Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 17 - Guerra de testosterona


—¿Artículos para bebés? ¿Es en serio?... Tú solo me hablaste del evento de lanzamiento, no de la campaña.

Ruedo los ojos y acelero el paso. Hago mis ejercicios de respiración y cuento hasta cien para mantener la calma, pero Thiago me lo hace, simplemente, imposible, porque no para de quejarse.

Al final había aceptado trabajar con nosotros, lo cual fue, en cierta parte, un alivio, pues ya no tengo que seguir revisando currículums ni haciendo entrevistas. Aunque el alivio duró aproximadamente una hora, porque desde que salió de la oficina de Olivia no ha hecho nada más que atosigarme.

—No es seguro que te den la campaña, no te creas tan importante —respondo —. Primero debes hacer un excelente trabajo con las fotos del lanzamiento, además... ¿Qué imaginabas cuando te hablé sobre mujeres embarazadas?, ¿coches? —ironzo.

—No lo sé... ¿Campañas de planificación familiar, quizá?—refuta.

Me giro sin previo aviso para encararlo, pero lo único que provoco es que Thiago no tenga tiempo de detenerse y se estampe conmigo, mandándome a volar al otro extremo del pasillo. O bueno, eso es lo que habría pasado si el hombre no tuviera tan buenos reflejos, porque, justo ahora, una de sus manos está sujetando mi cintura con firmeza.

Creo que esta es la tercera vez que nuestros cuerpos hacen contacto y, aunque me gustaría describir a detalle la extraña sensación que provoca, no me siento de humor para dejarme nublar la mente por esto. Los pechos me duelen, el sostén me pica, el vestido está a medio centímetro de no cerrarme y tengo la urgencia de ir a orinar antes de que empiece la junta.

¡Bienvenida, novena semana de embarazo!

Me aparto de él y me aliso el vestido, fingiendo que todo está normal, mientras veo como traga saliva y su pecho se hincha cuando toma aire.

—En serio, Emilia, yo jamás he hecho fotografía de producto. Y no sé nada de chupones y pañales —advierte.

—¿De verdad? —Me burlo y cruzo los brazos —. Yo pensé que eras el experto en bebés, como siempre opinas sobre lo que les hace bien y lo que no... —comento con una sonrisa fingida.

—Esto no va a funcionar. —asegura y palidezco por el pánico de que se le ocurra retractarse justo ahora.

Maldita sea, en qué momento Olivia pensó que sería buena idea proponer a Thiago para realizar las fotografías de la campaña.

—Escucha. Este proyecto es muy importante para mí —Me apresuro a hablar —. En verdad te necesito. Así que, por favor, no me digas que quieres renunciar antes de empezar. —Y sí amigos, prácticamente le estoy rogando que se quede. Una hace cosas inimaginables por conservar su trabajo. Incluso, me aguanto las ganas de voltearle la cara cuando lo veo sonreír con satisfacción —. Prometo que voy a hablar con Olivia para que no le mencione a Raymond, sus intenciones de incluirte en la campaña —aseguro.

—¿Raymond? —Su semblante se transforma completamente. Ahora tiene los ojos entornados y el entrecejo fruncido.

¿De todo lo que le dije, el nombre de Raymond es lo único que le interesa?, ¿de verdad?... Nunca voy a poder entender cómo funciona su cerebro.

—Sí. Raymond Prescott, nuestro cliente —digo con obviedad —. Supongo que Olivia ya te habló de él.

La cara que pone es confusa. Parece que me está mandando dos señales totalmente diferentes, al mismo tiempo. Por un lado, su mandíbula está tensa, y por el otro, eleva las cejas y sus ojos se abren con sorpresa y burla.

—Por supuesto que sé quién es, solo que no sabía que teníamos permitido hablar con tanta confianza de los clientes —comenta, y no sé exactamente en qué tono lo hace —... ¿O es que acaso esta confianza es exclusiva entre tú y él? ¿Lo llamas así también cuando lo tienes enfrente? —pregunta de manera sugerente.

—Eso no te importa —respondo terminante, mientras le doy la espalda y retomo el camino hasta mi escritorio.

—Puede ser que no —Me sigue el paso —, pero sí me causa mucha curiosidad. —Se recarga en el borde de mi escritorio, se cruza de brazos y me mira con insistencia, esperando una respuesta.

