
Capítulo 15 - Con el departamento vacío, pero el corazón lleno.
—Definitivamente, eso no va a pasar ni en un millón de años —aseguro, mientras sujeto un jitomate y comienzo a cortarlo con saña —. Ni siquiera entiendo porque a Joshua y a tí les pareció buena idea enviarme ese book —No había querido tocar el tema, pese a que ya habían pasado algunos días desde que ví los portafolios de trabajo, pero claro que Sophie no iba a estar tranquila y tenía que colar el tema a conversación, sugiriendo que Thiago era la mejor opción para el proyecto.
—Solo me pareció una buena opción —Soph se encoge de hombros y continúa con su tarea de untar mayonesa a las rebanadas de pan —. No me puedes negar que es el mejor que has visto en mucho tiempo, si no es que en tu vida entera —comenta.
Se lo que intenta, pero no lo va a lograr.
—Es... más o menos bueno. Sí. Pero tampoco diría que el mejor.
—Okay. Como tú digas...
—¡Basta!
—¿Qué?
—Sé lo que tramas —sentencio.
—¡Ay, Emilia! Eres una testaruda. Pero está bien. Eres la encargada, así que lo que tú creas más conveniente, eso se hará.
—Bien. Me alegra que lo entiendas... porque solo imagínanos trabajando juntos —Tomo otro jitomate y corto los bordes, haciendo sonar el filo del cuchillo contra la tabla de madera —... Terminaríamos matándonos el uno al otro —Continúo picando —... Porque el hecho de que hayamos acordado empezar de cero, no significa que de verdad podamos llevarnos bien —Muevo el cuchillo en el aire mientras hablo —... Él ni siquiera tiene la intención de que seamos amigos —Hago un corte más profundo —... No. Definitivamente sería una pésima idea —Cuando por fin miro a Sophie, ella está observándome fijamente con una sonrisa reprimida —¿Qué? —Arrugo la frente.
—Nada. —Niega con la cabeza y levanta las manos con inocencia, pero su sonrisa se ensancha.
La miro con ojos de advertencia y ella hace ademán de cerrarse la boca con un cierre.
Después de eso, no volvemos a tocar el tema del fotógrafo ni de los books y nos concentramos en terminar nuestro almuerzo.
Hoy es el día que he estado esperando desde hace un par de semanas. Más tarde nos dirigimos a recoger las llaves del que, a partir de ahora, será mi nuevo departamento. De Dot y mío.
Me hace mucha ilusión tener algo que, aunque alquilado, va a ser mío completamente. No más tener que soportar las indirectas de alguien que me recuerde día tras día que, si tengo lo que tengo es gracias a él.
El proceso fue rápido porque ya había firmado el contrato y dado el depósito. Solo me restaba pagar el mes de renta que pedían por adelantado y listo.
Decidí que este era un buen momento para llamar a mis padres y comentarles lo que estaba pasando, como se lo había prometido a Leo. Así que lo hago.
No pasan ni tres timbrazos cuando el rostro de mamá a parece en la pantalla.
—¡Hola, cariño! —responde con una sonrisa radiante y las pequeñas arrugas de sus ojos, se acentúan. Por lo que puedo ver está en la cocina, seguramente preparando un refrigerio para papá, Leo y las personas que les ayudan en los cultivos —. ¿Cómo estás?
—Hola, mami —Sonrío melancólica. Cómo me gustaría abrazarla —. Estoy bien. Con mucho trabajo, pero bien —aseguro —. ¿Está papá por ahí?... Me gustaría saludarlo, también. Hay algo muy importante que debo contarles —digo con entusiasmo, mientras coloco mi mano libre sobre mi vientre que, según yo, ya comienza a estar un poco más abultado.
—Hace un rato le llamé para que viniera por agua y algo de comida para él y los chicos. Debe estar cerca. Dame un minuto —responde. La veo salir de la cocina y avanzar por la casa hasta la puerta trasera—. ¡Henry! —llama a mi padre. La veo hacer unas señas y después baja el teléfono. Por un rato lo único que veo es la tela de su pantalón, mientras ella y mi padre dicen cosas que no consigo escuchar —. Es Emilia —agrega, justo al tiempo que vuelve a levantar el teléfono.
—¡Oh!, ¡Hola, pequeña! —dice él, metiéndose al ángulo de la cámara.
—Hola, pa. —Levanto una mano para saludarlo.
—¿Cómo va la vida glamurosa de LA? —pregunta mi padre, mientras ambos se sientan en la mecedora que está en el porche.
