Capítulo 1.- Empezar con el pie izquierdo
Suave...
¡Oh si!
La mejor sensación del mundo...
Es como si una ligera pluma me elevara en el aire.
Y el olor...
Mmmm...
Casi puedo degustarlo. Una mezcla dulzona y fresca. Me recuerda mucho a las noches caminando por la costa de Alki Beach; cuando papá nos llevaba de vacaciones a Seattle. Pero también me evoca las tardes que pasaba tumbada entre los cultivos de manzana, en Wenatchee.
Lo sé. Suena estúpido.
Y todo se vuelve aún más retorcido cuando, a lo lejos, un par de siluetas coloridas comienzan a moverse al ritmo de una de mis canciones preferidas. Esa con la que he estado obsesionada durante los últimos meses.
¡¿Qué mierda?!
A medida que las notas de Cold Heart avanzan, el sonido se vuelve más claro y las siluetas comienzan a volverse más nítidas, también. Estoy presenciando un concierto privado mientras esas enormes plumas blancas nos mantienen suspendidos en el aire.
Todo es emoción y felicidad, hasta que la música se vuelve lo suficientemente fuerte dentro de mi cabeza, siendo casi insoportable. Cubro mis orejas con las manos, pero no es suficiente. Entonces pasa; el paraíso se desvanece al igual que la pluma que me sostenía, hacía apenas unos segundos y, de repente, me sumerjo en total oscuridad. La gravedad aumenta y comienzo a caer.
¡Mierda!
Grito. Pero mis labios no se abren. Justo cuando estoy por estrellarme contra el piso, pego un brinco y abro los ojos...
El pulcro techo blanco de mi habitación me recibe. Bendito sueño. Estoy acostada en mi cama, con las sábanas enredadas al cuerpo y mi corazón golpeando con fuerza contra mi pecho y mis oídos.
Joan se remueve con un gruñido, presionando la almohada sobre su cabeza y es entonces que presto atención a la razón por la que mi sueño se fue al carajo. Estiro mi mano para alcanzar mi teléfono y apagar la alarma, que cada vez se escucha más fuerte.
Cierro mis ojos, aspiro profundamente y me estiro para espabilarme. Gracias al universo hoy es viernes. Sonríe mi subconsciente.
Viernes... Hoy es viernes... Viernes diez de Julio. Abro los ojos de golpe y una sonrisa boba se dibuja en mi cara.
¡Es mi cumpleaños!
He conocido personas a las cuales no les gusta celebrar sus cumpleaños pero, en definitiva, este día y la navidad son, por mucho, mis días favoritos del año. En ambos casos pongo bastante empeño en planear la celebración perfecta.
En este día me encanta reunir a mis seres queridos para celebrarme. No es que sea egocentrista, ni nada por el estilo, pero a nadie le hace daño ser el centro de atención una vez al año, ¿cierto?... Después de todo, significa agradecer los 365 días de aprendizaje que te fueron brindados. Y es un reset para nuevas experiencias y mucho más aprendizaje.
La sonrisa se desvanece de mi rostro y un suspiro melancólico aparece en su lugar, cuando caigo en cuenta de que este será otro cumpleaños que pasaré lejos de mi familia. Un nudo se instala en mi garganta. Las responsabilidades que implica la adultez traen consigo bastantes sacrificios.
Desde que tuve la necesidad de mudarme para poder asistir a la Universidad, la posibilidad de pasar este día con mis padres y mi hermano, se volvió prácticamente nula. Después vino la pasantía y, actualmente, el trabajo me absorbe de manera increíble.
Desde los primeros años de la carrera comencé a trabajar en una agencia de publicidad como becaria de medio tiempo. A mi parecer, era una idea brillante. Comenzaba a ganar dinero para apoyarme con mis gastos personales y la renta del departamento que solía compartir con Sophie, mi mejor amiga. Mis padres ya me apoyaban demasiado con cubrir los gastos de la carrera y no podía permitir que continuaran manteniéndome también. Estaba lo suficientemente grandecita para valerme por mí misma.
Suspiro al recordar aquellos años. Parece mentira que haya pasado el tiempo tan rápido.
Tomo una vez más el teléfono, ahora sí, prestándole atención a cada una de las notificaciones que aparecen en la pantalla. Tengo bastantes mensajes de felicitación en mis redes sociales. Paso de largo algunos que ya me ocuparé de leer y responder más tarde y voy directo a la conversación de Leonard, mi hermano.
Hay una foto muy graciosa de mis padres y él. Los tres en el comedor, con una enorme manta colgada en el fondo donde se lee las frase "Happy Birthday, Emm & Leo", escrita con enormes letras de colores. Los tres llevan gorritos de fiesta y hacen la cara más graciosa que se les pudo haber ocurrido.
Leo: Feliz Cumpleaños, Tommelise!!!
Río ante el apodo que llevo cargando desde que tengo memoria.
