Capítulo 12 - El vómito verbal no es un síntoma del embarazo
—Necesito un fotógrafo, experto en retrato y que, además, haga magia con la edición —comento con voz rendida, mientras deslizo la pantalla de mi computadora.
Aunado a las reuniones con Olivia y los avances en la campaña de Baby City, he pasado el resto de la semana buscando opciones para el fotógrafo que se va a encargar de crear el material para los benditos pendones de la fiesta de lanzamiento. También me he estado exprimiendo la cabeza, buscando modelos que estén dispuestas a mostrarse de una forma diferente a como usualmente lo hacen.
Después de mucho buscar, he conseguido cuatro candidatos para el primer puesto. Sus portafolios de trabajo me hacen creer que son personas responsables y profesionales, aunque siento que carecen de ese toque de originalidad que estamos buscando. Sin embargo, debo tener algo que presentarle a Olivia, la próxima semana, o va a arder Troya.
Hago un puchero y Soph me sonríe con comprensión.
—No te preocupes, Emi. Seguro que encontramos alguno entre todas estas opciones —Ojea el montón de currículums que tengo regados sobre el desayunador de la cocina —. Si eso no pasa, te prometo que voy a encontrar uno que sea perfecto, aunque tenga que buscar hasta debajo de las piedras —Me anima, haciéndome sonreír —. Ahora que lo pienso —agrega —, Josh tiene algunos amigos que hacen fotografía como freelancers. Tal vez alguno de ellos funcione para la campaña... ¿Verdad amor?
Levanto la vista y miro a Joshua saliendo del pasillo de las habitaciones. Aún está en pijama y tiene todo el cabello revuelto. Asiente y sonríe, mientras se acomoda los anteojos. Estoy segura de que ni siquiera sabe de lo que estamos hablando.
Sopeso un segundo la idea de Sophie y no me parece tan descabellada. Conozco el nivel de preparación que exigen en la empresa de Joshua. Seguro hay un montón de personas con talento, en ese lugar.
Me relaja un poco el saber que, si las cosas no salen bien con mis candidatos, al menos tengo un plan "B" que me salve de la furia de Olivia.
—Tal vez le puedes conseguir a Emm algunos Books de tus compañeros, para que conozca su trabajo —Vuelve a hablar mi amiga de manera mimosa, mientras abraza a Josh por la espalda.
—¿Eh? ¿De qué? —pregunta él, somnoliento. Y yo hago mi mayor esfuerzo para no reír.
—Compañeros tuyos que hagan fotografía —aclara Soph, una vez más.
—¡Oh! Sí. No hay problema, Emm. Conozco algunos que son muy buenos —comenta, mientras se sirve una taza de café y se me hace agua la boca —. De hecho Thia... —Cierra la boca de golpe, haciéndome achinar los ojos —. Voy a conseguir los portafolios y te los envío en la semana —concluye.
—Gracias —respondo, sin dejar de ver su taza, como si fuera un trozo de carne y yo un perro hambriento.
Él asiente sin darse cuenta, atraviesa el comedor y regresa por el pasillo, hasta que escucho la puerta de su recámara cerrarse. Yo me quedo un rato más, disfrutando del agradable aroma a café que dejó en su trayecto.
—Por cierto, Emm —La voz de Sophie me vuelve a la realidad —, Josh y yo tenemos que salir un momento a hacer algunas compras.
—Probablemente yo siga sentada en este mismo lugar, cuando vuelvan. Aún tengo que revisar toda esta información. —Me quejo, mientras palmeo la montaña de papeles que tengo a un lado.
—Tú puedes con esto y más, pequeña Emm —Me da un beso en la cabeza —. Solo trata de no obsesionarte y toma algunos descansos entre el trabajo, ¿está bien?. No quiero que mi sobrino nazca con estrés prematuro.
Ruedo los ojos.
—¿Y cómo se supone que haga eso sin café ni azúcar en mi sistema? —Vuelvo a quejarme. Esta vez con más dramatismo.
—Hay café descafeinado y fruta —responde, dejando un tazón de fresas y moras, frente a mí.
—No es lo mismo —Tuerzo la boca —. Quiero un pie de cereza o un muffin de chocolate y una taza grande de capuchino hecho con café de verdad. —Sé que estoy siendo caprichosa, pero es algo que no puedo controlar en este momento. Lo siento, a veces la madurez no llega con la edad. Y si a eso le sumamos el embarazo, bueno, pobres de los que me rodean.
Soph levanta la vista al techo, mientras suspira, como pidiendo al universo que le envíe la paciencia suficiente para lidiar conmigo.
—Bien, tal vez pueda hacer algo respecto al pie, pero con el café no te prometo nada. Reglas son reglas —Se encoje de hombros y se lleva una mora a la boca y se marcha.
Apoyo la mejilla sobre el frío desayunador y dejo que mis brazos cuelguen con rendición.
***
Al cabo de un rato, me quedo sola en el departamento. Me doy una ducha rápida y pongo la lavadora y el lavavajillas a trabajar, mientras continúo estudiando la información de cada uno de mis candidatos, hasta que la cabeza comienza a dolerme.
Cierro la computadora y ordeno los papeles, con la intención de seguir el consejo de Soph y tomarme un descanso. Pero mis intenciones se ven interrumpidas cuando tocan el timbre.
Decido ignorar a quien sea que esté afuera. Soph y Josh no me dijeron que esperaran a alguien y no es mi departamento, así que yo tampoco espero visitas.
El timbre vuelve a sonar un par de veces más, y esta vez con más insistencia.
—Maldición —refunfuño, mientras echo un vistazo a la pantalla del intercomunicador.
Exhalo con fuerza y mi humor se vuelve diez veces peor que al inicio, cuando veo a Thiago parado afuera del edificio.
Me debato, unos momentos, entre dejarlo subir o no. Puedo esperar a que se canse de tocar, se convenza de que no hay nadie y se marche. Después, si es que llega a comentarle algo a Josh, puedo decir que salí a comprar algunas cosas o que me quedé profundamente dormida y no escuché el timbre.
Sonrío triunfante, mientras lo veo arrugar la frente y volver a presionar el botón con impaciencia. Pero mi sonrisa se esfuma cuando lo escucho hablar.
—Emilia, sé que estás ahí. Acabo de hablar con Joshua. Me dijo que no tarda en llegar y que puedo esperarlo dentro.
¡Carajo!
Descuelgo el teléfono de la pared y respondo irritada —¿Acaso no te cansas de estar aquí?... Parece que no tienes casa propia —Me muerdo la lengua ante el último comentario. Soy la menos indicada para decirlo, pero este hombre saca lo peor de mí y no lo puedo evitar.
—¿Y tú no te cansas de ser tan grosera? —responde, mirando fijamente a la cámara. Aún a través del aparato, sus ojos consiguen desatar una incómoda corriente eléctrica a lo largo de mi columna.
Ignoro la sensación y ruedo los ojos.
"Grosero tú, imbécil. ¿Quién fue el que no tuvo la decencia de saludar el otro día?"
Tengo ganas de gritárselo. Pero sería darle demasiada importancia, así que me lo guardo.
Aunque quiera, no puedo dejarlo afuera. No es mi casa. Así que, a regañadientes, presiono el botón y le permito el acceso al edificio.
—Gracias, qué amable. —Sonríe.
No sé qué me molesta más, si la ironía tan natural con la que se expresa o que, incluso a través de la máquina, su voz se escucha extremadamente bien.
Salgo disparada a la cocina y me apresuro a recoger mis cosas y llevarlas al estudio. No quiero que ande fisgoneando en cosas que no le incumben.
Aprovecho para enviarle un mensaje a Soph, rogándole que estén de regreso lo más pronto posible para no tener que estar sola con él por mucho tiempo.
Unos pocos minutos después, tocan la puerta y respiro profundamente. Hago uso de toda la paciencia que tengo (La cual es poca en este momento, a decir verdad) y abro.
—¡Vaya! ¡Qué sorpresa!. Esperaba que me dejaras parado aquí, otra media hora —habla, apenas quedamos frente a frente.
—Ganas no me faltaron, créeme —respondo con una sonrisa irónica.
—Sí, bueno. Entonces habrías tenido que comer frío, el día de hoy.
—¿De qué hablas? —Arrugo la frente y me cruzo de brazos.
Levanta las manos mostrándome un par de bolsas de KFC. El simple recuerdo de la imagen y el aroma del pollo frito hacen que mi estómago se revuelva. Mis ojos se abren de par en par. Ya sé que es lo que viene a continuación y no pienso pasar por lo mismo dos veces.
Cubro mi boca con la mano cuando siento las primeras arcadas acercarse y salgo disparada al baño.
Dejo que todo se vaya por el escusado, hasta que el alivio regresa a mi cuerpo. Sobo mi estómago y detengo la mano sobre mi vientre. Dot sí que me está poniendo las cosas complicadas.
Después de un rato, en el que me aseguro de que no voy a volver a vomitar, me lavo los dientes y me refresco el rostro antes de volver a la sala. Con todo esto, olvidé que Thiago se quedó parado en la puerta. Maldición. Su presencia solo acentúa mi dolor de cabeza y mi mal humor.
Cuando salgo del pasillo, la puerta ya está cerrada, pero no hay rastro de él en la sala. Escucho ruidos de las bolsas abriéndose y, entonces, confirmo que está en la cocina.
Está sacando todo lo que trajo y poniéndolo sobre el desayunador. Hago una mueca de asco y, por si las dudas, mantengo mi distancia. Me quedo parada a la altura del comedor y él levanta la vista, cuando repara en mi presencia.
—Sé que te caigo mal, pero no sabía que tanto —comenta, arqueando una ceja y descansando ambas manos sobre la barra.
Esperen... ¿Acaso está haciendo una broma?... ¿Thiago "el amargado" Edevane?
Lo observo con ojos entornados, tratando de encontrar la trampa en su actitud, pero parece que hoy mi cerebro no está para tareas titánicas, porque la cabeza comienza a punzaárme.
—No eres tan importante, Edevane —respondo al final, cruzándome de brazos y apoyando la cadera en el borde del comedor en una pose desinteresada.
Su mandíbula se tensa por un segundo, pero se recompone de inmediato. Se yergue completamente y sonríe de medio lado.
"Maldita sea. Pero qué sonrisa".
¡Cállate, Emilia 2.0!
Las manos comienzan a sudarme cuando lo veo acercarse. Sus movimientos son lentos, pero seguros. Mi pulso se dispara ante la manera en la que me observa, y no tengo la más mínima idea del por qué.
—No soy importante. Pero aún así recuerdas mi apellido —comenta con tono triunfal —. Si no mal recuerdo, solo te lo he dicho una vez.
Arrugo la frente. ¿De verdad?
—Tengo buena memoria. —Me encojo de hombros.
Cuando está a escasos centímetros de mí, me paro derecha. Incluso, levanto la cabeza para ganar unos pocos centímetros de altura y demostrarle que no me intimida.
Su postura cambia completamente. Su frente se arruga y sus ojos estudian mi rostro con detenimiento.
—¿Qué? —pregunto desconcertada.
—Te ves horrible —dice con seguridad.
¡Auch!
Por una fracción de segundo, ese comentario hiere mi ego.
—Estás pálida, Emilia... ¿Te sientes bien?. ¿Necesito llevarte al médico?. —Coloca el dorso de su mano sobre mi frente, pero la aparto de un manotazo y retrocedo un par de pasos.
—Estoy bien —digo irritada —. Es normal cuando estás embarazada, ¿no? —Cierro la boca de golpe y abro los ojos dramáticamente, cuando me doy cuenta de la estupidez que acabo de cometer. Yo que quería mantener esto en secreto hasta que supiera cómo iba a dar la noticia, y miren a quién se lo vengo a decir.
"Tú y tu gran bocota".
Su cara se ensombrece y las arrugas en su entrecejo se pronuncian. Y una vez más, ahí está. Me mira de la misma forma que lo hizo el día de mi cumpleaños.
Esa horrible sensación que me hace sentir idiota y poca cosa, aparece nuevamente. No sé por qué demonios me afecta tanto, viniendo de una persona que apenas si conozco, pero lo hace. Duele y desata siempre algo amargo dentro de mí.
—Adelante dilo —espeto con molestia.
—¿De qué hablas?
—Me estás juzgando. Lo puedo ver en tus ojos. —Le recrimino —¡Dilo!... Tuviste razón la otra noche. Soy una persona patética, que terminó embarazada de un imbécil que no vale la pena.
—¿Crees que pienso eso de tí?
—¡Oh! No lo creo. Estoy muy segura. Lo dejas muy claro cada vez que me miras. Lo siento, pero no todos tenemos la vida perfecta que quizá tú tienes, ni hacemos las cosas tan bien como, seguramente, tú las haces.
—¿Pero qué mierda pasa contigo? No sé de qué estás hablando, yo no...
—¿De qué hablo? —interrumpo —. Siempre que me miras, me haces sentir la perdedora más grande del mundo.
—¡Maldición! —gruñe —. Yo nunca... —Acorta la distancia y yo vuelvo a retroceder.
—¡Vete!
—Emilia...
—No quiero verte. ¡Lárgate!... Trataba de tolerarte por Josh. Pensé que tal vez, con el tiempo y mucha paciencia, podríamos llegar a llevarnos bien. A ser amigos. Pero la realidad es que no siento ni un gramo de simpatía por tí. El estómago se me retuerce cada vez que te tengo cerca. ¡No te soporto!
Su cuerpo entero se crispa. Creo que me excedí, pero ya está dicho. No puedo regresar el tiempo.
—Tú y yo nunca vamos a ser amigos —responde con los dientes apretados. Da media vuelta, toma su chaqueta del respaldo del sofá y camina hasta la salida.
Soph y Josh aparecen del otro lado de la puerta cuando Thiago la abre. Nos miran desconcertados, sin saber qué decir. Es seguro que escucharon mis gritos desde el pasillo.
—Nos vemos otro día —Le dice Thiago a Josh, mientras pasa a un lado de ellos, como alma que lleva el diablo.
Yo sigo parada en el mismo lugar. Mis manos tiemblan y mi respiración está agitada. Mis amigos me observan, sin entender lo que pasa. Entran al departamento y dejan las bolsas de las compras en el pasillo.
—¿Pero qué fue eso? —pregunta Soph.
—Tal vez se me escapó lo del embarazo y de ahí todo se fue a la mierda —respondo, designada.
Sophie eleva ambas cejas y su boca se vuelve una "O" perfecta.
—¿Embarazo? —inquiere Josh, con la frente arrugada.
Dejo caer los hombros, rendida y aprieto los ojos. Sí, bueno. Parece que Dot ya no va a ser más un secreto.
***
Hola, hermosas!!
Hasta aquí el capítulo del día de hoy. Qué les pareció?
Qué creen que le ocurre a Emilia? Serán las hormonas?
Nos leemos el miércoles. Bonito inicio de semana!!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro