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67. Manzana mordida

Las manos de Luke alrededor de su cuello eran tan fuertes que, por un momento, Dylan alucinó que eran tenazas que estaban a punto de separar la cabeza de su cuerpo, de un solo chasquido. Dylan casi deseó que eso ocurriera, lo que sea para terminar con la larga agonía de estar siendo asfixiado de forma implacable. El dolor por la falta de oxígeno se estaba volviendo insoportable, como fuego devorando sus pulmones, mientras presentía que su rostro se estaba poniendo tan azul como una mora. La cruda desesperación hizo que quisiera morirse, al mismo tiempo, Dylan luchó por seguir respirando, un reflejo nada más instintivo del ser humano, negándose a rendirse.

Dylan no quería morir.

Trató de alejarse de esas furiosas manos: jalándolas, empujándolas, golpeándolas, pero nada de eso surtió efecto. Probó con patearlo, pero sus piernas estaban inmovilizadas, ni siquiera podía mover sus caderas por el peso que lo aplastaba. Estaba atrapado, y aún así, se zarandeaba ferozmente como un gato que intentaba escaparse de los colmillos de un perro. Un perro de filosos ojos celestes que le ladraba maldiciones y palabrotas rodeadas de un tinte asesino. El tipo de perro que aun recibiendo patadas, golpes, u órdenes, no aflojaría su mandíbula, no lo soltaría aunque estuviera chillando o gimiendo penosamente, no hasta que su muerte lo satisficiera.

—Yo tenía razón —graznó Luke, escupiendo sobre su rostro—, eres la escoria que Dios puso en mi camino para seguir haciendo de mi vida una cruel broma.

"No creo que Dios se tomaría tales molestias", era lo que Dylan habría querido decirle con sarcasmo, si no tuviera la tráquea a punto de ser partida. Por lo que, sólo pudo enviarle una mirada cargada de súplicas fervientes, que esperaba tuvieran algún efecto apaciguante en Luke. Lo que, lamentablemente, no fue el caso. De hecho, su apariencia lastimosa pareció enfurecerlo todavía más, como si el miedo en los ojos de Dylan no fuera otra cosa que una gran insolencia.

—Debí haberte matado aquella noche cuando nos seguiste —siseó Luke, con las líneas del rostro tan tensas que parecían de acero. Sus venas eran visibles en su frente, mandíbula y cuello. Sus pupilas eran diminutos puntos ahogándose en sus iris ensangrentados—. Después de la fiesta de Drew, ¿recuerdas? ¡Ese... ese maldito día... en el que tú apareciste y desde entonces has hecho de mi vida un infierno! ¡Te odio con toda mi alma!

—Suél... tame —Dylan solo pudo soltar esa única palabra, pero Luke reaccionó como si le hubiera lanzado un tumulto de improperios.

—¡MUÉRETE, MUÉRETE! —Vociferó, su voz volviéndose aguda como el silbido de una criatura extraña—. Si tú estás muerto, estoy seguro de que todo se resolvería... TÚ DEBISTE MORIR EN LUGAR DE ABBY. FUE POR TU CULPA. ¡TÚ TE LO MERECÍAS!

Parecía que sin importar lo que hiciera o dijera, sólo sería un incentivo más para extender su tortura. La lucha de Dylan se volvió más frenética, su miedo, empezó a convertirse en un escalofriante pánico que empeoraba su situación. Luke Castellan era espeluznantemente recio, dándole una aplastante sensación de impotencia. Distraídamente, Dylan se preguntó si esto era lo que había experimentado Abby antes de morir, y no pudo más que sentirse increíblemente miserable y culpable. Porque Luke tenía razón, ella había muerto por su culpa, aunque solo había querido ayudar, él la condenó.

Aún así, Dylan no quería compartir su destino, por más poético que eso resultara para la justicia divina. Así que, reuniendo toda la fuerza que le quedaba, Dylan levantó uno de sus brazos y le implantó violentamente una bofetada que esperaba, al menos, aturdiera a Luke lo suficiente para que él pudiera tomar dos bocanadas de aire. Y, sin embargo, fue como golpear una estatua, ni siquiera había pestañeado, y si no hubiera una enorme marca roja en su mejilla donde Dylan lo había golpeado, habría creído que se lo había imaginado. Era como si no sintiera. Como si no escuchara. Y solo veía a Dylan como lo que era realmente: el monstruo que él debía exterminar costara lo que costara.

El terror puro estalló dentro de Dylan, cuando finalmente entendió que Luke de verdad quería matarlo. La realización de aquello fue tan impactante como dolorosa Desde que lo conoció, desde que lo vio darle una paliza a sus hermanos hace meses, Dylan siempre había sentido un extraño respeto hacia Luke, lo admiraba sinceramente por su heroísmo, ¿y si alguien tan bueno cómo Luke había llegado a la conclusión de que merecía morir? ¿No significaba eso que tenía razón?

La oscuridad empezó a bordear su campo de visión, ¡ya casi no le quedaba tiempo!, Dylan lo golpeó una y otra vez, sacándole gotitas de sangre que le salpicaron en la cara y sobre el piso inmaculado. Pero Luke seguía impasible, con una mirada llena de odio, que ni siquiera flaqueó un milisegundo cuando una lágrima se deslizó por su sien. Iba a morir. Iba a morir de forma patética como una rata. Y entonces, se escuchó un ruido sordo. Luke finalmente dejó de ejercer presión, por un momento se quedó completamente inmóvil, con una expresión en blanco, y luego, los ojos de Luke se fueron detrás de su cabeza, justo antes de caer hacia un lado, totalmente inconsciente.

Dylan aspiró de forma violenta, luego su pecho empezó a subir y bajar frenéticamente tratando de capturar todo el rico oxígeno del cual había sido privado, lo que había parecido una eternidad aunque solo habían sido unos segundos, los segundos más largos de su vida. Nico estaba de pie delante de él, tenía un velero de hierro en la mano, y estudiaba el cuerpo de Luke con abierta curiosidad, una de sus cejas se estaba levantando lentamente.

—¿Por qué es tan violento? —preguntó Nico, ladeando la cabeza de una forma que le atribuía una apariencia engañosamente inofensiva—. ¿Crees que tenga alguna enfermedad mental? Deberíamos aprovechar y revisar su habitación, este chico tiene algo realmente malo, ¿te has dado cuenta? Presiento qué encontraré un montón de medicinas escondidas en sus cajones.

Dylan lo ignoró, aunque si hubiese querido responderle, no habría podido por el ardiente dolor que sentía en su garganta, como si aún tuviera las manos de Luke sobre él. Tampoco podía dejar de toser, lo que realmente quería dejar de hacer porque cada tos que soltaba se sentía como un hierro fundido raspando su laringe. Además, mientras se incorporaba temblorosamente hasta quedar en una posición sentada y encorvada, Dylan descubrió que, aún quedaba un tipo de miedo que jamás había experimentado, hasta hoy.

En toda su vida, jamás había pasado por algo así. Cuando sus hermanos intentaban "matarlo", se dio cuenta de que siempre se había sentido como una especie de broma cruel y macabra, pero sin verdaderas intenciones asesinas detrás de sus estúpidas y mezquinas acciones, es decir, Thomas Thompson los limitaba, pues sabían las consecuencias. Ahora él conocía la diferencia. Por primera vez, había contemplando a alguien con sinceras ganas de matarlo. Y se sintió aterrorizante. Su pavor era tan amargo que le dio arcadas. Dylan se sentía, realmente traumatizado.

Luke no estaba jugando, nunca había estado jugando cuando le decía que lo quería muerto.

Todo este tiempo que lo escuchó maldecirlo por estar cerca de Percy, pensó que eran palabras vacías, pero no. Aunque debió saberlo, Luke Castellan no era un charlatán como el resto de los adolescentes, él siempre fue distinto. Si decía algo, era en serio. Y Luke en serio quería su muerte.

—Ahora que lo pienso —inició Nico, indiferente—, cuando llevaba a la tía Demir a sus consultas con el doctor, ¿no he visto a Luke en ciertos días, subir al tercer piso del hospital? ¿Y no es el tercer piso donde atiende a sus pacientes el psiquiatra de allí? —Dejó caer el velero sin ningún cuidado, luego utilizó esa misma mano para acariciarse la barbilla en un gesto pensativo—. Necesito averiguarlo antes de trabajar con él. Estos arranques maniáticos son bastante peligrosos para mi integridad —lanzó una mirada divertida hacia Dylan, y añadió—: nuestra integridad, es cierto, casi lo olvido.

