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Capítulo 9 - Desiciones importantes


Cuando mis amigos llegan, me encuentran hecha un mar de lágrimas en la alfombra de su sala, con un montón de pañuelos desechables tirados por todo el piso y la reserva de helado sabor cookies and cream de Joshua, a punto de terminarse. Qué puedo decir. Después de casi un par de horas llorando, el hambre me había llegado de manera violenta y no tenía ánimos para cocinar nada, así que tomé lo primero que encontré en la nevera.

—Lo siento —musito avergonzada —. Prometo que voy a reponerlo.

—Descuida, Emm —responde él, encogiéndose de hombros, mientras cuelga su chaqueta y su mochila en el perchero de la entrada.

Josh es un excelente amigo, en toda la extensión de la palabra. Siempre empático. Nunca juzga y siempre apoya en lo que puede.

—Lo importante es que tú estés bien —interviene Sophie, dejándose caer al lado mío —¿Fuiste al médico?

Niego con la cabeza mientras me engullo otra cucharada de helado. El lugar se sumerge en un silencio incómodo. Necesito desahogarme, pero no quiero que Joshua se entere de todo mi drama, suficiente tiene con lo que pasó hace una semana.

Casi como si leyera mi mente, carraspea mientras nos observa—. Bueno, yo las dejo solas para que platiquen tranquilamente —apunta —. Voy a darme un baño. —Le dice a Sophie antes de depositar un beso en su coronilla y marcharse.

Ella sonríe y su mirada se ilumina de una manera hermosa mientras observa a Josh perderse por el pasillo. Cuando me mira, su expresión cambia a total preocupación y adopta una postura seria.

—¿Quieres contarme? —La pregunta es suficiente para que mis ojos comiencen a llenarse de lágrimas, una vez más.

¡Malditas hormonas!

Quiero dejar de llorar, pero parece que mi cuerpo tiene voluntad propia y hace todo lo contrario. Soph me abraza y me recuesto en su hombro, mientras el llanto se disipa y solo quedan pequeños sollozos.

—Estuve pensando en lo que dijiste esta tarde —musito y sorbo por la nariz. Sé que eso suele irritar a Soph, pero por esta vez no comenta nada al respecto—. Compré algunas pruebas de embarazo —apunto y tras un lago silencio, me armo de valor para decirlo—.... Todas dieron positivo. —Mis lágrimas vuelven a bajar de manera automática, incluso estoy hipando.

Siento como el cuerpo de Soph se tensa y el brazo que está alrededor de mis hombros presiona un poco más.

—Mierda, Emm... En verdad esperaba estar equivocada —Se lamenta, volviendo a sumirnos en el silencio.

—Sabes que estoy aquí, ¿cierto? —Vuelve a hablar, después de un rato —.Voy a apoyarte en lo que sea que decidas hacer.

—Lo sé. —Sonrío de medio lado.

***

Es sábado por la mañana y estoy ayudando a Sophie a preparar el desayuno, mis ojos deben estar muy inchados después de todo lo que lloré anoche. Mientras Soph prepara omelet de espinacas y yo me concentro en picar la fruta sin volarme un dedo, Josh acomoda un poco su estudio para recibir a su visita.

Al parecer el universo se aferra a que el idiota compañero de Joshua y yo nos sigamos viendo. Afortunadamente, hoy tengo suficientes cosas que hacer que me van a mantener fuera del edificio por un buen rato. Para empezar, está la visita al departamento en renta y después, tengo una cita con la ginecóloga de Soph, para conocer el estado de mi embarazo.

Lo sé. La palabra misma me parece tan extraña, ahora.

Josh llega después de un rato y se encarga de servir el café antes de sentarse a desayunar con nosotras.

—Y Bien, ¿qué es eso tan importante que van a hacer hoy? —pregunta, antes de llevarse un trozo de tocino a la boca.

Yo me tenso enseguida. Soy horrible fingiendo. Me siento como si llevara mis tragedias tatuadas en la frente y todos pudieran verlas. Le doy un gran mordisco a mi tostada y dejo que sea Sophie quien responda.

—Bueno, voy a acompañar a Emm a ver un departamento que la tiene bastante interesada y después, no sé, tal vez matemos el tiempo en algún centro comercial. —Se encoge de hombros, restándole importancia.

Sonrío y asiento. No quiero decir nada sobre el embarazo hasta no estar segura de lo que voy a hacer. Y Josh parece convencido con la respuesta de su novia, así que lo dejo estar.

Estoy a la mitad de mi segundo muffin de chocolate, cuando llaman a la puerta y el estómago se me retuerce. Soph me hace una seña para que mantenga la calma y respiro profundamente, mientras cuento hasta un millón.

Me concentro en mi taza de café cuando Josh abre la puerta y, en mi vista periférica, aparece la imponente fisonomía que tanto detesto.

—¿Qué hay, amigo? —saluda Josh. Y sé que ahora ha entrado al departamento, porque de inmediato el lugar se inunda de un aroma amaderado que antes no estaba aquí. Seguramente es su colonia.

¿Por qué mierda tiene que oler tan bien?

—Buenos días. —La voz ronca de Thiago Edevane me pone los pelos de punta y, aunque me cueste reconocerlo, no es una sensación precisamente desagradable.

Arrugo la frente, reprendiéndome por pensar en todas esas cosas.

—¡Oh! Hola, Thiago —responde Sophie con una cálida sonrisa, antes de llevarse la taza a los labios.

Ahora siento a todos pendientes de mi reacción.

Me obligo a mirarlo y trato de sonreír, aunque fallo en el intento y termino haciendo una mueca extraña. Él solo se queda ahí parado, observándome con los ojos ligeramente entornados. La forma en la que me mira me hace sentir ridículamente insignificante. Pero como soy terca, no voy a darle el gusto de intimidarme, así que adopto una postura similar a la suya y le sostengo la mirada. Aquello acaba de volverse una lucha de poderes y no estoy dispuesta a perderla.

—¿Quieres café? —pregunta mi amiga, después de lo que para una eternidad. Afortunadamente, su intervención logra aligerar la tensión en el ambiente y, finalmente, ambos apartaramos la mirada.

—Seguro —responde él. Deja lo que supongo que es la maleta de su computadora, sobre el sofá de la sala y camina hasta la barra. Se detiene en el extremo opuesto a mí y lo agradezco. Entre más distancia haya entre nosotros, mejor.

Vuelvo toda la atención a mi muffin poniendo un particular empeño por terminarlo en la menor cantidad de bocados posibles y desaparecer de aquí. Aunque no puedo evitar lanzarle algunas miradas furtivas de vez en cuando.

¡Oh, vamos! La vista es muy natural. Además, el maldito luce realmente bien. Una razón más para odiarlo.

¿Por qué los atractivos tienen que resultar siempre unos cabrones hoscos y arrogantes?

Más chiché no puede ser.

—¿Quieres leche para tu café? —Escucho preguntar a Soph, mientras me ocupo de quitar hasta el trozo más pequeño de nuez que hay en el muffin.

Dato importante: Odio la nuez. En cualquiera de sus presentaciones.

—Negro está bien —responde él y hay algo en su tono de voz que me hace levantar la vista.

Mi frente se arruga cuando lo encuentro mirándome atentamente con la comisura derecha de su labio tirando ligeramente de él, dibujando una media sonrisa que apenas es perceptible.

Levanto una ceja y artículo un "¿Qué?" de la manera más antipática que puedo.

Thiago aparta la vista y niega con la cabeza, pero su maldita sonrisa no se borra.

¿Qué mierda pasa con este hombre?

Para cuando Soph le entrega la taza de café a Thiago, yo ya me he puesto de pie.

Llevo los trastes al fregadero y comienzo a lavarlos, mientras ella limpia la barra y Josh se enfrasca en una conversación con su amigo, mientras terminan su respectivo café.

Puedo jurar que tengo esa intensa e indescifrable mirada clavada en la espalda, como un par de cuchillos afilados. O tal vez solo esté paranoica. No lo sé, pero la sensación es extraña.

Soph y yo terminamos de prepararnos y en menos de quince minutos, puedo volver a respirar tranquilamente, cuando salimos del edificio.

El departamento en renta se encuentra a menos de veinte minutos en taxi, lo cual es bueno en caso de cualquier emergencia, según Sophie, quien comienza a hacer una lista de pros y contras de mi potencialmente nuevo hogar.

El edificio no es tan moderno como en el que vive mi amiga, pero conserva un encanto particular. La fachada tiene el estilo clásico de los años cincuentas. Me encanta.

El departamento se encuentra en el primer piso, sólo por encima del garaje. Detalle va a la lista de pros, sin ninguna duda, considerando que en algunos meses, probablemente, tenga que moverme con un bulto enorme en el vientre y después, con un cochecito para bebé. Parece increíble que esté empezando a considerar estas cosas.

Cuando el agente de bienes raíces nos da el acceso al interior, mi vista se ilumina de inmediato y casi puedo escuchar un coro de ángeles, como en las películas.

El lugar es increíble; el recibidor, sala y comedor conviven en un espacio abierto que los hace parecer más grandes de lo que en realidad son, las paredes están pintadas en un bonito color crema y tiene un par de enormes ventanas de arco que permiten un paso de luz, preciosa. Una pequeña barra de desayuno divide la cocina, la cual tiene el espacio ideal para que un par de personas se muevan dentro de ella. Cuenta con dos habitaciones; ambas tienen exactamente la misma decoración que el resto del departamento, y un armario de buen tamaño, cada uno. El baño parece recién renovado; tiene un estilo más moderno, pero conserva algunos detalles que lo hacen encantador; como los pequeños mosaicos blancos estilo vintage que están entremezclados, sutilmente con los nuevos.

Cuando confirmo que el costo del alquiler es justo el que se indica en el anuncio y que no hay letras pequeñas o algo que pueda jugar en mi contra más adelante, cierro el trato.

Salgo del edificio con una enorme sonrisa en los labios.

En un par de semanas podré hacer uso del lugar, oficialmente. El agente me solicitó ese tiempo para terminar con algunos arreglos en las tuberías.

—Es perfecto —comento, enredando mi brazo en el de Sophie, mientras caminamos.

—Lo es —concuerda —. Estoy muy feliz por tí, Emi —Sonríe y me abraza. Cuando se aparta, suspira antes de continuar —¿Estás lista?

Mi sonrisa se borra. Es la hora de la verdad. Asiento.

***

—Mucho gusto, Emilia. Soy la doctora Alisson Murray —habla la mujer frente a mí.

Es una persona simpática; de unos cuarenta años, su piel blanca y cabello negro resaltan sus impresionantes ojos azules. Unas pequeñas arrugas se forman en el borde de sus ojos cada vez que sonríe.

—El gusto es mío —respondo y me seco el sudor de la mano en mi pantalón, antes de estrechar la suya.

—Bien, aquí dice que el motivo de tu visita es para dar seguimiento a tu embarazo —revisa el montón de hojas que me hicieron llenar en la recepción —. ¿Es correcto?

Asiento. Soph me da un apretón en la mano en señal de apoyo.

—De acuerdo —Sonríe con amabilidad, mientras entrelaza los dedos sobre el escritorio —¿Hace cuánto que te enteraste que estás embarazada?

—Anoche —digo sin emoción y ella lo nota, porque su semblante se vuelve ligeramente más cauto —. Me hice tres pruebas de embarazo caseras y las tres dieron positivo. —Me muerdo los labios y respiro profundamente para no soltarme a llorar justo ahora.

La doctora Alisson asiente. Me dices una sonrisa de medio lado, llena de comprensión.

—¿Y cómo te has sentido estos últimos días? ¿Has notado algo extraño? ¿Algún cambio en tu cuerpo o estado de ánimo? —Vuelve a preguntar.

—A decir verdad sí. Esta semana me he sentido realmente cansada, irritable, hambrienta. He tenido un dolor de cabeza latente, náuseas. —El recuerdo de lo que pasó ayer con el señor Prescott hace que me llene de vergüenza y el rostro se me coloree.

La doctora toma nota de todo lo que acabo de mencionarle antes de comenzar a explicar los estudios de rutina que deben hacerse para asegurar que mi salud está en óptimas condiciones para el desarrollo del bebé.

De repente me siento abrumada. Dejo de prestar atención después de que menciona los estudios de sangre para descartar anemia. Entonces, una pregunta brota de mis labios antes de que sea capaz de procesarla mentalmente

—¿Y si decido interrumpirlo?

La doctora Murray cierra la boca de golpe y Sophie me mira sorprendida.

—Bueno —responde un tanto descolocada y aspira profundamente. Observa a Sophie y yo asiento indicándole que todo está bien. Que puede continuar hablando —, en ese caso, igualmente tendríamos que realizarte una valoración general para estar seguros de que tu cuerpo es apto para el procedimiento. Es algo rutinario —agrega —. Nueve de cada diez mujeres pueden realizarse un legrado sin complicaciones.

"Legrado" Jamás pensé que una palabra pudiera dejar una sensación tan horrible en mi pecho.

—Emilia —vuelve a hablar al ver que no respondo —, como mi paciente, me es importante saber el motivo que te llevaría a querer interrumpir tu embarazo. Esto, porque debo valorar si debería canalizarte con otros especialistas para que juntos te ayudemos en el proceso, en caso de que esa sea tu decisión definitiva.

—Es algo que no esperaba —me limito a responder y mis ojos se llenan de lágrimas, pero me forzo a retenerlas.

Comienzo a pensar en qué hubiera pasado si hubiera descubierto una semana antes ¿Habría cambiado algo? ¿Cuál habría sido la reacción de Joan? ¿Habría dejado a Kristal? O ¿Habría sido capaz de mandarme a volar sabiendo que llevo a su hijo en el vientre?

¡Dios! Esto es tan difícil.

—Esta es una decisión muy importante, Emilia. Debes pensarlo con detenimiento. Aún hay tiempo, ¿está bien?

Asiento.

—De acuerdo. De cualquier manera, voy a solicitar que te tomen las muestras de sangre para revisar tu estado de salud y voy a realizarte una ecografía para ver el estado del embrión.

—Bien.

La doctora Murray escribe un par de cosas más antes de llevarnos a otro espacio en donde se encuentra la camilla y el aparato para la ecografía.

No hay necesidad de desnudarme como en la revisiones ginecológicas y lo agradezco. No creo que pudiera hacerlo estando Soph al lado mío, y tampoco quiero que se aparte de mi lado. Simplemente me recuesto en la camilla y desabrocho mi pantalón para que pueda tener mejor acceso a mi vientre.

Enciende la máquina y solo se puede ver una pantalla completamente negra con una titilante rayita blanca en la esquina inferior. Me explica el procedimiento y se coloca un par de guantes antes de aplicar un gel, cuyo color me hace recordar al de mi pasta de dientes. Contraigo en vientre instintivamente al sentir lo frío que está, pero poco a poco mi piel se acostumbra a la sensación y comienzo a relajarme.

Soph, no deja de sostener mi mano ni de mirarme como una orgullosa madre.

Mamá ¡Mierda! Nunca me había puesto a pensar en el inmenso significado de esa palabra.

¿Y ahora cómo le voy a decir a mi madre que pronto va a ser abuela?

"No es momento de pensar en eso"

Me concentro en el aquí y ahora, cuando siento el aparato deslizarse por mi vientre y en la pantalla aparece lo que supongo que es mi útero. Trato de enfocar algo, lo que sea que pueda parecer un bebé en potencia, pero solo veo manchas y líneas extrañas sobre el fondo negro.

La doctora Alisson, desliza la cosa sobre mi estómago y entonces sonríe.

—Aquí está —Señala una pequeña mancha negra, con un punto blanco al centro, que se ubica al costado derecho de la pantalla —Es un embrión de seis semanas y media. Mide aproximadamente cuatro milímetros y medio.

"Embrión" otra palabra que me incomoda. Sé que son términos médicos e imagino que después de lo que le pregunté hace un rato, ni siquiera ella sabe cómo referirse a él, ante mí. Pero esta palabra suena tan impersonal que ya pensaré una mejor manera para llamarlo.

—¡Wow, Emm! Es tan pequeño —Es la primera vez que escucho hablar a Soph en toda la hora que llevamos aquí.

"Y tan real" Pienso.

Las jodidas rayitas rojas de las pruebas de embarazo son una cosa insignificante comparadas con esta pequeña mancha de cuatro milímetros y medio. Ahora no hay duda. Hay vida creciendo dentro de mí y me aterra. Me aterra que la decisión que estoy por tomar, no sea la correcta.

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