Bienvenido, Nico.
Por alguna razón, a la difunta señora Levesque, se le había ocurrido construir un establecimiento subterráneo en su cálido hogar. Uno que contenía tres habitaciones, las cuales dos estaban vacías, y la última "ocupada" actualmente, para "hospedar" al asesino. También tenía un pasillo largo de veinte metros, adornado de candelabros contra la pared a cada cinco metros. Tal vez ella lo había hecho con la intención de utilizarlo para resguardarse con su hija, de algún tornado o un huracán que pudiera haber en el futuro. O quién sabe, el punto es que ya nadie sabría la razón ahora; porque está muerta.
El lugar podría considerarse bonito, agradable, e incluso acogedor en realidad; lo sería, sino fuera por los constantes y estridentes alaridos y aullidos de dolor, que reverberan por las paredes. Bramidos que indicaban un tormento agónico que ni siquiera Nico (fanático de las películas de terror) podía imaginar de qué se trataban.
Había estado sentado en el suelo (desde hace una hora y media) con la espalda apoyada contra la pared, y Caronte parado enfrente de él, luciendo una mueca incómoda, cada que movía su hombro izquierdo; (consecuencias de su imprudencia en el volante) cuando en eso, ambos oyen al mismo tiempo una puerta cerrarse, y luego pasos bajando las escaleras para llegar al piso. Segundos después, Nico vislumbra a su padre, acercándose a ellos, y este se levanta por inercia del suelo y traga saliva nerviosamente al ver su rostro moribundo.
—Buen trabajo, Caronte — su padre felicitó a su guardaespaldas, apenas llegó hasta ellos; lucía arruinado, devastado, traía una mirada atribulado en los ojos hundidos, su traje estaba desordenado y parecía haber envejecido diez años en solo unos minutos. — Te estoy inmensamente agradecido, por haberlo atrapado y traerlo hasta aquí para mí.
El azabache dio un respingo de sorpresa al oír aquello, y antes de que Caronte incluso abriera los labios para hablar, Nico se adelantó a él y contestó:
—¿Perdón? — inició, y no pudo ocultar el tinte de indignación en su voz, aunque trataba con todas sus fuerzas de no hacerlo. — Fui yo quien lo persiguió por casi todo el pueblo como un perro de caza, y lo agarró cuando estuvo a punto de huir por los aires — añadió — Caronte simplemente se coló, así que, de nada, Señor.
Su padre, con un cansancio que resultaba más que aparente, movió lentamente su atención del guardaespaldas, para posarla completamente en su impulsivo hijo. Lo miró de pies a cabeza, y puso especial atención en las vendas que Nico traía en sus brazos, (se encogió internamente) supo al instante que iba a ser regañado.
—Sobre eso. Nico, debiste quedarte y esconderte —maldiciones de una boca sucia lo interrumpen, de un hombre siendo torturado por un experto en el área; Hades espera a que se calle y luego, vuelve a hablar — Debiste dejar que los demás se encargaran...
— Ellos estaban muy ocupados, salvándose sus propios culos para darse cuenta de que el francotirador estaba huyendo, padre. — Refuta, con vehemencia en su voz, porque nada más deseaba en el mundo, que él por fin lo apoyase, y reconociera su capacidad. — Tenía que moverme, no podía quedarme mirando como un imbécil mientras el hijo de puta escapaba. No después del plo... — Se detiene, inseguro de seguir, y decide mejor ser más prudente — No... después de lo que hizo.
—Aún no estás listo...
— Eso es solo lo que tú crees. — espeta Nico, para luego, morder el interior de su mejilla y así contener las palabras mordaces que quería agregar; no obstante, tenía que recordarse constantemente, que debía usar un poco de tacto por una vez en su vida al menos. — Estoy listo. En serio. ¿No puedes darte cuenta que soy más fuerte de lo que parezco?
Un largo suspiro lleno de fatiga, casi imperceptible, sale de los labios de Hades luego de haber escuchado la rebelde diatriba de su hijo. Acto seguido, vuelve a mirar a Caronte brevemente, pero este a su vez, apenas y podía disimular la preocupación hacia Nico. Y Hades pensó por primera vez acerca de Nico, que tal vez... debería escucharlo, tal vez debía verlo desenvolverse en acción para saber realmente, sí lo que decía era cierto. Darle una oportunidad.
—Acompáñame. — término ordenando, y por un momento, Nico no se movió por la sorpresa inicial. ¿Pero qué le pasa? Velozmente, se dio una patada imaginaria en su trasero, y se obligó a moverse y pisarle los talones hasta que llegaron al lugar de donde habían provenido los gritos; que ahora, momentáneamente se habían detenido.
Quizás Minos se estaba tomando un descanso, se dijo Nico distraídamente, mientras veía a Caronte abrir la puerta para dejar que su jefe entrara primero. Luego, miró con un extraño gesto de incomodidad hacia él, como si se estuviera conteniendo en gran medida para agarrarlo en sus hombros y llevárselo lejos de aquí.
Al final, con gesto vago y contrariado, le indicó que pasara. Nico en cambio, no dudó; entró con pasos seguros y no tardó mucho en encontrarlo...