Después de muchas respiraciones, Dylan finalmente pudo mirarlo, y contestar:

—¿Estás completamente loco? —Su voz había salido extremadamente ronca, pero se las ingenió para sonar claro, y que se notara toda su aversión en su tono.

Nico lo miró por un rato. Lucía irritantemente confundido.

—¿Estás enojado conmigo? —preguntó, alzando las cejas.

Dylan se limitó a observarlo, con los bordes de sus ojos húmedos y rojizos. Nico soltó un rápido suspiro.

—No sé por qué estás enojado conmigo —inició, pragmático—. Mira, fuiste tú el que me buscó. Fuiste tú el que me llamó y me rogó por ayuda, a sabiendas de cómo soy. Me das esa mirada como si te hubiera traicionado, pero fuiste tú el que rompió su promesa. Tú me traicionaste primero. Además, no sabía que él se iba a poner así de loco, ¿okay?

—¿En serio? El tipo que acaba de matar a una chica por un ataque de ira —espetó, mientras con dificultad, se ponía de pie.

—Es verdad que no pensé con claridad, estabas por marcharte y tuve que improvisar —se encogió de hombros—, pero sigo sin tener la culpa. No eres una víctima, Dylan Thompson. Tienes una deuda conmigo, y retrasarlo solo hará que tenga pésimas ideas como la de hoy para obligarte a cumplir. Lo sabías cuando me llamaste, sabes que no tolero que me engañen.

—Tienes razón, es mi culpa —respondió Dylan—, olvidé que eres un hijo de puta. Y ahora menos, quiero hacer cualquier cosa que esté relacionado contigo. Harás que nos maten, ¿oíste?

—¿Yo soy el malo, en serio? —protestó Nico, muy ofendido—. ¿Crees que soy cruel, injusto...? ¿A dónde vas? —exigió, cuando Dylan empezó a caminar y le chocó el hombro al pasar—. No seas tonto, necesitarás el dinero extra, ¡ya lo verás! ¡Es inútil estar enojado, Thompson! ¡Vendrás a mí al final!

La puerta de la casa de Luke se cerró con un estrépito, y esa fue toda la respuesta que Nico recibió. Dylan se había ido sin aceptar nada. Y Nico se quedó abandonado en la sala, con un cuerpo inconsciente a su lado, que de repente había empezado a roncar con fuerza. Suspiró con pesar, sintiéndose de mal humor. ¿Ahora él era el malo? Pero no había tiempo para persuadir de buena manera. Además, sólo había una persona con la que valía la pena ser paciente: Will, a quien con gusto había persuadido, hasta que fuera suyo.

Nico echó un último vistazo hacia Luke, luego fue en búsqueda de habitaciones para mironear. ¡Como sea!, ya habría tiempo, para tener a Dylan bajo su control.

Cuando terminó la escuela, Percy se dirigió a su casa a comer algo que su madre había dejado para calentar, y luego tomó el metro para llegar a tiempo a su trabajo en el acuario más grande de la ciudad (el que Will le había conseguido con contactos) (Ah, Will era demasiado bueno), el cual se hallaba en algún punto tranquilo de Brooklyn. La tarde transcurrió tranquila, con turistas amables, y niños bien portados que no le gritaban como endemoniados y escuchaban su charla mientras les daba el recorrido habitual.

Alrededor de las cinco de la tarde, él, y el guardia llamado Bob que estaba afuera del recinto, eran los únicos que quedaban. Ese día, como otras veces en las que sus compañeros se fugaban sin avisar, Percy estaba encargado de ordenar un poco el lugar, darle de comer a algunos peces, y revisar que los tiburones aún no se habían comido entre ellos. En ese momento, Percy se encontraba sumergido dentro de un acuario, el cual era tan ancho como un sedan y tan alto como un autobús. Estaba ayudando a un pequeño tiburón, del tamaño de su torso, a sacarlo del hueco de un castillo de plástico que habían puesto como decoración.

Este tiburón era muy tonto y muy curioso, siempre se quedaba atascado cuando intentaba meterse por los huecos del castillo. Quizás quería fingir ser un rey de los tiburones.

