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Capítulo 2


Idier está tomando las clases de química. Mientras tanto, analiza cómo proceder con su plan.

—¡Ten cuidado con la mezcla! —le advierte el profesor, con una expresión de mal humor colocando sus manos en su bata blanca de laboratorio—. ¡Te ves distraído! ¡No se juega con los químicos—grita, visiblemente irritado —. ¡Ludmila!, por favor, ayúdalo a hacer la mezcla correctamente.

La mencionada viene hacia él y comienza a mover varios químicos rápidamente. Su perfección agrada mucho a Idier.

—He podido salvar tu compuesto a tiempo. Podías haber causado una explosión. ¿Qué se supone que estabas haciendo?

—Quería hacer un experimento con queroseno. Solo me distraje un poco.

—¿En qué estabas pensando? Sé que la locura no avisa; no te vuelvas un científico loco, por favor. Para rematar, no usaste bien la mezcla que se supone que querías aplicar.

—Menos mal que me salvaste del aprieto, te lo agradezco. Seré más cuidadoso la próxima vez.

—No ha sido nada —sonríe, lanzándole una mirada disimulada.

—Te quería pedir disculpas si te incomodé al ayudarte; no era mi intención.

—No te disculpes por todo, solo me recordaste a una persona. Pero eso no importa ahora. Me siento apenada contigo, qué vergüenza.

—Descuida.

—Soy Ludmila, ¿y tú? —estrecha la mano educadamente.

—Idier —hace el mismo gesto.

—Bienvenido, Idier —sonríe con calidez, observándolo algo tímida.

—Gracias.

Se dejan de estrechar las manos y continúan con su labor.

Al darse la vuelta para recoger algo, Idier se encuentra nuevamente con aquella chica. Ella está con una compañera, y ambas están inmersas en su experimento, que expulsa un humo azul. En este entorno, todos usan batas blancas, como si no fueran conscientes de lo fácil que es ensuciarse, incluyendo a él mismo. No logra entender qué es lo que le provoca tanta curiosidad acerca de ella sin motivo aparente. Ahora lleva el cabello recogido en un moño, y su collar llamativo parece tener algún significado que le gustaría explorar.

—Ludmila.

—Dime.

—¿Sabes cómo se llama aquella chica con el colgante de caballo dorado?

La referida mira hacia su dirección y luego a Idier, sonríe y continúa con su trabajo.

—Hablas de Luli.

«Así que Luli, interesante nombre, carita de ángel».

—¿Estás interesado en ella?

Ludmila lo saca de sus pensamientos.

—No, ¿por qué lo dices?

—Por cómo la miras.

—Solo quería saber quién era, nada más eso.

Ludmila no se ha dejado convencer; por eso mueve la cabeza en señal de negación, con una sonrisa burlona en su rostro. En sus manos tiene un vaso con un líquido verde que Idier no logra identificar.

Pocas horas después, el timbre resuena, captando la atención de todos con su sonido molesto. El profesor observa su reloj con una expresión de descontento, como si no quisiera interrumpir su lección.

—Terminó la clase. Así que nos vemos el jueves a la misma hora, y nada de llegar tarde.

Al salir el profesor, todos se levantan de sus respectivos asientos, casi huyendo del lugar como si hubiera un incendio.

Y su vista se pierde de repente en aquella chica. «¿Por qué siento esa necesidad de buscarla cada minuto? Eso no es normal en mí. Y no es mi tipo; solo es una niña y no debería perder mi tiempo pensando en tonterías.»

—¡Al fin te encontré! —exclama Íker, dándole un toque en el hombro.

—¿Dónde estuviste todo ese tiempo? No te vi en la mayoría de las clases.

—No me apetecía tomar algunas de esas clases aburridas... En fin, ¿qué tal te fue sin mí?

—No sabría decir; ¿y tú no me dirás dónde has estado? Te noto un poco exhausto; ¿estuviste corriendo?

—Huyendo, más bien, de un par de chicas. Por cierto, unas cuantas me han pedido tu número. Ves, brother, tan pronto ya tienes admiradoras.

—No quiero la presencia de chicas rodeándome; tengo otras cosas más importantes que hacer. Por favor, haz algo para evitarlo.

—No hace falta, bro; ya que tienen miedo de acercarse a ti. Piensan que eres un chico malo; tu seriedad no ayuda —saca una risita al respecto.
Idier solo le mira alzando una ceja—. Bueno, brother, hoy tendré una competencia; al menos ven a verme competir. Dejando a un lado lo de las chicas.

—En eso sí estoy de acuerdo.

—Pásame tu número y te mando la ubicación —dice Íker sacando su iPhone.

Intercambian los celulares.

—Bien. Nos vemos esta noche a las 20:00 PM y no faltes.

—Allí estaré.

—Oye, Idier, ¿puedo subirme a tu auto? Quiero que me acerques a una cierta dirección.

—Sube.

Tan pronto como entran, Idier pone en marcha el vehículo con rapidez, como si estuviera ansioso por marcharse.


...........

—Luli, todo está listo. Ya podemos salir —anuncia Bella al acercarse.

Su amiga es casi de la misma altura que ella, de estatura promedio. Su aspecto es similar al de una chica asiática, debido a la delicadeza de sus ojos, que son más oscuros que los de Luli, y su cabello castaño, que ondea al compás del viento.

—Sobre el chico nuevo del laboratorio, se fue con Íker por si querías saber.

Luli no se fija en lo que está diciendo, ya que un intenso dolor de cabeza la invade; solo desea regresar a casa.

—¿Luli, estás aquí? —Bella la mira preocupada.

—Perdón, ¿qué dijiste?

—Olvida lo de antes. ¿Quieres acompañarme en la competencia de hoy? —pone ojitos.

—No puedo, lo siento. Ya sabes que no me gustan esos lugares; además, tengo que estudiar.

—Acabamos de comenzar con las clases, no exageres con eso —cruza los brazos.

Cuando intenta expresar algo, se da cuenta de que se acerca la última persona que desea ver en ese momento.

—Creo que mi chofer ya ha llegado, nos vemos mañana —anuncia mientras se apresura a alejarse. Bella se queda boquiabierta, pero ya no puede detenerse; su ex, el que considera  idiota, la está persiguiendo.

Percibe cómo le agarra del brazo, logrando que se detenga. Lo observa con una mirada llena de ira, deseando acabar con él; solo espera que no agrave su dolor de cabeza con sus habituales mentiras.

—¿Por qué eres tan terca? Te dije un millón de veces que nunca te engañé. No soy ese tipo de chicos; lo nuestro era muy en serio. ¿Por qué no puedes entenderlo? ¿Quieres que te demuestre lo fiel que soy hasta qué extremo? Dime... Solo quiero recuperarte.

—No quiero que hagas nada. Solo quiero que te olvides de mí y sigas con tu vida; tu obsesión constante me saca de quicio.

—Pero yo te amo, Luli. ¿Es que tú ya no sientes lo mismo?

—Ya no —responde seca, hiriendo su hombría.

—¿Hay otro, verdad? ¿Por qué de repente eres fría conmigo?

—Piensa lo que quieras y ya déjame —se suelta de su agarre de forma brusca.

—Mi amor, espera...

—Deja de actuar como si seguimos juntos, Hugo... Te recuerdo que mi padre es: EL COMISARIO JEFE. Podría ir a denunciarte por acosador y demente.

Y se va, dejándolo sin palabras.

Después de media hora de viaje en el auto con el chofer, llega a casa un poco fatigada. Se siente contenta al notar que, por fin, el dolor de cabeza que la atormentaba durante el trayecto ha desaparecido.

La imagen del chico aparece en su mente. «Esos encantadores ojos azules, intensos y llenos de curiosidad. Definitivamente tiene un aire de misterio; su expresión es bastante neutral. ¿Podría ser que es un amargado? Quizás esa sea la razón detrás de mi interés por él».

Una sonrisa brota en su rostro al pensar en las nuevas experiencias que está lista para vivir a partir de ahora.

—Luli, querida, vístete y ven a comer —anuncia su Nana, interrumpiendo sus pensamientos.

Ella ha estado al cuidado de Luli desde que era pequeña y continúa haciéndolo hoy. Es una mujer mayor llena de vitalidad, con ojos marrones que irradian alegría, algo rellenita y siempre vestida con un estilo hogareño.

Es como la madre que Luli nunca tuvo, ya que evita hablar sobre su madre biológica. Le da un beso cariñoso en ambas mejillas. Después de eso, Luli sube los escalones y finalmente llega a su habitación.

Se toma su tiempo para ducharse mientras reflexiona sobre varias cosas. No tarda demasiado, así que se seca el cuerpo con la toalla; luego, con una toallita pequeña, se limpia el rostro que ella considera atractivo.

Se pone una blusa sin mangas de color azul grisáceo y unos pantalones blancos amplios. Lleva un collar plateado con un pequeño dije en forma de corazón. Sin olvidar alisar su cabello, se aplica el maquillaje rápidamente. Lo único que le falta es saciar su hambre y no le importa cómo se vista cuando está en casa.

Al salir de su cuarto, baja las escaleras con renovada energía. Al llegar a la cocina, sus ojos se abren con sorpresa.