Allí estaba el hombre, sentado en una silla de madera vieja, con las manos atadas detrás de su espalda y sus piernas rodeadas con un cable fino que bien sabía, dolía como el infierno y te rebanaba la piel, con el mínimo movimiento brusco. Este mismo cable, rodeaba también su cuello, del cual hilillos de sangre se perdían en su sucia camiseta; pruebas de que se había movido de más. A su alrededor, había cinco guardias de seguridad manteniendo sus ojos sobre él, y una mano en la pistola que tenían en la cinturilla de sus pantalones. Sin embargo, (por los acontecimientos recientes) Nico no pudo evitar sentir algo de desconfianza hacia ellos.
La pequeña habitación olía a sangre y a orina, (provenían del torturado), el sujeto tenía los ojos vendados y los oídos ahogados en su propia sangre, pero de alguna loca forma, Nico supo, que él sabía que había entrado en la habitación. En el segundo en que sus labios se extendieron, para darle una sucia sonrisa de dientes torcidos y llenos de sarro. A pesar de no verlo, Nico sintió que debajo de esa pañoleta, sus ojos estaban taladrando los de él.
Se quedó parado en medio de la sala, con rigidez, sin saber que hacer a continuación; mientras su padre se acercaba a Minos, para hablar con él, utilizando bajos y apresurados murmullos. ¿De qué hablan? Se preguntó. ¿Sería prudente que se acercara? Luego de un rato, alcanzó a oír algo que provino de los labios de Minos.
— Me disculpo de antemano, si seré imprudente con mi pregunta, señor. — dijo, con ese tono zalamero y presuntuoso que a él fastidiaba mucho, a la par que se limpiaba las manos con agua de un baldecito color azul — Pero quisiera saber, ¿Por qué su hijo está aquí abajo? Por favor, no crea que estoy dudando de sus decisiones, pero, si me permite opinar, ¿no cree que aún es muy joven? Podría contárselo a las personas equivocados...
¿Perdón? Nico apretó los dientes dentro de su boca, sintiendo la ira bombear hasta llegar a su cabeza. ¿Lo estaba tomando por un chismoso boca suelta? Los pies de Nico se movieron y apuntaron en su dirección, estaba a punto de ir a darle la cara a ese viejo hipócrita, cuando de improviso, sintió la mano de Caronte en su hombro dándole una orden silenciosa para que se quedara en su lugar.
—Conozco a mi hijo, no es un completo estúpido para hacer tal cosa. Pero gracias por la preocupación. — Oyó a su padre contestar con calma, (lo cual bajó su enojo a dos escalas) antes de girarse y acercarse al sujeto vendado. — Además, no es como que tuviera muchos amigos a quien contarle.
"Ah, muchísimas gracias padre, me encanta que le cuentes mi patética vida social a medio mundo". Soltó Nico sarcástico en su mente, sin poder detenerse en rodar los ojos.
Se cruzó de brazos, y observó a su padre agarrar con una sola mano, otra silla de la sala para arrastrarla hasta dejarla enfrente del tipo; y sentarse sobre ella. Luciendo una extraña y fría calma en su rostro, (que de seguro no sentía) pidió a Minos que le quitarán la venda, y este a su vez, ordenó a otro para que lo hiciera. (Viejo holgazán). Uno de los guardias se adelantó a cumplir, sacando la tela de un tirón, y agitando al mismo tiempo, los húmedos mechones de sudor o agua (Nico no sabría decirlo con certeza) de su frente.
Los ojos cafés del hombre chocaron con los de Nico de repente. Se sintió como un ataque directo, una burla o una advertencia inofensiva teniendo en cuenta su estado tan precario. El azabache no apartó la mirada tampoco, sintió que sí lo hacía, sería como demostrar cobardía. No fue hasta que el mismo asesino, desvió su mirada hacia su padre, (con cierto brillo irónico) que Nico finalmente se dio cuenta que estaba conteniendo la respiración, y que sus uñas estaban lastimando la palma de sus manos.
En tanto, una extraña sensación no abandonaba a Nico, casi podía escuchar su susurro, diciéndole que este no era su lugar y que debía irse. Sin embargo, trató de ignorarlo lo más que pudo, y se obligó a permanecer impasible. Deseó que Albert también estuviera aquí, no supo por qué, pero sentía como que debía ver su rostro también, ver su fría seguridad y aceptación para tranquilizarse. Cosa que Caronte no estaba haciendo mucho en este momento, pues su aura preocupante no dejaba de influir hasta en su interior. ¿Qué le pasaba? Cuando veían películas de terror, Caronte era el que siempre chillaba de miedo y él no, ¿cuál es su problema?
Lamentablemente, Albert no bajaría aquí. Su padre le había encargado custodiar la habitación de Hazel en todo momento, por dos razones: para que no saliera a hacer algo estúpido, y para protegerla en cualquier caso. Podía imaginarse a su media hermana ahora mismo, tratando de salir de su encierro, casi empujando al mayordomo y reclamando su derecho de estar aquí también. La voz de Minos lo sacó de su ensimismamiento.
—Solamente perderá su tiempo, señor — Le dijo, con ese semblante petulante y sabelotodo que piensa que lo controla todo; el asesino lo miró de soslayo con burla, y un tinte de odio puro. — Él hijo de puta sólo utiliza su lengua para lanzar evasivas. No le he cortado la lengua, sólo porque sabía, que usted querría hablar con él antes de ejecutarlo.
—Bien, hagámoslo rápido — el asesino pronunció, con un acento que Nico no pudo identificar pero que definitivamente no era de este país. — Estoy listo para morir.