Después de unos segundos, Percy finalmente lo sacó, y luego lo dejó escapar, pero no sin antes haberle dado un coscorrón en la nariz, lo que al tiburón pareció disgustarle porque casi le lanzó la cola en la cara. Percy le sacó la lengua bajo el agua, y las burbujas subieron hasta la superficie. Pensó en quedarse flotando un poco más hasta que le faltara la respiración, lo que todavía faltaba mucho, él era muy bueno aguantando y lo embargaba una extraña paz que no conseguía en el exterior y de la cual no quería desprenderse aún. Pero, entonces, vio algo por el rabillo del ojo, y luego escuchó como un golpe seco, Percy giró la cabeza, y vio a Dylan Thompson, de pie al otro lado del vidrio, con la mano levantada en un saludo.

Su carnosa y atractiva boca lo llamó, pronunciando una sola palabra: "Hola".

Tres minutos más tarde, Percy se apresuró a cambiarse la ropa mojada por la ropa seca que había traído: unos pantalones de lana y una camiseta con el dibujo de un caballo en el pecho. En el camino, utilizó una toalla azul para secarse descuidadamente el pelo, pero ni siquiera se había quitado todas las gotas de sus mechones cuando él ya se encontraba delante de Dylan. Prácticamente había corrido, dando traspiés como un cachorrito, y ahora estaba de pie, con una sonrisa estúpidamente feliz en toda su boba y obvia cara.

—Te llamé, pero no contestabas —inició Dylan, sonriéndole suavemente—, ya veo por qué no.

—Estás aquí —dijo Percy, y escuchó como su voz sonaba tan distinta a lo habitual, tan entusiasta, tan emotiva, que en realidad fue un poco vergonzoso. Trató de calmarse—. No fuiste hoy al Instituto, tuve que buscar otro compañero para la clase de Ciencias, ¿sabías? ¿Por qué no fuiste? ¿Por qué no contestaste mis mensajes? ¿Y por qué te fuiste de la fiesta sin avisar?

Dylan frunció los labios, entonces Percy se dio cuenta, por la forma en que sus ojos se achicaban, que estaba conteniendo su risa.

—Me quedé dormido apenas llegué a mi casa, estaba agotado —contestó con simpleza—, mi celular se quedó sin batería así que, no escuché nada, y sobre lo último... —alzó una ceja—, ¿debo avisarte sobre todos mis movimientos? ¿Es el requisito para ser amigo del Gran Percy Jackson?

Percy sintió que se sonrojaba un poco después de haber sido descubierto. Aún así, seguía estando malhumorado. En la mañana, había ido a clases esperando encontrar a su compañero de asiento, ya en su silla, con una buena tanda de chistes o chismes nuevos que Dylan siempre tenía preparados. También había confiado en que Dylan podría decirle sobre lo que había ocurrido en la discoteca, quizás ayudarle a refrescarle un poco la memoria, porque a medida que pasaban las horas, Percy sentía un vacío en su estómago cada vez más profundo, como un mal presentimiento.

Estaba ansioso por descubrir si había hecho algo malo estando ebrio, lo llenaba de un terror lacerante, siendo franco; y cuando llegó, y no encontró a Dylan, y tampoco llegó después de una hora de que empezara la clase, ni contestó sus mensajes, parecía que ni siquiera le llegaban como si hubiera sido bloqueado... Casi perdió el control en ese momento. No había podido escuchar nada más que sus latidos aterrorizados, mientras se esforzaba por recordar todo sobre la noche, pero fue un intento inútil. ¿Había cruzado la línea con Dylan? ¿Él alcohol había revelado los vergonzosos anhelos de su corazón? ¿Estaría Dylan enojado con él por algo que hizo?

—Pensé... que podría haberte pasado algo —mintió Percy, a medias, porque también había estado preocupado de que algún degenerado, obsesionado de chicos bonitos y dulces, se lo hubiera llevado. Pero eso no lo dijo, porque sabía que no le haría gracia saber que él lo veía de esa forma.

—Ya te lo dije, no me pasó nada —contestó Dylan, pero fue después de una pausa inusualmente larga—. Solo me quedé dormido...

—Luke tampoco fue al Instituto —murmuró distraídamente—, me sentí un poco solo —le salió un puchero involuntario—. Estuve solo toda la mañana, ¿sabes?

—Mi pobre, percecito —canturreó Dylan con voz cariñosa, y unos ojos tan suaves como la arena del mar, que hizo que su corazón se calentara—. Prometo no volver a abandonarte, ¿está bien?

