.

Idier llega con las chicas.

—Luli, quiero proponerte algo.

—Dime.

—Es una apuesta...

—¡¿Es una broma?! —Bella abre los ojos de la impresión.

—¿De qué va? —pregunta Luli, ignorando a su amiga.

—Ganar o perder.

—Interesante —expresa con una mirada penetrante que lo pone nervioso, mientras él intenta no ser observado por ella.

—No me digas que vas a jugar a eso, Luli —algo que no le parece gracioso a la amiga.

—¿Por qué no? Suena emocionante. Dime... ¿de qué se trata?

Bella niega con la cabeza sin poder creerlo.

—Si gano la carrera, te exigiré lo que desee; pero si pierdo, tú tendrás libertad de hacer lo que quieras conmigo. Y tienes que cumplir con la apuesta, pase lo que pase. ¿Te parece bien?

—Exacto —sonríe con un aire de picardía—. La situación se está volviendo interesante, y eso me divierte —se aproxima a él, casi con la intención de besarlo—. Esa es una excelente negociación, Idier.

Él se da cuenta de que es la primera vez que lo llama por su nombre. Su cercanía lo debilita; atraído por el aroma de su perfume, la toma de la cintura y eleva su barbilla.

—No hay lugar para el coqueteo prematuro —la dice, sin apartar la vista del brillo de sus ojos oscuros.

Luli esboza una sonrisa y se aleja; al volverse, su cabello cae sin querer sobre la cara de Idier. Él se molesta e intenta seguirla, pero ella se oculta detrás de su amiga, riéndose de la expresión que tiene.

—Qué demonios...

—Amigo, ya va a comenzar la carrera; ven conmigo —dice Íker, pero...

Su mirada se aferra a ella, recordando lo mal que le hizo sentir. Mueve el cuello con frustración y le sonríe como si nada hubiera pasado.

«Malvada, sí que eres mala Luli; te lo juro que esto no se quedará así».

Íker lo conduce al coche y le habla sobre las reglas, pero él no está prestando atención, debido a Luli. Esa chica realmente lo estaba irritando.

—¿Me estás escuchando? —Íker lo interroga al verlo perdido.

—Te escucho.

—Mierda —suelta aterrorizado.

Su mirada se dirige hacia una dirección específica, con una expresión que denota gran preocupación. Esto confunde a Idier y, al mismo tiempo, lo intriga.

Al volver la mirada hacia esa zona, se percata de la presencia del tal Hugo.

—¿Con él voy a competir?

—Eso no pinta bien; él siempre gana, nunca he podido vencerlo. Ten cuidado, en las vías puede haber muchas trampas. A esos no les gusta que les desafíen. Y tú acabas de hacerlo...

—No entiendo...

—Te metiste con Luli; te olvidaste de que te lo advertí. Hugo no está muy contento, que digamos. Bueno, ni modo, rezaré por ti.

—¿Qué tanto miedo le tienes a esos tipos? No pasará nada, te lo prometo.

De pronto, informan sobre la posible salida. Idier se sube al auto con rapidez, al igual que el tal Hugo.

Después, se enfoca en la carrera y percibe humo por doquier. Asoma de nuevo a la ventanilla y observa la mirada helada que le dirige Hugo.

Ahora sí se ha metido en problemas serios; su padre le había advertido que tuviera cuidado, pero para Idier eso solo indica que está comenzando. Está listo para lo que se presente con tal de desenmascarar al asesino en cualquier circunstancia.

Suena la señal de partida y nota cómo su rival empieza a moverse rápidamente con su auto, arrojando humo contaminante.

«¿Qué clase de automóvil tiene? ¿Lo hace intencionadamente o qué? De todos modos, no estoy aquí para perder el tiempo con sus artimañas ridículas.»

—¡Muévete, brother! ¡Ánimo! —escucha gritar a Íker.

El público se encuentra gritando de euforia, mientras los acordes de la música llenan el aire.

Es en ese momento cuando pisa el acelerador, tratando de alcanzar a su oponente.


Hay un ruido ensordecedor, y la carretera se presenta como muy peligrosa; muy diferente a la que frecuentaba en su viejo barrio. Existen diversas trampas a lo largo del camino; su objetivo es superar a su contrincante. No está aquí para ver quién se queda atrás; es evidente que quieren provocar un accidente disfrazado de carrera.

El auto amarillo obstruye el paso del carro negro de Idier mientras intenta desviarlo. No le permite visualizar las curvas, lo que los lleva a una trampa de peligros en la ruta que deben atravesar.

Luli contempla cómo Idier sigue adelante con su vehículo, sorteando los obstáculos que se interpone en su trayecto.

«¿Acaso esos sinvergüenzas quieren que sufra un accidente o qué? ¿En plena vista de todos? ¿De verdad no podías haber optado por otra cosa? Y tenía que ser eso. No lo puedo creer».

—Eso no tiene buen aspecto, Luli, sinceramente —expresa Bella, sacándola de su trance y mordisqueándose las uñas.

—Solo falta una vuelta más; lo soportará—reflexiona y afirma para sí misma.

Todos están poniendo sus fichas en Hugo y unos pocos en Idier. Encuentran divertida la competencia riesgosa.

—Qué diablos, están hechos unos psicópatas. A veces no me comprendo, pero así es la vida.