Otra vez. Una vez más, pide morir. A Nico le había dejado estupefacto cuando mostró ese anhelo cuando estaban en la pista de vuelo, justo antes de dejarlo inconsciente. Sin embargo, a su padre no se le movió ni una ceja o músculo de sorpresa. Se lo quedó mirando un largo rato como a una rata, y luego, finalmente, habló:
—¿Por qué? — articuló sin emoción, y el susodicho le sonrió como si le hubiera dicho un buen chiste.
—¿Por qué, qué?
Nico apreció la paciencia de su padre. Y recordó, que esta no debía ser la primera vez que se enfrentaba a un imbécil sin escrúpulos. Él era como un juez, frío, objetivo. E iba oírlo para dictar sentencia. Aunque la condena ya era más que obvio.
—Un Iraquí cruza un océano entero, toma otro avión para New Orleans, vive dos meses tranquilamente en el pueblo y luego mata la esposa de un hombre italiano. En el día de su boda. — los ojos color ónix de su padre, no titubearon ni un instante al hablar, no se apartaron, no se humedecieron y su hijo quedó pasmado, sin admitirlo. — Necesito que me ayudes a comprenderlo.
— No sabía que era italiano. — Él le contestó simplemente, (con un inusual tono respetuoso) ladeando su rostro para estudiarlo mejor. — Yo pensé que era Americano. Pero tiene sentido, por su acento... Y por las torturas que su hombre implementó en mí, — sonrió, y escupe cerca de sus pies, una mezcla de saliva, sangre y trocitos blancos que parecían ser dientes. — Me recordaron a la Santa inquisición, a algunos libros que leí en algún momento sobre el lado oscuro del Vaticano.
— ¿Te mandó alguien? — ¿Por qué su padre le hablaba como si fuera un conocido? ¿Por qué se sentaba de tal forma, que parecía estar a punto de pedir un té para él y su invitado. — ¿Fue, por fines de lucro o por venganza?
—Un poco de las dos cosas. Pero más por venganza.
—Venganza —repitió su padre, a la vez que subía una pierna encima de la otra, con elegancia. — ¿Te mandaron los Thompson? ¿La familia de apellido Tanaka?
—Volveré a repetirle lo que tantas veces le dije a tu lacayo "Minos" en mi sesión especial de tortura, — respondió, su voz teñido de sarcasmo e irritación, — No conozco ninguno de esos apellidos. No tengo ninguna relación con esos... quienes sean que son. Mis... razones son más... complicadas. A sus oídos podría sonar ridículo, pero créame, mi religión contiene toda la veracidad del mundo, e iré en paz después de muerto, porque sé que Allah me recompensará por mi trabajo, en este mundo asqueroso y pecaminoso.
— ¿Qué demonios? — susurró Nico sin poder contenerse, sintió la mirada recriminatoria de Caronte a su lado, pero su padre no le dio más que una mirada de soslayo, con nulo interés.
— Eres uno de esos musulmanes extremistas por lo que veo. Un hombre bomba, y espero que te hayan revisado bien en caso de que tengas una sorpresita explosiva por ahí— Continuó Hades con ligero tono divertido, al mismo tiempo que fruncía el entrecejo en concentración. — En todo caso, fueron compatriotas tuyos los que comenzaron la guerra, echando las torres gemelas, y matando un montón de personas en el acto, ¿esto fue otro tipo de misión encomendada por ese homicida Alá para que mates a mi familia?
—¡No profanes el nombre del grandísimo Allah, basura! — Vociferó el iraquí iracundo, y fue la primera reacción violenta que Nico presenció de su parte; se zarandeó en sus ataduras, pero no consiguió más que nuevos cortes en su cuello por el cable tan apretado contra su yugular. — ¡Estados unidos tiró bombas a una pediatría en respuesta a ese ataque que no tenía nada que ver con mi pueblo! ¡Manejado por un grupo de terroristas que JAMÁS ACEPTAMOS! PERO ESO A USTEDES NO LES IMPORTÓ.
—La disputa entre Irak y Estados Unidos, fue de hace años. — Devolvió Hades, abriendo los ojos un poco con incredulidad, (seguramente él jamás se había visto tener una conversación como esta con el asesino de su esposa). — ¿Por qué...?
— Y desde hace años, he cargado con ese profundo dolor, con la impotencia y el rencor... Por haber perdido a mi amada, y a mi hija, recién nacida. En aquella pediatría, por una malditas bombas americanas.... ¡YO NO OLVIDO! ¡Todas esas familias afectadas, tampoco olvidan y solo buscan una oportunidad como la mía para hacerlos pagar!
—Pudiste haberte suicidado, sí no podías soportar ese dolor. —Espetó, inclinándose en su silla a punto de golpearlo, pero conteniéndose al final — ¿Por qué atacar mi familia, imbécil?
—No quería irme sin recibir mi venganza. —el Iraquí bufó, tragando saliva cuidadosamente — Y entonces, apareció una señal del Dios de Abraham: Recibí una carta... "Diciéndome que todo este dinero es tuyo (con una caja lleno de dólares) si aceptas, matar a una mujer americana y a su hija, en su día especial...
—Mi Marie, mi hija — siseó Hades furibundo, perdiendo la compostura por unos segundos, lo había cogido de su cuello, pero en el último segundo lo dejó libre y con un brillo de ira en sus ojos escupió: — ellas no tienen nada que ver con ello...
—Mi familia tampoco tenía nada que ver con su país, no tenía nada que ver con su presidente, pero eso no lo detuvo a lanzar bombas a nuestra ciudad, y matarlas...
