Capítulo 10 - Conviviendo con el enemigo
Después de la ecografía, estuvimos otra media hora dentro del consultorio de la Doctora Murray, mientras me aclaraba un montón de dudas que tenía sobre cómo debía cuidarme a partir de ahora.
Tenía un miedo horrible de que mi borrachera del fin de semana pasado pudiera afectar en algo el desarrollo de Dot. Sí. Así había decidido llamarlo, a partir de ahora y hasta que supiera el sexo.
La Doctora fue comprensible conmigo en ese tema, considerando que desconocía mi estado en el momento en el que decidí beberme hasta mis pecados. Aunque claro, a partir de ahora, no más alcohol.
También redujo mi consumo de cafeína y azúcar, y eso sí que me dolió en el alma. De ahora en adelante, solo podría tomar café descafeinado tres veces por semana, e ingerir azúcares añadidos una o dos veces, como máximo. Una maldición para alguien como yo, que sobrevive cada mañana con muffins y café.
En cuanto a los estudios de sangre; bueno, tendrían que esperar hasta mañana en la mañana, ya que el día de hoy no los habían podido realizar por toda la porquería que desayuné. Debí haber seguido el ejemplo de Soph y comer solo el omelet de espinacas, un poco de fruta y uno de esos tés insípidos que tanto le gustan a ella.
En fin.
Mientras esperamos el taxi, el teléfono de Soph suena. Y mientras responde, guardo los frascos de vitaminas y ácido fólico que me prescribieron, junto con las fotos de la ecografía, dentro de mí bolsa.
—¡¿Qué?! —Su voz se eleva un par de tonos, consiguiendo llamar mi atención. Me mira con preocupación mientras continúa al teléfono y yo arrugo la frente. Una parte de mi se alarma y otra aún está tratando de entender qué pasa —. Amor, escucha... Lo sé —dice, mientras se cubre la otra oreja, para escuchar mejor, porque el ruido de la calle es abrumador -. Es que justo vamos en camino al centro comercial... Sí —Suspira —... Bien. Vamos para allá -dice rendida, antes de cortar la llamada y mirarme.
—¿Qué pasa?
—Josh quiere que regresemos a comer a la casa. Parece que ya ordenó en el restaurante italiano... Ese que tanto nos gusta a ambas —Tuerce la boca. Y yo no entiendo por qué está haciendo tanto drama.
—¡Genial! Qué buena noticia. Muero de hambre —apunto, colocando la mano sobre mi estómago, que justo acaba de rugir -. No entiendo cuál es el problema, entonces.
—Pues problema, problema. Ninguno... Solo que Thiago va a comer con nosotros.
La sonrisa. La emoción. El hambre. Todo se desvanece enseguida.
¡Demonios!
***
Aunque traté de convencerla de que estaría bien si ella venía a comer y yo me quedaba un rato en el centro comercial, para matar el tiempo mientras Thiago se iba, Soph se puso un poco dramática y se negó rotundamente. Ella pensaba que, con mi suerte, si me dejaba sola, seguro tendría mi primer desmayo e iba a terminar recogiéndome en algún hospital.
—De acuerdo, solo respira profundo —dice mi amiga, antes de meter la llave en el cerrojo.
Hago lo que me pide: Lleno mis pulmones de aire, a la par que abre la puerta. Dejo que pase primero, mientras reúno todas mis fuerzas para poder fingir que no detesto a uno de los hombres que están ahí.
—¡Hola, chicos! —saluda Soph, con su encanto natural.
—Que bueno que llegaron. La comida aún está caliente —dice Josh, mientras se levanta del sofá y recibe a su novia con un casto beso en los labios.
Mis ojos se centran en su amigo, quien parece demasiado atento a la pantalla de la laptop, como para notar nuestra presencia. Lleva puesto unos lentes de moldura discreta que lo hacen ver malditamente interesante.
"¿Por qué todo le tiene que quedar tan bien?"