Percy lo miró casualmente, pero estaba tratando de tomar todo lo que podía de él. Notó que, por primera vez desde que lo conoció, Dylan tenía ojeras debajo de unos ojos ligeramente rojos. Su pelo castaño se veía suave y brillante, pero estaba desordenado, como si hubiera estado estirándolo todo el día con las manos. Traía sus clásicos jeans deshilachados, y un suéter con cuello muy alto que casi le llegaba hasta los labios perfilados. La mirada de Percy se quedó allí más tiempo de lo apropiado.

¡Qué los Dioses lo amparen!, solo la visión de sus labios era extremadamente lasciva. La forma en que estaban deliciosamente rellenadas, parecía suaves y jugosas como la mejor fruta prohibida del edén. Percy tuvo que contenerse para no devorarlo. No debía caer como Eva, y perder todo el paraíso, es decir a Dylan, y perder todas las maravillas que conllevaba estar a su lado, solo por un bocado, por más que ese bocado fuera lo mejor que probaría en toda su miserable vida. Solo Dios sabía, el esfuerzo inhumano que Percy Jackson estaba ejerciendo para no lanzarse sobre Dylan en ese momento, apretar su hermoso cuerpo contra el suyo, y devorarlo apasionadamente, ya que sabía, con toda la seguridad del mundo, que eso lo espantaría para siempre.

Él tenía que ir lento, recordó, como convencer a Dylan a entrar a un mar helado, poco a poco, paso a pasito, hasta que cada parte de su cuerpo se haya acostumbrado al frío completamente, para finalmente disfrutarlo con Percy.

O como la historia de la rana en la olla hirviendo, poco a poco hasta que Dylan también estuviera ardiendo por Percy, e incapaz de huir.

—... este lugar es bastante grande, y es la primera vez que vengo aquí —Dylan había estado hablando todo el rato en el que Percy estaba soñando despierto. Se obligó a espabilarse y dejar de ser un adolescente urgido—. ¿Me das un recorrido por el lugar? ¿O ya es demasiado tarde para ti?

—¿Ah?, ¡ah!, ¡para nada! La parte favorita de mi trabajo son los recorridos —sonrió de forma ladina—, especialmente los privados que los encantadores chicos me piden —luego añadió, como una idea tardía, pero que lo salvaba de sonar raro—: Y las chicas, siempre están pidiéndome esas cosas y otras cosas...

Dylan entrecerró los ojos, había un brillo peligroso dentro de sus dulces ojos marrones.

—Ya entendí, eres extremadamente solicitado —chasqueó la lengua—, pero yo soy mejor que cualquier chica bonita que hayas visto. Te divertirás más conmigo.

—En eso tienes razón —dijo Percy, quien caminaba de espaldas, y miraba a Dylan—, sígueme, ¿quieres?

—¿Quieres que te siga? —jugó Dylan mordiéndose el labio, lo que en realidad parecía ser un gesto distraído, sin intención de ser provocativo. Sólo que Dylan parecía haber sido programado naturalmente para provocar a tontos chicos como Percy, que eran débiles ante una perfecta belleza masculina.

No era a propósito, simplemente la mera existencia de Dylan lo incitaba a pensamientos que sabía le valdría más que una bofetada como de la última vez.

—Quiero muchas cosas —susurró Percy, dándole la espalda—, pero no estás listo para oírlas.

Percy intuyó que Dylan quería distraerse, algo dentro de él se lo dijo, o quizás fue la mirada extrañamente meditabunda que a veces se colaba sobre su rostro, y hacía que estuviera un poco más callado de lo normal. Así que Percy se esforzó en dar su mejor recorrido. Si Dylan quería utilizarlo como distracción, entonces él lo ayudaría. En realidad, si Dylan quería utilizarlo de cualquier forma que se le ocurriera, él gustosamente se dejaría hacer. Sí, así de patético se había vuelto.

Sin embargo, Dylan no estaba completamente por las nubes todo el tiempo. Sabía que lo escuchaba la mayoría de las veces, porque le hacía preguntas cuando algo no entendía o le daba curiosidad. También, porque no podía faltar tratándose de él, tiraba comentarios ingeniosos que hacían reír a Percy hasta que le doliera la panza. Había una parte de él que seguía a su lado, riéndose con Percy, y sonriendo, de esa forma enigmática y encantadora que le embotaba los sentidos. A veces tartamudeaba cuando sentía la mirada de Dylan demasiado fija en él, a veces solo quería taparle los ojos pero también le encantaba a sobremanera que lo viera, porque cuando lo hacía, era como si acariciara su alma con gentileza.