—Es demasiado joven para llamarlo, Señor Prescott, todo el tiempo —digo de manera natural, sentándome en mi silla y ordenando las carpetas que vamos a utilizar.

—¡Oh! ¿De verdad?... ¿Qué tan joven? —Elevo una ceja.

—¿Por qué tanto interés? —Lo observo atentamente.

—Ya te lo dije. Es curiosidad —Se encoge de hombros, desvía la mirada y comienza a husmear las cosas en mi escritorio.

—Pues no lo sé. Es más o menos de nuestra edad —digo, le arrebato mi taza con cara de Sullivan, que compré la última vez que fui a Disneyland y la guardo dentro de uno de los cajones. Sonríe y se cruza de brazos. Trato de no mirar demasiado los músculos que se le tensan por debajo de la camiseta.

—No has contestado mi primera pregunta —insiste —... ¿También lo llamas por su nombre cuando lo tienes enfrente? —Toma uno de los caramelos que tengo sobre el escritorio y se lo mete a la boca.

—¿Qué no tienes nada mejor que hacer? ¿Algo que debas alistar antes de que entremos a la reunión? —Trato de desviar la conversación.

—No. Respóndeme. —Su sonrisa se ensancha y bufo. Claramente no funcionó.

—Sí, ¿de acuerdo? —respondo hastiada —. Después de todo, él fue quien insistió en que lo llamara así —agrego y me alegro de que por fin algo haya borrado esa sonrisita irritante de su rostro; el cual, justo ahora, es todo un poema.

—Parece que hay mucha confianza entre ustedes... —comenta con absoluta seriedad.

Abro la boca un par de veces, sin saber qué decir.

—El señor Prescott es un encanto —interviene Soph "¿En qué momento llegó?"... La miro con ojos asesinos pero me ignora y continúa —. Se preocupa mucho por Emm —Niego con la cabeza, a modo de advertencia, pero claro, es Sophie Thompson y no se va a quedar callada —. La otra noche nos llevó a casa, después de salvar a Emilia de una buena caída —Arrugo la frente ¿A qué viene ese comentario? —. Seguro lo recuerdas, estabas ahí ese día. —Le dice a Thiago.

Él parece pensarlo por un momento y sus ojos se ensombrecen enseguida. Puedo ver como sus manos se tornan blancas de lo fuerte que está sujetando el borde de mi escritorio. Un poco más y lo hace trizas.

—Claro... No lo recuerdo a él, pero sí su coche de príncipe mimado —dice. Nunca he entendido la obsesión que tienen los hombres con los coches, como si con ellos se pudiera medir su virilidad —. Va a ser interesante conocerlo —agrega con una sonrisa de medio lado.

No logro encontrarle una relación lógica a lo que acaba de decir, pero parece que Sophie sí, porque tiene esa sonrisa del gato de Alicia.

Mi amiga siempre disfruta ver el mundo arder.

***

Después de ir al baño a hacer mis necesidades, refrescarme y ponerme un poco presentable para la reunión, mi equipo y yo entramos a la sala de juntas a preparar todo antes de que aparezcan los jefes.

Olivia llega apenas un par de minutos después, con una sonrisa de oreja a oreja (Agradezco con todo mi ser que esté de buen humor) y detrás de ella, los directivos de P&A junto a su flamante jefe.

Raymond está tan pulcro como siempre; con su costoso traje hecho a la medida y esa característica sonrisa de hombre que tiene el mundo a sus pies. Me es imposible no mirar sus zapatos, se ha vuelto una costumbre desde que ocurrió el accidente. Me gustaría saber qué hizo con aquel par, seguramente los tiró.

Me muerdo los labios para ocultar mi sonrisa. Soph tenía razón, aquel bochornoso momento se ha vuelto un buen recuerdo. Uno que, sin duda, le voy a contar a Dot cuando crezca.

—¿Labios rojos? —susurra Thiago cerca de mí, haciéndome apartar la vista de los zapatos de Raymond —...¿Eso también es por nuestra flamante visita? —Ruedo los ojos.

—¡Apártate! Me asfixias —digo con molestia.

Sonríe y me observa atentamente, al punto que empiezo a sentirme nerviosa.

