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Capítulo 18 - Si mi vida no es complicada, simplemente, no es mi vida.

—Lo siento mucho, Emilia. —Repite Raymond, como por quinta vez.

—Está bien. —Trato de calmarlo.

Se alteró un poco después de que se enterara de mi embarazo, gracias a Amy. Así que lo traje a una de las salas de descanso y le preparé un café, para que se tranquilizara.

—No tenía idea —dice avergonzado —. De haber sabido que estabas con alguien y que estás —Señala mi vientre —Ni siquiera hubiera intentado... ¿Por qué no me lo dijiste? —Trago saliva.

¿Por qué? Ni siquiera yo lo sé. Tuve oportunidades de hacerlo y, simplemente, decidí guardar silencio.

Raymond es lindo, atento, amable y caballeroso. Parece una buena persona. Además, nunca se me va a olvidar que es gracias a él que conservo mi empleo. Es, en pocas palabras, el hombre que cualquier mujer desearía.

—Tú no tienes que disculparte por nada. Soy yo quien lo siente —digo con sinceridad —. Por supuesto que pensaba decírtelo, pero la chica de RR. HH. se me adelantó —Dibujo una media sonrisa y Raymond me imita.

—¿Hace cuánto que lo sabes? —indaga.

—No hace mucho —Pongo una mano sobre mi vientre —. De hecho, desde el día del incidente con tus zapatos. —La sonrisa de Raymond se ensancha —. No había dicho nada, porque no es como que me guste andar ventilando mi vida personal en el trabajo. Además, creo que es algo que se va a dar a notar por sí solo, a su debido tiempo.

—Tu novio debe estar muy feliz —comenta.

—¿Mi novio? —Arrugo la frente. Raymond abre mucho los ojos y, una vez más, palidece.

—No me digas que estás casada... —Voltea a ver mi mano, verificando si uso alguna sortija de matrimonio. Sonrío.

—No. No estoy casada —Su expresión se relaja un poco —...Tampoco estoy con el padre de mi bebé. —Ahora es él quien arruga la frente.

—¿Cómo? —pregunta —... Quieres decir que...

—Soy una futura madre soltera. —Termino la frase y me encojo de hombros. Es la primera vez que utilizo el calificativo, abiertamente, con otra persona y realmente no se escucha tan trágico como pensaba.

Me alegra que ahora sí podamos hablar con tranquilidad, sin Thiago merodeando con esa mirada de asesino serial que tenía esta mañana. Gracias al Universo tuvo que regresar a su oficina. No entiendo cuál es su problema con Raymond.

Él me observa con detenimiento. En sus ojos parece haber algo de esperanza. Esperanza que no sé si pueda, o más bien, si quiera matar. Me regala una pequeña pero cálida sonrisa.

—En verdad me gustas —susurra. Y creo que es algo que ha dicho más para sí mismo, que para mí.

Sonrío.

Raymond es un hombre bastante atractivo. Quien no se fija en él, es porque está ciego. Me gusta, claro que me gusta; pero aún tengo miedo de que todo se vaya a la mierda si cometo alguna estupidez.

Si llegara a acceder a salir con él y algo no funcionara, quien lo perdería todo sería yo. Él tiene la vida resuelta y yo... yo solo tengo un departamento vacío y un bebé en camino. Si pongo todo eso en una balanza, la respuesta es simple. Pero soy Emilia Allen, a la que le gusta complicarlo todo.

—También me gustas —musito y su sonrisa se amplía.

Nos sumimos un rato en un silencio que comienza a ser incómodo, pero al final asiente y pasa saliva.

—No quiero que sientas que te presiono, pero... te dije que era directo, ¿recuerdas?

—Lo recuerdo —afirmo.

—Bien... Pues, entonces no me queda más que preguntar... ¿Te gustaría salir conmigo este viernes? —Me quedo callada. Todavía estoy a tiempo de retractarme —. Podemos ir a un bar —agrega.

"¿Un bar?... ¿Con una mujer embarazada? ¿Es en serio?"

Al parecer mi rostro es demasiado expresivo, porque se corrige enseguida:

—Lo siento, no quise... Tal vez podamos ir a tomar un café —sugiere.

"Segundo strike"

—Me encantaría, de verdad. Mataría por un café, pero mi médico me limitó el consumo de cafeína. —Hago una mueca. Él abre la boca un par de veces más, sin saber qué decir —. Tranquilo, no pasa nada —aseguro, antes de que le dé un ataque —. Podemos pensar el lugar con calma. Aún tenemos un par de días.

—Entonces... ¿Eso es un sí? —Entorna los ojos.

—Sí. —respondo y sonríe abiertamente.

—Bien... Perfecto... Me alegra... Yo... —Se aclara la garganta —. Paso por tí después del trabajo, ¿te parece bien? —Recupera la compostura.

