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Capítulo 2.- Una víbora en tacones

—Menos mal Olivia está de buen humor hoy, ¿no? —comenta Mark, dejando caer sobre su escritorio, las carpetas de la presentación que recién acaba de culminar.

Yo suspiro, mientras me tumbo en mi silla y apoyo mi mejilla sobre la madera fría del escritorio. Mis brazos caen en estado inanimado, a mis costados.

—Sí, tuvimos suerte —afirma Sophie sin interés, permaneciendo de pie mientras teclea a la velocidad de la luz, en su teléfono. Tal parece que le importa más su conversación con, sabrá Dios quién, que el hecho de que casi perdemos la cuenta de Baby city.

Estoy consciente de que gran parte de ese hecho es mi culpa, porque llegué un cuarto de hora tarde a la junta; pero también me siento orgullosa al saber que la propuesta en la que habíamos trabajado durante semanas, al final, logró convencer al viejo cascarrabias del Señor Godwin de darle una oportunidad a nuestra agencia. Aunque con un millón de cambios de por medio, pero bueno; mejor eso que nada.

Mantengo mi mirada atenta en Sophie, quien continúa sumida en el "Mundo celular". Sin pensarlo, mi mente comienza a divagar en tonterías, como el que esa mujer seguro ganaría el Record guinness de más palabras escritas por minuto. Esperen... ¿Existe esa categoría?... Por qué de ser así, mañana mismo la inscribo.

—¿Qué opinas, Emm? —Escuchar mi nombre me trae de vueta a la realidad.

Me le quedo viendo a Soph, con un enorme signo de interrogación dibujado en el rostro.

—Lo siento... yo... ¿Cuál fue la pregunta?

Ella suspira y rueda los ojos, antes de correr su silla y dejarse caer sobre ella con gracia, para después cruzar sus largas piernas y comenzar a mecer un pie mientras me observa atentamente.

—Te decía que Josh acaba de escribirme —habla a la par que me muestra el aparato entre sus manos —. Me pidió que te pregunte si hay algún inconveniente en que lleve a un amigo a tu celebración, esta noche.

Me encojo de hombros restándole importancia al asunto.

—No tengo problema, mientras cada quien pague su consumo, puede invitar a su oficina completa.

Soph me observa y aprieta los labios. Sé que hay algo que quiere decir, pero no se atreve.

—¿Qué? —pregunto desconcertada mientras me acomodo en mi lugar.

Continúa dudando.

—Soph... —insisto y ella suspira.

—Tú no tienes problema —enfatiza la primera palabra —... ¿Pero, Joan?

Arrugo la frente tratando de encontrar una razón lógica al por qué de su pregunta.

—¿De qué hablas?

Ella suspira una vez más.

—Emm, nena, no es secreto lo celoso que es tu novio —apunta —. Estoy segura que Josh pregunta más por él, que por ti... ¿Acaso no recuerdas que la última vez amenazó a Eder solo porque te dio un abrazo?

El recuerdo de aquel día viene a mi mente...

Eder y yo nos abrazamos emocionados apenas los Rams anotaron el touchdown que les dieron la victoria de la temporada.

Fue un acto espontáneo, sin intenciones ocultas, pero Joan no lo había visto así. Me apartó de inmediato y lo sujetó del jersey, con mirada furibunda. Todos alrededor nos quedamos en absoluto silencio, conmocionados por la situación.

—No vuelvas a tocarla así —gruñó con los dientes apretados.

Jamás lo había visto perder el control de esa forma.

—¡Joan! ¿Qué haces? Suelt...

—¡Largo! —gritó de manera brusca, haciéndome pegar un brinco —¡Quiero a todos fuera de mi casa! ¡Ahora!

Está de más decir que después de ese día mis amigos evitaban cualquier tipo de reunión en el que estuviera incluido mi novio. Mis celebraciones de cumpleaños eran la única excepción y era consciente de que hacían un esfuerzo enorme.

—Eso fue antes de que supiera que Eder es gay y...

—No lo justifiques, Emilia —dice Sophie, con absoluta seriedad —. Hay un límite entre lo sano y lo enfermizo y, disculpame nena, pero Joan raya en lo segundo.

Suspiro con pesadez. Estoy consciente de que algunas veces Joan puede llegar a ser... temperamental, pero de eso a que sea celópata, hay mucha distancia de por medio. Pero no quiero discutir con mi amiga, no hoy. Ya encontraré el momento para hacerle ver que se equivoca.

¡Happy Birthday to you... Happy Birthday to you... Happy Birthday Dear Emilia...Happy Birthday to you! —Mark aparece en el momento indicado, con un pequeño muffin de chocolate decorado con bastante crema chantilly de color rosa, fresas, pequeños trozos de chocolate blanco y oscuro y una pequeña vela color lavanda, en el centro.

Ni siquiera noté en qué momento se escabulló, pero agradezco el que con su pertinente aparición se esté llevando la incomodidad del momento.

