69. Un gay reconoce a otro gay.
Era bien conocido por todos dentro del círculo, que, el señor Chensen, usualmente era un hombre de temple amable y hasta aniñado, que evitaba las confrontaciones, y se limitaba a seguir todas las órdenes que Hades dictaba. Por esa razón, no era extraño que a veces fuera intimidado por matones innatos como, Thompson y Tanaka, quienes encontraban muy entretenido burlarse de un hombre que siempre había sido mangoneado por su mujer, y que nunca respondía, a ningún tipo de provocación. Siempre amable, siempre asequible. Muchos se preguntaban, cómo un hombre así, habría entrado en el oscuro mundo de las drogas y la corrupción, y, había sobrevivido tanto tiempo. Claramente, era porque nunca lo habían visto tan enojado, como ahora.
—Señores, sé lo qué están pensando con respecto a la repentina desaparición de mi hija, por lo que, con el debido respeto que me está costando mantener, les advierto, que se abstengan de lanzar cualquier opinión inapropiada que tengan. —Incluso al borde de la desesperación, el señor Chensen no se había olvidado de sus modales—. Mi hija no es como el resto de las chicas que desaparecen sin avisarme. La he educado de tal manera, que nunca haría algo para preocupar a sus padres. No he sabido nada de ella desde el lunes, ¡hoy ya es domingo! ¡¡Ya han pasado seis días!!
Dylan escuchó atentamente, la forma en que la voz del señor Chensen, se rompía en la última sílaba, evocando una profunda frustración que solo los padres que se preocupaban verdaderamente por sus hijos podían llegar a sentir. De pie en un pasillo solitario, con la espalda apoyada contra la pared, Dylan ignoró los pinchazos de celos que atacaban su interior, como un enjambre de abejas aguijoneando toda su piel con saña. Giró suavemente su rostro, y echó un vistazo al interior de la habitación, mediante el resquicio de una puerta semi abierta.
—Entendemos, por supuesto que entendemos –la voz de Minos flotó desde los altavoces, con una pizca de condescendencia. Acto seguido, miró significativamente hacia Thomas, quien, se hallaba del otro lado de una pantalla de computadora, puesto que le había sido imposible asistir a la imprevista reunión de forma presencial. Todos, a excepción de Thomas Thompson, se encontraban en la sala del señor di Angelo en ese momento. Hades, como señor de la casa, estaba sentado con las piernas cruzadas en un sofá negro de aspecto elegantísimo, digno de un noble. Minos y Tanaka estaban sentados en unos sillones que resaltan en inferioridad. Sólo el Señor Chensen estaba parado, mirando con mala cara hacia Minos, que seguía hablando—: Pero, ¿está seguro de que la señorita Chensen no tendrá algún amorío con un jovencito, con el cual, ya sabe, podría haberse fuga...?
—Minos, amigo mío —lo interrumpió Chensen, con una tirantez en los labios que parecían a punto de rasgarse—, si no quiere que nuestra relación comercial acabe ahora mismo, será mejor que piense muy bien, en cómo terminará esa oración —finalmente, se giró hacia la computadora apoyada sobre una mesita de caoba, y clavó sus ojos en los de Thompson, con una intensidad estremecedora—. Lo he reflexionado por varios días, y mis sospechan han llegado a cierta conclusión. Mi vida podría haberse llamado tranquila, incluso cuando mi territorio estaba siendo violado por otros camellos que estaban vendiendo ese maldito cristal amarillo, ¡fue después de que Tanaka mató a ese doctor Wells que empezaron a ocurrir cosas extrañas!
—Está diciendo, ¿qué alguien podría estar buscando venganza, contra usted? —Fue la tranquila pregunta, dicha por el señor di Angelo. Uno de sus dedos no dejaba de dar golpecitos contra la porcelana de su taza, un sonido que era bastante irritante, pero que nadie tenía las agallas de pedirle que se detuviera.
—¡Es la única explicación que se me ocurre! —espetó Chensen, un poco a la defensiva—. Mataron a ese hombre, sin siquiera hacer una investigación previa de sus antecedentes. ¿No han pensado en las repercusiones? Por tanto, tienen que hacerse responsables de sus actos. ¡Especialmente usted, señor Tanaka, fue su impulsividad la que podría haber puesto en peligro a mi hija!
—¡Hey! ¡¡Hey!! —vociferó Tanaka de inmediato, como un yakuza de televisión al que habían retado. Se incorporó de su asiento abruptamente, y apuntó a Chensen con un dedo—. ¡¿A quién crees que le estás dando órdenes, eh?! ¡¿Te has vuelto loco?! Tú eres el único idiota aquí. ¡¿Crees que mi hija, Drew, se mueve un centímetro sin que yo lo sepa?! ¡¡Solo eres un inútil que no puede controlar a su cría!!
—¡Nunca he dicho nada, al hecho de que te tomas tus libertades para comercializar en mi zona! ¡La zona Sur es mía, pero siempre te he dejado hacer lo que quieres! —gritó Chensen, temblando visiblemente por la furia y dejando de lado las formalidades—. ¡¿Y así es como me pagas?!
—Suficiente —dijo Hades, pero por primera vez, quizás consumidos por la cólera, ninguno le prestó atención, ni siquiera lo miraron.
—¿Agradecido por qué? ¡¿Por hacer lo que tú no puedes?! —soltó una risotada—. ¡¿Y qué pretendes qué haga ahora?! ¡¿Qué me saque a tu hija de los huevos?!
—¡Necesito saber quién carajos era ese cocinero al que mataste y por qué está jodiendo mi vida!
—¡Pues busca, maldito...!
—¡SUFICIENTE! —Ésta vez, incluso los que no estaban involucrados en la pelea, dieron un respingo y miraron a Hades con los ojos desorbitados. Pocas veces, el señor di Angelo alzaba la voz, pero cuando lo hacía, parecía ser capaz de levantar a los mismos muertos de la tierra—. Primero, señor Chensen, por favor, siéntese.
Señaló el sofá, con un gesto educado de sus dedos, largos y pálidos. De inmediato, el señor Chensen bajó su mirada con un aire melancólico. Se sentó adecuadamente, ignorando el chasquido de exasperación que Tanaka había soltado con su lengua impertinente.
Hades solo movió un centímetro de su cuello, y rápidamente, Caronte se adelantó de su posición vigilante en una de las esquinas de la habitación, para escuchar atentamente los susurros de su jefe. El rostro de Caronte parecía desprovisto de reacción, sin embargo, si alguien le hubiera prestado atención, habría notado que una esquina de sus cejas, se había contraído de forma fugaz. A continuación, Caronte se dispuso a cumplir la orden, y se marchó con paso apurado por uno de los pasillos. Un minuto después, regresó, con Nico di Angelo, siguiéndolo desde la retaguardia.
Como siempre, estaba completamente vestido de negro, junto con su impoluta piel blanca dando un increíble contraste, parecía que acabara de salir de una película en blanco y negro. Su expresión era la perfecta fachada de un hijo respetuoso, solo sus allegados podrían ver a través de ella, y captar la infamia que se le escapaba por los bordes.
—¿En qué podría serle útil a mi querido padre? —pronunció Nico, tan suave y dulce como un niño que estaba a punto de pedirle unas monedas para un helado. Se colocó al lado de su padre, con las manos juntas detrás de la espalda, la cabeza un poco agachada, y los párpados bajos que ocultaban la oscuridad de sus ojos.
—Estás en la misma clase que Abby Chensen, ¿no? —Fue directo al grano, virando su rostro para mirar directamente a su hijo—. Ya te habrás dado cuenta que se ha ausentado por varios días. Su padre está preocupado, ¿sabes algo que podría ayudarlo? ¿Cualquier cosa?
Nico levantó su barbilla, y dirigió su mirada, sosegada y tranquila, al hombre que lo contemplaba con ganas de zarandearlo para sacarle cualquier mínima información que tuviera.
—Señor Chensen, me temo que voy a desilusionarlo —comenzó Nico, arrepentido—. Lo único que sé, es lo que he oído de la boca de sus amigas, ellas pensaban que estaba de vacaciones junto con sus padres, todos lo creíamos así —se mordió el labio, luciendo muy preocupado—. Créame que cualquier información que llegue a mis oídos, se lo comunicaré de inmediato. Además, ahora mismo se lo preguntaré a cada uno de mis compañeros —dijo, sacando el celular de su bolsillo—, alguno debería saber algo...
"Hipócrita". Dylan envió el mensaje, con una sonrisa irónica plasmada en su faz.
Nico lo leyó, sin cambiar de expresión. Sus ojos eran tan insensibles e insondables, como las rocas de una cueva.
—Todos dicen lo mismo, y todos lucen igual de despreocupados —murmuró Chensen, en un tono decepcionado, mientras se estudiaba los dedos—. Pero algo me dice que le pasó algo grave... Oh, mi querido pastelito, ¿qué te han hecho? —se ocultó la cara con las manos, y sus hombros temblaron—. Todo es culpa de papá por no cuidarte bien. Todo es culpa mía.
—Señor, no se preocupe tanto, piense en su salud —mencionó Nico, con una voz muy afligida—. Abby, a veces es bastante imprudente. Es muy probable, que solo haya ido a alguna playa a pasar el rato...
Hades le hizo un gesto minúsculo con el dedo índice, lo cual podría haber pasado desapercibido por todo el mundo, pero no para Nico, quién captó velozmente la señal para que guardara silencio. El señor di Angelo estudió a su hijo por el rabillo de su ojo. Era la viva imagen de la escultura de un ángel, de esos que estaban por todos lados en Roma, destilando nada más que inocencia.
—Haré una investigación al respecto, señor Chensen, llegaremos al fondo de la verdad —pronunció el señor di Angelo, apartando lentamente su sagaz mirada—. ¿Algún otro detalle del que debería estar enterado?
El señor Chensen bajó lentamente sus manos, y las apretó contra sus rodillas. No tenía lágrimas, pero sus ojos estaban tan rojos que parecían haber estado llorando.
—Sí, hay algo más —tragó saliva, y miró directamente a Hades—. Mi propia investigación sacó a la luz algo más. Hace unos meses, mi hija fue a una de las fiestas de Drew Tanaka, allí, tuvo un enfrentamiento con un muchacho que tiene fama de ser problemático. Dicen que ese tipo intentó... dicen que le hizo daño. Podría estar implicado, su nombre es, Percy Jackson.
Nico jadeó, sus ojos finalmente se agitaron con algo de humanidad.
Al otro lado del mundo, Dylan contuvo la respiración, con el corazón retumbando en sus oídos.
—¡No! Eso... —Nico se obligó a tranquilizarse, eligiendo cuidadosamente sus siguientes palabras—. Aquello fue nada más que un malentendido, y ambos no están, de ningún modo, relacionados.
—¿Entonces cómo explicas los rumores que corren por todo tu Instituto? —inquirió el señor Chensen, frunciéndole el ceño, no con reproche, sino buscando entender también la verdad del asunto.
—Hmm, creo que Mark dijo algo sobre ese muchacho "Percy" una vez —murmuró Minos desapasionadamente, mientras contemplaba el techo en busca de respuestas. Acto seguido, se giró hacia Tanaka—. ¿Qué hay de usted? ¿Alguna vez Drew le habló sobre ese chico?
Tanaka bufó, indiferente.
—No tengo idea. No suelo oír las chácharas de una niña, la mayoría del tiempo carecen de total sentido.
—¿No cree que Abby le hubiera dicho algo si fuera grave, señor Chensen? —dijo Nico, articulando con seguridad, sin dejar que las palabras de aquellos dos hombres lo afectaran—. No haga caso de la gente malintencionada. Abby y Percy, jamás han hablado y muchas personas pueden corroborarlo. Sabe, ambos están tan distanciados el uno del otro, como el cielo y la tierra, ¡puedo dar fe de ello!
—Es suficiente, Nico —habló Hades, al tiempo que escrutaba a Chensen—. Esa fue una acusación muy seria. ¿No querría, reconsiderar, sus palabras? Usted, está hablando de mi sobrino.
Un destello de temor pasó por los ojos del señor Chensen, antes de empezar a balbucear.
—Yo... no tenía idea... —se inclinó con torpeza—, no sabía, perdone mi impertinencia, por favor...
—Conozco al muchacho, es mucho mejor que mi propio hijo, del que podría haber dudado, si me hubiese dicho su nombre en su lugar —lanzó la declaración con indiferencia, y se desentendió completamente de la mirada furibunda que su hijo le envió, aún de pie, a su lado—. De todos modos, haré caso a sus especulaciones, señor Chensen. Y no dejaré ningún cabo suelto. Ahora bien, si nadie tiene nada más que añadir, ¿deberíamos dar por terminada ésta reunión?
