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Capítulo 22

«¿Qué le pasa? ¿Por qué está tan irritable? Y me molesta que me ignore, ¿acaso no sabe con quién está tratando? Estos chicos...»

—No sé para qué te digo algo si nunca me haces caso —comenta  mientras sostiene un libro.

—¿Qué te ocurre?

La mirada que me lanza es gélida y me deja perpleja; sin sutilezas, es la peor sensación que he experimentado hoy. ¿Se molestó porque me fui de la cena sin avisarle? O quizás porque lo colgué durante nuestra conversación telefónica.

Intento encontrar una razón, pero...

—Ya estoy comprendiendo tu juego, pero se terminó. No voy a seguir permitiendo que me veas como un idiota. ¿Y todo esto para qué? Si al final regresarás con el desgraciado de tu ex?

¿Cómo puede decir eso? No comprendo de qué está hablando. Estoy completamente desorientada tratando de desentrañar sus palabras.

—No sé de qué hablas —le veo desviar la mirada hacia otro lado y luego hacia mí.

Me toma del brazo y me lleva a rastras por el corredor, ¡¿Uy, pero qué le subió?!

Entramos al baño de chicos, y en ese momento me suelta, mirándome con una expresión extraña. Sus hermosos ojos azules se oscurecen, adquiriendo un matiz frío y aterrador.

«No puede ser...»

«¿Por qué estoy tan inquieta? Ese imbécil y sus celos que dan miedo...»

—¿Es cierto que fuiste a verlo? —su voz grave me hace volver a la realidad, dejándome sin palabras. Jamás había sentido algo así.

El nerviosismo me impide hablar.

—Tu silencio dice mucho. Ahora, vete —intento responderle, pero las palabras no salen.

—¡Te ordeno que te vayas, carajo! —me grita con rabia. Nunca lo había visto así. En un arranque de ira, rompe el espejo del lavabo con su brazo izquierdo, haciendo que los fragmentos de cristal caigan al suelo. Me asusté tanto que salí corriendo como el alma que lleva el diablo.

¿Por qué no supe manejar mi ira frente a ella? La asusté, y seguramente ya no querrá acercarse a mí. ¡Qué desastre! Estoy perdiendo completamente el control. Pensé que había aprendido a dominarlo, y lo dejé salir frente a la persona que menos quería que presenciara esa faceta de mí.

—¿Qué pasó, bro? Acabo de ver a Luli salir de aquí y no se veía nada bien. ¿Qué le hiciste?

Él observa el baño con sorpresa.

—¿Qué ocurrió aquí, en serio? —pregunta de nuevo, visiblemente preocupado.

—Me estoy volviendo loco, y todo por celos; eso no es típico en mí...

Estoy sentado en el suelo, tratando de calmar mi ira y evitar atacar a alguien, especialmente a Íker que está lastimado.

—No estás bien; lo mejor es que te tranquilices. Ahora tenemos clase de física, eso te ayudará a despejar un poco la mente. Espero que reflexiones sobre lo que realmente quieres con ella; no es bueno que se lastimen si en verdad sienten algo el uno por el otro.

—Hoy estás muy sensible, ¿qué te pasa? —le digo en tono burlón.

—No tengo ni idea, quizás estoy madurando, eso podría ser una razón. Bueno... ¡Levántate y vamos! Ese profesor no tiene paciencia con las tardanzas.

Como todos los profesores.

Intento ponerme de pie y él me ofrece su mano con una sonrisa.

—Vamos, bro. Enviaré a uno de mis chicos para que limpie todo este desorden antes de que alguna de las limpiadoras lo vea y se lo cuente al director o al jefe de disciplina. ¡Espera, tu brazo está sangrando! Primero pasemos a la enfermería.

—Estoy bien, el problema es que rompí el espejo.

—Déjamelo a mí; sé cómo manejarlo. Te llevaré a la enfermería y luego me encargo de todo, confía en mí. Soy el mejor en esto.

Salimos del baño con tranquilidad.

«Siento un gran nerviosismo, tratando de evitar encontrarme con Idier. Esa demente tuvo el descaro de decir que soy una excelente actriz, como si ella no lo fuera. No la he visto en la mayoría de las clases, pero si llego a cruzarme con ella, no sé qué podría suceder».

—Estoy buscando a Luli, ¿la has visto?— Hugo interrumpe mis pensamientos. ¿Estoy tan ensimismada en este tema que no noté su presencia?

—No la he visto; en realidad, también estoy intentando localizarla.

—¿Y tú para qué?— Su tono arrogante me resulta irritante, como si eso fuera lo que necesitaba en este momento.

—Cosas de chicas. ¿Y tú por qué la buscas? Si ya no tienen ningún tipo de relación.