Se detuvieron delante de un acuario con peces payasos en su interior. Unos cuantos estaban nadando cerca del vidrio y hacia la superficie, mientras que un par se hallaban persiguiéndose alrededor del arrecife donde dormían. Parecían estar jugando y coqueteando entre ellos, jactándose de que tenían una mejor vida amorosa que Percy Jackson, quién suspiró sigilosamente, con melancolía.

—¡Pero mira cuantos Nemos hay allí! —exclamó Dylan, colocando la palma de sus manos sobre el vidrio, el cual se empañó con su aliento—. ¡Son tan bonitos! Oye, ¿puedo llevarme uno a casa? ¡Vamos!, solo uno, ¿si? Prometo que lo cuidaré bien.

—¡No puedo robar un pez payaso del acuario! —Percy casi fue débil ante la mirada triste que Dylan fingía—. ¡Ni siquiera por ti!

—¡Oh, vamos! —Dylan formó un mohín, y miró a los peces con una expresión repentinamente seria. Su voz se volvió casi un susurro—: Apuesto que si Luke te lo pidiera, se lo darías sin dudar.

Percy bufó, y estaba a punto de contestar cuando algo llamó su atención. El alto cuello del suéter de Dylan se había caído un poco, dejando al descubierto un gran trozo de la piel de su nuca y parte de su cuello. En otra oportunidad, Percy definitivamente podría haberse sentido cautivado al ver la vulnerabilidad de su nuca. Pero ahora, el frío rodeó un poco su corazón, cuando atisbó extrañas marcas que parecían... huellas de dedos.

—¿Qué te pasó en el cuello? —interrogó directamente Percy, y estiró su mano a punto de bajar más aquella tela y ver más de su piel.

No obstante, Dylan esquivó rápidamente su mano, al mismo tiempo, volvió a alzar decididamente el suéter hasta que tocó sus labios y tapó hasta la parte baja de su cabeza.

—No es nada —respondió aburrido, y luego, sin mirarlo, agregó con un tono malicioso—. Alguien simplemente se pasó de la raya con sus fetiches en la cama. Y no estoy interesado en que todo el mundo sepa que cojo de forma sádica.

—Ah —fue todo lo que Percy logró pronunciar, mientras luchaba con contener las oleadas de ira, frustración, y dolor que le había provocado escuchar eso—. Bueno, ahora veo que fui un estúpido preocupándome por ti, estabas perfectamente a salvo entre las piernas de cualquier tipa —soltó, y sin poder ocultar el odioso veneno en su voz. Puso sus manos dentro de sus bolsillos para ocultar que estaban en puños.

Dylan le sostuvo la mirada cuando lo notó. De pronto, la hermosa atmósfera que habían estado compartiendo, se arruinó, como el corazón de Percy que era un idiota por enamorarse de un hombre abiertamente promiscuo y hetero.

Era su culpa, pero a pesar de saberlo, no podía evitar sentirse herido y traicionado por él. Era tan estúpido.

—No estés envidioso, tú casi cogiste a Rachel en la pista de baile —reprochó Dylan, y luego apretó sus labios, como si se forzara a no decir más.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

—¿No lo recuerdas? —inquirió Dylan, frunciendo el ceño.

—No recuerdo casi nada de esa noche —contestó Percy, abatido—. De hecho, por eso quería verte hoy, necesitaba hablar contigo para saber si... Hice algo que no debería. Nunca me había ocurrido antes, es tan extraño, juraría que no había tomado tanto. O eso creo. El punto es, que solo tengo un gran vacío desde que Nico y tú trajeron esas bebidas.

—Entonces... ¿no recuerdas lo de Luke? —interrogó Dylan, luciendo sorprendido, y a la vez, un poco perturbado.

El mal presentimiento se acentuó dentro de Percy.

—¿Qué hay con Luke?

Dylan dejó salir una larga respiración, y volvió a fijarse en los peces que nadaban delante de él, retozando entre las algas.

—Tendrás que preguntárselo a él —dijo, y luego añadió, más para sí mismo—: No necesito darle más motivos para que me mate.