Leo no sabe llamarme de otra forma. Para él solo soy Emilia cuando está molesto o cuando se trata de un asunto serio, le parece mejor idea burlarse, deliberadamente, de mi insignificante metro cincuenta y cuatro de estatura.
Al principio era molesto; solía tener un real complejo con mi poca estatura y mis piernas cortas, sobre todo porque vivía rodeada de personas altas. Aún no puedo comprender cómo funciona la jodida genética. Mis padres son de estatura promedio y mi hermano...bueno, él sí que se desarrolló durante la adolescencia. El muy abusivo me robó los centímetros que me correspondían mientras crecíamos en el vientre de nuestra madre.
Emilia: Feliz cumpleaños para ti también, Bigfoot.
Leo: :P
Emilia: Te amo. Diles a mamá y a papá que los amo, también. No saben cuánto los extraño.
Leo: Y nosotros a ti, Tomme. Me hace falta mi gruñona hermana mayor.
Una sonrisa se me vuelve a escapar de los labios.
Emilia: Solo por dos minutos, exagerado.
Mis ojos viajan a la parte superior de la pantalla por una nueva notificación, pero se abren de par en par cuando me cruzo con el reloj.
¡Maldición! Es tarde.
Salgo disparada de la cama. A mi lado, Joan continúa roncando.
No me puedo dar el lujo de llegar tarde a la oficina, por más mi cumpleaños que sea. Hoy tenemos una presentación realmente importante.
¿No es una mierda que justo tu día sea en el que más trabajo tienes?
Regulo el agua de la ducha y me introduzco en ella, mientras repaso mi speech de hoy.
Desde que comencé a trabajar en Epicenter (Una agencia de publicidad increíble, por cierto), la relación con mis compañeros y Olivia, mi jefa, ha sido bastante buena gracias a mi esfuerzo y dedicación. Eso mismo fue lo que me llevó a obtener un puesto de tiempo completo en el área de marketing, tras terminar el año de becariado. De eso hace cuatro años, más o menos el mismo tiempo que llevo de relación con Joan, oficialmente.
Él solía trabajar en el área de RR. HH. de la agencia. Ahí nos conocimos y nos atrajimos, pero no comenzamos a salir, sino hasta que me dieron la plaza y él obtuvo una mejor oportunidad laboral en otra empresa. Poco a poco la relación fue tornándose más formal y, bueno, desde hace un par de años vivimos juntos.
Arrugo mi frente mientras un recuerdo atraviesa mi mente.
El año pasado Joan me había despertado con su, no tan afinada, pero hermosa interpretación del Happy Birthday, acompañada del desayuno en la cama.
Otra sonrisa boba se dibuja en mis labios.
Me encantan sus detalles, o mejor dicho, me encantaban. Hace algunos meses que he comenzado a sentirlo distraído. Se lo atribuyo al exceso de trabajo que ha tenido en la transnacional en la que trabaja actualmente. De verdad que en esa empresa los jefes son unos abusivos; lo he visto llegar a casa a altas horas de la noche solo para seguir trabajando. Eso ha dejado de lado nuestras salidas con amigos y como pareja.
En cuanto al sexo... bueno, no ha sido tan regular como al inicio de la relación, pero creo que no me puedo quejar.
¿Hace cuánto que no tenemos sexo?
"¿Tres semanas?"
¡Mierda!
Okay. Sí. Seamos honestos. Mi relación con Joan está bastante lejos de ser una montaña rusa de emociones como en los libros o en las películas románticas con las que suelo obsesionarme, no hay fuegos artificiales, nada es tan alocado, ni demasiado espontáneo, como me gustaría. Pero es una relación funcional y bien estructurada. Nos complementamos y apoyamos. Supongo que eso es más importante dentro de una relación seria, ¿no?
Me golpeo mentalmente por estar perdiendo el tiempo pensando en todas esas cosas. Voy tarde a la oficina y es lo único que importa en este momento. Termino de bañarme y salgo envuelta en una toalla mientras seco mi cabello con otra.
Joan está sentado en la cama, ya hecha. Está de espaldas a mí, por lo que ignora completamente cuando deshago el nudo de la toalla y esta cae sobre mis pies, así que, mejor la levanto y vuelvo a cubrirme. A veces soy patética tratando de seducirlo. Lleva puesto un conjunto deportivo gris y se está atando las agujetas de los tenis. Parece apurado.
—Buenos días —saludo animada.
—Por Dios, Emilia, ¿por qué no me despertaste? —Se queja y me pasa por un lado, buscando algo en los cajones.
Yo me quedo estática en medio de la habitación, mirándolo como idiota, mientras se mueve con urgencia. Arrugo la frente, por qué no entindo a qué viene tanta prisa.
—¿Pasa algo? —indago.
Por fin se digna a mirarme. Se planta frente a mí y sostiene mi rostro entre sus manos, levantándolo ligeramente para que nuestras miradas conecten. Me gusta que no sea demasiado alto o terminaría con el cuello dislocado cada vez que quisiera besarlo sin usar tacones. Sin embargo, su acción está bastante lejos de lo que espero. El beso en los labios nunca llega, en cambio, deposita uno de manera fugaz sobre mi frente.