Sophie sonríe y se une a él para terminar de entonar la canción. Al final aplauden y me instan a pedir un deseo antes de apagar la vela. Y solo hay una cosa en la que puedo pensar a mis veinticinco años: Continuar siendo feliz... ¿Por qué mi vida si es feliz, no?

Como sea, al apagar la vela siento como si estuviera sellando un pacto conmigo misma. Un propósito se fija en mi mente y lo decreto: Este año va a ser el más feliz de mi vida.

El resto de la jornada transcurre muy rápido, lo único importante que había para ese día, había sido la reunión de la mañana. Varios de mis compañeros se han acercado a felicitarme y llenarme de buenos deseos y pequeños detalles. Justo ahora, mi escritorio se encuentra hecho un desastre; con algunas tarjetas de felicitación y chocolates. Pero hay algo que no ha dejado que disfrute de este día como debería.

Una punzada de decepción y desconcierto aparece en mi pecho, producto de la nula atención por parte de Joan.

El año pasado había enviado un enorme ramo de rosas junto a una caja de fresas cubiertas con chocolate amargo (Mis favoritas) y un pequeño perro de peluche que tenía bordado en el pecho la frase "Para el amor de mi vida". Pero ahora, eran cerca de las tres de la tarde y ni siquiera había recibido un mensaje de su parte.

—Si se pudiera deshacer un teléfono con solo mirarlo, el tuyo ya estaría reducido a cenizas —comenta Sophie, mirándome desde su lugar.

—¿De qué estás hablando? Solo cuento los minutos para poder salir de aquí —miento descaradamente. Aunque claro, como suele suceder, mi expresión no termina de ponerse del todo de acuerdo con mis palabras y Sophie lo capta enseguida. A veces me molesta que sea tan perspicaz.

—Uh-huh... —musita. Sin duda sabe lo que me pasa.

En años anteriores, Joan armaba revuelo el día de mi cumpleaños, y el que este año esté brillando por su ausencia, es más que notorio. Pero el detalle que termina por coronar este maravilloso día (Nótese el sarcasmo), es el sonido de un par de tacones chocando contra la duela del piso.

—Grandioso —musita Soph con ironía, al tiempo que rueda los ojos.

De soslayo observo a Mark ponerse los auriculares y comenzar a teclear, seguramente un montón de cosas sin sentido, en su computadora.

"Cobarde" Pienso.

Todos dentro de Epicenter estamos familiarizados con ese sonido y es que, a pesar de que la mayoría de las chicas usamos tacones, el sonido que producen aquellos pasos es insoportable. Estoy optando por seguir el ejemplo de Mark, así que me pongo de pie y trato de escabullirme hacia los baños, pero una voz igual de estridente a la de su andar, me frena en el acto.

—¡Emi, hermosa! —Detesto que me digan "Emi" y ella lo sabe.

Aprieto los ojos y respiro profundamente, dándome fuerzas para encararla.

—Kristal —digo con una sonrisa forzada.

Ella es jefa de reclutamiento en el área de RR. HH. y excompañera de Joan.

—¿Ibas a algún lado? —pregunta, al verme reclinada en mi escritorio y con el trasero despegado de mi silla.

—No, yo... estaba por comenzar a recoger mis cosas —respondo, mientras termino de levantarme y acomodo mi sueter dentro de la cinturilla de falda. Por el rabillo del ojo puedo ver a Soph conteniendo una sonrisa burlona.

Ya me las pagará.

La mujer frente a mí me da un repaso de pies a cabeza, descaradamente.

—Estás preciosa el día de hoy —apunta con entusiasmo, aunque yo sé que todo es pura hipocresía, razón por la que no respondo.

Se acerca a mí y me envuelve en un fuerte abrazo que me deja sin aire, cosa que agradezco pues así no tengo que soportar el penetrante aroma de su perfume.

—¡Feliz cumpleaños! —exclama cerca de mi oído y casi me revienta el tímpano.

A sus espaldas, Mark y Soph no dejan de hacer sus típicas imitaciones de ella y yo estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano por no echarme a reír.

—Gracias —musito de manera incómoda, separándome de ella.

Kristal vuelve a regalarme esa sonrisa plástica, mientras acomoda los mechones de cabello cobrizo detrás de su oreja. Un silencio desagradable se extiende entre nosotras y una energía realmente pesada comienza a envolverme.

¡Mierda!

¿Cómo le hago para que se vaya?

No se me ocurre nada más que girarme hacía mi escritorio y comenzar a recoger mis cosas. Tomo las tarjetas de cumpleaños dispuesta a guardarlas en uno de mis cajones, cuando su voz vuelve a interrumpirme.

—No, no, no... ¿A ver?... Algo no está bien aquí—comenta posicionándose a mi lado y ahora sí aspiro todo su dulce y fastidioso perfume, de golpe. Resisto mis ganas de taparme la nariz. El aroma es tan penetrante que comienza a causarme un agudo dolor de cabeza y hace que el estómago se me revuelva —... Algo falta —agrega, golpeando su barbilla con el dedo índice.

Arrugo la frente sin entender realmente a lo que se refiere.

—¿Dónde está el inmenso arreglo floral de tu flamante novio? —inquiere con fingida sorpresa. Hay algo en esos ojos verdes que nunca ha terminado de agradarme y se está haciendo presente en este momento. Distingo un atisbo de satisfacción en ellos.

Abro la boca un par de veces para responder, pero mi cerebro tarda en maquinar una respuesta inteligente que la mande a la mierda de manera elegante.

—Este año el regalo fue tan grande que no cabe en su escritorio —interviene Soph, ganándose la atención de Kristal y sacándome del detestable momento.

—Ya veo —apunta esta y su sonrisa se ensancha —... Espero, de todo corazón, que este día sea inolvidable para tí, Emi —Guiña un ojo, antes de dar media vuelta de alejarse por el pasillo.

—¡Vaya! eso fue incómodo —comenta Mark, desde detrás del monitor de su computadora. Solo consigo verle los ojos, pero estos están tan abiertos que seguramente está igual de desconcertado que yo.

—¡Ay! ¡Como la detesto! —Se queja Soph —. Es una víbora.

Sí. Kristal Wilson no es una persona muy querida dentro de la empresa. Está en entredicho su ética profesional a la hora de contratar al capital humano. Para prueba basta el hecho de que el número de personal masculino sea mayor al personal femenino, desde que ella ascendió como líder del área, además de que todos rondan entre los veinticinco y treinta años y son realmente atractivos.

Trato de ignorar las palabras venenosas de esa mujer y el mal sabor de boca que me dejó su aparición.

—Olvídala, Sophie. Mejor larguémonos de aquí —sugiero.

La mirada de mi amiga se ilumina enseguida.

—¡Tienes razón!... No vamos a permitir que nada opaque este día... ¡Nena, cumples veinticinco! —Celebra, y es imposible no contagiarse de su emoción.

Esta noche tengo planeado festejar mi cumpleaños en un Gastropub que abrió hace algunas semanas al centro de la ciudad y me encantó. Tiene un ambiente agradable, la música no es tan estruendosa como el club al que Soph pretendía que fuéramos, lo cual te permite tener una buena plática con tus acompañantes, y los tragos ¡Dios! los tragos son cosa del otro mundo. Los mejores que he probado en mi vida.

Salgo del edificio con la firme intención de regresar a mi departamento para poder arreglarme, tal y como esperaba hacer esta mañana, pero Sophie piensa que es mejor idea hacerlo en el suyo, ya que está más cerca del lugar en donde nos vamos a reunir con los chicos, además de que no quiere que pase ni un momento sola este día, pues es seguro que Joan, a esta hora, continúa en la oficina.

Nos despedimos de Mark y emprendemos el viaje rumbo al departamento de mi amiga. Al llegar, Josh sale de la cocina con un bowl de palomitas en una mano y una lata de cerveza en la otra. Al ver a Soph su rostro se ilumina y sonríe como si fuera la cosa más bella que hubiera visto jamás. Ella se acerca, lo sostiene de la mejilla y le da un casto beso en los labios. Me encanta la relación que tienen, nada me hace más feliz que ver a mis amigos tan enamorados. Aunque no deja de ser incómodo estar aquí, parada en medio de algo tan íntimo.

Una punzada de culpabilidad me atraviesa el pecho cuando me encuentro pensando en cuánto deseo una relación así. En cuánto me gustaría volver al inicio de mi noviazgo con Joan, cuando era el hombre más detallista, cariñoso y atento del mundo y no el workaholic frío y distante en el que está convirtiendo.

—¡Pero si aquí está la cumpleañera! —La voz de Josh me devuelve a mi cruda realidad.

Lo veo dejar el bowl y la lata sobre el desayunador antes de llegar a mí y darme un efusivo abrazo, que hace que despegue los pies del piso. Chillo de la impresión antes de comenzar a reír y corresponderle el abrazo, mientras Soph niega, divertida por la escena.

Así ha sido siempre, desde el día que nos conocimos en la Universidad.

—Ya, ya, ya. Déjala en paz que me la vas a asfixiar —Lo reprende mi amiga —. Además, tengo que dejarla deslumbrante para esta noche y tenemos el tiempo justo.

—Que Dios se apiade de tu alma, Emilia. —Bromea Josh, ganándose una mirada indignada por parte de su novia. Él libera una carcajada y se acerca a Sophie, aprisionado sus labios una vez más.

¡Mierda!

Me parece eterno el tiempo que tardan fundidos en aquel beso, antes de que Josh nos dé espacio y regrese a la cocina. Una vez solas en el pequeño recibidor, Sophie me toma de la mano y me arrastra por el pasillo, hasta su habitación.

—Vas a ser una diosa esta noche —asegura —. Te juro que a Joan se le va desprender la quijada con solo verte.

***
N/A

Hola, preciosuras! Gracias por leerme. Los amo ♥️


Estén list@s para el inicio del drama en esta historia. 😆

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