—¿Todo esto es mío?

En la mesa se presenta una colorida selección de platos chinos. Se pueden ver fideos, arroz, carne, tofu, dumplings y diversas verduras. La comida está organizada de forma atractiva y, en conjunto, resulta muy apetecible.

—Claro, querida, sabes lo mucho que te consiento.

—Si lo que quieres es engordarme, no lo vas a conseguir. Aunque coma demasiado, no acabaré como la bruja de La Sirenita; estás advertida.

Se acomoda en la silla, marcando una dulce sonrisa.

—No puedo creer lo que estoy oyendo —y se pone a reír a carcajadas la nana.

De repente, suena su celular.

Solo ver de quién se trata, su rostro cambia al de seriedad.

—Te dejo comer tranquila, corazón —a ese paso se retira.

—¿Qué?

—¿Podemos vernos hoy en la cafetería?

—¿Para qué?

—Solo ven, no puedo hablarlo por teléfono.

—¿Es importante?

—Sí.

—Está bien, en media hora ya estaré presente.

...........

El día de hoy ha sido inusual para Idier; debe relacionarse bien con todos, ya que eso le permitirá desentrañar la causa de la misteriosa muerte de su hermano, quien indudablemente estaba envuelto en problemas. Todos parecen tener algo que ocultar. Se cuestiona: «¿qué sucedió realmente?»

La incertidumbre lo consume.

—Hijo, ya he llegado —anuncia su padre al cerrar la puerta. Su aspecto es desolador. Su cabello corto muestra algunos hilos plateados, y su rostro refleja el desgaste del estrés acumulado.

Idier observa a su padre tomar asiento, visiblemente fatigado.

—Debemos conversar, siéntate.

Al escuchar su tono grave y autoritario, se sienta, listo para escuchar lo que tenga que decir.

—Alguien ha robado el cuerpo de Idiomar. La situación es crítica.

—Espera... ¿qué? ¿Lo sacaron de la morgue?

No es sorprendente que el Señor traiga malas noticias. Idier ya se ha acostumbrado; aunque por fuera parezca fuerte, por dentro todavía siente el dolor, pero no puede permitirse mostrar debilidad frente a su padre. Ha sido preparado mentalmente para afrontar cualquier dificultad.

—Parece que sí; no entiendo cómo alguien se atreve a robar un cadáver justo cuando tu tío iba a realizar la autopsia.

—Es repugnante; esto se complica aún más si el cuerpo ya no está.

—Lo tengo claro, pero eso no detendrá mi investigación. Estoy convencido de que hay más personas implicadas en este asunto y quieren obstruir nuestro avance en el caso.

—Es lógico; puede haber más de una persona moviendo las piezas para distraernos y lograr que el caso se archive —comenta Idier con frustración.

—Solo son pequeños obstáculos en nuestro camino. Eso no detendrá mi investigación como lo hizo el actual detective. Ahora, cuéntame... ¿cómo te fue en el instituto? ¿Conociste a la novia de tu hermano? ¿Tienes alguna pista sobre el entorno en el que se movía Idiomar?

—Sí, la conocí; es muy amable. Debo convertirme en su amigo y ganarme su confianza para obtener la información que necesitamos. Hay un grupo de chicos problemáticos que dominan el instituto; también son sospechosos; casi todos lo son. Veré cómo puedo descubrir en qué estaba involucrado. Aparte  de haber sido un corredor en esas carreras clandestinas, sé cuánto le apasionaban. Aunque me decía que había dejado eso atrás, tal vez pueda encontrar algo allí.

—No te metas en problemas; solo infórmame si descubres algo extraño. Debemos ser muy cautelosos.

—No te preocupes.

—Hablaremos más tarde; debo salir a resolver lo de Idiomar con tu tío. Cuídate.

—Hasta luego.

—Buen hijo —dice su padre mientras se levanta y se dirige a la salida.

Llamada entrante de Íker

—Dime.

—¿Qué tal, brother? ¿Qué haces?

—Estoy estudiando.

—Pero qué espabilado —se burla desde el otro lado de la línea.

—¿Y tú qué haces, aparte de hacer payasadas?

Soy divertido, no un payaso de circo. Estoy cerca de mi amor platónico. La chica de mis sueños, “Bella”. Es la única a la que no me atrevo a acercarme de tantas que conozco. Bro, ayúdame con ella; sé que puedes hacerlo, tienes esa luz que me hace falta.

—¿Quién es Bella? ¿Y por qué debería ayudarte si no has hecho nada por mí?

—Qué mezquino eres. Ahora quieres pagar favor con favor.