—Te queda bien —comenta, dejándome con cara de estúpida y sin saber qué decir. Su mirada es intensa. Me consume.

—¿Qué —Mi voz sale ahogada —...¿Acaso...

—Emilia. —La voz de Raymond me salva del extraño momento.

Thiago se aparta para hablar algo con Olivia y los chicos. El recién llegado me sonríe con amabilidad y yo hago lo mismo. Estrechamos las manos a modo de saludo, pero entonces sus dedos envuelven la mía y la gira para depositar un corto beso en el dorso de esta.

¡Mierda!

Abro más los ojos y elevo mis cejas con sorpresa. Las piernas me tiemblan, pero no a causa del beso, sino por el par de ojos grises que me miran a la distancia. Thiago tiene los labios ligeramente apretados y una postura tensa, parece que quisiera acribillar a Raymond, aquí y ahora.

—Siempre es un placer verte —agrega este, lo suficientemente fuerte como para que todos en la sala lo escuchen, para mi mala suerte.

—Ray... Señor Prescott —Me corrijo antes de que Olivia me mate por tomarme atribuciones con nuestro cliente, ya de por sí me está mirando de una manera nada agradable —. Buenos días. —Sonrío nerviosa.

—Raymond —Lo llama mi jefa y todos le prestamos atención —, permíteme presentarte al nuevo integrante del equipo —Contengo la respiración y ruego al Universo porque Thiago cambie esa cara de culo que trae —. Él es Thiago. Es quien se va a encargar de las fotografías para el lanzamiento. —Cuando creo que va soltar lo de las fotos de la campaña, nuestras miradas se encuentran, guarda silencio y sonríe.

Agradezco que, por primera vez, haya tomado mi consejo de esperar al resultado de las fotografías de los pendones antes de tomar una decisión respecto a la campaña. Con eso gano tiempo para persuadirla de considerar a otra persona para el trabajo.

—Raymond Prescott —dice este, ofreciéndole la mano a Thiago, el cual solo se le queda observando sin mover ni un dedo.

¡Maldición!

Lo observo con insistencia, esperando que entienda la súplica en mis ojos, pero ni siquiera me voltea a ver. Toda su atención está en el hombre frente a él.

—Thiago Edevane. Un gusto —responde, después de lo que me parece una eternidad. Solo entonces vuelvo a respirar con normalidad.

Al menos por una fracción de segundo, porque la pequeña mueca de dolor que aparece en el rostro de Raymond cuando Thiago estrecha su mano, hace que los nervios se me crispen, nuevamente. Sobre todo cuando este último sonríe de manera retadora haciendo que Raymond ponga una cara de confusión, épica. Pero él no se deja intimidar y, finalmente, le regresa el apretón con la misma fuerza y lo repasa de arriba abajo con los ojos entornados.

—¿Empezamos? —intervengo haciendo que rompan el contacto y, gracias al cielo, Olivia me secunda.

Ella, los directivos y mis amigos son los primeros en tomar asiento, dejando vacíos tres lugares contiguos. Así que, aunque no me agrada la idea, termino sentada en medio de este par.

Estoy tratando de recordar algún momento en el que me haya sentido tan incómoda como en esta ocasión, pero no se me ocurre ninguno. La tensión entre estos hombres es tan fuerte que me siento asfixiada.

Trato de relajarme y hacer a un lado todo lo que acaba de pasar. Comienzo a exponer lo que hemos trabajado hasta ahora, tanto en la campaña, como en todo lo relacionado con el evento, dejando para el final las ideas para las fotografías de las modelos, las cuales Thiago complementa con algunas propias.

Olivia y el resto del equipo están encantados con lo que describimos, pero Raymond, no estoy segura. Apoya todo lo que yo digo, pero cuestiona la efectividad de lo que propone Thiago, aunque es prácticamente lo mismo.

—Imbécil —Escucho decir a Thiago, entre dientes.

"¡Genial! ¡Lo que nos faltaba!... Una lucha de poderes entre estos dos".

Aunque a regañadientes, Raymond termina accediendo; convencido por su equipo y por Olivia de que lo que planteamos va a tener el resultado que espera y así, por fin, podemos dar por concluída la reunión.

