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Capítulo 6 - Afrontar la realidad


—¡Ay, vamos Emm! Ya te expliqué que lo único que quería era evitarte un mal rato —Camino a paso apresurado, mientras Soph me sigue —. Josh tenía que llevar a Thiago al departamento por algo que necesitaba para un proyecto importante que están desarrollando juntos, en su empresa. Sabíamos que después de lo que pasó, lo último que necesitabas era verlo...

—Entiendo esa parte pero, ¿por qué no solo lo dijiste? Créeme que hubiera sido la primera en salir corriendo de tu departamento. No tenías que mentir —intervengo, gritándome para encararla. Le dedico una mirada rápida antes de concentrarme en buscar mi identificación de la empresa, para poder accesar —. Es su casa Soph. Pueden llevar a quien sea. No tendría porque limitarlos el hecho de que yo esté ahí —agrego, cruzando uno de los torniquetes y Sophie hace lo propio con el que está al lado.

—Es que justo eso era lo que quería evitar —apunta, esta vez con tono severo —. Habías pasado toda la mañana buscando un departamento. No quería que te sintieras presionada. Te conozco Emilia. Sé cuál habría sido la primera idea que se te habría venido a la cabeza.

—Que los estoy invadiendo. —Pienso en voz alta, mientras presiono el botón del elevador y aguardamos a que llegue.

—Y no quiero que lo pienses —sentencia apuntándome con el dedo. Arrugo ligeramente la frente, analizando sus palabras.

Asiento y le sonrío de medio lado, con un poco de culpa. La noche anterior ni siquiera había querido hablar de eso, simplemente me había encerrado en el estudio de Josh y me había tirado a dormir sobre el colchón inflable. Sí, tal vez estoy siendo exagerada con el tema.

El asunto queda zanjado una vez que nos montamos en el elevador, junto a otro par de empleados del área administrativa. Es entonces cuando caigo en cuenta de el lugar en el que estoy parada y hacia dónde me dirijo. El área de marketing está apenas un piso arriba del de RR.HH.

Trago saliva y me remuevo nerviosa. Retuerzo los bordes de mi falda y secó el sudor de mis manos con la misma tela. El nudo en el estómago, con el que había despertado esta mañana, se aprieta aún más. Cada vez que el elevador se detiene en un piso, mi corazón se acelera de manera nada agradable. Siento que, en cualquier momento, voy a tener un ataque de ansiedad.

Soph parece notarlo, porque me sostiene firmemente de la mano y me susurra que todo va a estar bien. Doy gracias al Universo, cuando conseguimos llegar a nuestra área sin novedades incómodas.

Mark ya se encuentra en su lugar respondiendo algunos e-mails. Nos saluda animado cuando pasamos a su lado, y entonces recuerdo que él está ajeno a lo que ocurrió después de mi fiesta de cumpleaños.

—¿Qué tal la resaca del sábado? —Eleva sus cejas y me mira atentamente, mientras formula la pregunta.

Me muerdo el labio, pero enseguida me arrepiento y maldigo para mis adentros. No quiero arruinar el trabajo que hizo Soph esta mañana, al tratar de ponerme presentable.

Yo bien podría haber llegado, el día de hoy, con la cara lavada y el primer conjunto formal que se me hubiera cruzado en frente. En cambio, traigo puesto un bonito vestido azúl marino de falda volante y un impecable maquillaje del que resaltan mis labios en color rojo intenso. Por lo menos había podido conservar mis preciadas balerinas color beige. Sophie casi me asesina cuando me vió salir con ellas puestas, en lugar del fino par de tacones que había elegido.

—Pensé que todavía traerías el efecto de tanto mojito, pero te ves radiante —agrega Mark.

—Si supieras...—respondo con un suspiro pesado. Y entonces los ojos de mi amigo brillan, ansiosos por conocer los detalles.

—¡Oh mi Dios! ¿Qué? ¿Cuéntame? ¿Hiciste algo vergonzoso en tu rato de borrachera?

—No presiones —Lo reprende Soph, y no solo con la voz, sino también con la mirada de advertencia que le está lanzando. Mark levanta las manos en señal de paz.

—Te prometo que voy a contarte todo en el almuerzo —aseguro.

Él asiente y nos enfrascamos cada uno en sus pendientes. Debemos avanzar en los cambios de la publicidad de Baby Center, que vamos a presentar el viernes.

El trabajo es un buen remedio para olvidar la mierda en la que se convirtió mi vida este fin de semana. Tan sumergida estoy en él, que casi olvido agendar la cita para la visita al departamento del anuncio del periódico.

Afortunadamente, mi cerebro lo ha recordado a tiempo; así que, mientras caminamos al bistró de siempre, hago la llamada. Aunque el cuerpo de Soph se interpone entre Mark y yo, no es suficiente para evitar que mi amigo escuche la conversación. Lo sé en cuanto me clava la mirada al escuchar las palabras "visita" y "departamento en renta".

Después de eso, ni con todas las advertencias de Soph, es posible mermar su interés en el tema. Así que, como lo prometí, paso mi hora del almuerzo repitiendo lo que pasó el fin de semana, mientras devoro una enorme porción de helado de triple chocolate.

Mis amigos no dicen nada. Mark está sumamente concentrado en cada detalle que digo y Soph, bueno, ella está dejando que me desahogue a mi modo. Si antes amaba la comida, en estos últimos días está empezando a volverse mi perdición, sobre todo los postres.

***

Hemos llegado a la mitad de la semana y, afortunadamente, no me he cruzado con Kristal en ningún momento. Soph lo hizo una vez, mientras llevaba un par de facturas al área administrativa y dice que tuvo que hacer usos de toda su fuerza de voluntad para no arrastrarla del cabello por todo el piso.Y Mark, bueno, si antes odiaba a esa mujer, ahora ha encontrado el pretexto perfecto para colocarle mil y un calificativos nada agradables.

Por otro lado, los cambios en la propuesta de la campaña, van de maravilla y eso poco a poco me ha ido levantando el ánimo. Estoy segura que el señor Prescott no va a tener más excusas para firmar el contrato que nos asegura un año manejando su cuenta publicitaria.

Justo en este momento estoy enviando a Olivia, el correo con la presentación final, que incluyen las gráficas presupuestarias que elaboró Mark. Estamos listos. Ya nada puede salir mal el viernes.

"No cantes victoria" Habla mi conciencia super pesimista, pero la mando a callar enseguida.

—¿Están listas? —pregunta Mark, mientras se pone de pie, recoge sus cosas y se coloca el blazer rosa chillante que eligió traer el día de hoy.

—Sí, por favor, larguémonos de aquí— responde Soph apagando su computadora.

Yo los imito.

Salimos de la oficina apagando las luces. Somos los últimos que quedamos en todo el piso. Miro por la ventana y solo es perceptible la luz dorada del alumbrado público.

¡Mierda!

—¿Cuánto tiempo estuvimos trabajando en la presentación?—indago.

—Unas seis horas —responde Mark con cansancio.

Levanto las cejas sorprendida. Eso quiere decir que son cerca de las ocho de la noche ¿Cómo no me dí cuenta que era tan tarde?

El elevador se detiene en un par de pisos más, recogiendo a personas que, como nosotros, han tenido que quedarse hasta tarde, incluidas un par de chicas de reclutamiento. Me tenso apenas las reconozco. Una es la lamesuelas principal de Kristal y la otra, su mejor amiga. Su cara de sorpresa inicial es inevitable, aunque no tardan en disimularla.

Las miro con los ojos entornados, mientras cuchichean y me lanzan miradas furtivas por encima del hombro.

"Definitivamente lo saben"

Soph, a mi lado, aprieta los puños y sé que está a punto de hacer una tontería, así que la sujeto del brazo y le aseguro, con la mirada, que todo está bien. Ella bufa, pero, al final, me hace caso y me siento aliviada.

Dejamos que ellas sean las primeras en salir, en cuanto las puertas se abren, después baja un hombre del área administrativa y al final nosotros. Camino a paso lento, esperando que salgan por completo del edificio.

—Bueno chicas, mi taxi está afuera. Nos vemos mañana —dice Mark, mientras se despide de Soph con un sonoro beso —. No dejes que te afecten las acciones de un par de niñas tontas —susurra cuando se acerca a mí y me toma de las manos. Sonrío y asiento.

Pero, mierda ¿Cómo se supone que voy a soportar los rumores de pasillo que sé que se avecinan?

—Josh está cerca ¿Te parece si lo esperamos afuera? —dice Soph, después de un rato.

—Sí, vamos. —Comienzo a caminar. Necesito salir de aquí. Necesito aire fresco porque siento que voy a asfixiarme. Un nuevo ataque de ansiedad.

Cruzo las puertas y me congelo al instante, pero nada tiene que ver con el clima. Más bien se debe a la pareja que en este momento se está comiendo a besos frente al edificio.

El rostro se me calienta del coraje.

"¡Par de cínicos, hijos de p...!"

Joan no repara en mi presencia cuando le abre la puerta del auto a Kristal y después lo rodea para subir del lado del conductor. Pero ella... ¡Oh! Esa maldita víbora sí que se da cuenta que estoy aquí. Lo sé en cuanto baja la ventana fingiendo limpiarse las comisuras de los labios y lanza un beso en mi dirección con aires de triunfo.


El motor del coche ruge al mismo tiempo que me quito uno de los zapatos y lo lanzo con todas mis fuerzas, en un intento inútil de borrarle la sonrisa a esa desgraciada. El auto desaparece por la avenida y yo me quedo parada como idiota, con los puños apretados y mi par de zapatos favorito, arruinado. 


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