—Por favor, sabes que solo exagera —dijo Percy, riendo ligeramente. Sin embargo, Dylan no le siguió el juego, se quedó mirando a los peces, mientras uno de sus dedos acariciaba distraídamente su cuello. Él nunca se había visto tan retraído como hoy, era algo que parecía no encajar en su imagen. Percy no pudo evitar preocuparse de nuevo, por lo que dejando de lado su enojo, el cual no estaba justificado de todos modos, intentó recuperar la armonía entre ellos—. Oye, ¿quieres oír un dato perturbador de los peces payasos?

Dylan lo miró, con una ceja levantada, esperando. Y por un momento, Percy se distrajo. La luz azul del acuario, convirtió a Dylan en una obra de arte con escalas de color azul. Sus labios se veían morados, pero atractivos, parecía que tendrían el sabor de una fruta exótica.

—¿En qué piensas tanto? —Dylan llamó su atención con una sonrisa, y Percy se obligó a aterrizar en tierra firme.

—Sabías que, ¿los peces payasos pueden cambiar de sexo según sea conveniente? —empezó a sonreír—. A falta de una hembra entre ellos, en la vida real, el padre de Nemo pudo haberse cambiado de sexo para aparearse con Nemo cuando fuera lo suficientemente grande para tener hijos. O Nemo pudo hacerse hembra y cogerse a su padre. Es todo sobre la supervivencia, ¿qué opinas?

—Mierda, Jackson —Dylan formó una mueca, y luego se echó a reír—. ¡No debiste contarme eso! Me has arruinado la película para siempre.

—Es mi dato favorito para contar.

Pasaron a otra habitación, que por supuesto, tenía más acuarios. Estos contenían peces manta raya, y algunos pequeños erizos. Dylan deslizó los dedos sobre el vidrio, como una lenta caricia, creando un cosquilleo en su espina dorsal. Percy repitió que debía controlarse.

—¿Con quién te fuiste anoche? —Percy preguntó casualmente, como quien no quiere la cosa—. ¿Es alguien que conozco?

Dylan empezó a caminar de espaldas, y le envió una mirada un poco coqueta.

—¿Por qué quieres saber?

—Solo quiero saber.

—¿Por qué?

—Porque sí.

Dylan se mordió el labio, conteniendo su risa. Pero Percy solamente se fijó en la forma en que la tierna carne se moldeó bajo su diente.

—Mejor preocúpate por ti mismo, percecito —dijo Dylan—, quizás haya visto algo que te jodería la mente.

—¿Qué cosa?

—Algo relacionado... sobre un beso no muy bien recibido —susurró, en tono confidencial.

—¿Besé a alguien? —Percy escuchó sus propios latidos—. ¿A quién?

Su ojos se entornaron con un toque seductor, mientras uno de sus dedos, delgados y bonitos, le daba tres toquecitos juguetones a su labio superior.

Oh, esos labios. Esos labios. Esos labios.

—Adivina...

Quizás Dylan estaba demasiado cansado o demasiado distraído, o quizás fue el diablo dándole un pequeño empujón a Dylan, para que Percy finalmente cometiera el pecado que tanto se había esforzado por evitar. De pronto, todo pasó muy rápido. Dylan no estaba mirando su camino, así que la parte trasera de su rodilla chocó contra un pequeño banco que habían instalado para que la gente se sentara y contemplara algunos pulpos del acuario. Dylan soltó un jadeo de sorpresa, y luego se tambaleó hacia atrás. Percy se disparó hacia adelante, y lo agarró del codo para estabilizarlo mientras Dylan encontraba apoyo, colocando su otra mano contra el vidrio detrás de él.

—Eso estuvo cerca... —murmuró Dylan, y entonces, miró a Percy, con grandes ojos marrones que lucían encantadores en su su rostro, un rostro moldeado exquisitamente por afrodita.

Quizás fue esa mirada llena de inocente asombro dirigida a él, golpeando un lugar oscuro dentro de Percy. Quizás fue la cercanía, el aliento que compartían. O quizás fueron sus labios, que formaron una agradecida sonrisa para él, los que lograron romper su cordura. Percy recordaría después el momento en que cruzó la línea, como si hubiera caído dentro del mar, y las olas lo hundían y hundían, sin darle cabida a que tomara un respiro. ¡No podía respirar! Pero era porque estaba besando a Dylan, finalmente saboreando esos labios, y lamentablemente, no de una forma suave y lenta como había querido, o siempre había soñado, no, lo hacía de forma brusca y violenta, como si se hubiera convertido en un animal salvaje tratando de despedazar a su víctima.