—Es estresante —Me quejo. Mi padre sonríe y mi madre hace un puchero —. Pero amo lo que hago.
—Lo sabemos —comenta mi madre con una sonrisa —... Bueno. Aquí nos tienes, cariño. ¿Qué era eso tan importante que querías decirnos?
—Sí. Bueno —No sé qué decir, así que comienzo por lo más fácil —. Primero quiero mostrarles esto —Giro la cámara y hago un paneo del departamento, donde se alcanza a ver toda el área principal hasta la cocina —. ¿Qué les parece?¿Les gusta?
—¿Pero qué...? Es muy hermoso —apunta mamá —. Me encantan los ventanales.
—¿Verdad que sí?. Eso fue lo que me encantó de este lugar —respondo emocionada —. Es mi nuevo departamento.
Les muestro el resto de las habitaciones y ellos comparten mi felicidad, logrando que me relaje un poco y comience a prepárame para lo que viene. Aunque aún sigo sin saber cómo soltar la bomba.
"No te acobardes ahora".
—Es muy bonito, pequeña, pero... ¿por qué van a dejar el antíguo? Creía que les encantaba —comenta papá de repente—... ¿Y en dónde está Joan?. Me gustaría saludarlo. —Mierda. Llegó el momento.
En un inicio, me quedo como idiota mirando a mis padres, quienes esperan pacientes por mi respuesta. Y, aunque al inicio lo hacen con una sonrisa, creo que consiguen leer la inseguridad en mi rostro, porque de inmediato sus expresiones se vuelven de absoluta seriedad.
—¿Emilia? —Me insta mi madre.
—Joan no está aquí —Es lo primero que se me ocurre responder —. De hecho, este departamento es solo mío. Él ya no va a estar más en mi vida.
Mamá está en shock, tal vez porque, al igual que yo, ella pensaba que Joan sería el hombre con el que me casaría y formaría una familia. Sin embargo mi padre se apresura a responder:
—Gracias al cielo —dice. Y realmente parece aliviado, lo cual me tranquiliza a mí también y me roba una sonrisa. Contrario a mi madre que lo golpea en las costillas y le reclama por decirme eso. Pero él solo se encoge de hombros.
—Me alegra que hayas tomado tan bien la noticia —Le digo a mi padre —. Y no. No hay nada que hacer al respecto, ma —agrego, antes de que ella pueda decir algo —. Solo quiero que sepan que estoy bien. Terminar con esa relación era necesario para mí. Me siento más tranquila y feliz ahora —aseguro.
—Eso es lo que nos importa —Vuelve a hablar mi padre —. ¿Cierto, Grace? — Mi mamá continúa en silencio —. Si te soy honesto, a mí nunca me gustó ese hombre para tí. Era demasiado pretencioso.
—¿Por qué nunca me dijiste lo que pensabas?—pregunto.
—Porque es tu vida. Eres una adulta y tomas tus propias decisiones. Llegamos al punto en el que tu madre y yo solo podemos ser un par de espectadores y apoyar tu juego. Lo mismo es con tu hermano. —Sonrío abiertamente, ante las palabras de papá y me doy cuenta de que estaba bastante equivocada respecto a lo que yo creía que ellos pensaban de mí. Mi padre ve en mí a una persona madura, capaz de tomar el propio curso de su vida. Tal vez soy yo quien se subestima, realmente.
Mi atención viaja a la mujer que aún no ha dicho ni una palabra.
—Mami, estoy bien. En verdad —aseguro —. Además, les tengo otra noticia —Elevo las cejas y guardo silencio durante unos segundos, para darle más expectativa al asunto, según yo —... Van a ser abuelos —suelto sin más. Y ahora sí creo que mi madre está a punto del desmayo. Papá parece aturdido durante unos segundos, pero después sonríe.
—¡¿Abuelos?! —pregunta con emoción, quitándole el teléfono a mamá, antes de esta lo deje caer —¿Estás hablando en serio?... ¡Oh, Dios!, ¡Al fin!. Me preocupaba ser demasiado viejo para llevar a mis nietos a los cultivos, pero todavía tengo la fuerza suficiente. Voy a... —Cierra la boca de golpe —. Espera. ¿El bebé es de Joan?
—Pero qué pregunta, papá. ¡Claro que es de él!
—¿Ese poco hombre se atrevió a dejarte estando embarazada?—gruñe y su cara de felicidad se transforma a una de molestia e incredulidad.