—Bien —aseguro.

—Bueno —Mira su reloj —. Tengo que irme —dice, poniéndose de pie.

—Ya te entretuve mucho tiempo, lo siento —comento apenada.

—¿De qué hablas? Nada de eso. Me dio gusto poder platicar contigo, sin interrupciones —La cara que pone mientras pronuncia la última palabra me hace saber exactamente por quién lo dice.

—A mí también —confieso. La verdad es que Thiago estuvo más pesado que de costumbre —. Que tengas un buen día.

El momento de despedirnos se vuelve un poco torpe e incómodo. Él trata de acercarse para besarme y, aunque su intención claramente es un beso en la mejilla, estamos en mi lugar de trabajo y él sigue siendo nuestro cliente. Así que echo el cuello para atrás en un acto reflejo y extiendo la mano.

¡Mierda! Espero no haber metido la pata tan pronto.

Raymond se sorprende en un inicio, pero parece captar el mensaje enseguida, porque asiente de manera propia y me estrecha la mano.

—Hasta el viernes, Señorita Allen. —Se despide, mientras se abotona el saco.

—Hasta entonces, Señor Prescott.

Lo acompaño hasta la puerta y me lo quedo viendo, mientras se aleja por el pasillo y desaparece dentro del elevador.

"¿Y ahora en qué nuevo aprieto te acabas de meter?"

Cállate conciencia. No despiertes a la mala suerte.

***

El resto del día transcurre con normalidad: Entrar y salir de la oficina de Olivia, orinar, revisar presupuestos, buscar locaciones para las fotografías, orinar, empatar los calendarios de las modelos para que las podamos juntar a todas y así solo tener que hacer una sesión fotográfica... y claro, volver a orinar.

Para el final de la jornada, tanto los pies como el trasero me duelen. Solo quiero llegar a casa, tumbarme en la cama y no despertar hasta el día siguiente. Bueno, tampoco es como que tenga nada mejor que hacer.

—Estuviste muy callada hoy —comenta Soph, mientras recogemos nuestras cosas.

Estiro mi cuello y echo un vistazo por encima del cubículo, asegurándome de que Mark no esté en su lugar. No es que no quiera a mi amigo, pero, guardar secretos no es precisamente una de sus virtudes.

—Tengo una cita el viernes. —Suelto sin más. Me había estado conteniendo todo este tiempo de contarle lo de Raymond.

—¡¿Qué?! —Vocifera y le cubro la boca enseguida.

—¡Baja la voz! No quiero que toda la oficina se entere. —La reprendo.

—Okay —articula con la boca, haciéndose la graciosa. Ruedo los ojos.

—No voy a decirte nada, si sigues así —amenazo y eleva la manos.

—Ya. Lo siento. No puedes dejarme con la curiosidad... ¿Cómo que una cita?... ¿Con quién?...

Por primera vez puedo robarle la expresión a Sophie. Sonrío como Cheshire. Ella abre mucho los ojos y su boca dibuja una "O" perfecta. Tomo mi bolsa y comienzo a caminar por el pasillo.

—¡Oh, por Dios! No me digas que —Sale corriendo detrás de mí —... Lo sabía, era solo cuestión de tiempo para que esto pasara. No por nada dicen que del odio al amor hay solo un paso —dice, justo cuando llegamos frente al elevador. La miro con la frente arrugada.

—¿De qué hablas?... Yo jamás he odiado a Raymond, al contrario, siempre me ha parecido un hombre encantador.

La cara de Soph es indescifrable, parece que, por primera vez, no sabe qué decir.

—¿Cómo...? ¿Qué...? —Las puertas de elevador se abren y entramos en él —¿Raymond?... ¿Raymond Prescott?

—¿Conoces algún otro?

—Pero yo pensé que....

—¿Ahora te sorprende? —La corto —. Si fuiste tú quien me dijo que él estaba interesado en mí, ¿recuerdas?

—Sí, yo sé, pero. —Cierra la boca cuando más personas entran un par de pisos más abajo y así nos mantenemos hasta llegar al lobby. Escucho su tacón golpear repetidamente en el piso y sé que está ansiosa —... No sabía que tú también estuvieras interesada en él —continúa, apenas ponemos un pie fuera —. Estabas renuente por tratarse de un cliente y luego...

—¿Y luego, qué? —La corto —... En verdad que no te entiendo Soph —Cruzamos las puertas del edifico y comenzamos a caminar —... Primero te metes en mi cabeza instando a que me fije en Raymond y ahora...

—Buenas noches. —Me quedo de piedra al escuchar esa voz.

"¿Pero qué...?"

—¡Oh! Hola, Thiago —responde Sophie, tan amable como siempre.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto con irritación mientras me giro a verlo.

