XXXIV
Una quincena pasé en reposo, la primera semana fue absoluto, en pocos días ya estaba harto. Con frecuencia, maldecía a Zack cada vez que el dolor invadía mi cuerpo. Fueron demasiadas maldiciones, mucho más porque ni siquiera podía ver a mi hijo, me creía un monstruo.
Quizás llevaba la razón; después de todo, me porté como uno o hasta peor con ese chico que solo quiso apoyarme aquel día.
Abrochaba mi camisa blanca frente al espejo de cuerpo entero con la vista puesta en mi cara: leves marcas de las cicatrices conseguían aún divisarse junto al ojo izquierdo, mejilla y mentón. Suspiré cansino por eso.
El dolor en mi cuerpo era equivalente al de una mala noche en el sofá del despacho, al menos, ya hablar o respirar no resultaba tormentoso.
Tomé una corbata del armario y me la colgué al cuello, pero en cuanto estuve a punto de anudarla vi mis ojos en el espejo. De repente dejaron de ser cafés claros, ni siquiera eran míos, el reflejo tenía un tono miel dorado, risueños y brillantes cual joya.
Lo vi sonreír antes de tomar cada cabo de la corbata con sus manos de largos y delgados dedos morenos, «te ves sexi, Tobi», le escuché decir antes de juguetear con ese diminuto arete que decora su labio inferior y resultaba una coqueta invitación a degustarle la boca. Cerré los ojos, permitiéndome sentir su calor corporal cerca del mí mientras comenzaba a atarla.
La sensación se esfumó enseguida, el recuerdo de su lastimero semblante me obligó a abrir los ojos otra vez y aquellas joyas doradas también se habían esfumado del espejo. Un fuerte golpe me atravesó el pecho y halé la corbata de un tirón para devolverla al armario.
Salí de mi recámara y caminé unos pasos hacia la habitación del bebé, su espacio vacío me arrancó un nuevo suspiro. Irene y Sebas se lo llevaron mientras su padre dejaba de ser un monstruo, pero ese día finalmente iría por él luego de buscar mis cosas en Murano.
El vacío en casa resultaba abrumador, incluso llegué a cuestionarme: ¿cómo pude vivir de tal manera tanto tiempo? Quizás en aquel entonces no lo noté así, pues mi mente se enfocaba en algo más, pero en ese instante ya me había acostumbrado a los juegos del bebé, sus gritos y risas, esos babosos besos o su manera de mordisquearme.
No había duda de que Tadeo me cambió la vida, sin mencionar que también echaba en falta a quien llegó a mi lado como su niñero, ese que me hizo creer en el amor de nuevo. Necesitaba su estruendoso cantar, realmente extrañaba sus chillidos, aplausos y todo lo que implicaba el proceso para preparar un desayuno; tal vez por eso lo omití y apenas tomé café.
Abordé mi auto y luego de encenderlo, hice lo mismo con el reproductor, la canción que emergió por las bocinas, pese a ser un reguetón, me produjo una sacudida en el pecho, a punto estuve de soltar una lágrima; procedí a cambiar a música clásica: la magistral novena hizo acto de presencia y me apresuré a avanzar a la siguiente cuando de nuevo su recuerdo inundó mi memoria. Claro de luna me acompañó aquella mañana.
Me puse en marcha a la empresa, percibí el corazón en la garganta conforme me acercaba. Estaba nervioso, asustado, decepcionado, todo un cúmulo de emociones se revolvían dentro de mí y me hacían sentir estúpido, miserable.
Tan pronto crucé la puerta giratoria en la empresa, noté miradas sobre mí y luego de un suspiro bajé la cabeza, tenía cero ganas de cruzar palabras con quien sea, por eso fui directo al ascensor. Sin embargo, antes de ingresar, desvié el camino al área de mensajería.
No sé qué esperaba encontrar, pero mis rodillas temblaron cuando estuve a escasos pasos de la puerta del supervisor, solo luego de un lánguido suspiro pude adentrarme.
El hombre de pronunciadas entradas en el cabello, tenía cara de pocos amigos, lucía exhausto, me miró con rostro de hastío al saludar, pero cambió tal gesto a extrañeza cuando pregunté por Ricky.