—¡ESO no es mi culpa! Tus razones rozan la demencia. ¿Te das cuenta que te han utilizado como a una herramienta desechable? ¿Cómo sabes que no fueron tus mismos enemigos americanos que te ordenaron esto?
—Da igual, —el asesino se encogió de hombros, y un músculo de su mandíbula sobresale a un lado de su rostro, mientras vuelve a rezongar: — A estas alturas de mi vida, solo tomé la oportunidad de conseguir un mísero momento de gozo. Hice lo que Allah me pidió, matar a su esposa y hubiera asesinado también a su hija... — los ojos cafés se voltearon hacia los oscuros ojos del azabache — de no ser, porque su hijo fue más rápido e inteligente que yo... ¡Buen trabajo!
Y sonríe, y después suelta una carcajada. Una limpia y desenvuelta, que indicaba la falta de empatía y culpa que cualquier hombre normal sentiría. Nico siempre supo que los musulmanes estaban locos, pero nunca pensó qué tanto. Y como si supiera lo que pensaba, exclamó:
— Jamás entenderán el Corán. Tampoco mi deseo de morir. Solamente yo, sé, que gracias a mis acciones, seré recompensado. Dejaré esta tierra terrenal e iré a vivir la verdadera vida en el Yanna, y gozaré de todos los placeres para el varón. ¡Así que matenme ya!
Y Nico entendió, (anonadado ante las palabras que había oído) que por esa razón, sin importar cuantas veces o que tipos de tortura se le infrinja en su cuerpo o en su mente; él recibiría todas con una enorme sonrisa autosatisfecha. Porque había convivido con el dolor desde siempre y su mente era una armadura dura e impenetrable por su religión; él ya había aceptado que al morir, no habría más gloria que esa.
Estaba totalmente. Chiflado.
Hades movió su rostro de lado a lado, en un gesto negatorio, para luego resoplar una risa llena de mofa.
—¿Y se supone que en ese tal jardín del Yanna, encontrarás de vuelta a tu amada?
— Quién sabe... el profeta Muhammad lo dejó claro en el Corán— Soltó un lamento, y su rostro adopta una expresión de aflicción al recitar —"No hay ningún placer para las mujeres en el paraíso, porque pocas mujeres entran en el paraíso y las mujeres quienes entran en el paraíso consideran como esclavas no tienen ningún placer, ningún hombre las reciben. El paraíso y sus placeres están hechos para los hombres creyentes musulmanes, nadie más, los reciben las Huríes y los muchachos. Los hombres creyentes musulmanes, pueden disfrutar de todos los placeres sexuales en el paraíso. Para las mujeres no hay nada, ningún placer o privilegio, ni si quiera entraran en el paraíso".
NTA: Y dicen que no estudio para escribir. O tal vez solo mi sis es mala influencia.
—Esto es increíble. — Escupió su padre, de sopetón, al tiempo que se paraba de la silla abruptamente para darle la espalda, y soltaba una hueca carcajada mientras se pasaba una mano por el pelo. — Tremendo lunático... Ha cambiado mi vida, un descarriado enfermo mental. No puedo creerlo...
—Señor, está mintiendo. — Se adelantó a hablar Minos, apuntando vagamente al iraquí. —No puede creer todas esas palabras absurdas. Es solo una distracción. Definitivamente alguien lo envió, uno de nuestro mismo círculo... Solo dame una hora más, y le sacaré la verdad.
—No puedes... — La voz de Nico salió en un murmullo, y automáticamente, todos los ojos se impregnaron en él. Antes de explicarse, su padre lo interrumpió.
—No está mintiendo, — Refutó, poniéndose en pie, para apartar la silla a un lado nuevamente. — Todo lo que está diciendo es verdad, lo sé, porque Albert se tomó la molestia de investigarlo rápida y meticulosamente en el intervalo de casi dos horas. — miró fugazmente a Minos, y agregó — El que lo torturaran, solo fue por un mero capricho de mi parte.
Con eso, el hombre entrecano guardó silencio. Movió su mirada hacia Nico fugazmente, pero fue el tiempo necesario para darse cuenta de su aversión. Se sintió halagado, le gustaba ser considerado una amenaza para el viejo charlatán.
Hades se pasó una mano por el pelo distraídamente, sus ojos vagaron por el suelo como si buscara consejo de la justicia del inframundo. Y entonces, se volteó nuevamente hacia el Iraquí, su sentencia ya estaba decidida. Con determinación e impaciencia inundando su semblante, alzó una mano hacia uno de sus guardias, y esperó en silencio; no hacía falta que dijera lo que quería. Lo adivinaron al momento.
El guardia más cercano, (llamado David), se sacó el arma de la cinturilla de su pantalón y rápidamente con eficiencia, lo colocó sobre la palma de la mano de su jefe. Hades cerró los dedos alrededor de la culata de la pistola 9 mm, y Nico le observó sacar un silenciador de su bolsillo; para insertar rápidamente en su boquilla. En ese lapso de tiempo, el Iraquí no apartó sus ojos llenos de anhelo hacia el arma, y tuvo la desfachatez de preguntar:
—¿Por qué sí ya te sabías todo mi historial, te tomaste la molestia en interrogarme? — Inquirió, con una sonrisa irónica, bailando sobre sus labios rotos y llenos de sangre coagulada.