No hubo objeciones de ninguno de los presentes, ni siquiera de Thomas que, permanecía con expresión aburrida al otro lado de la videollamada.
—Entonces, caballeros —Hades se puso de pie, arreglándose el saco antes de ponerse en marcha—, ya conocen la salida. No olviden cerrar la puerta.
¡Clac!
Thomas cerró la tapa de la laptop, con más fuerza de la necesaria, aunque poco podría importarle haber dañado un aparato electrónico, después de todo, tenía el dinero suficiente para comprarse setenta de ese mismo modelo si lo quisiera. Dylan miró la expresión de su padre, la máscara de indiferencia que había mostrado a los demás, ya había sido retirada, dejando al descubierto algunas de las emociones que fluctuaban por las líneas de su rostro, tales como la ira, el odio y la exasperación.
Abrió una botella de whisky con ademanes bruscos, seguidamente, se sirvió un vaso completo. Luego pareció pensárselo mejor, y bebió directamente de la botella.
—Ese infeliz de Tanaka. Quiero arrancarle los dientes cada vez que lo veo, ¡cortarle los dedos y que se los coma con su propia mierda! —exclamó Thomas, lamiéndose los labios, húmedos por el alcohol—. Y tú, ¡gran pedazo de idiota! ¡¿No te repetí mil veces que fueras cuidadoso?! ¡¿Cómo dejaste que ocurriera?! ¡Nos has jodido!
—Padre, sé que fue mi culpa...
Dylan no podía verlo desde su posición, pero reconoció la voz de Mike, su hermano mayor, presente en algún lugar de la habitación, acompañando a su padre, quien, ahora mismo, no parecía estar del todo cómodo con su persona.
—¡Silencio! ¡Eres un gran estúpido malagradecido! —lo calló Thomas, con un rictus cruel que torcía su boca—. Fuiste descubierto, por desear tragar más de lo que cabe en tu puta boca. ¿Pensaste que no me daría cuenta? ¡Ja!, puedo ver la ambición en tus ojos, desbordándose como las cloacas en las alcantarillas de New York.
—Padre, me estás malinterpretando —su tono exudaba afabilidad, como un gran hijo que a pesar de ser agraviado injustamente, seguía siendo respetuoso y paciente con su padre—. ¿Cómo me atrevería a traicionarte? Todo lo que hice, fue para que te sintieras orgulloso de mí.
—¡Deja de hablar! —alzó la mano que sostenía la botella, la zarandeó un momento al aire, y luego la volvió a dejar sobre la mesa, luciendo descontento—. Te estamparía esta botella en la cara, pero no necesitas asustar más de lo que ya lo haces con tu fealdad, a esas pobres niñas novatas —bufó, negando con la cabeza—. Debí dejárselo a tu hermano menor. Dylan podría haberse encargado de ese negocio, mucho mejor que tú, y jamás me hubiese fallado.
Hubo un silencio, tenso, y peligroso. Dylan sintió la asfixia en su cuello, como si Mike Thompson, estuviera apretándola con todo el odio que sentía en su interior.
—Él siempre consigue buenos resultados. Es mucho más joven, pero es el doble de listo que tú —continuó Thomas, sacando un puro de su bolsillo, el cual buscaba cómo prenderlo—. Ni tres de sus hermanos se comparan a ese hijo mío. Él sí que me hace sentir orgulloso. ¡Nació para triunfar!
—¿En serio? —Había un tinte de sarcasmo en las palabras de Mike, que rápidamente fue ocultada, junto con la envidia—. Pero, ¿acaso no te habías decepcionado recientemente de mi hermanito? ¿No recuerdas que te desobedeció cuando le pediste que entrenara a las niñas? Y, al final, ¿no fui yo quien terminó encargándose de su trabajo?
—No estés muy satisfecho de ti mismo, al fin y al cabo, era parte de tu responsabilidad —gruñó Thomas—. En cuanto a Dylan, él es, perfecto. Simplemente es algo inmaduro. Lo mimé demasiado —se rio con alegría, mientras soplaba una bocanada de humo—, Está creciendo, pronto ya no le será difícil la idea de tomar las riendas...
Dylan se separó de la pared, acto seguido, se alejó de aquella habitación, tan rápido como sus zancadas le permitían. No quería escuchar el resto de sus palabras, no podía soportarlo sin que le atacaran unas terribles náuseas que le hacían sentir como la mierda más diminuta del mundo, la que, no podía escapar, no podía esconderse, porque todas sus extremidades tenían cadenas, de las cuales no podía deshacerse, como si las amparara una maldición, que había sido impuesta desde el fatídico día que nació.
Cuando llegó a su habitación privada, Dylan cerró la puerta con llave, y luego se dirigió a abrir las cortinas, para exponer los altos ventanales que abarcaban una pared completa, y contemplar el imponente paisaje que uno de los edificios más altos de la ciudad de Raid podía ofrecer para sus huéspedes más adinerados de todo el mundo. La vista era digna para grabarla en una película, hermosa para tomarle una fotografía, lo cual ya había hecho, el primer día que había llegado. Un día en el que había estado extremadamente deprimido, pero no lo suficiente para ignorar toda la opulencia que la capital ostentaba.
Un hombre con el corazón roto, en primer lugar, dependiendo de la gravedad de su herida, por supuesto que buscaría el modo de sanar. Si acaso la herida, escapaba de toda posibilidad de ser aliviada, entonces, optaría por una de las múltiples formas en que el mundo terrenal ofrecía para aquellos que querían distraerse de su vil agonía. Algunos acudirían a las alocadas fiestas de New York, tan comunes como las ratas de sus alcantarillas, donde el alcohol y las drogas clandestinas ahogarían las más profundas penas... Eso, o los llevaría directo al hospital por una internación. Otros, tomarían un camino más tranquilo, yendo de excursión, yendo a nadar, o escalar una montaña para considerar la agradable idea de lanzarse al vacío.
Dylan no hizo nada de eso.
Dylan tomó un avión, y fue directo a Riad, Arabia Saudita.