—Señor Wolf, su contrato concluyó, de hecho, hubo celebración de despedida...
—Cierto, cierto, lo había olvidado; perdone la molestia. Gracias.
Me despedí en tono amable y a paso presuroso regresé al elevador. Un nuevo suspiro se me escapó al recordar que Ricky ya no estaba en ese lugar, ¿cómo pude olvidarlo? Celebramos su nuevo empleo aquel día cuando le pedí vivir conmigo por primera vez, él solo permanecería allí hasta la inauguración del Palace. Mi ánimo acabó en el subsuelo y allí se quedó.
Parecía un condenado, caminando despacio y con mirada gacha hacia el lugar donde recibiría la muerte.
No ver a Margot en su puesto me obligó a liberar un nuevo suspiro, seguramente ya había sido reasignada a otro sitio; recordé entonces la llamada que me hizo el señor Murano días después del incidente para saber sobre mi condición y finalmente decirme que mis días en la empresa terminaron, era de esperarse después de la barbárica manera en que me comporté durante el evento.
Sí, perdí los estribos por defender a quien era mi pareja, su hijo, pero la violencia nunca será la solución a nada, al contrario, solo trae más líos y me tocó aprenderlo a la mala.
Sin más, entré a la oficina y comencé a guardar mis cosas en la mochila que portaba, una lágrima resbaló por mi mejilla cuando encontré en la gaveta más chica del escritorio un sobre de Ricky donde se leía "Pago total, ya no le debo nada, señor Wolf". Dentro estaba la factura de la clínica junto al dinero que enseguida volví a guardar, lo que captó mi atención y me hizo gimotear en bajo fue ver también las fotografías instantáneas que nos sacamos aquel día en la cabina del muelle, estaban incluso esas para las que posó solo con Tadeo, sentí que el corazón se detenía y que en mi pecho se formaba un hoyo negro.
Golpeé el escritorio de cristal con la suficiente fuerza para hacer temblar cada cosa que allí se encontraba y me dirigí al inmenso ventanal para llenarme con el panorama una última vez.
Antes, veía hacia abajo, los alrededores y me sentía imponente, en la cima del mundo, pese a la presencia de otros rascacielos que superaban por mucho esa edificación, pero en ese momento parecían mofarse de mi desgracia, esa que yo provoqué y solo quedaba sentirme diminuto ante ellos.
Me pasé un puño por los ojos y fui al mini bar antes de dirigirme a la salida, creí que quizás el alcohol podría ayudarme a pasar el trago amargo en que se había convertido mi sueño perdido.
De repente, Margot apareció, lucía sorprendida por verme, incluso un jadeo de sorpresa dejó escapar antes de aproximarse a mi encuentro.
—¡Señor Wolf! —exclamó cuando llegó conmigo y nos fundimos en un fuerte abrazo, sonaba preocupada al hablar— ¡¿Qué le pasó?!
—Ya estoy bien, no te preocupes —contesté con una leve negación de cabeza y luego de acabar mi trago, caminé hacia la salida, no sin antes desearle lo mejor en su nuevo puesto.
—Señor Wolf, ¡espere! —gritó Margot y se apresuró a alcanzarme en el corredor— ¿Se va? El señor Murano pidió verlo en la sala de juntas tan pronto apareciera.
—¿Qué?
Margot no respondió mi pregunta, en lugar de eso, comenzó a arreglarme lo mejor que pudo y una vez listo, tomó mi antebrazo para conducirme hacia el lugar; yo seguí confundido, incluso cuando le vi tocar la puerta y posteriormente anunciarme. Oí la voz del jefe dándome entrada, ya que yo no me movía, ella me hizo ingresar primero de un tirón y luego un pequeño empujón.
Aún más confundido quedé al ver al jefe acompañado por el equipo legal y un sujeto en traje formal completamente desconocido.
—¡Tobías! —el jefe saludó afable y se puso en pie, cuando estuvo conmigo, palmeó mi espalda y me obligó a andar a su lado hasta estar frente al hombre desconocido—. Te estábamos esperando.
Observé al jefe todavía más enredado mientras él sonreía de oreja a oreja.