El primer beso no fue nada romántico, ni tierno, o dulce como los cuentos de hadas. Fue rudo, áspero y brutal, y despertó los deseos más egoístas de poseer dentro de Percy.

Y es que, en el microsegundo en que pegó sus labios con los de Dylan, todo su cerebro se desconectó. No escuchó el ruido de asombro que hizo Dylan, bueno, en realidad no le importó y lo ignoró. Actúo de acuerdo a sus instintos, acorralando a Dylan contra el acuario y su cuerpo, evitando así que escapara. Seguidamente, cuando vio por el rabillo del ojo que la mano libre de Dylan estaba a punto de golpearlo, la interceptó en el aire, y sin tener ningún reparo con su fuerza, la aprisionó contra el vidrio, a la altura de sus bocas.

En el fondo de su mente, sabía que sus dedos le estaban causando daño a su muñeca, pero cuando Dylan jadeó de dolor, solo aprovechó esa oportunidad para introducir su lengua dentro de su boca.

Un gruñido gutural, lleno de placer retumbó dentro de su pecho, cuando la dulzura explotó en sus papilas gustativas.

Y juraría, casi estaba seguro de que, por un instante, Dylan se había rendido, había temblado entre sus brazos, y había suspirado como si estuviera tan aliviado como Percy de que esto finalmente estuviera sucediendo. Y él quería más, mucho más, quería tocar tanto su piel, quería saborear su cuello y dejar sus propias marcas allí, y estaba a punto de soltar sus manos y hacerlo, cuando en eso, la voz de Bob llegó a ellos:

—¡¿Percy?! Ya es tarde muchacho, dile a tu amigo que tenemos que cerrar.

Dylan aprovechó su desconcentración, y lo empujó lejos de él. Percy se tambaleó unos pasos, y luego se quedó quieto. Respiraba tan fuerte que resultaba vergonzoso, y de repente, se dio cuenta que se sentía extremadamente incómodo en la parte baja de su cuerpo. Cerró los ojos por un momento, preparándose, y entonces, levantó la mirada, y se enfrentó a Dylan Thompson, con la cruda verdad finalmente expuesta entre los dos.

"Esto es todo, es todo lo que parece".

Dylan se veía completamente destruido. Percy jamás lo había visto tan desorientado, ni siquiera cuando cayó a la piscina y se aferraba a una cuerda. Tenía las mejillas increíblemente rojas, y sus deliciosos labios (ahora Percy lo había confirmado) estaban hinchados y húmedos, dándoles un aspecto aún más tentador. Pero nada de eso importaba, toda la sangre dentro de Percy se había congelado, toda su excitación convertida en cenizas, cuando vio el terror, y el horror, en sus hermosos ojos. Miraban a Percy como si no lo conociera, como si lo hubiera acuchillado, y ahora agonizaba por la herida.

Dylan soltó un sonido ahogado que contenía pura desesperación.

Y luego, echó a correr rápidamente hacia la salida, sin mirar atrás.

—¡Dylan!, por favor... —Percy intentó ir detrás de él, pero entonces Bob apareció por el umbral de la puerta, y empezó a parlotear sobre algo que no tenía ganas de entender—. ¡Luego hablo contigo, Bob!

Percy corrió tan rápido como pudo, sus pasos resonando por los pasillos, se mezclaron con los golpeteos llenos de miedo de su corazón. Sin embargo, cuando llegó afuera, el estacionamiento estaba vacío, y el auto de Dylan se alejaba por la autopista. Percy se dejó caer en el suelo, con una sensación de irrealidad, que evitaba que se derrumbara totalmente por la decepción.

Fue cuestión de segundos. Los mismos segundos que le habrían tomado a Eva morder la manzana y perder el paraíso, de igual modo, Percy perdió a Dylan.



¡Hoy es mi cumpleaños! Mi sis me regaló el banner de Percy, y luego hay otros más ♡ los iré poniendo cuando salgan sus povs.

¿Será este el fin del amor homosexual del Dylercy?

¿Fue Percy un total tarado? ¿Que la cagó por calenturiento?

No me arrepiento de nada. Déjame comentarios, y si no lo hiciste, ve y déjame unos cuántos ♡ no hace falta que te presiones, pero algunos estarían lindos ♡

¿Quieres que Percy bese así de rudo o debería ser más suave y tierno? Pregunta obligatoria! Byeeee.

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