—Porque todos los hombres, merecen justamente, recibir el habeas Corpus, "Derecho a ser oído", antes de morir. —Sus dedos acariciaron el cañón pensativo — Un juez oye, después condena.
Su mano se eleva a la altura de su pecho, y apunta con mano segura y fuerte la pistola cargada que dará fin a su desgraciada vida. No hay indecisión en sus ojos, Nico puede verlo, (al hombre mafioso, que controla la mayor parte de las masas) no existe compasión ni consideración por el asesino, se ve que está más que dispuesto a matarlo en ese instante... Y por esa clara observación, es que su hijo no entiende, ¿por qué diablos su padre bajó de vuelta el arma? E inclinó su cabeza, como tomando una decisión.
Obtuvo su respuesta sólo unos segundos después, tan rápido, que se quedó estupefacto allí mismo, mirando con expresión tonta el brazo estirado en su dirección, específicamente, hacia la pistola que su padre le invitaba a recoger de su mano. ¿Pero... Qué?
— Ten... — Su cuerpo viró en su dirección, y dió dos pasos al frente hasta llegar a su hijo; sin dejar de estudiar su reacción con su penetrante e inquietante mirada. — Me dijiste allá afuera, y en reiteradas ocasiones, que querías una oportunidad para demostrarme lo fuerte que eres. Lo capaz que te has convertido para entrar en mi mundo.
Sintió a Caronte detrás de él ponerse rígido, y escuchar expectante con fría incredulidad.
—¿Qué — había intentado decir contra su sorpresa, pero de sus labios no salió más que un suspiro, carraspeó y volvió a intentarlo — qué quieres que haga?
—Nico — la pronunciación de su nombre, con su marcado acento le hizo sentir un inexplicable Dejavu, — Voy a dejar que decidas. Puedes dejarlo vivir, para que siga sufriendo. O puedes decidir quitarle la vida... por las razones que te parezcan apropiadas.
Nico se encontraba sin palabras, mirando el arma delante de él, con sus manos quietas a sus costados, por la indecisión. Había esperado por este momento (aunque no específicamente esto) desde hace mucho tiempo, (un acto de confianza de parte de su padre) entonces, ¿por qué no podía mover ni un músculo ahora? (Él solo quería que su padre lo viera verdaderamente).
Por suerte, Caronte habló en ese momento, dándole unos segundos a Nico para recuperarse de su estupor; pero sorprendiéndole también, lo atribulado que sonaba su guardaespaldas al hablar:
—Señor, ¿no cree que es muy apresurado? — se decidió a decir al final, acercándose más hacia Nico como un oso protector. —No hay necesidad de apurarse, aún es joven. Hay situaciones que es mejor evitar...
—Para nada. — lo cortó Hades, sin más. — Nico, lo ha dicho varias veces. Pronto tendrá 17, y es capaz de enfrentarse a ciertas decisiones ya.
Sintió a Caronte inspirar hondo y fuerte detrás de él, con un "pero" amenazando por soltar de sus labios. Sin embargo, guardó silencio por prudencia y apartó sus ojos llenos de pesar y objeciones que querían escapar. A Nico le molestó que agachara la cabeza.
¿Qué clase de padre deja que su hijo de 16 años decidida algo así? Supuestamente, uno que espera que su hijo crezca sin empatía o sentimientos innecesarios, para evitarse el dolor que él dos veces sentía. Y Nico, quería, ser reconocido. A pesar de tener la mente abrumada, y los labios secos, encontró la fuerza para levantar la mano y recoger la pistola que su padre le pasaba.
La sintió más pesada que nunca. Y también sintió la pesada mirada de todos sobre él, en expectación.
— Señor, Caronte puede tener razón — Minos habló, pero este no lo hizo con preocupación, sino con mofa, haciendo sonreír también al resto de la sala con cierta burla. A Nico, se le encendió la chispa competitiva, y lo miró de la mala manera, aun así, continuó: — Su hijo puede ser "incapaz"...
—Cállate, viejo. — Nico ordenó como si se tratase de su señor, — No hables de lo que no sabes.
Y entonces, haciendo uso de esa rabia, e indignación, alzó la mano, y empleó la misma posición que su padre había usado hace un momento cuando estuvo a punto de disparar. Sus dedos se aferraron alrededor de la culata, y su dedo índice acarició la dureza del gatillo. ¿Es fácil, no? Sólo jalar el gatillo. Él iraquí no había dudado ni un segundo al matar a su madrastra hace unas horas. ¿Por qué él lo haría entonces? Pero...
Lo hacía, maldita sea, sus dedos entumecidos como si hiciera frío dentro de la habitación, era la prueba de su indecisión y su cobardía. Y se odiaba por ello. En este momento, nunca se sintió más despreciable por estar mirando directamente a los ojos de un asesino que no le importaba vivir más.
—Estoy listo para morir. "Un horizonte de esperanza, me espera, un paraíso que otorga vidas un sentido trascendente" —rezó, con los ojos cerrados y la cabeza baja en pos de solemnidad. — Y no oiré allí ni vaniloquio ni incitación al pecado, sino una palabra: Paz — sus ojos cafés, se vieron arrogantes — Pero como no pudiste hacerlo allá afuera, cuando me tenías a tus pies, dudo que lo hagas ahora.
Él solo quería morir. Fallecer y desparecer. Matarlo... ¿no sería darle lo que quiere? ¿No sería una victoria para él? ¿Incluso condenado recibir paz?