—Vamos a negociarlo bien.

—Brother, haré lo que me pidas. Ayúdame, por favor.

—Lo haré, pero con una condición.

—No me importa la condición. Haré cualquier cosa por ti. En serio, lo que sea.

—¿En serio lo que sea?

—Por supuesto. Eso no quiere decir que te abuses de mi buen corazón. Ah, por cierto, se me olvidó decirte que la chica que tanto mirabas perdidamente se llama Luli, linda joya.

—Creo que ya me lo dijeron.

—¿Quién más te está pasando información aparte de mí? Yo que soy tu brother. A ver, dime quién es esa persona que se me está adelantando —lo dice con humor.

—Muy gracioso, creo que no me puedo aburrir contigo.

—Pero tú no ayudas con tu cara neutral. Quiero hacerte reír a carcajadas; a ver cuándo lograré ese reto.

—Sigue intentándolo.

—Lo lograré. Pienso que te voy dejando; sigue estudiando, espabilado —saca una risita de las suyas y cuelga.

Solo me recordaste a una persona

Ese recuerdo llega a su campo de visión.

«Está claro que hablaba de mi hermano. ¿Me pregunto si su relación andaba en el mejor momento?... ¿Se amaban de verdad o nada es lo que parece? Algo en ella me resulta extraño, pero bueno, por ahora no tengo casi nada.»

A medida que la noche se cierne, Idier se alista para salir y reunirse en la famosa carrera que mencionó Íker. Lleva una sudadera encima, pues el frío afuera es notable. Optó por tomar un taxi para no llamar la atención una vez más. Lo dejan en un barrio relativamente tranquilo; apenas hay personas por las calles.

Camina solo por un callejón durante un rato, reflexionando sobre sus posibles movimientos. De repente, observa a aquella chica entrar en una heladería. Mira su reloj: «Parece que tengo media hora para hablar con ella y ver qué información puedo conseguir.»

.............

Luli aguarda a su padre mientras navega por su celular con tranquilidad.

—Aquí tienes —anuncia la encargada de la heladería, dejando su pedido sobre la mesa antes de marcharse rápidamente.

Al probar el helado, siente una mirada sobre ella, lo que provoca que le brote una sonrisa coqueta al reconocer a la persona.

—Luli —pronuncia su nombre con un tono varonil y seductor que le resulta atractivo; no esperaba que él se acercara con tanta audacia.

Ella levanta la vista; ambos se sostienen la mirada durante un rato, llenos de curiosidad. Luli se percata de que, a pesar de su atractivo, él tiene el cabello rizado castaño y un pendiente en la oreja derecha. Es un chico enigmático al que desea conocer. Algo en él la atrae y no quiere dejar pasar la oportunidad. Su figura está bien ajustada en una sudadera negra que resalta sus contornos; solo se asoma una camiseta blanca por debajo. Sus jeans lucen cómodos y lleva botas negras con cordones. Observa sus piernas, perfectamente tonificadas como las de un atleta. «¿Acaso lo es?», se pregunta.

Idier nota un cambio en Luli desde que la vio en la escuela; el uniforme le daba un aire más infantil, pero ahora se presenta como una chica gótica. Es inusual que preste atención a esos detalles de una compañera, pero ella llama su atención de manera inesperada.

—¿Puedo sentarme?

—Por supuesto —el tono dulce de Luli es cautivador.

Idier toma asiento y la observa disfrutar de su helado de manera provocativa. Ella lleva un top negro que resalta el piercing en su ombligo; su chaqueta con mangas le otorga un aire de diva, y su cabello está recogido en un moño.

—Hubiera sido mejor si me hubieras preguntado mi nombre directamente, pero bueno, ya te lo reveló la famosa viuda negra.

—¿Quién es la viuda negra? —desestima el comentario sobre preguntar su nombre, ya que ella no lo mencionó al principio; no quiere perder tiempo dándole relevancia a eso.
  
—Ludmila. A pesar de vuestra colaboración en el laboratorio, noté cómo me desnudabas con la mirada; eso confirma que eres un pervertido —sonríe mostrando sus hoyuelos.

«Así que se dio cuenta, a pesar de que parecía muy concentrada en su experimento. Menuda observadora.»

—Tú también me desnudaste con los ojos en aquella sala vacía, y no he mencionado nada al respecto. Parece que eres tú quien tiene inclinaciones pervertidas.

Ella sonríe mientras mira a su alrededor; luego coloca sus manos sobre la mesa y se acerca a su rostro sin ningún tipo de vergüenza, a pesar de los curiosos presentes.

Se inclina hacia su oído y le susurra algo que no logra captar del todo.

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