—Hijo, parece que ese accidente te afectó la memoria —expresó en tono risueño y los otros alrededor rieron también—. Estamos aquí reunidos para darte la bienvenida formal como nuevo socio de la empresa, él es el señor Landon, notario...
Dejé de escuchar, contemplé pasmado al jefe «¿Cómo que nuevo socio?», me pregunté sin comprender, se suponía que fui despedido por lo que ocurrió en el Palace.
—¡Vamos, hombre, que el notario no tiene todo el día! —añadió el jefe y el resto volvió a reír.
El notario comenzó a leer el acta y todo el protocolo inherente al cual básicamente no presté atención porque seguía confundido, el jefe tuvo que palmearme la espalda con fuerza para hacerme reaccionar porque era mi turno de firmar el folio y yo aún no bajaba de la luna.
Cuando el acto protocolar acabó, permanecí sentado mientras todos se despedían y me felicitaban, tenía entre mis manos una copia del documento, pero no lo estaba leyendo realmente; el jefe se sentó junto a mí, pude verlo sonreír, pero aprovechando la soledad en que quedamos indagué porque seguía sin comprender.
—Jefe, yo...
—Ya no soy tu jefe —me interrumpió risueño—. Soy tu socio, Tobías.
—Pe-pero justo eso no entiendo.
—¿Qué no entiendes? Trabajaste duro, has demostrado tu plusvalía a través de los años y tuviste un extraordinario desempeño con el Palace.
—Sí, pero señor Murano, en el Palace y luego usted dijo...
—Por fortuna, el incidente no opacó la inauguración, pasó desapercibido al menos. Durante tu reposo hablamos y te dije que ya no serías mi subordinado.
—Señor Murano, creí que me había echado.
El jefe o bueno, socio, abrió mucho los ojos y me miró con una expresión de extrañeza como si hubiese dicho un disparate.
—Tobias, como ex jefe y ahora socio, te digo que así no se resuelven los problemas con un cliente, por desgraciado que sea, solo espero que no se repita. —Su tono era bastante serio, por eso cerré los ojos y asentí en silencio, él tenía razón—. Como esposo y padre, comprendo tu accionar; no digo que haya sido correcto, pero ese desgraciado pasó meses hostigándolo y encima se atrevió a golpearlo.
Cerré los ojos durante mi afirmación silenciosa porque me sentí mucho peor que antes, sí, había llegado a la meta y levanté el trofeo, pero ¿a qué precio? Lo eché, le culpé por mis males cuando lo único que hizo desde que irrumpió en mi vida fue ayudarme.
—Tobías, a veces la frustración o rabia nos superan y cometemos una locura, pero es importante pensar antes de actuar y no me refiero únicamente a lo ocurrido con Zack.
—Señor, lamento lo que le hice a su hijo —le dije cabizbajo, sentí el rostro arder y me cubrí la boca después.
—No es conmigo con quien debes enmendar algo. —El comprensivo tono que empleó me obligó a afirmar con la cabeza en silencio, sentí un nuevo golpe dentro; él continuó—: Y claro, Malena también quiere reunirse contigo y su cuchillo.
A pesar del significado de sus últimas palabras, una risa baja se me escapó; entonces el jefe palmeó mi espalda con fuerza antes de levantarse y dejarme solo; bueno, primero me recomendó clases de meditación o yoga para canalizar de mejor manera las emociones negativas y volví a reír.
Permanecí sentado largo rato, miré el contrato y sonreí al ver mi sueño materializado, pero me di cuenta de que no tenía valor alguno sin esa familia que siempre quise al lado.
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Caminaba entre los corredores del ala de pediatría en el hospital, sentía el corazón en la garganta, casi pude percibir cada latido como un redoble en mi oído. Buscaba el área de nutrición cuando me paralicé, incluso mi respiración se detuvo y solo escuché ese fuerte badum badum en mi interior.
Vi a una enfermera ubicada tras la silla de ruedas donde una niña no paraba de reír debido a que frente a ella se hallaba cierto chico de cabellos turquesa, haciendo tonterías.
A diferencia de sus días en Murano que solo utilizaba una camisa rosada, amarilla, menta y rara vez blanca; portaba un uniforme en dicho tono, pero me causó gracia ver que el área central de su casaca, cada botón estaba envuelto por una estampa de Mickey Mouse en seis colores, parecía un arcoíris.
«Ese chico no sabe ser serio», fue el pensamiento que me atravesó y una risa baja se me escapó. Sin embargo, tal gesto murió cuando su mirada se cruzó con la mía, pude ver tristeza bailar junto a la rabia en sus ojos. Caminé a su encuentro y él se despidió de ellas antes de abrazarse a las carpetas que cargaba y mirarme con severa seriedad.
—Estás aquí porque ya firmaste tu sociedad en Murano, ¿cierto? —habló en un tono sumamente serio, incluso me sentí intimidado porque jamás, ni siquiera cuando quiso marcar distancia conmigo, lo había visto actuar así.
—Ricky, ¿podemos hablar, por favor?
—Fíjate que no porque estoy ocupado, Tobías.
—Ricky...
—Me buscas porque ya te diste cuenta de que tu sueño no se fue al caño, ¿habrías venido si en lugar de sociedad hubieses ido a finalizar tu despido? —Ricky permanecía impasible, enojado incluso, se notaba en la fuerte manera de aferrarse a las carpetas, tanto que sus nudillos palidecieron—. No hace falta que digas nada, conozco la respuesta, me la dejaste clara y en este momento no tengo tiempo para ti.
El chico pasó a mi lado demasiado cerca, incluso sentí su calor y podría jurar que en ese preciso instante en el cual nuestros cuerpos se rozaron, el tiempo transcurrió mucho más lento. No podía dejarlo ir, tenía que hacer algo.
Giré enseguida y en tono fuerte le hablé sin importarme las personas apostadas alrededor:
—¡Ricky, sí lo habría hecho! —exclamé en alto y caminé en su dirección, aunque él rehusó detenerse— ¡Lo primero que hice al llegar a Murano fue buscarte!
Él se detuvo al escucharme, pero permaneció de espaldas a mí, aproveché de acercarme y quise tocarlo, pero no me atreví, aún así seguí adelante:
—Te busqué porque te extraño, te busqué porque te necesito, te necesito porque te quiero, porque eres parte de mí... Te busqué porque olvidé que ya no estabas allí y recordarlo me hizo sentir miserable.
Ricky no dijo una sola palabra por largo rato, yo permanecí a la expectativa. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero sentí que fue demasiado, hasta escucharlo emitir otra palabra.
—Bien, ¿quieres hablar?, sígueme. —Ricky empezó a caminar veloz y yo tras él mientras continuaba hablando—: Tengo una hora de almuerzo y solo eso voy a darte; así que, aprovéchala.
Lo seguí en silencio entre los corredores hasta llegar a una cafetería, cuyos alegres tonos cítricos en la decoración los sentí como una burla en tal situación. Ricky solo extrajo una botella de agua desde la máquina expendedora y tomó asiento en una silla naranja al fondo del lugar, yo me senté en otra verde frente a él.
Lo vi destapar la botella y llevársela a los labios al mismo tiempo que con el rostro realizó un gesto para pedirme comenzar, solo pude expresarme después de un suspiro:
—Ricky, lo siento —le dije en bajo, mis párpados temblaron y por inercia una mano intentó buscar la suya que permanecía sobre las carpetas en la mesa, pero enseguida se apartó, me dolió el pecho con tal reacción.
—Tobías, mantén la distancia —me dijo con molestia—. No quiero que estés cerca de mí, mucho menos que me toques.
—Ricky...
—Ni siquiera debería estar aquí contigo y el único motivo por el cual lo hago es porque soy un tonto. —Ricky volvió a pegarse a su botella entretanto, retiré mis manos y las entrelacé bajo la mesa para resistir el impulso de buscar las suyas, él continuó luego de tragar—: Pediste hablar, eso haremos.
—De verdad, lo lamento, yo no...
—¿No qué? —interrumpió mi débil parloteo con una voz bastante dura— ¿No quisiste lastimarme? Permíteme dudarlo.
—Tienes razón. —Sus ojos temblaron con mi declaración y un nuevo golpe me atravesó—. Ricky, es cierto, quise herirte porque solo así te sacaría de mi vida, porque me dejé cegar con la rabia...