Casi como si leyera mentes, baja un poco la pantalla y sus ojos se clavan en mí. No sé si está sonriendo o acaba de entornar los ojos, pero puedo notar pequeñas arrugas acentuadas al borde de estos. Y una sensación extraña me recorre la espina dorsal.
"¡Mierda! Nos descubrió"
Mi primera intención es apartar la mirada, pero si hago eso, le estaría dando la victoria por completo. Así que, en cambio, decido sostenerla unos segundos más, antes de rodar los ojos, poner mi mejor cara de culo y seguir de largo hasta la cocina.
Me lavo las manos y ayudo a Soph a sacar la comida de las charolas para servirla en los platos, mientras Josh pone la mesa y su amigo recoge todo lo que tienen en la sala y lo agrupa sobre la pequeña mesa de centro, por tipo de objeto, tamaño y, casi puedo jurar que ha ordenado los lápices de dibujo por el grosor de las puntas.
"Freak!"
Nos sentamos a la mesa, como si fuéramos los mejores amigos. Bueno, en realidad solo sale sobrando uno, pero está bien, creo que podré tolerarlo. Me he propuesto no darle el gusto de amargarme la comida. No cuando es una de mis favoritas.
Me llevo el primer trozo de lasaña a la boca y tengo que contenerme para no hacer ruidos que se puedan malinterpretar.
¡Dios! Esto es la gloria.
Afortunadamente, tanto mi estómago como Dot, reciben bien los alimentos. Ya me enorgullece el que a mi futuro hijo o hija le vaya a gustar la comida italiana tanto como a mí.
Los primeros minutos transcurren tranquilamente. El único inconveniente llega cuando Josh comienza a servir las copas de vino. Me golpeo mentalmente por haber olvidado pasar a comprar algún jugo gasificado o una sidra sin alcohol. Porque beber agua con esta comida es un sacrilegio.
Niego cuando está por llenar mi copa y coloco la mano sobre esta.
—Hoy solo será agua para mí —digo de la manera más natural que puedo.
La frente de Josh se arruga. Me conoce tan bien, que sabe que ni enferma le digo que no al vino... o a cualquier tipo de alcohol, a decir verdad.
—Gastritis —apunto.
"Una gastritis de nueve meses". Se burla mi "yo" interna.
Mi amigo dibuja una "O" perfecta con la boca y asiente con comprensión.
Soph saca una botella de agua mineral de la nevera y la coloca frente a mí. Le agradezco con una sonrisa y ella me devuelve el gesto.
El resto de la comida escuchamos acerca del proyecto que tiene tan ocupados a Josh y Thiago. Parece realmente interesante. Están desarrollando el modelo 3D de varios personajes y ambientes para un videojuego.
Cuando el ojigris habla sobre sus bosquejos, ideas y procesos, parece más relajado y no tan intimidante. El brillo que hay en sus ojos cuando explica su trabajo, me hace sentir identificada por primera vez con él. Se nota que ama lo que hace, al igual que yo.
Una pequeñísima parte dentro de mí, comienza a considerar la opción de empezar se cero con él. Tal vez podríamos llevarnos bien y llegar a ser amigos. Finalmente tuvo razón en lo que dijo la otra noche. Joan es un imbécil.
Desgraciadamente o afortunadamente, las ganas de ondear la bandera de la paz me duran muy poco, pues, apenas voltea a verme, sus ojos se endurecen y una vez más siento que me están juzgando. Su frente se arruga recordándome lo insignificante que soy.
Mis muros vuelven a levantarse. Borro la sonrisa estúpida que tengo en los labios y vuelvo a concentrarme en la comida por lo que resta de la hora.
Cuando el tema de Epicenter se cuela a la conversación, Sophie es quien explica todo lo que hacemos y yo me limito a confirmar lo que dice, con monosílabos.
Después de la comida, ellos se van al estudio a seguir trabajando. Me tenso en seguida cuando recuerdo que mis cosas siguen ahí y me exprimo el cerebro tratando de recordar si no dejé ropa interior o cualquier otra cosa vergonzosa, fuera de la maleta. Miro a Sophie con los ojos bien abiertos y ella me sonríe con tranquilidad. Seguro sabe lo que estoy pensando.
—No te preocupes, Emm. Josh llevó tus maletas a la habitación antes de que Thiago llegara.
¡Vaya! Menos mal. No quiero darle más razones que le confirmen que soy una perdedora. Eso seguramente sería satisfacción pura para él, después de lo que pasó en mi cumpleaños.
Una vez que terminamos de ordenar la cocina, nos tumbamos en la sala con un bowl de palomitas. Y mientras estoy buscando algo interesante en los canales, Soph formula la pregunta que había estado evitando desde que estuvimos en el consultorio de la Doctora Murray:
—Y bueno, Emm. Ahora que tomaste una decisión ¿Has pensado cuándo vas a hablar con tu familia? ¿Y si se lo vas a decir a Don imbécil?
Dejo el control a un lado y la observo, antes de responder.
—Quiero hablar primero con mi hermano. Me preocupa más la reacción de él que la de mis padres, y lo necesito tranquilo para cuando hablé con ellos. En cuanto a Joan... La verdad es que no sé si quiero que lo sepa.
Asiente con comprensión y me da un apretón en la mano.
—Sabes que, si lo necesitas, puedo estar a tu lado cuando se los digas.
—Gracias, Sophie. La verdad es que no sé qué haría sin ti. —La abrazo y ella me corresponde. Soph es mucho más que mi amiga. Es mi hermana.
—Por cierto, gracias a ti también.
Me separo y la observo sin entender a qué se refiere.
—Por aceptar venir a comer aquí —aclara —. Sé que haces un esfuerzo muy grande al convivir con Thiago.
Me encojo de hombros.
—Mientras no opine sobre lo que no le incumbe, creo que vamos a poder llevar la fiesta en paz.
***
Media película me la he pasado sopesando la situación y finalmente decido que no puedo dejar pasar tiempo para hablar esto con ellos, así que le envío un mensaje a Leo en el que le pido que me llame cuando tenga tiempo para una larga conversación.
Después de la película y tres capítulos seguidos de Only murders in the building, el trasero y la espalda me duelen. Reviso mi teléfono, pero aún no tengo respuesta de mi hermano. Ya es de noche así que, probablemente, dé señales de vida hasta mañana.
Soph se despereza y se pone de pie, desapareciendo por el pasillo sin decirme nada.
Aviento el teléfono por un lado y me voy a la cocina a preparar un poco de café. Estoy terminando de llenar el depósito de la cafetera cuando la voz de mi amiga me hace pegar un brinco.
—Tú no puedes tomar eso, Emilia. —Me reprende.
Exhalo con fuerza.
—Esto va a ser una maldita tortura. —Echo la cabeza hacia atrás y me quejo como niña pequeña.
—Voy a poner la tetera -indica, abriendo uno de los gabinetes de arriba —. Dejémosle el café a los chicos, que buena falta les hace, y tú y yo vamos a disfrutar de un delicioso té de frutos rojos. —Sonríe.
Yo, en cambio, refunfuño y me cruzo de brazos.
Soph rueda los ojos e ignora mi berrinche. Comienza a sacar las tazas y prepara una charola con galletas y un par de muffins que sobraron del desayuno. La ayudo a servir el agua para los tés y los cafés, tratando de saciar mi necesidad de él aspirando profundamente su aroma.
Estamos empezando a llevar las cosas a la sala cuando Josh y su amigo salen del estudio, ambos con cara de fastidio. Ahora entiendo por qué dijo Soph que necesitaban el café.
—Dejame llevar eso —dice Thiago, extendiendo sus manos hacia mí.
Automáticamente volteo detrás de mí para confirmar que no le esté hablando a otra persona. Pero estoy sola en la cocina.
Lo miro confundida, por su repentina amabilidad y por un segundo creo que estoy alucinando. Dudo al darle las tazas que llevo en las manos, pero su mirada es insistente, así que lo hago.
Sus dedos rozan los míos y una sensación extraña me invade el cuerpo. Una especie de descarga eléctrica que se extiende por las palmas de mis manos y se arremolina en mi vientre.
—Gracias —musito, confundida y me alejo de golpe.
¿Habrá sentido lo mismo?
Al parecer no, porque solo asiente, da media vuelta y camina hacia la sala. Regreso a la barra por las dos tazas faltantes. Mi corazón late acelerado y las yemas de mis dedos cosquillean. La sensación se asemeja a la que me da cuando estoy borracha.
Respiro profundamente y trato de concentrarme en lo que hago para no causar algún accidente. Ambas tazas tienen un par de sobres de té que ya han teñido el agua en un color rojo intenso y desprenden un agradable aroma a fresa y moras. Estoy por sujetarlas para llevarlas, cuando una canción familiar comienza a sonar.
Observo a mi alrededor tratando de localizar mi teléfono, mientras la canción de Shiny comienza a escucharse más fuerte. Entonces recuerdo que lo dejé botado en el sofá después de enviarle el mensaje a Leo.
"¡Mierda!"
Todas mis alertas se activan. Volteo a la sala y veo a Thiago sosteniendo el aparato, mientras mira la pantalla con el entrecejo arrugado y una expresión de pocos amigos.
"¡Doblemente mierda!"
Prácticamente corro y se lo arrebato de las manos.
—Que adorable tono —dice, conteniendo una sonrisa.
Se está burlando. Maldita sea.
La vergüenza de que ahora sepa que, a mi edad, mi tono de celular es la canción de una película de Disney, hace que mi corazón se acelere y mi rostro arda. Seguramente está tan rojo como el maldito té.
—Quieres callarte —gruño entre dientes, lanzándole una mirada asesina, antes de volver la atención al teléfono.
El nombre de mi hermano aparece en la pantalla junto a una foto donde, debo aceptarlo, se ve realmente bien. El maldito tiene una sonrisa encantadora, además de que tuvo la suerte de heredar los maravillosos ojos azul turquesa de mamá.
—Hola, Bigfoot —contesto rápidamente para que la canción deje de sonar. Y camino de vuelta a la cocina.
—Emm, ¿Está todo bien? —De inmediato sé que está preocupado. Mi hermano solo usa mi nombre (O diminutivos de él) cuando se trata de algo serio.
Tal vez debí omitir el "Necesitamos hablar de algo importante", en el mensaje que le envié.
—Sí. Bueno —Dudo un segundo —. Hay un par de cosas que debo decirte -respondo, mientras regreso a donde están los chicos y le entrego su taza a Soph, quien me mira con detenimiento.
Sonrío y le doy un apretón en el hombro para que sepa que todo está bien. Que puedo hacerlo sola.
Cuando levanto la vista, me cruzo con la intensa mirada de Thiago. Tiene la mandíbula tensa y las arrugas de su frente parecen más profundas de lo habitual. Siento que, pese a la distancia, es capaz de escuchar con claridad mi conversación y, por extraño que parezca, eso me cohibe.
—Dame un minuto. No cuelgues. —Le pido a Leo, quien me responde con un "Okay".
Sujeto firmemente mi taza de té y me disculpo con mis amigos mientras camino por el pasillo y me encierro en el estudio. Lejos del escudriño de Edevane.
Una vez en la tranquilidad de la habitación, me dejo caer en la cómoda silla giratoria de Josh, respiro profundamente, le doy un sorbo a mi té (Que no sabe tan bien como se ve, a decir verdad) y me armo de valor para comenzar esa larga, importante e inevitable plática con mi hermano.
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