—Él no lo sabe y no quiero que lo haga —respondo.
—¡Pero qué estás diciendo, Emilia! —Esta vez, sí interviene mi madre —. ¿Tienes idea de la responsabilidad que implica tener un hijo?... ¿Los gastos? ... ¿Cómo piensas hacerlo tú sola?. Además, es su hijo también, tiene derecho a saberlo.
—Tú no lo entiendes, mamá.
—¡Pues claro que no lo...!
—Ese cabrón perdió cualquier derecho, el día que lo descubrí siéndome infiel —hablo con una firmeza que hasta a mí me sorprende. Mi mamá se queda sin palabras.
—¿Qué hizo qué? —cuestiona mi padre.
—Como escucharon. Lo descubrí con una excompañera de trabajo y ya hasta están comprometidos, así que no. Joan no va a saber nada de mi embarazo. No lo quiero en mi vida ni en la de mi hijo.
—Emilia, creo que esta vez estoy de acuerdo con tu madre.
—¿Qué?
—¿Joan es abogado, no? —Asiento —Bueno, pues no quiero ser pesimista, pero si de alguna manera llegara a enterarse y decidiera formar parte de la vida del bebé, podría utilizar sus influencias para hacerte daño, hija. Y es lo que menos quiero. Dale la oportunidad. Tan solo dicelo y que sus acciones hablen por él. Tú has las cosas bien. Eso te va a dejar tranquila, créeme —Guardo silencio —. Solo piénsalo, ¿Está bien?
Asiento.
—Emilia —habla mi mamá. Y espero a que continúe diciéndome que estoy loca, pero hace todo lo contrario —. Cariño... Sabes que cuentas con nosotros. —Su voz se suaviza.
—Lo sé. Gracias —digo, haciendo un esfuerzo para contener las lágrimas. ¿Por qué tengo que estar tan sensible?
—¿Por qué no nos dijiste antes? —pregunta mi padre.
—Me daba vergüenza —confieso.
—Tú no hiciste nada malo, ¿por qué habrías de sentir vergüenza?... Al contrario, creo que eres una mujer muy valiente —asegura ella.
—Siempre lo has sido —agrega papá y mi corazón se ilumina.
—Me gustaría ir a visitarte. Acompañarte a las citas médicas y estar al pendiente de tu embarazo...
—Grace, por favor —interviene papá.
—¿Qué?. Ella necesita mi ayuda, ahora —responde mamá.
—Te lo agradezco, pero no es necesario. Estoy bien. Papá y Leo te necesitan allá. Yo prometo estar más en contacto y enviarles las fotografías de cada ecografía. Además voy a ir a visitarlos para Acción de gracias.
—Pero faltan cuatro meses para eso —Se queja ella.
—Grace...
—Confía en mí ¿Sí? —Le pido.
—Siempre, cariño —Suspira con resignación —De acuerdo. Está bien. Ustedes ganan —acepta —. Pero voy a llamarte al menos una vez por semana —sentencia y yo río.
—Me parece justo.
—Te amamos —dice mi padre.
—Y yo a ustedes —Sonrío —. Tengo que dejarlos. Saluden a Leo, de mi parte.
—Por supuesto pequeña.
—Adiós —cuelgo la llamada.
Suspiro. Extrañamente me siento más tranquila. Como si me hubiera quitado un gran peso de encima.
Miro el reloj y compruebo que falta poco para que el delivery del centro comercial, llegué a entregar lo que compré hace una semana.
Como prácticamente todo el dinero se me fue en el alquiler, solo pude comprar lo básico con mi crédito; es decir, la cama y los electrodomésticos. Pero no me importa. Eso no hace que mi felicidad merme, sino todo lo contrario. Creo que es el mejor ejemplo que yo puedo sola.
***
Sophie y Joshua llegan más tarde con mis maletas, tal como se los había pedido. Ella aún está renuente a que me mude de inmediato, justamente porque el lugar carece de muchas cosas aún. Pero yo no puedo esperar a disfrutar de mi espacio.
Al final, Josh me ayuda a convencerla de que es algo que necesito y que voy a estar bien, aunque, igual que lo hizo mi madre hace unas horas, Soph amenaza con visitarme regularmente, sin importar que nos veamos todos los días en el trabajo. Al final acepto porque sé que discutir con ella sería desgastante y terminaría perdiendo.
Entre los tres limpiamos y acomodamos las pocas cosas que compré, ordenamos comida china para la cena y, solo por esta vez, me permito una copa de vino para celebrar como es debido.
Son cerca de las ocho de la noche cuando se marchan. Una vez que me quedo sola, recorro nuevamente el departamento, imaginando en dónde voy a colocar los demás muebles, cuando los compre. Con mi siguiente pago, definitivamente voy a ir por la lavadora, un sofá y la pantalla. Porque, si además del café y el alcohol, también me quedo sin mis series favoritas, voy a ser una embarazada gruñona e insoportable.
Me recargo en el marco de la recámara de Dot. Las paredes están pintadas de blanco, así que creo que es aquí donde pasaré la mayor parte del tiempo. Hace mucho que no dibujo, desde que estaba en la Universidad, de hecho, pero creo que ya tengo algunas buenas ideas para la decoración.
El sonido del timbre me hace pegar un brinco. Arrugo la frente ¿Habrán olvidado algo los chicos? Aparte de ellos, nadie más conoce mi nuevo domicilio, ni siquiera Mark.
—¿Quién es? —pregunto por el intercomunicador.
—Tengo una entrega para Emilia Allen —responden al otro lado.
Una vez más mi frente se arruga, doy un vistazo a la cocina, verificando que todo lo que compré está ahí. Aún así, la curiosidad me pica y termino abriendo la puerta, pese a que pueda ser un asesino de mujeres solteras embarazadas.
"No digas estupideces"
Cuando tocan la puerta. Me asomo por la mirilla de la puerta y abro cuando veo a un chico delgado, de unos veinte años, que viste lo que parece ser el uniforme de alguna tienda y que tiene cara de que está a punto de salirle una hernia.
—Hola —saludo y mi rostro se ilumina cuando leo el nombre "Coffee Solutions" bordado en su gorra negra.
—¿Señorita, Allen? —El pobre está haciendo un gran esfuerzo hasta para hablar. Tiene una caja de tamaño considerable en las manos y sobre esta hay una caja brandeada, del mismo lugar, que sé muy bien lo que contiene. Siempre me han gustado los muffins de ese lugar.
Asiento y le permito el paso al interior del departamento para que deje la caja sobre la barra de la cocina. Firmo de recibido y le doy cinco dólares de propina, porque en verdad parecía que ya no podía ni con su alma.
Me abalanzo sobre los paquetes. Primero por la enorme caja que viene envuelta en papel negro. Siento que mi quijada está a punto de desprenderse. En una jodida máquina de Espresso, con espumador de leche y hasta molino para café. Escucho claramente el coro de ángeles en mi cabeza. Aunque la felicidad me dura unos momentos, pues enseguida caigo en cuenta que voy a tener que esperar a que nazca Dot para poder utilizarla.
Después abro la pequeña caja de muffins de chocolate (Sin nuez, obviamente) y no dudo en atacar uno mientras leo la pequeña tarjeta que los acompaña.
"Felicidades por esta nueva etapa".
Es todo lo que dice. La volteó para confirmar si está firmada, pero no es una simple tarjeta blanca con el texto impreso. Aunque no me cuesta mucho adivinar de quién es. Sophie y sus detalles caros.
Le envío un mensaje de agradecimiento mientras termino el muffin y después me encierro el resto de la noche en mi habitación para acomodar mi ropa dentro del armario.
Estoy agotada cuando termino. Esto del embarazo sí que te roba toda la energía. Tomo un largo y relajante baño de tina y después me pongo mi pijama más vieja y cómoda (esa que no podía usar en el departamento de los chicos, porque está tan delgada de tantas lavadas que se me transparenta todo) y me meto a la cama.
Verifico una vez más si tengo respuesta de mi amiga, pero no hay nada, aunque las dos palomitas azules me confirman que ya leyó el mensaje. Me encojo de hombros restándole importancia y me acurruco para por fin, después de tantos días, poder dormir en un espacio que puedo llamar mío.
***
N/A
Hola, hermosísimas lectoras.
Me disculpo por no actualizar ayer, pero era Domingo y quería descansar. Aquí les traigo este capítulo que, originalmente estaba planeado para ser un fragmento del capítulo que viene, pero que se extendió más de la cuenta y decidí darle la importancia que merece. Porque así como para Emilia, creo que para todos es valiosa la opinión y el apoyo de nuestros padres.
Espero que lo hayan disfrutado y ahora sí, a partir del próximo capítulo, vamos a tener mucho Thiago y Emilia ♥️
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