—Porque necesitabas un culpable, Tobías, uno que no fueses tú mismo... —Su nueva interrupción me obligó a guardar silencio y abrí los ojos de la impresión ante cada palabra salida de su boca—. ¿Y sabes qué? Sí, soy culpable... —Negué con la cabeza sin decir nada, pero él prosiguió—: Soy culpable de ir a conocerlo a escondidas, aún más de haber guardado tal secreto cuando lo vi en la empresa y pensó que yo lo seguía, pero muchísimo más por callar que él me acosaba...
—Ricky, no...
—Sí, Tobías, soy culpable de eso porque fueron mis decisiones.
De nuevo me impedía decir algo y solo quedó negar en silencio mientras le escuchaba continuar, tragué en seco más de una vez, también quise que la tierra se abriese bajo mis pies.
—De lo que no soy culpable es de las tuyas. Tobías, te pedí calmarte y prometerme no tocarlo porque si lo hacías, arruinarías tu vida. ¿Y qué hiciste? Decidiste amenazarlo; como si eso fuese poco, te vas sobre él, en plena inauguración, ¡con el peor estilo de pelea que he visto en la vida! ¿Para "defenderme"? —Hizo énfasis con veloces comillas al aire—. Que sí, me golpeó, pero tampoco era para que tú decidieras arruinar tu vida.
—Ricky, yo solo quería cuidarte...
—¡No te lo pedí! —exclamó fastidiado y tragué en seco de nuevo—. Lo único que te pedí no lo cumpliste; en cambio, me sentí horrible y quise ayudarte, ¿y qué obtuve de ti? Desprecio y una injusta culpa que me impusiste por tus propias decisiones. ¿Querías cuidarme? ¡¿Por qué no me protegiste de ti mismo?!
Sus palabras me hicieron temblar, tenía razón. Mis hombros decayeron al mismo tiempo que lo hizo mi cabeza, pero si ya me dolía su descargo, fue peor con lo que siguió, no supe qué responder, el trepidante tono de su voz me desgarraba el corazón:
—¡¿Cómo es que de ser el segundo mejor cambio que llegó a tu vida pasé a ser el peor error luego de jurarme que jamás me harías sentir de tal manera otra vez?!
Ricky se levantó de golpe, pude escuchar un leve sollozo que fue solapado por el arrastre de la silla al incorporarse, sabía que contenía el llanto desde antes, sus ojos me lo decían, pero decidido estaba a no mostrarse vulnerable ante mí, solo me quedó verlo abandonar la cafetería a paso veloz mientras sentía mi interior resquebrajarse.
«¿Qué hice?», me pregunté, enterrando el rostro entre mis brazos. Arruiné las cosas con él y no tenía claro cómo enmendarlo.
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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 ¿Qué tal les va? Espero hayan disfrutado el capítulo y no sientan muchos deseos de asesinar a esta pobre autora🙈
Este capi va dedicado a Sofi-Ponce quien ganó en la dinámica del primer comentario 😆 muchas gracias, cariño por todo el apoyo y amor que le brindas a esta dulce historia 💖
Quería extenderles una invitación a mi nueva historia Un Sugar boy enamorado. Como cada febrero desde hace un año😂 me apunto a un reto de escritura aquí en Wattpad llamado el ONC por sus siglas en inglés (Open Novella Contest) un reto que te propone varios disparadores y tú escoges el que desees desarrollar en un tiempo aproximado de dos o tres meses si mal no recuerdo.
De hecho, No te esperaba nació en tal reto el último día de inscripción el año pasado y como se habrán dado cuenta no terminé a tiempo porque aquí estamos aún y eso me encanta porque he podido desarrollar de mejor manera la historia de Tobías, Ricky y baby Tadeo.
El asunto es que este año sí espero acabar el reto en tiempo reglamentario y sería un placer para mí contar con su apoyo y cariño en mi nueva aventura en la cual, por cierto, también participará Ricky ya que está protagonizada por Kevin, su mejor amigo a quien verán por aquí dentro de algunos capítulos 😆
Así que sin más que expresar por ahora, les extiendo la invitación y espero que se diviertan conmigo.
Miren la portada💖
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