Una mujer joven se aproxima a Luli. Viste una falda corta, tiene el cuerpo adornado con tatuajes y su sostenedor no cubre bien su busto.

—Confía en Hugo, está claro que él será el que gane —expresa mientras intenta darle lo que sin duda es un voto. Luli se lo quita de manera intempestiva.

Ella lo ve desde el suelo y su atención se fija en la que provocó todo, pero ya está llena de ira.

—¡Qué hiciste, zorra! —chilla con su voz irritante.

Luli le toma del cabello con una mano, empleando toda su fuerza; la chica comienza a gritar, atrayendo la atención de algunas personas cercanas.

—¡¿Qué haces, Luli?! ¡Suéltala! —pide Bella.

—¡Estás loca! —grita la chica.

Luli la empuja y cae al lado de las bebidas. La gente observa la escena con atención, entretenida.

Bella se esfuerza por calmar a todos y solucionar el problema, ganándose la admiración de quienes la rodean.

Ludmila, visiblemente molesta, se aproxima a Luli.

—¡¿Cómo te atreviste?!

—¿Qué es lo que no entiendes sobre acercarte a mí?

—No voy a ignorar lo que acabas de hacerle a una de mis chicas, solo por tu maldito antojo.

—¡Ay, sí, claro, maestra! ¡Lamento haber tocado a tu mejor alumna!

—Lo que haces es inaceptable, Luli —dice mientras frunce el ceño.

—¿Por qué sigues de mosquita muerta? Si las dos sabemos la realidad después de todo. El papel de buena persona y dulce no te queda bien —añade, mirándola mal.

Ludmila la mira con una ferocidad en sus ojos, como si quisiera deshacerse de ella.

—Ya calmé el ambiente, vamos —Bella sostiene el brazo de Luli, alejándola de su compañera.

—No debiste intervenir, ella sola se lo buscó.

—A pesar de tu comportamiento y tu obstinación, sigo siendo tu amiga. Lo hago porque me importa tu bienestar. Y ahí está Ludmila de nuevo.

—Gracias por molestarte, por nada. Y sobre Ludmila, no es un caso para preocuparse.

—Ya capté tu tono sarcástico.

Los autos hacen su entrada en la pista final, y una electrizante tensión envuelve a todos los presentes, llenándolos de euforia.

De repente, una densa nube de humo se dispersa por el aire. La visibilidad se reduce drásticamente; algunos espectadores comienzan a toser sin control, y la atmósfera se siente cargada.

A continuación, un auto veloz cruza la meta. Al intentar identificar al conductor, Luli lo observa descendiendo del vehículo. Una sonrisa brota en su rostro al darse cuenta de que él está en perfecto estado.

Justo cuando se dispone a acercarse, su teléfono comienza a sonar. En la pantalla brilla el nombre: la llamada de  papá.

Sin pensarlo dos veces, ella sale corriendo, alejándose del bullicio para poder contestar de inmediato.

Todos se apresuran a congratular a Idier por su triunfo.

—¡Es mi brother! ¡Se llama Idier, que viva! ¡Vamos, todos, únanse! —exclama Íker con gran entusiasmo.

—¡QUE VIVA IDIER! —GRITA ÍKER.

—¡QUE VIVAAAAAAAA!!!!! —RESPONDEN EN UNÍSONO.

—EL CAMPEÓN IDIER... NUESTRO NUEVO CAMPEÓN. ¡QUE VIVA IDIER!... HA DEMOSTRADO UN VALOR INCREÍBLE, IDIER... IDIER... IDIER... APRENDAMOS DE SU VALENTÍA; HA ENFRENTADO LA TORMENTA Y HA SALIDO VIVOOOOOOOO....
IDIER!... IDIER!... IDIER!... NUESTRO NUEVO CAMPEÓN —CANTAN TODOS, LEVÁNDOLO EN ALTO.

Idier observa cómo algunos hombres parecen molestos, sin perder de vista a Hugo. Su mirada desafiante se fija en él, aunque este parece no darse cuenta.

Pide a esa gente que lo bajen. Pero antes de eso, le entregan un auto rojo como premio por su valentía y una buena suma de dinero. Deja que Íker lo sostenga mientras busca a Luli entre la multitud.

Saca su teléfono para verificar la hora; al extender el brazo, accidentalmente captura una fotografía.

—¿Cómo sucedió eso?

Mientras intenta eliminar la foto, se detiene al escuchar una conversación.

Idier se oculta, observando la escena de las personas que capturó accidentalmente, aunque no puede distinguirlos con claridad.

—Aléjate de mí; tus besos no me son útiles en este momento —empuja a la chica—. Esa vergüenza es imperdonable, y tú tienes parte de la responsabilidad en todo esto. Aún me pregunto: ¿por qué sigues persiguiéndome después de lo que hiciste?

—Todo lo hice por amor a ti; ¿no te das cuenta de que estoy locamente enamorada de ti?

—Pero yo amo a Luli.

«¿Espera, qué?»

Cuando Idier finalmente logra identificar a los protagonistas de esa conversación y comprende por qué mencionan a Luli, se queda paralizado, incapaz de creer lo que está escuchando.

«¿De verdad está sucediendo esto?», se pregunta.

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