—Tu peor castigo podría ser, seguir viviendo, cargando el pesar y la impotencia de no haber podido salvar a tu familia. Como mi padre —Murmuró Nico, bajando el arma lentamente... decidiendo por fin, sobre lo que hacer.
Y de pronto, en su mente apareció el rostro de Hazel llorando y gritando sobre el cadáver de su madre. Recordó la manera en que se aferró a él como si de esa manera evitara caer en el abismo, y la forma en que pidió morir, suplicó ser enterrada con ella... Mirándolo con esos ojos tan desolados y desgarradores, en los cuales Nico se encontró viéndose así mismo en aquellos orbes de oro llenos de desgracia, y repitiéndose la escena trágica de su vida en ella.
—¿Pero qué consuelo eso trae eso a mi hermana?
Disparó. Su mano se movió ligeramente por el retroceso. Pero no se le cayó. Solo unos segundos, y de pronto tenía gotas de sangre manchando sus dedos, como aquella tonta referencia, mientras sus ojos se quedaban clavados en la figura que ahora estaba con la cabeza colgando a un lado de la silla, la sangre cayendo en el suelo, y sus brazos como un peso muerto, están a punto de hacerlo caer patéticamente.
La habitación está en silencio. Los guardias se miraron el uno al otro.
Listo. Ha matado a un hombre. No fue difícil, pensó Nico, mientras se sentía fuera de su propio cuerpo, mirando como un espectador sin emociones el cadáver que solo antes albergaba un alma. Se siente extraño, incómodo, y no hay aplausos de felicitaciones por su valentía. Aunque tampoco entendía por qué piensa que los habría. Estúpido, solamente es.
—Buen trabajo. — Su padre dice con simpleza, sin dejar de escrutar su rostro en todo momento.
Le quita el arma de sus manos, para pasárselo de vuelta al guardia de seguridad, y solo cuando tiene la mano libre es que Nico se da cuenta de que sus dedos están temblando por alguna extraña razón, que su mente no le dice. Antes de que alguien pudiera notarlo, el azabache escondió rápidamente las manos dentro de sus bolsillos, y se fijó en Caronte aunque no tenía nada que decirle. Solo lo miró.
Este a su vez, le correspondió la mirada a Nico, y le regaló una diminuta sonrisa casi invisible. En ella, el joven pudo identificar fácilmente dos emociones: tristeza y resignación. Y eso a Nico, le molestó, se sintió enojado en sobremanera por haber recibido una reacción así de su parte. ¿Por qué lo miraba así, además? Como si fuese una oveja negra descarriada...
Como si hubiera hecho algo malo. Él solo tenía que darle su típica sonrisa natural y alegre de viejo loco. Para hacer sentir a Nico normal otra vez. Haciéndole saber, que nada había cambiado en él.
—¿Qué? —exigió en tono ofuscado, observando cómo Caronte desviaba la mirada.
—Nada. — fue todo lo que le dijo, y Nico no pudo intentar a sacarle más palabras, porque justo en ese momento su padre le habla:
—¿Estás bien?—Le pregunta.
—Claro. — responde, con los ojos en el suelo, evitando ver como lo guardias de seguridad empezaban a desatar el cadáver, para prepararlo para el entierro o... lo que sea que harán con él. —¿No necesitas nada más?
—No. — ¿Por qué lo mira demasiado? —Se acabó, por ahora.
—Bien. —Dio un paso hacia atrás, sus músculos estaban tiesos. — Iré arriba, tengo hambre.
Pero él no tenía un puto apetito...
☀~~💀~~☀
Se tiró en la cama como si su propio cuerpo le pesara doscientos kilos y ya no podía soportarlo más.
Sigue la estela del ventilador que se mueve lentamente encima de él con sus ojos, y solo imagina como era de costumbre y típico en los adolescentes: ¿qué pasaría si este se le cayera encima? Al mismo tiempo, que detrás de sus párpados no puede dejar de ver el cuerpo muerto y lleno de marcas de tortura cayendo de su silla, y a Caronte con su diminuta sonrisa sin decir nada.
Molesto, recordar especialmente eso, ponía tan molesto a Nico. ¿Qué carajos significaba su sonrisa? Porque tenía que darle una opresión en el pecho con un gesto tan insignificante.
En ese mismo momento, el susodicho se encontraba a punto de entrar en la habitación de una afroamericana, luego de pedírselo educadamente a Albert. Un hombre italiano, con cuarenta años lleno de sabiduría que la vida daba a cambio de dolor y tragedia, se encamina lentamente adentro de la habitación y se rasca el la parte trasera de su cuello por estrés; mirando con expresión suave, al mismo tiempo, a la joven que está sentada en su cama. Quien no deja de leer con lágrimas en los ojos, una nota que una vez su madre había recibido y jamás se lo hizo saber a nadie.
Su madre tan estúpida. Ella tan tonta por no darse cuenta.
"YO ME OPONGO". Decía la hoja, y no había forma de averiguar quién se lo había dicho. Porque los labios del asesino jamás emitirán una palabras más, y aunque lo hicieran, estaba más o peor de ignorante que ella. Por el rabillo de sus ojos dorados, ve al hombre sentarse en una silla acolchada cerca de ella, pero no le dice nada. El "intruso" ve una guitarra al costado de su cómoda y pregunta con curiosidad.
—¿Sabes tocar?