—Buenas noches, Emilia. Mi día ha ido de maravilla, gracias por preguntar. ¿Qué tal el tuyo? —dice él.

—Es extraño, sabes, pero ha sido realmente fantástico desde que terminó la reunión de esta mañana. —Sonrío con altanería y me cruzo de brazos.

—¿De verdad? ¿Por algo en particular? —pregunta de manera burlona.

Voy a responder pero una Sophie incómoda me interrumpe y me hace voltear a verla:

—Umm... Chicos... Josh acaba de llegar por mí —anuncia —. Me tengo que ir —agrega, mirándome con culpa.

—No, pero... —Mis ojos se abren con ruego. Incluso la sostengo de la mano para retenerla.

—Adelante —Responde Thiago —. Ve con tranquilidad, yo me quedo con Emilia y la llevo a casa. —"¿Qué?"

—¡Genial! —Soph se libera de mi agarre y sonríe —. Bueno, hasta mañana. —Me da un abrazo rápido y se aleja, prácticamente corriendo, dejándome con una súplica a medio pronunciar.

¡Mierda!

Me giro hacia Thiago con cara de pocos amigos.

—Yo también me voy. Adiós. —Le paso por un lado y comienzo a avanzar, pero creo que no he dado ni dos pasos cuando siento su mano cerrarse en torno a mi muñeca.

—No puedes irte todavía —apunta y lo miro como si estuviera loco ¿Ahora resulta que va a venir a decirme lo que puedo y lo que no puedo hacer?—. Vine a buscarte para que revisemos algunas opciones que tengo para la locación de la sesión fotográfica.

—¿Tiene que ser ahora?... He pasado el día entero de un lado a otro. Quiero irme a descansar. —Me quejo.

—Este es el único horario que nos queda a ambos, Emilia. Por si no lo recuerdas, pasamos todo el día dentro de una oficina.

—Maldición —mascullo —. Okay, muéstrame lo que tengas, de una vez. Vamos a terminar con esto rápido.

—¿Aquí, a mitad de la calle? ¿No se supone que estás muy cansada? He visto un dinner cerca, vamos ahí —sugiere.

—No, gracias. Aquí estoy bien. Además, no creo que esto tarde más de diez minutos, ¿o sí?

—Pero qué testaruda eres —Se queja —. Bien, como quieras, pero vamos al coche, aunque sea.

—¿Vas a secuestrarme? —Entorno los ojos.

—No digas tonterías. —Coloca su mano en mi espalda, instándome a caminar.

La alarma del vehículo se desactiva y Thiago abre la puerta para que pueda subir. Me coloco en el asiento del copiloto y él toma su lugar tras el volante.

—Y bueno... ¿En dónde está la información? —indago ansiosa.

—En verdad tienes prisa por salir de aquí —comenta.

—Ya te lo dije, estoy cansada.

—Bien. —Suspira y se inclina sobre el asiento hasta alcanzar un maletín que está en la parte trasera. El olor a su colonia me invade las fosas nasales, despertando una sensación extraña dentro de mí. ¡Dios! En verdad este hombre huele maravilloso.

Saca unas fotografías junto a unos documentos y me los entrega. Las fotos son de distintos lugares, hay lo que parecen ser galerías de arte, edificios antiguos que fueron rehabilitados como hoteles, restaurantes, etc. Todo se ve maravilloso, pero la cruda verdad llega cuando comienzo a leer los papeles con los costos del alquiler y todo el equipo que habría que llevar. Prácticamente se estaría llevando el cincuenta por ciento del presupuesto total destinado para el evento. Es muchísimo dinero.

—¿No tienes una opción menos costosa? —indago —Necesitamos algo de, por lo menos, la mitad del costo de uno de estos.

Arruga la frente.

—¿El flamante dueño de P&A no puede pagar una simple galería de arte? —Hace el comentario con toda la intención de molestar, pero no pienso darle el gusto.

—Thiago, son solo fotografías para la decoración del evento, no tendría por qué invertir más en eso.

—Ya veo —finge pensar un momento —... ¿Y si solo son fotografías, por qué no contrataron al primer fotógrafo que encontraron?... No tendrían que darle más importancia de la que merece, después de todo... —Se encoje de hombros.

—Eso no te importa. El punto es que necesitamos una locación más barata...

—Va a ser un poco difícil.

—Yo también voy a buscar opciones, no te preocupes. Algo vamos a conseguir. Ahora, si ya no hay nada más que revisar, me voy —apunto, haciendo amago de salir del coche, pero, por segunda ocasión en lo que va de la noche, me detiene.

—Le prometí a tu amiga que te llevaría a casa, así que, ponte el cinturón —ordena.

¡Habráse visto semejante cabrón!