Por otro lado, ¿un corazón roto? ¡Él, el frívolo Dylan Thompson, jamás podría ser objeto de un fenómeno tan estólido! Resultó que, su padre tenía un importante viaje de negocios, y él estaba casualmente libre para acompañarlo. (El Instituto y sus clases, que los cerebritos se preocupen por ellas). Simplemente había tenido ganas de cambiar de aires, comerse un shawarma, otear los delicados tobillos de las jovencitas árabes. Por supuesto que no era porque estuviese huyendo de algo, o de alguien en específico. Dylan siempre había sido, un gran experto sin escrúpulos, capaz de enfrentarse a cualquier situación, por más embarazosa e incómoda que fuera.
Nunca había estado en su naturaleza, huir.
Se dejó caer en un pequeño sofá, con una de sus piernas colgando del apoyabrazos, y contempló los edificios que casi acaparaban todo el horizonte y el firmamento, del que no se podía distinguir ninguna estrella por la contaminación lumínica de la ciudad. No era como si New York fuera diferente, aún así, parecía tener algo que los distinguía, quizás era la suntuosidad y todos esos vidrios reflectivos. Un tiempo después, sin proponérselo, sus ojos descendieron hacia su muñeca, donde los moretones ya casi habían desaparecido, y sólo quedaba un ligero rastro amarillento.
Lo tocó muy suavemente con los dedos. No era como si realmente le hubiese hecho daño, era solo que, su piel siempre había sido tan irritantemente frágil, absorbiendo cualquier minúsculo golpecito para luego dejar horribles huellas por varios días. Él no había sido tan rudo, al menos no tanto como sus labios. Esos sí habían sido feroces, implacables como si hubiera estado decidido a reclamar la soberanía sobre su boca. Empujarlo contra el vidrio del acuario también había sido demasiado, sentir su cuerpo...
Como sea, él no estaba huyendo de eso.
No era él quien debía sentirse avergonzado.
Dylan lanzó una mirada agria a su celular. Por cierto, ese perro de Jackson, ¿no estaba arrepentido? ¿Por qué no le había vuelto a escribir después de que le dijera que debían alejarse? ¿Así que nada más lo aceptaba? ¿Solo iba a ignorarlo a partir de ahora? Con un chasquido irritado, Dylan comprobó sus mensajes, pero como esperaba, no había ninguno de ese cerebro de pescado. No obstante, había unos cuantos de la persona que menos quería saber en el mundo.
N. di Angelo.
¡Esto es una mierda!
Lo has visto todo, ¿no?
Olvidé completamente lo de
Abby y Percy.
¿Por qué mencionarlo?
¿De qué te preocupas?
De todos todos modos, Percy
no hizo nada.
N. di Angelo.
¿Eres tonto?
Chensen lucía lo suficientemente
desesperado para creer cualquier
cosa.
No importa si está equivocado.
Solo querrá desahogar su ira en
alguien
¿Te encargaste de las cámaras?
N. di Angelo.
Es muy tarde para
preocuparte por eso, ¿no crees?
Todo borrado.
¿Quién?
N. di Angelo.
El chico Valdez de mi clase,
lo conoces.
Genial.
N. di Angelo.
¿Cuándo regresarás?
¿Por qué te importa?
N. di Angelo.
No me importa.
Alguien está un poco
nervioso por tu
ausencia.
Ya.
N. di Angelo.
Suenas diferente.
Demasiado serio.
Es raro.
Es que me caes mal.
N. di Angelo.
¿Qué sucedió entre los dos?
No entiendo de qué hablas
:)
N. di Angelo.
Yo creo que sí.
Me estoy apartando
¿No es esto lo que querías?
N. di Angelo.
Sí. Así es.
Finalmente una buena noticia.
:)
Hablar con Nico di Angelo, era como sostener a una víbora delante de tu cara y pretender que no te escupiría su veneno. Por supuesto que lo haría, con la diferencia de que los reptiles lo hacían para protegerse, y Nico solo hería por diversión. Después de todo, su sangre fría también carecía de sentimientos. Por otro lado, eran conocidos amantes del sol, lo que explicaba perfectamente, su extremo apego a cierto solecito.
En definitiva, Nico era una mamba negra, o quizás un dragón de Komodo.
Dylan cerró los ojos, mañana regresaría a New York, y la idea lo emocionaba tanto como recibir una mordedura venenosa. Los sonidos de la ciudad lo arrullaron hasta sentirse somnoliento. Mientras tanto, en algún lugar de la lujosa suite, los negocios acababan de concretarse. Muchos hombres se felicitaban, satisfechos por su nueva adquisición. Y algunas mujeres ocultaban sus rostros llenos de lágrimas detrás de sus velos de satén rojo. No existía consuelo, el infierno apenas había empezado.
Percy se hallaba en la sala de Will, sentado en el suelo, sobre la acolchonada alfombra color pastel que combinaba con las cortinas, las almohadas y el enorme delfín de peluche que estaba luciéndose sobre una repisa en la pared. A su lado, con su torso inclinado hacia la mesa, estaba un Will Solace concentradísimo, tratando de plasmar lo mejor posible, un dibujo del cuerpo humano sobre una cartulina, con la que se apañarían, para una exposición en la clase de ciencias naturales. ¿Y él? Por supuesto que estaba ayudando, sosteniendo la cartulina para que no se moviera, y así Will podría agregar todo ese lío de venas en la figura humanoide.
—Te faltó una vena azul en el muslo derecho, la vena poplítea —avisó Nico. Aportaba ese tipo de comentarios a cada rato, con el libro de ciencias casi pegado a su nariz, mientras estaba acostado de lado sobre el sofá, detrás de Will. Porque, por si no hubiera sido obvio a estas alturas, en cualquier lugar donde estuviera Will, también estaría Nico detrás de él, como su sombra autocontratada—. Y luego la arteria coronaria, sí, ahí, no, espera... Sí, justo ahí.
—¿Sabes?, no era necesario que nos acompañaras —lanzó Percy, irritado.
—¿Y dejarlos solos...? —Nico se quedó varado a mitad de su oración. Will acababa de enviarle una mirada de advertencia, de esas que a Percy le recordaban mucho a su madre, cuando más le valía guardar silencio. Nico cerró su boca, carraspeó, y luego volvió a abrirla, con palabras extremadamente bien estudiadas—: Simplemente temí que se aburrieran estando los dos, juntitos, sin nadie más. Así que, solo estoy colaborando con el ambiente, aquí, con mi divertida presencia.
—Eres demasiado posesivo.
—Para nada —Nico le alzó una ceja—, ¿acaso no lo dejo ir al baño solo?
Percy no ocultó su mala cara. Desde hace varios días, había estado buscando un momento a solas, para hablar con Will sobre... ciertos asuntos que los oídos externos no deberían escuchar. Pero las clases y las tareas habían sido un impedimento, los amigos de Will no se apartaban de él, ¡y lo que era más colosalmente frustrante!, ¡sea donde fuera, el estúpido italiano enfermo de celos, siempre, estaba, en todos, lados! A excepción del baño, nada más porque Will debería habérselo impedido.
El resto del tiempo, Nico tenía luz verde para pegarse a él como una rémora.
Percy dejó salir una bocanada de aire, llena de desaliento. Hablar con Luke no era una elección, a pesar de que eran mejores amigos, por varias razones que eran innecesarias de repetir. Tampoco podía contárselo a su madre, se moriría de vergüenza, y además, estaba asustadísimo de cómo reaccionaría al enterarse de que besó a un chico. Necesitaba desahogarse con alguien como Will Solace que, incluso después de escuchar la cagada que había hecho, y golpearlo con un grueso libro de anatomía, sería lo suficientemente paciente y comprensivo como para consolarlo. Decaído, Percy ya no sabía qué hacer para patear al italiano lejos. Volvió a soltar otra bocanada de aire, desconsolado, como un perro al que su dueño abandonó sin piedad.
—Ah, de acuerdo, ya no puedo soportarlo —siseó Will, de repente, deteniéndose a mitad de una pantorrilla en la cartulina—. ¡Kayla!, ¡ven aquí un momento!
Nico miró a su novio con extrañeza, luego evaluó con recelo a la hermanita de Will que había llegado corriendo desde la cocina, donde Percy la había visto dibujar hombres con tetas. El vaso de jugo que había ido a buscar casi se le cayó de las manos. En realidad, no eran tetas, pero sus pectorales eran lo suficientemente redondas para ser consideradas como tal. Era muy talentosa, debía concedérselo.
—Hermano, ¿finalmente este es el día? —preguntó Kayla, mirando directamente a Nico, con solemnidad, y una chispa de entusiasmo que estaba a punto de desbordarse.
—Tienes mi permiso —contestó Will, enviándole una sonrisa cariñosa—. Puedes proceder.
—Espera... —un poco alarmado, Nico se incorporó velozmente, hasta quedar sentado en el sofá. Sus ojos estaban muy abiertos, dándole una apariencia engañosamente frágil—. ¿Qué es lo que...?
—Muy bien cuñado, hablemos de negocios —soltó Kayla, sin más preámbulos. Acto seguido, sus manos se llenaron de lo que parecían ser pequeñas fotografías, sacadas de quién sabe dónde, quizás las tenía lista desde hace meses, esperando su oportunidad. Los ojos azules de Kayla, brillaron como los de un depredador contemplando a su presa—. ¡Quiero un iPhone!, ¿oíste? Así que, escucha bien, son cinco dólares por las fotos de Will desde los trece años, diez dólares por sus fotos desde los diez años, y finalmente, mi mercancía más exclusiva, treinta dólares por cada foto de Will cuando tenía tres años, vestido con diferentes pijamas muy adorables. El precio no es conversable, aunque podría hacerte un descuento por tu primera compra a partir de veinticinco dólares.
Percy observó la sorpresa en el rostro de su primo, quedándose mudo por un considerable transcurso de tiempo. Parecía haberse convertido en mármol.
—Ay, Kayla —Will se tapó la cara con una mano, apenado—. ¿No hablamos sobre que no exagerarías?
—Silencio —Kayla le dio un manotazo al aire—, estoy en algo importante aquí hermano.
—Comprendo, esta es tu nueva táctica para mandarme lejos, ¿eh? —dijo Nico, pausadamente, después de recuperarse. Luego, observó a Will, fingiendo ser lamentable—. Estoy herido. No soy un ser humano carente de raciocinio, ¿sabes? Tener que recurrir a estos métodos... —negó lentamente con la cabeza, mientras chasqueaba la lengua. Acto seguido, lanzó una miradita hacia Kayla, y a lo que sostenían sus manos, con aparente desinterés, aunque sus ojos no decían lo mismo—. Tratas de sobornar a un jefe nivel ochenta de los sobornos, ¿crees que estás a la altura?
—Tú me dirás —devolvió Kayla, para nada intimidada, mientras le ponía una foto de Will, en toda su cara.
Muy curioso, Percy también levantó la cabeza y se fijó en la fotografía. En ella, estaba un Will de aproximadamente tres años, luciendo un monísimo pijama de Yoda de Star Wars, con un pequeño sable de luz en la mano. Su pelo se veía esponjoso y más rubio de lo que estaba actualmente. Tenía las mejillas rechonchas de un lindísimo color rosado, una pequeña naricita y una gran sonrisa de bebé feliz con ojos en forma de media luna.
Era la cosa más hermosa que los indignos ojos humanos podrían ver en su putrefacta vida. Capaz de curar el cáncer, quizás. Incluso Percy estuvo tentado de comprar una, sin embargo, él también valoraba mucho su vida.
—Ya veo —Nico pestañeó lentamente, y alargó la mano, intentando tomar la foto—, ¿cuánto...?
Kayla alejó su brazo, con una gran sonrisa malévola. En respuesta, Nico dio un brinco, como si acabara de salir de una hipnosis. Inmediatamente lució algo molesto, al tiempo que lanzaba un "Hey", lleno de quejas. Intentó alcanzar la foto, moviéndose hacia ella de sorpresa, pero Kayla estaba alerta en todo momento, y se apartó de un salto. Echando un par de risitas maliciosas, Kayla salió corriendo con dirección hacia las escaleras, y empezó a subir con saltitos ágiles.
Nico se quedó patidifuso un segundo entero, luego se paró a trompicones. Se tomó otro segundo para evaluar a Will y a Percy, con ojos entrecerrados, después murmuró algo como: "No tardaré, no se hablen demasiado". Seguidamente, procedió a perseguir a Kayla, subiendo los escalones de dos en dos, hasta que ya no estaba a la vista.
—Muy bien, ahora ya no podrá escucharte —dijo Will, enviándole una sonrisa cómplice—. También he estado muerto de curiosidad desde hace días —sus ojos azules brillaban por la anticipación—. Vamos, dilo. ¿Qué es lo que vas a contarme?
Percy se quedó boquiabierto. De repente se dio cuenta de que su momento "a solas" tan anhelado, finalmente había llegado sin previa preparación mental, y, ¡ahora estaba totalmente aterrorizado! Will estaba esperándolo, expectante, y Percy solo tuvo ganas de tirar la toalla y decirle una estupidez como, ¿sabías que los caballitos de mar podían dar a luz hasta 300 bebés? Cabizbajo, Percy lo meditó un rato. Will era un chico muy ocupado y demandado por otros (especialmente absorbido por Nico) dudaba que hubiera otra oportunidad como ésta en el futuro. Era ahora o nunca.
—Prométeme que no se lo contarás a nadie —dijo Percy, mirándolo con seriedad.
—No lo haré —contestó Will.
—¡Ni siquiera a Nico! Especialmente no a Nico.
Transcurrió un breve silencio.
—Trataré —asintió Will, y le dio una sonrisa apenada.
—Está bien, es suficiente para mí —Percy soltó un suspiro, y comenzó—: Así que, ejem, ¿recuerdas a ese amigo que tenía una duda sobre su sexualidad? Bueno, resulta que hizo algo que, quizás no fue la mejor idea del mundo... pero no lo juzgues tanto, ¿ok?
Y se lo contó todo. Utilizando como tapadera a un amigo imaginario, Percy no encontró tantas barreras mentales para poder explicar todo lo que había hecho, y lo que había sentido en ese momento, un conjunto de emociones tan intensas que dejaron su mente en blanco, y sólo habían quedado aquellos impulsos primitivos con los que no había tenido ninguna oportunidad de resistirse. Percy estaba muy avergonzado, cuánto más recordaba aquel momento, rememorando cada detalle en su cabeza, más quería lanzarse a un puente y ahogarse. ¿Cómo podía ser tan tonto? ¿Por qué tuvo que besarlo? ¿Cuándo volvería a verlo?
La vida era tan difícil sin un Dylan Thompson sonriendo para él.
Cuando acabó de soltar toda su perorata, con una aplastante sensación de tristeza plasmada en toda su cara. Percy miró tímidamente hacia Will, quién, lo observaba de vuelta con una expresión en blanco. Un Will muy serio se veía muy aterrador. Percy tragó saliva, sintiéndose ya regañado, aunque todavía no había dicho nada.
—Seré sincero contigo —inició Will—, tú... tu amigo, de verdad que la cagó en grande.
Los hombros de Percy se desplomaron.
—Fue, muy, muy, muuuuy, estúpido —sentenció Will, sin ninguna piedad. Luego echó una miradita hacia el grueso libro de anatomía sobre la mesa, con los dedos curvándose hacia adentro, como si tuviera ganas de algo. Suspiró—: Parece que Lou tiene razón. Los chicos pierden completamente la razón y la decencia, con la vara entre las piernas en un estado endurecido y erecto —luego, con una voz más baja, añadió—: No cabe duda, los primos comparten más que la sangre entre sus venas.
Percy sintió ganas de llorar. Incluso sintió que sus ojos se aguaban. Sin embargo, se forzó a recomponerse.
—Él sabe que hizo mal en besarlo —balbuceó—, es solo que, él tampoco sabe cómo pudo perder el control... sabe muy bien que enloqueció de repente. Sabe que lo arruinó todo.
—Sí, lo arruinó bastante —dijo Will, poniendo sal a la herida.
—Su plan era ir lento, enamorarlo poco a poco, ¡atraparlo como a una rana en una olla caliente! —Percy fingió no ver la mirada alarmada de Will—. Pero, entonces lo vio y... sientes que es tan hermoso que es abrumador...
—Y tu mente se queda en blanco... —murmuró Will, con la mirada perdida, y una pequeña sonrisa sobre sus labios.
—¡Sí! —Percy asintió enérgicamente—. Lo único que sabes es que quieres saborear esa sonrisa, esos labios tan exquisitos, que aunque lucen letales, en realidad son jodidamente dulces. Necesitas tenerlos, para satisfacer a ese monstruo lleno de deseos dentro de ti...
—Piensas que estarás satisfecho una vez que los pruebes, y los dejarás ir, los olvidarás con el tiempo —colaboró Will, meneando la cabeza afirmativamente, con un aire solemne—. Pero solo consigues estar más hambriento, nunca es suficiente una vez que lo has experimentado, y se vuelve una droga indispensable para tu vida.
—¡Sí! ¡Así mismo! —Percy soltó una profunda exhalación—. Lo sabía, tú sí que entiendes —movió con un dedo la cartulina, decaído—. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Crees que me odia?
—No, muy molesto, sí, pero jamás te odiaría —Will lo consoló, dándole palmaditas en la espalda—. Sin embargo, ahora que Dylan conoce tus hambrientas intenciones, será muy difícil que te acerques a él.
—Lo sé, lo sé —contestó Percy, mirando a Will con melancolía.
Pasaron unos segundos, antes de que ambos se dieran cuenta de que acababan de exponer la verdad, de una forma, bastante tonta. Will soltó un "Oh", con los ojos muy abiertos, y luego se echó a reír a carcajadas, tan fuerte que casi se cayó de espaldas. Percy, por otro lado, se puso tan rojo que parecía a punto de explotar. Había perdido el habla, y le tomó mucho tiempo tratar de hacer funcionar su estúpida lengua otra vez.
—Tú... tú... ¡tú! —tartamudeó Percy, y resistió el impulso de taparse los ojos como un niño que piensa que podrá desaparecer de esa forma—. ¡¿Ya lo sabías?! ¡¿Pero cómo?¡ ¡No se lo he dicho a nadie!
Will se limpió la comisura de sus ojos, llenos de lágrimas. Observó a Percy con una mezcla de diversión y empatía.
—Oh, Percy, no era necesario que lo dijeras —sonrió, amable—, es demasiado obvio, por la forma en que lo miras. Tu voz se vuelve mucho más suave y gentil cuando le hablas. Y cada vez que se mueve, lo sigues como si hubiera un imán que te atrae hacia él. Cualquiera que supiera algo sobre el amor, lo sabría sin duda alguna.
Percy se quedó estupefacto, con la quijada a punto de tocar el suelo.
—¿Alguien...?, ¡¿alguien más lo sabe?!