—Mi madre sabía. — responde, con voz estrangulada. — Yo solo lo traje, para... No lo sé... —Y vuelve a callarse, cuando su garganta se cierra con sollozos que quieren salir. Caronte no le presiona a hablar, simplemente, sin pedir permiso. Agarra la guitarra, y la posa sobre su barriga. Con sus dedos dando golpecitos en la madera.
—Hoy... — inició Caronte con voz rasposa, pero después carraspeó para que le saliera mejor. — Tendrás la....uhm, "suerte" de oír mi gran concierto, niña. — Continuó con falso tono animado, ignorando la sensación que le decía, que tal vez no era adecuado su intención (aunque buena) en este momento, no obstante, él simplemente no podía quedarse parado como Albert allí afuera sin decir nada (entrometido sin remedio era una de sus cualidades) — Hasta hoy, solo Nico era el afortunado en oír mis canciones. ¡Pero, ahora, tú serás otra espectadora más!
https://youtu.be/DwXWJZVSTb4
Hazel no dijo nada. Entendía la intención del hombre. Tratando de hacerla olvidar o mitigar un poco su dolor. Solo por esa razón, es que ella aún no lo había mandado al Diablo. Le permitió seguir con su actuación, dándole un vago asentimiento.
—Es mas bien una historia, de un hombre con muchos secretos... —susurra Caronte.
En la habitación de Nico, este recuerda cómo se había lavado las manos reiteradas veces como si nunca estuviese lo suficientemente limpio de nuevo. Su celular descansa en su pecho. Está esperando una llamada, que se había hecho costumbre recibir a estas horas de la noche. No lo espera con ansiedad ni anhelo, por supuesto que no, y tampoco sus dedos estaban como temblando aún sobre la cama. Fingió que no se daba cuenta. No sucedía, no se sentía como no debería. Había hecho algo bueno, algo que no tenía importancia...
Camino por el valle de la sombra de la muerte.
No le temo a ningún mal, pues estoy cegada a él mi mente y mi pistola me dan consuelo
En alguna habitación cercana, a la de él, Nico empezó a oír el rasgueo suave de una guitarra llenar los rincones de la mansión Levesque. Una voz exótica, casi trascendente que le ponía los pelos de punta, y unos dedos que parecían apenas acariciar cariñosamente las cuerdas. Toca con afecto, y sentimiento, identificó; pues Will no era el único con buen oído... Nico había vivido desde que tiene memoria con un hombre que ponía buena música hasta para cagar. Sus oídos eran los jueces más quisquillosos y exigentes que alguien podía tener, todo por culpa de Caronte.
Tal vez por esa razón, pensó el azabache, que se había sentido atraído por Will, al oírlo hacer música con sus talentosos dedos. La propia voz del rubio parecía melodía celestial como sus ojos, ¿cómo podría no haber caído entonces por él?
Porque sé que mataré a mis enemigos cuando vengan
Y como si lo hubiera invocado. Su celular vibra, y su rostro poniendo una cara rara, con los ojos unidos mirando su nariz pecosa, aparece en la pantalla, en forma de llamada. Una chispa de ansiedad explota en su interior sin previo aviso, y Nico frunce el ceño desconcertado por la emoción, y se obliga a guardarlo en lo más recóndito de su mente. Es decir, era imposible que Will supiera lo que había hecho, ¿no? Él no leía mentes. No había forma de que se enterara...
Seguramente la bondad y la clemencia
Me seguirán por el resto de mis días. Y habitaré esta tierra para siempre
Contestó.
— ¿Hey, todo bien por allá? —Nico sonrió por inercia, y se cruzó los tobillos de los pies. — ¿Qué tal la boda? ¿Comiste mucho pastel?
—Algo así... — contestó en un murmullo, mordiéndose el labio mientras pensaba en las palabras acertadas que podía decirle — Ya te enterarás por las noticias en la mañana. En este momento, no estoy de mucho ánimo para contártelo.
Camino a lado de las aguas tranquilas
Y reparan mi alma
—¿La boda saldrá en la tele? Wow — la voz de Will pronuncia con asombro, y Nico se lo imagina sentado en su cama, viendo anime o alguna película de comedia como siempre lo hacía en los fines de semana que no iba a la discoteca a trabajar. — Tu familia si que es importante. ¿Cómo es que un chico de alta cuna se fijó en un pobre plebeyo como yo?
—Tu cabello. Todo se trata de los rizos. —confesó Nico, se encoge de hombres conteniendo una risa, aunque él no podía verlo (y eso le molesta) —Oye, te haré una pregunta. — Le avisa, y antes de Will lo aprobara él lo suelta de sopetón — ¿Eres creyente de alguna religión?
Pero, no puedo andar por el camino del bien
Porque estoy mal
—
¿A que viene eso? — Inquirió él a su vez sonando desconcertado, pero rápidamente le contestó — Pues... Siempre me pareció interesante el budismo. Ya sabes, todo eso de las cuatros verdades... Sobre dejar todo lo material del mundo, las cosas banales que causan un sufrimiento innecesario... creo que tiene mucha razón, me gusta.
Nico suspiró aliviado. No es como que él esperaba que Will le dijera que era Musulmán de la nada... Pero tenía que sacarse las dudas, ¿okay? Se dio cuenta que probablemente tendría un tipo de trauma con el islam por un largo rato, y con esas palabras antiguas del Corán, repitiéndose varias veces en su mente incluso entre sueños.