—¿De qué hablas? Por supuesto que no vas a llevarme a ningún lado —aseguro con molestia y se apresura a activar los seguros —¿Estás loco? Déjame salir —exijo.

—No, hasta que hayamos llegado a tu casa —responde —. Por favor, ponte el cinturón.

—Abre las puertas o grito —amenazo.

—¿Por qué siempre eres tan difícil?

—No soy difícil, lo que pasa es que tú no sabes cómo tratar a una mujer.

—No me digas, ¿y quién sí sabe? ¿Raymond?

—¡Maldición, Thiago! Abre la puerta.

—No —Su mirada retadora me anima a hacer una locura.

—Bien, te lo advertí.

—¿Qué...?

—¡Ayuda, me están secuestrando! ¡Llamen a la policía! —Comienzo a gritar como una auténtica histérica.

—¿Pero qué pasa contigo? —En su rostro puedo ver que, realmente, no pensaba que me atreviera a hacerlo.

—¡Ayúdenme! —Continúo en mi papel.

—Quieres bajar la voz y ponerte el cinturón, por favor —ruega con desesperación.

—No. Lo único que quiero es salir de aquí —Frunzo el ceño y me cruzo de brazos, como niña pequeña.

—Pues no —Su teléfono comienza a sonar, interrumpiendo lo que sea que fuera a decir—... Demonios —masculla, mientras lo saca de la bolsa de su pantalón.

El nombre "Nina" aparece en la pantalla. Es la rubia de la otra noche. Siento una punzada en el pecho y en el estómago, que no puedo controlar.

—Adelante, responde. —Le instinto de mala gana.

—Primero voy a llevarte a tu casa. —Bloquea el aparato y lo deja dentro de la bandeja organizadora que está entre nuestros asientos, se abrocha el cinturón y arranca.

Quiero protestar, pero creo que va a ser inútil, así que mejor me coloco el cinturón. El teléfono vuelve a sonar y esta vez el nombre aparece también en la pantalla del coche. Observo la reacción de Thiago, pero este ignora la llamada por completo. Está bastante concentrado en el camino.

—Creo que es importante... Yo creo que a tu —No sé cómo llamarle. Por alguna extraña razón me cuesta trabajo usar la palabra "novia" —... Debe habérsele tapado la cañería o fundido un foco y necesita que la salves —comento con saña, pero me arrepiento enseguida.

¿Pero qué mierda estoy haciendo?... Hablando mal de una persona que no me ha hecho nada. Yo no soy así. Además, a mí qué me importa si su novia lo busca o no.

Creo que voy a tener que hacer una cita con un psicólogo, urgentemente.

—¿De qué estás hablando? —Aprovecha un semáforo en rojo para escudriñárme con la mirada. Me remuevo incómoda sobre el asiento. Estoy segura de que también se dio cuenta de mis malas vibras.

—Nada —Me aclaro la garganta —. Ni siquiera sabes dónde está mi casa. No sé como pretendes llegar... —Cambio el tema esperando que funcione.

—Me queda de paso —asegura. Me giro a verlo con un movimiento brusco, que hace que mi cuello me duela.

¡Maldición!

—¿Qué? ¿Cómo es que...?... Maldita sea, sí eres un acosador. —El teléfono suena por tercera ocasión y esta vez toma la llamada desde el comando del coche. Una suave melodía suena de fondo.

—Nina, estoy en camino. Llego a casa en diez minutos, más o menos.

—Bien. Espero que sea cierto porque si la cena se enfría, en mi vida vuelvo a cocinar para ti —reclama la chica y él rueda los ojos, pero sonríe.

Me muerdo la lengua para no soltar un comentario que empeore la situación. Thiago no es mi persona favorita, pero tampoco quiero que tenga problemas con su novia por mi culpa. Aunque sería una buena lección, a ver si así me deja en paz.

—¿Y si llevo tu pastel favorito? —pregunta. De repente siento envidia por esta chica.

—Odio que siempre sepas cómo salirte con la tuya —responde ella y un nudo se me forma en el estómago.

El resto del camino lo pasamos sumidos en un profundo silencio, puedo sentir las miradas furtivas que me lanza Thiago, pero yo solo puedo concentrarme en ese dolor en el pecho que cada vez se agudiza más. Cuando el coche se detiene fuera de mi edificio y los seguros se desactivan, salgo corriendo del coche.

—¡Emilia, espe...! —La voz de Thiago se pierde tras la puerta que acabo de cerrar.

Cuando entro al elevador me sorprendo a mí misma derramando un par de lágrimas.

¡¿Pero qué mierda me pasa hoy?!

***

N/A

Hola, hermosas.

Aquí les dejo la actualización de hoy. Que tengan un lindo inicio de semana. 

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