—¡No, espera, lo siento! —movió sus manos desesperadamente—. Déjame explicarme mejor. Tengo un novio, ya lo sabes. Así que, me resulta más fácil darme cuenta de este tipo de cosas. Mi mente no está tan cerrada como la de los heterosexuales —señaló Will, con un ligero tinte burlón, que le recordó mucho a Nico—. Los demás no se han dado cuenta, tranquilo. Sin embargo, un gay siempre reconoce a los suyos. Bueno, casi siempre.
—Will, por favor no te ofendas, ¿de acuerdo? —Percy tomó aliento—. Tú crees que, es posible que, ¿me hayas contagiado la homosexualidad?
Will soltó un bufido en forma de risa, y luego volvió a dejarse llevar por las carcajadas, y esta vez, por más tiempo. Después de un rato, su cara estaba completamente roja como la de Percy. Contempló a Percy por un largo rato, sus ojos rebosaban de diversión y dulzura, suavizando el azul de sus orbes.
—Oh, Percy, tienes suerte de que fui yo quién te escuchó decir eso —ladeó la cabeza, y apoyó su barbilla contra la palma de su mano. Su codo descansó sobre la mesa, donde la cartulina había quedado olvidada—. Y no, la homosexualidad no es como un virus contagioso. Simplemente, ningún chico había llamado tu atención antes, y resulta que Dylan fue un detonante, uno muy severo para ti —movió sus cejas de forma sugerente—. Pero, oye, tampoco es una sorpresa, Dylan y tú son demasiado compatibles, su química es tan perfecta que podría volver loco a cualquier bioquímico. Habría sucedido, tarde o temprano.
>>Además, es arrebatadoramente hermoso, resultaría una tentación hasta para el heterosexual más estricto. Yo creo que, sujetaste el cielo sobre tus hombros, más tiempo de lo que alguien podría hacerlo.
—Sé qué la pregunta era tonta, pero debía decirla —murmuró Percy, sintiéndose avergonzado. Luego, se le ocurrió algo que le heló la sangre—. ¡Oh, Dios! Entonces, ¿Nico también lo sabe?
Will arrugó sus cejas y sus labios, con un aire cómico. La respuesta era tácita.
Percy echó el cuello hacia atrás, mientras exclamaba con pesar:
—¡Oh no! Puedo oír sus burlas...
—No te preocupes, él jamás dirá nada, delante de ti, y tampoco va a entrometerse —prometió Will—, ya lo he amenazado. ¡No puede arruinar el progreso de mi pareja favorita!
—Él no necesita arruinar nada, porque yo ya lo he hecho —Percy volvió a suspirar. Jamás esperó que podría sentirse peor de lo que ya se sentía—. ¿Cómo podré ver a Nico desde ahora?
—Solo finge que no sabes que él lo sabe, y todo seguirá como antes —animó Will, dándole más palmaditas en la espalda—. No te preocupes. ¡Tienes todo mi apoyo! ¡Vamos, eres un Perseo! ¡Naciste para triunfar! ¡Eres un héroe, y el héroe siempre consigue al chico guapo!
—Él me odia totalmente...
—Nah, ¿qué es un besito en contra de su voluntad? ¡Ya se le pasará!
—Debiste ver sus ojos —desconsolado, Percy recostó su cabeza contra la mesa—, esos preciosos ojos, estaban llenos de repugnancia...
—Quizás te confundiste, quizás estaban llenos de pasión...
—Sé sincero, Solace —Percy lo miró directamente a la cara—, ¿crees que tengo una posibilidad? ¿Aunque sea una pequeñita? —terminó, en un tono tan lastimero, que le dio vergüenza.
—Debo ser franco, reconozco a un gay de clóset cuando lo veo, y Dylan Thompson, es el rey de los closeteros más grandes de todo el mundo —Will suspiró, abatido—. Él no está atrapado en un armario de madera. Está encerrado en un armario hecho de piedra, con cemento recubierto y centenares de cadenas y candados bloqueando las manijas de acero. También debe tener tigres custodiando el armario, serpientes venenosas por todo un kilómetro a la redonda, ríos de lava que...
—Ya entendí —Percy lo cortó, con tono escueto.
—Pero no te preocupes tanto —Will le guiñó el ojo—. Recuerda que hasta una gota de agua que es constante, puede crear un agujero en la piedra, y luego romperla. Aunque necesites, mucho, mucho, mucho, tiempo para ello. Pero los triunfos pertenecen a los perseverantes.
Percy le envió una sonrisa agradecida.
—Además, tienes algo más a tu favor, que puede facilitar el proceso —añadió Will, con una mirada risueña—, y eso es, que eres bastante atractivo.
—¿En serio? —Percy sintió que flotaba de felicidad. Tuvo ganas de abrazar a Will, pero tenía miedo de que Nico apareciera justo en ese momento para dejarlo deforme.
—Por supuesto. Percy Jackson, estás digievolucionado, de forma bastante exitosa, ¿sabes? Y muchas chicas de nuestro instituto, han empezado a notarlo —comentó Will, con un tono lleno de orgullo paternal—. Créeme, tienes una gran oportunidad, si sabes cómo proceder a partir de ahora.
—¿Y qué es lo que debería hacer? —preguntó Percy—. Él pidió que me apartara...
Will suspiró, tomándose un tiempo para responder.
—Supongo que, deberías darle un tiempo, para que lo procese —respondió al final—. No es bueno que lo presiones en este momento. Dale su espacio. Perseguirlo, solo hará que alguien con la personalidad de Dylan, huya más rápido de ti. En ese caso, creo que podría realmente odiarte.
—Entiendo —susurró Percy, ocultando el miedo en su voz.
Dios, esto de los sentimientos, era una total mierda.
—¿Realmente Nico no dirá nada?
—Le dije que terminaría con él si hacía algo malévolo para perjudicarlos —respondió Will, contundente.
Percy se rio, sintiendo como algo del peso que había estado cargando desde aquel fatídico día en el acuario, se aligeraba un poco. Un poquito. Hablar con Will fue una buena decisión. Era como contarle las cosas a tu madre, sin recibir un topetazo en la cabeza. Solo sintiendo la calidez y la compresión de un buen amigo.
—Oye, ¿por qué están tardando tanto? —preguntó Percy de repente, a lo que Will se encogió de hombros, al tiempo que, recogía el lápiz, y volvía a su obra de dibujar venas y músculos.
—No lo sé, y estoy seguro de que no quiero saberlo —Will le envió una sonrisa divertida—. De todos modos, veamos cuánto dinero es capaz de tirar por su novio.
Nico estaba oficialmente en quiebra. Y ya no tenía su reloj, chapado en oro, por cierto. Tampoco su anillo de plata, regalo de su tía Demir, como sea. Sin embargo, nunca había estado más feliz en su vida, tan satisfecho de haber sido, total, y probablemente, estafado por una niña de, ¿doce, trece? ¡Daba igual!, el dinero fue creado para gastar, para adquirir los placeres más exquisitos del mundo terrenal, y hoy, lo había conseguido.
Estaban en la habitación del padre de Will, ya que las fotografías se encontraban resguardadas en un cajón cerca de la cama del señor Solace, las cuales su hija no había tenido reparo en venderlas de forma indiscriminada. Y no era como si Nico fuera a decirle que no lo hiciera. Él respetaba a una niña con ambición. Se hallaba sentado en el suelo, con las piernas cruzadas mientras contemplaba intensamente una foto de Will a los doce, vestido con ropa tejana y un sombrero vaquero que aplastaba adorablemente sus rizos. A su lado, Kayla contaba el dinero que se había ganado dignamente, su muñeca brillaba de vez en cuando, por el reloj chapado en oro que recientemente había conseguido, y el anillo de plata en su pulgar.
—Traeré más dinero la próxima semana —dijo Nico, con voz profesional—, puedes empezar a preparar el resto de la mercancía para mí. Ya sabes lo que me gusta.
—Más te vale —refunfuñó Kayla, un poco enojada—, pensé que tendrías más dinero, ¿sabes? ¿Acaso te volviste pobre?
—Oye, simplemente soy prudente —se defendió Nico, preguntándose por qué se ofendía por el insulto de una niña—, no puedes ir caminando por ahí cargando un montón de billetes.
Kayla chasqueó la lengua, y murmuró algo entre dientes, que sonaba muy parecido a: "mierda, me tocó un cuñado pobre".
Inmediatamente, Nico se sintió indignadísimo. Abrió los labios, dispuesto a defenderse, sin embargo, el sonido de unos pasos acercándose apresuradamente, llamó su atención, y olvidó lo que iba a decir. Miró la puerta que estaba abierta, en cualquier momento, alguien cruzaría ese umbral.
—Mierda, es mi padre —soltó Kayla, poniéndose pálida, seguidamente, agarró el brazo de Nico, y empezó a arrastrarlo en dirección a la cama—, pronto, escóndete aquí abajo, o nos matará a los dos por comercializar las fotos de su hijo.
—¡Pero sí tú lo hiciste! —refutó Nico.
—¡Pero eres un cómplice! —devolvió Kayla.
Nico se dio cuenta de que era más difícil discutir con la hermanita de Will que discutir con cinco mafiosos en una habitación. Asombroso, ¿él debería reclutarla?
Al final, Nico se dejó manipular, y se escondió junto con Kayla, debajo de la cama que apenas le dejaba espacio para mover la cabeza. Estaba boca abajo, y su campo de visión solo le permitía ver unos zapatos que ingresaban dentro de la habitación, para luego cerrar la puerta de un golpetazo, que provocó un brinco tanto en él como en Kayla.
—¿Por qué me estás haciendo esto? —La voz de Apolo sonaba iracunda, mientras caminaba de un lado a otro, con un aire ansioso—. Nunca me habías vuelto a llamar, han pasado años, años...
Parecía estar en una llamada telefónica.
—¡No juegues conmigo! —gritó, luego bajó la voz, siseando sus siguientes palabras, teñidas de rabia y miedo—. No puedes aparecer cuando quieres...
Nico escuchó atentamente, con un hueco en el estómago, que se hacía cada vez más grande.
—¡Eso no es mi culpa! —dijo Apolo—, oh, Dios, pobre Wells...
Oh, Dios, pobre Wells.
Oh, Dios, pobre Wells.
Oh, Dios, pobre Wells.
Fue como si una garra de hielo hubiera apretado el corazón de Nico. Se quedó completamente congelado, con los ojos muy abiertos, luciendo tan oscuros como pozos sin fondo.
—¡Espera, no puedes...!
Apolo lanzó un grito ahogado. Se tambaleó, y luego se dejó caer sobre su cama, su peso hizo que una tabla le golpeara en la parte superior de su cabeza. Pero Nico ni siquiera lo sintió. Se escuchaba la respiración acelerada del señor Solace. Murmullos inentendibles y quejidos que denotaban su más profunda agonía, llenaron la habitación, y le quitaron la calidez, a pesar de los rayos del sol que se colaban por la ventana.
Pasaron los minutos, y justo cuando Nico pensó que quizás tendría que pasar la noche debajo de la cama de su suegro, éste se levantó, un poco tambaleante, y se dirigió con pasos cansinos hacia la puerta, la cual abrió, para luego marcharse en un lúgubre silencio. Transcurrieron otros segundos. Kayla no había entendido nada de lo que escuchó, pero su instinto le dijo que había atrapado algo grande, algo quizás, grave. Se sintió asustada, tanto que, finalmente aparentaba su edad.
—¿Qué fue eso? —le preguntó a su cuñado, con voz diminuta, mientras tímidamente agarraba la manga de su camiseta—. ¿Qué pasó?
Pero Nico no contestó, de hecho, incluso después de regresar con Will y Percy, quienes compartían un extraño ambiente que, era una mezcla entre alegría y tristeza, y un poco de esperanza, Nico no volvió a decir mucho. Se limitó a quedarse acostado en el sofá, con la mirada pérdida sobre Will. Lo que podría haber sido romántico, si no fuera por la extraña mirada vacía en sus ojos.
Sus ojos estaban muy abiertos, y por primera vez, lo estaban viendo todo.
Al final de la noche, Nico envió otro mensaje:
"Tenemos que hablar. Ahora".
Si el final estuvo un poco confuso. Es porque ese era el plan. Pero ya cobrará sentido en el siguiente cap.
Holi. Este 2024 volveremos a actualizar lo máximo posible xd Si Dios quiere y la virgen, y mi jefe.
Fueron ocho mil palabras. Y espero que tantas palabras al menos, les haya dejado satisfechos. Recuerden que les quiero mucho y jamás los abandonaré, no como sus papás y mamás olímpicos 😚
Byeeeeeeee
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