—Eso no te concierne, viuda. Dime... ¿La buscas para que te ayude con Idier? ¿Verdad? No intentes negar que no estás interesada en él. Pero entiendo tu desesperación de golfa.

Al escuchar eso, le propino una fuerte bofetada.

—Me respetas, idiota, y no vuelvas a hablar mal de algo que no comprendes en absoluto.

Se ríe, y no puedo creer su desfachatez.

—Esa costumbre que tienes de golpear a los chicos te va a traer problemas algún día, viuda. Lo que digo es cierto, qué pena por ti. Dado que Idier es gay, me pregunto, ¿qué truco vas a usar para que se fije en ti?

—No sabes de lo que hablas —mi voz tiembla.

—Pobre Idiomar, de verdad no sé cómo soportaba estar contigo. No es de extrañar que te engañara con todas las chicas del instituto, sin contar a mi adorada Luli, por supuesto.

—Cállate, Hugo— ese insensible está logrando que me sienta mal.

—Espera... ¿estás llorando? No cambias, sigues siendo tan tonta y llorona como siempre.

—Eres un cretino—le empujo y salgo corriendo tratando de contener las lágrimas.

Mujeres y sus exageraciones, tan poco era para tanto.

—Hugo, el profesor de entrenamiento, quiere hablar contigo por haber faltado a clases—me dice un compañero cuyo nombre ni siquiera conozco; lleva gafas y parece un poco torpe.

—¿Qué tontería es esta? Ese infiltrado ni siquiera sabe a quién está llamando. ¡Qué falta de respeto! ¡Eh, tú, delgaducho! Lleva esa nota a tu maldito profesor.

Le susurro al oído.

—¿Me has entendido, gafas?

Él asiente lentamente y se aleja.

Esos malditos profesores creen que tengo tiempo para aguantar sus aburridas clases. Ellos dependen de nosotros. Solo asisto a las clases cuando realmente me apetece.


Estoy en la ducha. Ese profesor es realmente estricto; es mi primera vez en sus clases y ya me han castigado. Todo por estar un poco distraído, pensando en ella. Esa chica está devorándome por dentro, ya no puedo soportarlo más.

Cuando giro la cabeza, la veo ahí, de pie, mirándome. Un momento... ¿No estoy alucinando, verdad? Me froto los ojos, intentando despejar esta pesadilla de mi mente.

Al volver a mirar, sigue en el mismo sitio. Ahora sí que no estoy soñando. ¿Cuándo entró aquí sin hacer ruido? Definitivamente, es una bruja. ¿En qué momento me perdí por su culpa?

—¿Todavía estás molesto?— se acerca, pero me alejo de ella.

—No te acerques a mí, ya no tengo nada más que discutir contigo —mi enojo es evidente.

—Sí tenemos que hablar. No me dejaste explicarte nada y te pusiste furioso; no pensé que tus celos te llevarían a ser tan explosivo.

—Deberías sentirte satisfecha, has logrado lo que querías. Me atrapaste en tus juegos sucios con ese imbécil de tu ex. No sé qué clase de trato tienen entre ustedes. Solo sé que eres la peor persona que he conocido en mi vida.

—No sé qué te habrá contado el infeliz que estás confundiendo todo. Te prometo que ya no tengo nada con él.

Se acerca y sus ojos reflejan una sinceridad que me desconcierta. ¿Estará diciendo la verdad?

—Me duele que pienses así de mí, en serio...

Ella intenta acercarse, pero me sorprendo al sostener sus brazos.

—Solo podrás tocarme si realmente soy tuyo, y parece que en tu cabeza no hay espacio para eso; solo juegas sin pensar en lo que puede pasar.

—Idier... No dejo que nadie más me toque como tú lo haces. En serio, me gustas y te necesito a mi lado.

Su voz suena tan dulce y su mirada tan inocente. Ella es como un virus que se ha metido en mi mente, y por eso debo aprender a controlarme.

—Sabes que solo somos amigos, ¿verdad?

—Eso puede cambiar; todo lo que hacemos no es algo que solo amigos harían, a menos que haya algo más.

—¿Qué estás tratando de decir?

—Quiero que seas mío y de nadie más, y lo digo en serio—Sus ojos me confunden y me dan ganas de besarla. Me acerco a sus labios, tratando de controlar las ganas de hacerla mía en este momento.

—Quiero escucharlo otra vez —exijo, nuestras frentes unidas con la intensidad de la desesperación.

—Quiero que seas mío, Idier, solo mío —Eso me encanta. En ese instante la beso con desesperación, sin olvidar que el grifo sigue corriendo, mojándonos. Yo estoy desnudo y ella lleva puesto su uniforme. El vapor del agua fría hace que el beso sea aún más adictivo. No sé si lo que estoy haciendo es correcto; esto confunde y duele al mismo tiempo.