Inesperadamente, me encontré a un hombre
En la punta de una colina
—Pero... — Will añadió, y a Nico se le paró el corazón. — ¡Discrepo totalmente con eso de no comer carne! — se oye un sollozo lastimero — Soy un monstruo, lo siento, pero amo demasiado las chuletas de cerdo. Así que, al final fracasaria completamente con Buda. A parte de eso, no lo sé, mi padre no es muy devoto. A lo único que podría venerar ese hombre, es a una estatua de sí mismo. Por algo su seudónimo es Apolo. — explicó, tomó aire y agregó. —¿Y tú, tienes alguna religión?
—Nací en una familia católica. Así que... Aunque no soy muy aficionado a ir a misas cada domingo. Pero... — ¿Cómo es que él está hablando de esto, ahora? — Creo en Dios... Es decir, en un ser todo poderoso que lo observa todo, en Jesús y eso, y Espíritus Santos... Y, ok, sé que fui yo él que sacó el tema a colación. ¿Pero podemos dejar hablar de esto? — Porque de pronto se sentía sucio hablando de algo tan puro y bueno, después de lo que hizo. Como si no fuera digno, hablar de él.
Will explotó en una carcajada fresca y alegre. Como el tintineo de una melodía dulce, y rica. (Ignorante de los pensamientos pesimistas de su "amigo"). Y se preguntó si se le habían salido pequeñas lagrimillas de sus ojos, como solía ocurrirle cuando se reía demasiado. A Nico le gustaba oírlo reír, pero tristemente, él se detuvo.
Se hace llamar el salvador de la raza humana.
Dijo que viene a salvar el mundo, de la destrucción y el dolor
—¿Eso es música? — preguntó Will luego de una pausa, había alcanzado oír a Caronte.— ¿Alguien está cantando?
—Sí... — Le respondió Nico, y se encontró poniéndose en pie de un momento a otro, para abrir la puerta y encaminarse por el pasillo, movido como por un hechizo, se dirigió donde provenía aquella voz, perfectamente afinada, y el pasillo le pareció el pasaje de otra dimensión. —Es un cantante frustrado en secreto, de mi guarda espaldas hablo.
Cuando llegó hasta la puerta de su hermana, nadie se encontraba a la vista. Simplemente una ligera semi obscuridad lo abrazaba, y lo protegía de ojos curiosos. Nico aprovechó entonces esta soledad, para sentarse en el suelo, a lado de la puerta. Para que Will pudiera oír mejor la voz de Caronte. Y porque su voz transmitía paz a su alma, y sus palabras parecían ser dedicadas especialmente para él. Entonces, ¿dónde estaban esas aguas, del río Aqueronte, que limpiará su alma?
— Tiene una voz excelente, — susurra Will, como temiendo romper el extraña ambiente que los rodeaba a causa de la canción.
Pero, le dije, ¿cómo puedes salvar al mundo de sí mismo?
Nico asintió. Aunque Will no podía verlo. Quedándose allí un largo rato en silencio, oyendo, en el suelo, y con el teléfono pegado en su oído mirando a un punto cualquiera de la pared. Se dio cuenta que ya no sentía culpa, mientras Caronte transforma el coro, las letras, en silbidos llenos de armonía. Pero, Nico no se dio cuenta, que sus dedos finalmente, habían dejado de temblar para nunca más hacerlo.
Camino por el valle de la sombra
No le temo a ningún mal, porque estoy ciega
En algún lugar de la casa, un viudo está sentado en una silla de su sala en completa soledad. Cansado de ver a su esposa muerta sobre la mesa de la cocina. Ha decidido que ya tiene suficiente de darse auto dolor y lástima, y que es hora de recomponerse para sus hijos. En una mano tiene un vaso de champán, una bebida que se supone es para celebrar y trata de encontrar, un motivo para hacerlo.
Camino a lado de las aguas tranquilas
Y reparan mi alma
En algún lugar de New Orleans, unos hombres abren la barriga de un hombre iraquí con cuchillos de cocina, para meterle piedras y coserlo nuevamente con ellas en su interior. Momento después, un cadáver es tirado en el mar desde un barranco, y se pierde entre las rocas y su profundidad impenetrable.
Sin que nadie tenga idea, de dónde realmente su alma vaya a parar. Y si su verdad era cierta. El punto es, que él está muerto ahora. Y no hay más verdad que la muerte misma.
Pero, sé que cuando muera, mi alma está condenada.
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En un mundo alternativo, con una Amer alterna. Pone fin al asesino de esta manera:
— ¿Quién te mandó? — exigió Hades fríamente.
—Tu puta madre me mandó. — Contesta el asesino riéndose a carcajadas de forma muy psicópata.
Nico imita su risa. Y luego, saca la pistola y le vuela los sesos. Carraspea. Se pone serio.
— Weno, ¿Quién quiere sushi?
Fin.
Cuanto más crezco, cuanto más subo de curso en la universidad. Más me dificulta seguir en Wattpad. Pero amo escribir, amo esto. Y seguiré aquí, y jamás me iré más de, uno o dos meses o un año. Eso lo tengo por seguro. Pero todo será a mi tiempo, para escribir... No puedo complacer, sin antes complacerme a mí.
7000 palabras si se quejan les vómito encima. :v
¿tienes una frase, párrafo, palabra que te gustó del cap? :3
Me ayudan a hacer imágenes para mi Instagram ahre.
FELIZ CUMPLEAÑOS ABBY, GRACIAS POR SER una de las lectoras más buena onda y amable del fandom. Pásala bien.
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