—Me voy al gimnasio, princesa. Se me hace tarde. —Da media vuelta y sale de la habitación, dejándome perpleja en mi lugar.
Salgo tras él, aún con la incredulidad dibujada en el rostro.
—¿Estás hablando en serio? —Su actitud no es normal.
¿En qué momento reemplazaron a Joan por un completo extraño?
Él me mira como si de verdad no entendiera a lo que me refiero. Parpadeo repetidas veces ahuyentando las lágrimas que comienzan a nublar mi vista. No quiero mostrarme débil ante la situación, ya bastante me molestaron en el pasado por pequeña y chillona. Y la verdad es que nunca he entendido por qué me pasa esto, es algo involuntario. Si estoy molesta, lloro; si estoy triste, lloro; si estoy feliz, lloro.
¡Maldita sea!
Él abre mucho los ojos, cómo si cayera en cuenta de la cagada que acaba de hacer. Sus facciones se relajan y me dedica una media sonrisa; una sonrisa de arrepentimiento. Deja caer la maleta del gimnasio al suelo y camina hasta mí.
—Ya entiendo. Soy un estúpido —Hace una pausa, atrayéndome a él y rodeándome con sus brazos—. Es por nuestro café de todas las mañanas, ¿cierto? —La tristeza es reemplazada enseguida por una rabia indescriptible. Mis ojos se abren dramáticamente. Si lanzaran cuchillos, el cuerpo de Joan ya estaría anclado contra la pared.
"¡Será idiota!"
Gruñe mi "yo" interna.
—Princesa, por un día que nos lo saltemos no va a pasar nada —apunta, acariciando mi mejilla con el dorso de su mano —. Te prometo que la noche te lo compensaré. Que tengas un día increíble, mi amor.
"¡¿Mi amor?! ¡Hijo de...!"
Como me hubiera gustado gritárselo en la cara, pero las palabras simplemente se me han quedado atascadas en la garganta siempre que tengo que enfrentarme a situaciones como esta.
La puerta del departamento se cierra y yo no puedo sentirme más confundida y decepcionada. Cuando estoy apunto de lanzar algo contra la puerta para liberarme de la rabia, el sonido de una llamada entrante me distrae de aquel desagradable momento. Corro de regreso a la habitación en busca de mi teléfono y miro el nombre en la pantalla. Es Sophie.
—¡Feliz cumpleaños! —canturrea en cuanto descuelgo.
Sonrío contra el teléfono. Sophie tiene la habilidad de aligerar cualquier momento incómodo.
—Gracias, Soph.
—Tuve que llamar porque, la señorita importante, no se dignó ni a darle un "Me gusta" a mi mensaje de felicitación. Ignorada forever. —Se queja y yo volteo los ojos. A veces olvido lo dramática que puede llegar a ser mi amiga.
—No te ignoré, tonta, es solo que —El bullicio que se escucha al otro lado de la línea, me distrae un momento —... ¿En dónde estás?
—¿Cómo qué en dónde? Pues camino a la oficina —dice, como si fuera lo más obvio —. Como supongo que tú también lo estás haciendo, ¿cierto? —No respondo —... ¿Emilia? —Silencio —... ¡Oh, tonta! ¡Lo olvidaste! Quedamos en llegar treinta minutos antes para prepararnos.
—¡Mierda! —Ahora voy doblemente tarde.
—Oye Emm, sé que es tu cumpleaños, pero tampoco abuses de los privilegios que te otorga este día. Recuerda, solo serán un par de horas de suplicio en comparación a lo mucho que vamos a disfrutar este día, amiga mía.
—Sophie, te tengo que dejar. Nos vemos en la oficina. Te quiero.
—Okay... ¡No llegues tard...! —Corto la llamada y salgo disparada al closet.
Me pongo lo primero que encuentro: Una falda plisada de Antelina color marrón, un suéter negro y las botas altas que tanto me gustan, esas que me llegan hasta el muslo y estilizan un poco mis piernas. Me cepillo el cabello y me maquillo discretamente. Adiós a toda la producción que tenía pensada para el día de hoy.
Tomo mis cosas y salgo del departamento. Bajo al estacionamiento y me paro en seco al ver el lugar que nos corresponde, completamente vacío.
¡Maldita sea! Joan olvidó que debía dejarme el coche hoy.
¿Por qué justo este día?... ¿Por qué tenía que haberme despertado de ese sueño tan pacífico?... ¿Por qué no me quedé flotando en esa pluma?
¡Jodido inicio de cumpleaños!
***
N/A
Hola, hola!!!
Me gustaría saber qué opinan del inicio de esta historia. Gracias por la oportunidad que le están dando, por su apoyo y sus buenas vibras. ♥️
Besos tronados!!!
#jodidoiniciodecumpleaños
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