Nos separamos por falta de aire.

Ahora es oficial, eres mía—le susurro mientras acerco mi rostro al suyo. Ella intenta besarme otra vez, pero me aparto.

—¿Por qué hiciste eso? Justo dijiste que soy tuya—su enojo es evidente y sus hermosos ojos oscuros empiezan a llenarse de lágrimas. ¿De verdad va a llorar por mi culpa? No lo vi venir. Tal vez solo esté fingiendo; no puedo negarlo, tiene talento para actuar.

—Lo sé, pero eso no significa que haya olvidado todo y que deba aceptarte de nuevo solo cuando a ti te plazca. Basta de fingir con esas lágrimas de cocodrilo, está claro que no son reales.

Me acerco a ella y clavo mi mirada en sus lindos ojos oscuros, ahora llenos de lágrimas. Es un drama demasiado exagerado para mi gusto.

—Eres muy caprichosa; sé que montas todo este teatro para conseguir lo que deseas, pero esta vez las cosas serán diferentes entre nosotros. Necesitas aprender a ser honesta, porque aunque digas que lo eres, tus acciones cuentan otra historia. Ahora déjame solo; necesito reflexionar sobre lo que acabo de hacer al establecer esta conexión contigo.

La veo abrir los ojos con sorpresa; parece que el rechazo no es algo a lo que esté acostumbrada. Bueno, hoy le bajaré un poco ese ego tan elevado. Tal vez así aprenda.

Intenta decir algo, pero se marcha enfadada.

Quizás debí controlar mis palabras. Con su carácter, podría hacer alguna locura. Salgo detrás de ella apresurado, pero no logro encontrarla.

—Joder, amigo, sí que tienes la polla bien grande—escucho una voz mientras miro hacia donde proviene el comentario. Un grupo de chicos en toallas me observa con asombro.

—Tranquilo, no diremos que tu chica vino a verte en la ducha. Aquí todos somos colegas. Pero al menos intenta disimular un poco—me dice un rubio.

Miro hacia abajo y veo que estoy bien colocado; rápidamente me cubro con las manos y entro otra vez en la ducha.

—Ey, bro, ¿estás bien?—me pregunta Íker desde la puerta.

—Todo en orden—respondo tratando de calmar a mi amiguito. No tengo idea de cómo sucedió esto. ¡Carajo!

Voy caminando con calma, buscando a Luli. Ya le di una lección a ese profesor pesado; ya era hora de que entendiera que no estoy para sus tonterías.

De repente, veo a mi querida diosa moviéndose en el salón de baile. Menos mal que está vacío. Ahora la veo golpear la pared con sus manitas, mostrando una fuerza impresionante. ¡Qué carácter tiene! Parece que la escoria ya le hizo de las suyas.

Sé que a Luli no le va el rechazo ni el abandono, así que me alegra saber que Idier se encargó de la situación. No puedo evitar sonreír con un toque de malicia.

Me acerco a ella despacio, y cuando se gira, noto que tiene los ojos rojos. ¿En serio le dolió ese capricho ridículo que montó solo para ponerme celoso?

¡Wow! Está empapada y con uniforme puesto; realmente se ve increíble. Su cabello mojado resalta su sensualidad. Seguro pensó que una ducha podría ayudarla a superar ese golpe de abandono de ese patán sin gracia.

Debería haberme encontrado con ese gusano antes y darle lo que se merece. Ahora me arrepiento. Nunca la había visto así, y eso me enfurece.

—¿Qué pasa, se te complicó el caprichito?—me burlo con una sonrisa.

—Tenías que ser tú —me responde con una mirada llena de rabia. Es obvio que sabe que tengo algo que ver con su dolor.

—Te prometo que no crucé ninguna línea, solo dejé que las cosas fluyeran naturalmente. Vamos, admite que él no era mejor que yo; esa rata te hizo llorar. Yo jamás te haría eso, y lo sabes.

—Tienes serios problemas mentales. ¿De verdad crees que todo gira a tu alrededor? Eres patético.

—Tu reacción suena a la típica de alguien dolido. Es normal que necesites desahogarte conmigo, y estoy aquí para escucharte. Amor mío, basta de hacer el ridículo y ven a mí; sé que en el fondo lo deseas. Y por cierto, me encantó tu pequeño truco. Ya no sabes qué más inventar para atraer mi atención.

Me acerco a ella, su hermoso rostro está lleno de furia y puedo sentir el odio profundo que siente hacia mí. No sé por qué me resulta tan atractivo.

—No te acerques, estás enfermo. Parece que lo que te hice no fue suficiente; sigue así y verás...

Ella intenta alejarse, pero la presiono contra la pared con todas mis fuerzas.

—Tus amenazas no me afectan en lo más mínimo, Luli. No puedo creer que, incluso con los ojos llenos de lágrimas, sigas siendo tan hermosa; tus labios me llaman a devorarlos.

La beso con insistencia. Ella trata de zafarse, pero no puede. Siento cómo me muerde los labios en un momento de rebeldía.

—¡Qué cojones!—exclamo, frustrado. Cuando intenta alejarse de nuevo, la agarro con firmeza. Se esfuerza por empujarme, pero no lo logra. Me sorprende lo fuerte que se ha vuelto. Me escupe al instante.

Cierro los ojos, luchando contra el impulso de castigarla en este instante.

—Vaya, amor, te has vuelto bastante agresiva; y cada día me atraes más.

Se acerca a mí, y de verdad, su cercanía me irrita. Ese cabrón y su maldita obsesión que no deja de crecer. Siento cómo comienza a recorrer mi cuerpo con sus brazos asquerosos. «¡Maldita sea! ¿Por qué no puedo defenderme? Está a punto de violarme».

—Aquí nadie nos verá. Te juro que me harás pagar por cada rechazo que me has dado—me tapa la boca de golpe y empieza a dejar besos por mi cuello. Lo odio tanto que, aunque lo golpeo, ni se inmuta. ¡Maldición!

—Eres tan rebelde y agresiva, mi diosa. Eso solo me excita más—dice mientras pasa su lengua asquerosa por mi oreja.

De repente, alguien le toca el hombro. Al voltear, Hugo recibe un fuerte puñetazo que lo manda directo al suelo.

—Sucio miserable—la voz de Idier resuena aterradora, casi escalofriante. Su mirada se encuentra con la mía y no sé cómo describir lo que siento.

Idier vuelve a Hugo y empieza a golpearlo con una brutalidad inhumana. No le deja ni un segundo para respirar; sigue dándole puñetazos en la cara. Ese desgraciado está cubierto de sangre, y yo solo puedo observar la escena paralizada.

Idier lo arrastra como si fuera un gusano.

—¡Tonto, qué crees que estás haciendo!—la voz de Hugo suena distorsionada.

—¿Te parece poco? Ahora resulta que eres un violador. ¿Así de bajo has caído?—lo golpea brutalmente con su pierna izquierda.

Hugo queda en el suelo, sin fuerzas para levantarse tras la golpiza.

Idier me observa y se acerca a mí. Su preocupación es evidente.

—¿Estás bien, bebé? ¿Qué quieres que haga con él?

—Destrúyelo. No te preocupes, nadie se enterará de lo que pase aquí. Ese desgraciado merece una muerte lenta y dolorosa.

—Está bien. Pero no creo que sea buena idea que lo veas, no quiero que te afecte después de todo esto. Ve a clases.

—Pero quiero verlo. La idea de experimentar su sufrimiento es lo único en lo que puedo pensar ahora.

—Así que... aquí está tu misterioso juguete sexual. Increíble—logra decir Hugo al ver lo que está pasando. Se ríe sin un ápice de gracia, sacudiendo la cabeza.

No deja de mirarme como si lo hubiera decepcionado. Luego su mirada se vuelve hacia Idier, sacude la cabeza por un momento y, de repente, empieza a reírse como si estuviera completamente loco. Su risa resuena en toda la sala y es bastante molesta.

No aguanto más su risa. Así que agarro un bate de hierro de un cartón de utensilios y le doy un fuerte golpe en la cabeza. En ese instante, su pesada cabeza cae inerte al suelo, dejando escapar un líquido espeso y rojizo que se expone ante nuestros ojos.

El olor a sangre invade mis fosas nasales y me provoca náuseas.
Veo cómo Idier observa a Hugo tirado en el suelo, y después nuestras miradas se encuentran. El bate se me cae de las manos y los nervios me consumen. Estoy temblando por el miedo.

Él me sostiene para evitar que me caiga.

—Tranquila, bebé, no hay de qué preocuparse—sostiene mi barbilla para que pueda mirarlo a los ojos.

—Lo maté—logro decir con la voz temblando.

—No digas eso, fue un accidente—me abraza para calmarme.

Mis ojos siguen fijos en Hugo, tirado en el suelo rodeado de sangre, mientras Idier acaricia mi espalda.

—Escúchame... Quiero que vayas con Íker ahora. Yo me encargo de esto—su voz es suave y tranquilizadora, está logrando que no me obsesione con lo ocurrido.

Me suelta el abrazo y me da un beso en la frente.

—Ve ahora.

Decido hacerle caso y salgo de aquí como si nada pasara.

No sé cómo hemos llegado a este punto.

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