—Confío plenamente en ti, Emilia —dice, mientras se abotona el saco y entonces puedo distinguir unas marcas rojas en su mano.

¿Acaso esos son dedos?

—No lo voy a defraudar —aseguro con una sonrisa y él asiente.

—Me gustaría hablar contigo en privado —dice. Inconscientemente mi vista viaja hasta Thiago, quien, aparentemente, está hablando con Olivia, pero de vez en cuando nos lanza miradas furtivas.

—Vamos afuera —sugiero y avanzo con Reymond detrás de mí.

Una vez en el pasillo (que por la hora que es, se encuentra vacío), lo encaro a la espera de lo que sea que tenga que decirme.

—Emilia, eres una mujer inteligente —comienza a hablar —. Estoy seguro que ya notaste el interés particular que tengo hacía ti —Sus palabras me sorprenden. Había notado comportamientos singulares en él, pero pensaba que solo eran ideas mías, producto de lo que me habían dicho Mark y Soph, el otro día.

Siento el calor subir por mi cuerpo para luego instalarse en mi rostro. Acabo de ponerme roja, estoy segura.

—Raymond...yo...no sé... Me halaga, pero no creo que sea correcto. La gente habla. Eres nuestro cliente y...

—Yo sé —interviene —. No quieres cruzar la línea profesional. Recuerdo que me lo dijiste el otro día —Asiento —. Pero a mí no me importa el dónde, ni cómo nos hayamos conocido. Mucho menos los prejuicios que tenga la gente. Me pareces una mujer hermosa, inteligente y capaz. Y eso me ha encantado desde el día que te conocí. —Arrugo la frente.

—¿Pero cómo puedes decir eso después de que te vomité encima? —Él sonríe.

—Sí. Ese fue un primer encuentro demasiado particular —dice, recordando el momento.

—Estás seguro que no hay algo mal en tu cabeza... ¿Por qué te fijarías en una persona como yo?

—Ya te lo dije —responde. Lo miro con los ojos entornados, aún sin poder creer que yo "La pulga Allen" pueda parecerle atractiva —. Emilia, a mí me gusta ser claro y directo —agrega —. Ya sabes lo que siento por ti, ahora solo necesito que me respondas, con total honestidad, una cosa.

—De acuerdo.

—¿Hay alguna posibilidad, aunque sea mínima, de que sientas atracción por mí? —¡Mierda! Me muerdo los labios —... Si me dices que no, lo voy a entender y no voy a insistir. No soy un acosador ni nada de eso. Podemos volver a nuestra relación laboral normal—Vuelve a hablar —. Pero si me dices que sí. Que tengo una posibilidad. Te juro que...

—Emilia —Me pongo rígida solo de escuchar su voz. Miro por encima del hombro de Raymond y lo encuentro parado en el umbral de la puerta de sala de juntas, sosteniendo, mejor dicho, estrangulando un montón de hojas —, necesitamos acordar...

—Estamos ocupados en algo importante —Lo corta Raymond, girándose a encararlo con una postura firme. Aunque Thiago le saca, al menos, una cabeza, este no parece intimidado.

Thiago está a punto de responder, pero una nueva voz lo interrumpe.

—¡Emilia! —Es una chica más o menos de mi estatura, que jamás había visto por aquí. Viene corriendo directamente hacia nosotros, mientras grita mi nombre como grabadora descompuesta.

Cuando ya está junto a nosotros, no es capaz de disimular su babeo por los dos hombres frente a ella. Si sigue así, va a terminar bizca. Me aclaro la garganta y ella reacciona de inmediato.

—¡Gracias al cielo que te encontré! —dice, acomodándose los anteojos. Yo continúo con el ceño fruncido porque sigo sin tener idea de quién es —. Me llamo Amy —¿Amy? No. No me suena conocido —. Esther me envió a buscarte —¡Oh! Ahora entiendo. Seguramente es nueva en el área de RR. HH. —. Estamos cerrando las autorizaciones de faltas de esta semana y aún no has firmado la de tu revisión por embarazo, de este viernes.

Enseguida puedo ver a Raymond palideciendo.

¿Puede existir alguien tan imprudente en el mundo?

La respuesta es sí. Se llama Amy, tiene el cabello negro y mide uno sesenta.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro