Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

41- Soy Gay

Hazel corrió por el pasillo del segundo piso con apuro, sin peinarse, ni cepillarse;  con el camisón aún puesto, y la delgada tela moviéndose libremente a causa de sus largas zancadas. Apenas había oído el ajetreo, abajo, en la sala, ella se había levantado de la cama de sopetón, y con los pies descalzos, bajó los peldaños de dos en dos cuando se topó con las escaleras.

En la sala, a la primera persona que Hazel encontró fue a la ama de llaves. La mujer había estado arreglando los almohadones del sofá, pero levantó la mirada, cuando Hazel pasó corriendo a su lado; lanzándole una rápida pregunta a la vez, sin detenerse un segundo.

—¿Mi padre ya se ha marchado?

—Podría alcanzarlo en la puerta señori... — sus palabras se ahogaron en la distancia. Hazel cruzó la sala de música,  la oficina, mientras su mano izquierda rozaba la pared a su costado, hasta que finalmente; ella llegó al pasillo, el cual conducía a la salida, y en donde un par de figuras estaban a punto de marcharse.

Lo encontró con la mirada y ella se quedó momentáneamente de pie, a la distancia, con una extraña sensación de expectación silenciosa. Estaba acompañado de sus dos casi inseparables guardaespaldas, su padre, esperando detrás de Caronte, a que este le abriera servicialmente la puerta, como era costumbre entre ellos; Albert, parado detrás de ellos, con papeles y carpetas blancas bien ordenadas.

Al principio su garganta se quedó seca, su corazón estaba contraído de ansiedad, y apretaba la tela de su camisola con tanta fuerza entre sus dedos, que la presión causó un estirón en las vendas de su brazo; provocándole un ligero dolor a causa de la reciente herida de bala que había sufrido. Lo ignoró, y se concentró en aquel hombre delante de ella, alto y pálido; era casi totalmente desconocido para ella, aunque fuera su padre. No sabía cómo reaccionaría cuando ella empezara a hablar, sin embargo, Hazel tenía agallas que podía utilizar.

O rebeldía... Hazel poseía una versión más dulce de la sinvergonzonería de su hermano Nico, cuyo rostro adorable, era aplacado solo cuando este abría los labios, para soltar las sandeces que a veces le sacaba canas a Caronte.

—¿Te vas ya? — Habló, su voz fuerte y decidida llamó la atención de los tres hombres delante de Hazel. Caronte se detuvo por un momento, con la puerta medio abierta en su mano, su padre, se volteó completamente hacia ella, y hubo unos segundos de pausa a causa de la confusión, antes de que le contestara con una evasiva.

—¿Siempre despiertas tan temprano? —Formó una pequeña sonrisa, mirando a algo detrás de ella—. Nico no se levanta de la cama hasta las once. También en eso, son distintos.

—Además tiene algo de culpa, señor —. Corroboró Caronte en tono burlón, y cuando hubo recibido una "mirada" de parte de su padre, agregó con nerviosismo—: Me refiero a que... con todo respeto, usted lo ha mal acostumbrado y malcriado, señor, desde muy chiquito.

—¿Yo? — Hades no pudo contener el bufido divertido que se le escapó, le alzó una ceja impertinente  — ¿Quién le traía helado a escondidas cuando yo lo castigaba, eh? Já, y cuando te ponía caritas tristes adrede, ¿Quién lo malcriaba el doble? ¿Qué piensas, Hazel, le bajamos un poco el sueldo por aquellas acciones de antaño?

—Preferiría que mejor me contestaras la pregunta que te hice, padre. —Hazel le devolvió a su vez, sacándole intencionalmente un peso de encima a Caronte con ello; el pobre hombre soltó un suspiro de alivio a escondidas —Tu esposa acaba de ser asesinada— disparó Hazel, directo al grano como una bala certera, sin dejar de mirarlo—. De eso solo hace dos días, uno pensaría... Uno creería que te tomaría un poco más de tiempo superar "la pérdida" de tu... amor.

—¿Me estás reclamando por ir a trabajar?

—Te estoy reclamando, lo que parece ser... una precaria... —Hazel no pudo completar la frase, incluso en este momento de rebeldía y dolor, ella era amable y respetuosa frente a sus mayores. Pero su padre era perceptivo, y leyó las palabras que su hija contenía en sus intensos ojos, con facilidad.

— Dime, Hazel — comenzó su padre, sin lucir para nada ofendido — ¿Qué conseguiría, yo, quedándome sentado, triste y de luto todos los días? Hasta un muerto puede quedarse sosegado y mudo. ¿Y mostrar esa imagen, acaso eso no sería una fantástica victoria para nuestros enemigos?

Hazel no tenía una rápida respuesta para eso, y tampoco entiendo para ingeniárselas, su padre continuó:

— Yo estoy vivo y apoyándome sobre mis dos pies, sí voy a acabar muerto en algún momento también, prefiero hacerlo sin arrepentimientos de nada—. Entonces, su voz adoptó un tono filoso— Pensé que eras más lista, Hazel, decían que tu madurez emocional superaba la de un hombre adulto incluso. —Eso fue un golpe bajo— Sé que duele, pero no puedes quedarte llorando mucho rato en la cama, incluso las cucarachas se aprovecharán de ello; saldrán de sus escondites y harán suyo del lugar que antes te pertenecía. Unos días después, caminarán por tus piernas como si también fueras otro cadáver. ¿Tu no quieres eso verdad? A las cucarachas ganando y robando lo que te pertenece.

Por un momento, Hazel sintió que no estaban hablando de aquellos animalillos de color marrón con antenas, sino más bien; de otro tipo de cucarachas de dos patas.

Hazel no supo qué contestar, simplemente se lo quedó mirando anonadada, sentía que las palabras de su padre le abrían la mente, y una indeseable chispa de culpa nacía de su pecho. Había corrido hasta aquí con la ira burbujeando en su piel y con palabras de reclamo que querían borbotear de sus labios: "¿Por qué padre, cómo la superaste tan rápido?" Ahora, la vergüenza tomaba su lugar. Su padre no la había abofeteado, pero se sintió de esa manera, y ella ya no sabía qué hacer.

Por suerte, su padre no era un hombre malvado. No era un hombre cruel y burlista, al menos, no con su hija.

—Vuelve a dormir, Hazel — le instó con cariño Hades— Aprovecha que tu viejo padre aún está vivo, y puede seguir trabajando para sus hijos. Nos veremos al medio día, sino, a la noche.

Dicho eso, Caronte le abrió la puerta y su padre fue el primero en marcharse sin más preámbulo, le siguió Albert con pocos pasos de diferencia, y finalmente, Caronte se despidió de ella; con un pequeño asentimiento amable. Dejando a Hazel parada en el pasillo, sola en camisola, con una mirada triste en el rostro.

La chica de pequeña minifalda no paraba de llorar, con fuertes y casi teatrales sollozos, se tapaba los ojos con las palmas de sus manos, y dejaba libre los surcos de lágrimas para que cayeran y mojaran sus desnudos muslos. No existía un símbolo de mártir mejor que ella ahora. Ella, el ícono del sufrimiento femenino, consolada gentilmente por una amiga sentada a su lado, mientras contaba su trágica historia:

Hoy, miércoles, a las ocho de la mañana aproximadamente. La señorita había salido a recorrer la manzana con falda, y luego: se detuvo en un pequeño supermercado de la zona para comprar leche y bolsitas de té para su desayuno. Al conseguirlos, ella había ido a la caja para pagar, y había estado tranquilamente esperando su turno, hasta que un hombre alrededor de los treinta años, se acercó a ella por detrás. El hombre traía en sus manos una caja de pañales. A simple vista, uno pensaría que se había acercado sólo para pagar, pero era una ilusión, ella lo sabía, su real objetivo era otro totalmente distinto.

Dice haberse asustado con su presencia en primer lugar, ya que era un hombre feo y viejo, y en consecuencia, dejó caer las bolsitas de té en medio de ellos... Entonces, pasó lo impensable:

— El degenerado se agachó para "ayudarme" a levantar mis cosas pero es obvio que lo hizo para mirar debajo de mi falda. O sea, no lo vi hacerlo porque estaba muy asustada, pero por favor, ¡todos los hombres lo hacen, él no es ninguna excepción! —Exclamó la señorita, a la par que seguía sollozando, y aceptaba el pañuelo de su amiga para quitarse los mocos—. Además, ¿por qué me ayuda? Yo sé por qué, es obvio, porque es un machista sexista que cree que soy el sexo débil o que por ser mujer, automáticamente esperaré a que me ayuden...

—¿Y luego, qué ocurrió? — Lou es la que lanza la pregunta, inclinándose hacia adelante con interés, la mujer entre hipidos respondió:

—Luego... Él me devolvió las bolsitas de té con sus asquerosas y peludas manos, y me dijo: "¿Todo bien, niña hermosa?" Y yo... ¡Sentí que iba a vomitar! Con eso, supe que lo estaba haciendo a propósito, ¡me intimidaba y se regodeaba por ello! Nunca me sentí más atacada.

Termina, y llora de frustración e ira, las mujeres sentadas en círculo a su alrededor, asienten con compresión y comparten palabras de lástima por tal asqueroso atropello. A mi lado, Lou también comenta sobre el gesto inadecuado del hombre y la vulgaridad de sus palabras. Ella vestía hoy, una camiseta blanca y bermudas, en su regazo, tenía un cartel que decía "Abajo el patriarcado" en letras grandes, idéntico a los otros carteles que sus demás camaradas feministas sostenían en sus manos o sobre sus pechos.

—Impensable. Impensable. — Otra mujer empieza, tiene los labios de rojo carmín, y el pelo de sus brazos teñido en rubio— ¡Qué trágico acontecimiento! Ya no podemos ni ir a los supermercados.

Al fondo, la pared lateral está cubierta por espejos amplios y limpios, que empiezan a mitad de la pared hasta tocar el techo; allí se reflejaba la presencia de un pobre chico pecoso en la sala, sentado rígidamente en una silla desplegable; utilizaba unos lentes rectangulares y llevaba el pelo muy desordenado. Era una indefensa figura masculina, (acompañado de su buen aliado, Cecil) rodeado de un montón de amazonas, que pueden matarlo con solo dos palabras ofensivas.

Mi reflejo me devolvió la mirada, una neutral e impenetrable, perfectamente controlada; la clase de mirada que mantienes cuando sabes que con el más mínimo error, podrías morir empalado. Sin mostrar ni decir nada, solo era un espectador más, y si algo salía mal hoy, no sería mi culpa; sino enteramente la de Cecil, quien desde hace dos horas, le ha estado jugando al vergas; poniendo muecas y ojos en blanco, y aun con los pinchazos que le propinaba en sus brazos, no había forma de detenerlo.

—Gracias por reunir el valor para contarnos esto, Larissa. Todas aquí, y el 97% de las feministas de allá afuera, pasaron por lo mismo que tú, todos los días... ¡Tienes nuestro apoyo!— anunció la directora de la asociación con voz afable, entonces, puso una mano sobre el hombro de la susodicha, y luego, habla para todos en el salón—: Tomaremos un receso de quince minutos para que nuestra compañera, Larissa, pueda recuperarse. Mientras tanto, pueden acercarse a la zona de bocaditos, gracias.

🌞

Un imperceptible suspiro de puro agotamiento sale de mis labios en cuanto Cecil y yo nos hemos movido, lo suficientemente lejos de las demás mujeres de la asociación, para que no pudiéramos oír más de sus exhaustivos debates. Ambos nos habíamos quedado en un pequeño rincón marginado de la sala, en donde los únicos bocaditos que había sobre el extremo de la mesa, eran mini tartas de atún y remolacha, y sobres: con polvo de naranja y zanahoria para que tú, hombre o mujer empoderada, pudieras servirte a ti mismo.

Creo que sería excesivo mencionar que a Cecil no le hizo muy feliz el aberrante hecho de que las tartas olieran a pescado. En tanto, Lou, ya nos había abandonado en la intemperie para ir a conversar con sus amigas, denominándonos automáticamente como cavernícolas cazadores en medio de la selva, donde solo había insectos para comer y animales salvajes tratando de apresarte también.

—¡Oh, espera! — mi voz brillaba con falso entusiasmo, y mi amigo se acercó para observar lo que había encontrado, cuando no vio nada, me miró con una pregunta en sus cejas arrugadas— ¿No lo ves? ¡También hay pasteles de acelga! ¡Estamos salvados! —vitoreé, alzando las manos al aire, como una gallina tratando de volar. —¡Viva el veganismo!

Cecil me miró con ganas de estrangularme, y volví a bajar los brazos con un mohín enfurruñado. ¿Por qué me miraba así? ¡Yo no había sido el encargado de traer los bocaditos! Me preparé para defenderme, pero justo en ese momento, él estómago de Cecil gruñó con fuerza, como la de una bestia que estaba devorando sus intestinos para sobrevivir a la hambruna.

— Desgraciadas mujeres — masculló al final, el odio haciendo rechinar sus dientes, y le hubiera regañado por aquello, de no haber sabido que estábamos solos. Lo dejé desahogarse, (no hacía daño a nadie y siendo sincero conmigo mismo, me relajaba sus pucheros) mientras distraídamente, agarraba una pequeña tarta de atún para olerlo. Apestaba. Volví a ponerlo lentamente sobre la mesa— Sólo vine aquí por los bocaditos, Will, ¡Y mira esto! ¡Esto es una bazofia! ¡Me siento insultado!

—Parece haber comida normal hacia allá, — le dije, no iba a admitirlo en voz alta, pero también me sentía algo estafado con los bocaditos. Mis ojos indagan a lo largo de la mesa, hasta que, en el extremo más alejado, distingo lo que parecen ser tartas de manzana sobre una bandeja de papel. ¡Eureka, comida de verdad! — Oh, podemos ir hacia ahí y...

En el preciso instante en que mis ojos las ve, mis labios enmudecen de súbito. Tres mujeres, justo a lado de la mesa, como si se tratasen de centinelas cuidando la buena comida de los indignos; con los labios y el entrecejo fuertemente arrugados y los brazos cruzados sobre el pecho.

Como para probar el terreno, compartí una fugaz mirada con una de ellas, y me sorprendió el encontrar, algo de resentimiento en sus ojos. Era obvio, mi presencia no era grata para ellas. "ALÉJATE, O MUERE" gritaban sus expresiones, y traté de justificarlas. Probablemente ellas habían conocido a imbéciles como los Thompson en algún momento de sus vidas, o alguien que les hizo mucho daño para desconfiar de todo y de todos.

Recordé a Lou, ella me había dicho, que la mayoría de mujeres de la asociación había sufrido acoso y uno y que otro caso de violación. Por eso, no debía ser tan duro con ellas. ¿Es normal, no? Odiar era más fácil que la búsqueda de paz, especialmente, cuando la paz había sido  arrebatada por los traumas.

Miré de vuelta a Cecil, él también había notado la aversión de las mujeres. Así que, ninguno de los dos estaba muy emocionado por atravesar esa travesía. Al final, decidimos quedarnos de pie delante de las tartas de atún y acelga, como los buenos cobardes que somos, mientras el estómago de Cecil seguía gruñendo.

Saqué mi celular del bolsillo de mis Jeans y lo prendí para distraerme. Había un mensaje de Nico en mi buzón, y mi corazón saltó en mi pecho al instante junto con una sonrisa que empezó a formarse sobre mis labios. Aquí estaba, el chico más inteligente y apuesto, y aparentemente serio que había conocido en mi vida; enviándome un texto de solo dos palabras, de su mejor repertorio:

"Quiero coger".

Bufé una risa desencajada, ¡Es hilarante! ¡Dios mío! ¿Cómo es que alguien como yo, había acabado enrollado con un ángel calenturiento como este? ¿Nico, había oído alguna vez lo que era la Sutileza? Creo que no. Sin embargo, por alguna razón extraña y probablemente insana, me complacía; su desfachatez me hacía sonrojar hasta las orejas, pero me hacía sentir vivo.

Me encantaba. Me gustaba... Y sabía que mis pensamientos iban en terreno peligroso, pero no podía detener mis emociones, nunca había sido bueno, haciéndolo. Tomé una honda inspiración, y solté todo el aire para tranquilizarme, inmediatamente, mis dedos empezaron a teclear una respuesta:

"¿Y? Hazte un onanismo entonces. Eres un cerdo".

"¿Qué?"
"¿Qué es un onanismo? Ah, tú y tus palabras raras de medicina que nunca entiendo. ¿Por qué no mejor vienes a casa y me muestras qué es?"

Me mordí los labios, sentía que los dedos de mis pies bailaban de emoción dentro de mis tenis, y les obligué a que se calmaran. Recuerda Will, usufructo, usufructo; solo uso y goce de la cosa. Funcionó. Recordar el verdadero significado de nuestra relación, sirvió como un balde de agua con cubos de hielo y me enfrió al instante, contesté:

"No puedo. :( Estoy con Lou, en una reunión feminista..."

—¿Quién es el que te está poniendo cara de idiota? — sufrí un respingo y casi se me cae el celular de mis manos. Me había olvidado totalmente de la presencia de Cecil a mi costado, quien había estado intentado mirar la pantalla de mi celular, todo este tiempo, por encima de mi hombro; me alejé de él, y guardé mi celular velozmente como si hubiera estado viendo porno— ¿Y, no me lo dirás? ¡Ah! ¿En serio, le estás guardando secretos a tu mejor amigo, Will? ¡Qué vergüenza!

—Oye, no lo hago... —mentí, era pésimo mintiendo, y él lo sabía; me regaló una sonrisa burlona, en tanto yo intentaba calmar los estragos de mi estómago y trataba de tomar una decisión seria y rápida; sobre si debía, o no, o si era el momento adecuado para contarle a Cecil sobre Nico—. Puedes preguntarme siempre lo que quieras, lo sabes...

—De acuerdo, —Cecil asintió, mirándome fijamente como si quisiera acorralarme— ¿Quién es? ¿La conozco? ¿Cómo se llama la chica?

—No es una chica.

Lo dije, con una voz diminuta que apenas podría haberse oído, y esperé, con el latido en mis oídos y el sudor en mis manos, esperé a que el entendiera. Pero pasó casi un minuto, en el que él no dijo absolutamente nada y yo solo me concentré en estudiar el dibujo de un pato sobre la tela de su camiseta.

"¿En qué piensa tanto?" — me pregunté con irritación, aún con la mirada gacha, esperando — "¿Había sido bastante claro, no?"

No lo soporté más, y alcé la mirada. En los ojos de Cecil sólo se denotaba confusión e intriga. No había asco allí, pero tampoco entendimiento, y por un momento; sentí ganas de darle una bofetada y darle la razón a Lou cuando decía que a veces Cecil podía ser un completo idiota. ¡Vamos, que no es muy difícil!

Entonces, sus ojos se abrieron como platos, y exclamó horrorizado:

—¿Te estás metiendo con una sugar mommy?

—¡¿Qué?! ¡No! —Negué al instante, la bilis subiendo por mi garganta mientras le daba una mirada escandalizada a Cecil—. ¿Cómo puedes pensar eso de mí? No. No.

—Entonces no entiendo. —Escupió enojado, y con su estómago gruñendo también enfadado—. Demonios, Will, estoy famélico y mi cerebro deja de funcionar con el hambre, lo sabes. Ahg, odio esto— explotó, e hizo el amago de querer tirar una tarta de atún contra la cara de alguien. —Me quiero ir a casa, odio esto. 

—No es tan malo, —dije de inmediato, para tratar de distraerlo y hacerle olvidar sobre la "no- chica" que había mencionado. —Tal vez... Solo deberíamos probar con colaborar un poco en sus debates, ya sabes, lanzándoles preguntas para vernos más interesados. ¿No es por esto que Lou nos trajo al fin y al cabo? Para aprender, para verlas desde otro punto de vista que no sea... —solté un bufido de agotamiento, yo también quería ir a casa— La imagen típica de las redes sociales de: "Las viejas feminazis endemoniadas".

—Ni hablar, —Cecil refuta, y me mira como si estuviera loco, o peor, como si me hubiera convertido en el enemigo, ¡Por favor! Sólo trataba de ponerme en el lugar de ellas. Él continuó —: No puedes entablar un debate con ellas, Will, en primer lugar, porque tienes pene; y eso te da una desventaja abismal frente a ellas. ¿Acaso no has estado prestando atención? Los hombres callan, las mujeres hablan, ¡De eso se trata!

—Claro que no— fruncí el ceño— Podemos comentar...

— Y si comentas y tu comentario es supuestamente ofensivo. Te aplastan, como si fueras el ser más estúpido de la faz de la tierra. Estas "micro agresiones" necesitan urgentemente de advertencias ofensivas para que se detengan.

—¿Estás seguro? No hemos dicho nada aún desde que llegamos, —le digo suavemente, mirando a mi alrededor al mismo tiempo, aún queriendo darles una oportunidad para comprenderlas; yo realmente quería entender— Solamente hay que tener la mente abierta... 

Es una burbuja, Will, donde nadie puede estar en tu contra, y puedes abrazar tu oso teddy mientras las personas respetan tu soberanía estúpida. — Acaba Cecil, y por un momento lo veo tan frustrado, que pienso que podría llorar en cualquier momento. Sin embargo, antes de que pudiese decir algo para subirle la moral de vuelta, el receso acaba. Debemos volver a nuestros asientos dentro del círculo, ahora, y soportar las miradas de las veinticinco mujeres de nuestro alrededor, quienes de pronto, se muestran muy interesadas en nosotros.

Cada. Par. De. Ojos. Puestos sobre nosotros, estudiando al único par de sacos de testosterona de la sala. Como si fuéramos sardinas que alguien dejó caer erróneamente sobre una pizza.

¿Qué pasa? Estoy totalmente confundido, y cuando observo a Cecil sudar frío por el rabillo de mi ojo, me doy cuenta que no soy el único que no entiende. ¿Qué ocurre? ¿Lo habían oído hablar hace rato? Pero eso es imposible. Nadie había estado lo suficientemente cerca para poder escucharlo. Fruncí el ceño, y rememoré cada gesto que había hecho desde que llegué, tratando de buscar alguna que podría considerarse algo ofensiva frente ellas; no la encontré, así que me giré hacia mi amiga de inmediato.

No pude decir ni dos palabras.

Antes de que pudiera inclinarme hacia Lou para preguntarle. La directora del grupo, habló entonces:

—Lou, veo que has decidido traer a tus amigos a la charla, es buen, servirá para poder ayudarlos a que se deconstruyan de los estereotipos de la sociedad. — La mujer mira directamente hacia mí, con sus pequeños ojos verdes queriendo indagar en mi alma pecaminosa. En cambio a Cecil, solo le da una fugaz mirada, y es la primera vez que el poco interés por parte de una mujer; le hace soltar un suspiro de alivio a mi amigo.

—Ellos son mis mejores amigos, era hora de compartirles mi lugar favorito. —Dice Lou, dándome una cálida sonrisa que yo correspondo, junto con un apretón de manos — Este es Will, —alzo una mano, y la muevo de lado a lado, — el chico a su lado, se llama Cecil.

Cecil luce, como si Lou lo hubiera lanzando dentro de una piscina con pirañas. Por suerte, o eso quiero creer, la directora no se da cuenta.

—Bienvenidos a ambos, — ella nos sonríe con cariño— Me llamo Karen, y soy la directora. Han estado callados desde que empezó la reunión. Por favor, pueden compartirnos cualquier comentario que quieran. Estamos para oírles y explicarles la verdad, detrás de todo un sistema falso, del que nadie se salva.

Y espera... Durante un rato, lo suficientemente largo para que sea incómodo. Porque mi cerebro había encontrado un excelente momento para quedarse en blanco.

—Puedes preguntar lo que quieras ahora, Will, — se dirige Lou únicamente a mí, porque sabe tanto como yo, que si se lo pide a Cecil, probablemente meterá la pata en grande. — Cualquier duda que hayas tenido antes...

—Gracias — me apresuro a mover los labios secos de mi boca. Miro a mi alrededor, veinticinco mujeres expectantes frente un adolescente de dieciséis años, como si lo que fuera a decir ahora; definiría toda la cultura masculina para: salvarla, o cagarla—. Yo, prefiero seguir escuchando sus debates, no quiero decir algo erróneo —probé, lo cual no era una completa mentira— Es la primera vez que estoy aquí...

N.A. Ok, chicos, hablemos seriamente antes de que todo se vaya a la mierda. Los diálogos que están en cursivas, son comentarios dichos por ustedes mismos en instagram, o comentarios que saqué de Facebook por sus camaradas feministas. (Tengo los screens para pruebas). Así que, sí van a atacar a alguien, háganlo entre ustedes mismas. YO. NO. VOY. A OPINAR. Hice sólo este cap porque era necesario para la trama, siendo sincera, no me siento cómoda. Pero bueno, vuelvo a repetir. Yo no voy opinar nada del feminismo, lo que verán es una recolección de comentarios de feministas en las redes. ♡ Sigan nomas ♡

—Tranquilízate, estamos aquí para equivocarnos y aprender—la directora vuelve a alentarme, y no entiendo porque me mira como si fuera parte de ellas—. ¿Qué es lo que quieres saber sobre el feminismo?

De nuevo silencio, mis ojos vagan sobre todas, y acaban en el suelo, luego de nuevo hacia la directora con nerviosismo.

—Ehhh... — Titubeé, y miré a Cecil por la comisura de mi ojo buscando ayuda, pero este se limitaba a mirar sus pies— ¿Qué... Qué es lo que busca el feminismo?

Listo. Una sencilla pregunta. Inofensiva, clara, contundente. Jamás imaginé que era la última pregunta que debía hacer en voz alta.

—Es obvio que— dice una.

—Qué lo que busca es...— le sigue otra, y ambas, con rostros petulantes y sabiondos, exclaman: 

—Igualdad.

— Equidad.

Dos palabras distintas. Dos diferentes conceptos. Dos mujeres mirándose con contrariedad, y el rumor de voces alzándose con obvias diferencias que empezaban a ser expresadas en voz alta. Lou tragó saliva visiblemente a mi lado, la miré con arrepentimiento.

Igualdad. Si alguien se hace llamar feminista y no predica esto, no lo es.

—¿Disculpa? — la mujer que había votado por la equidad, la miró con gran indignación y explayó—: El feminismo busca la equidad entre ambos sexos, ¡la igualdad no es suficiente! ¿Cómo puedes pensar eso?

—Chicas, por favor... — inicia la directora, pero ya es muy tarde, las voces ya se estaban acalorando ante las discusiones que afloraban alrededor de muchas, y su propia voz, se perdió entre el rugir de una multitud femenina que le urgía tener la razón.

Presté atención, le había dicho a Cecil que solo necesitábamos oírlas sin los típicos prejuicios en nuestras cabezas para poder comprenderlas. Pues bueno, eso es lo que yo haría ahora, y con su suma concentración, me obligo a mi mismo a escucharlas y tratar de entender la ideología que apoyaban. Pero todos decían algo distinto. ¿A quién debo escuchar?

—¡Claro que buscamos la igualdad! El objetivo es tener los mismos derechos y el mismo respeto que los hombres, y no ser discriminadas por el mero hecho de ser mujeres.

—El feminismo no busca la igualdad, por enésima vez—. Dice otra chica, lanzando un bufido de exasperación. Sus manos se aprietan sobre su regazo, como para contenerse a no lanzarlas por el cuello de una de las integrantes del grupo—. Y de lo que usted habla es equidad, y eso en todo caso sería una consecuencia de la abolición de roles de género propuesta por el movimiento feminista, mas no su objetivo.

Al menos, no se estaban peleando conmigo. Pues yo no estaba diciendo nada. Al final, la única lucha que a todas parecía importarle y querer ganar, era la de tener la razón entre ellas mismas. Sobreponerse a la opinión de otras, de sus camaradas feministas.

Se supone que el feminismo busca la igualdad de derechos y trato entre los dos géneros.

Todo iba relativamente bien, hasta que una de ellas mencionó:

—También busca la aceptación de la comunidad LGBT

—¡¡¿Quéééé?!! —una mujer chilló a la derecha de Cecil, ella no cabía en su estupefacto—. ¡El feminismo es solo por y para la mujer! Punto.

—No puedes decir eso, querida, porque eso significaría que tampoco podemos tener hombres aliados en la lucha.

—¡PORQUE EL FEMINISMO NO PUEDE TENER ALIADOS HOMBRES! ¿DE DÓNDE SACAS ESA BOBADA? — Explotó la que estaba sentada muy cerca de la directora, quien veía el caos con los labios entreabiertos por ahora—. No hay. No existe. No se puede. LA LUCHA ES PARA LA MUJER, ENTONCES SOLO PUEDE HABER MUJERES. ¡Es muy fácil de entender! ¿Para qué coño necesitaríamos a los hombres en primer lugar?

Los hombres ni siquiera pueden opinar —corrobora otra, con total seriedad.

—¡Alice! —la directora grita su nombre, pero inmediatamente, mira hacia mí, apenada. Le envié una sonrisa amable, ella parecía una buena persona. — ¡Por favor, Alice, cuida mejor de tu vocabulario frente a nuestros invitados! Tus palabras podrían darse a interpretar que desprecias a los hombres, cosa que no haces, ¿no es verdad, amiga?

La susodicha ni siquiera pudo abrir los labios, porque otra mujer, sentada a la derecha con los brazos y piernas cruzadas, dijo:

Yo sí los desprecio, —mirándome con tanto odio como si acabara de matar a su perro— Quién querría parecerse a tremendos simios que solo piensan con el pene, y lo único que hacen, es crear desgracias para el mundo.

A mi lado, Cecil se pone rígido, y sé lo que viene antes de oírlo.

—¿Hablas en serio? Porque estás mal informada, más del 90% de los avances tecnológicos y médicos es de los hombres. Ah, y más del 98% de los hombres fueron educados por sus madres. Por. Mujeres. ¿Todavía piensas que es toda nuestra culpa?

Lou mira con odio hacia Cecil, va a explotar también. Rápidamente, pongo una mano tranquilizadora sobre su hombro, y le doy una mirada censuradora. Ella obedece de mala gana, mientras mi mano izquierda le da un fuerte apretón al muslo de Cecil, para que guarde apariencias. La paz no dura mucha, la misma mujer que vocalizó su desprecio hacia los hombres vuelve a atacar, y la directora no es lo suficientemente rápida para detenerla.

— ¿En serio me lo preguntas? Vean noticias y estadísticas. Mueren más por homicidios, matan mucho más, violan muchísimo más, acosan, consumen pornografía infantil. Prostitución. Golpean también mucho más. Es más, son responsables de los accidentes de tránsito más graves, abandonan la paternidad mucho más y dejan regados hijos por ahí mucho más, además que consumen mucho más drogas también y compran muchas más armas. En serio, los que deberían estar alarmadísimos por cómo conciben su masculinidad son ustedes. Dejan muchísimo que desear. Igual no es culpa de que tengan pene, es de cómo la cultura les impone que tienen que ser, pero pintárselas de "señores correctitos" sin cuestionarse nada es muy negacionista.

No sé qué significa negacionista, pero luego de oír que soy el estafermo más malo del mundo, causante de todo mal, ya no me interesa preguntar.

Siento como si alguien estuviera tratando de abrirme el cráneo con una sierra eléctrica muy ruidosa, para meterme piedras adentro y luego, zarandearme como a una licuadora. Así me siento. Mientras observo a las mujeres pelear delante de mí como niñas de kinder. Discutiendo por quién tiene la última palabra.

Que frustrante.

Nadie parecía ser capaz de ceder, y ahí recae el problema: todos pensaban que tenían la razón. Se burlaban entre ellas mismas, y tenían la mente más cerrada que Cecil. 

—BUENO, BASTA. BASTA, CHICAS ES SUFICIENTE — La directa explota, su orden es seguida por un par de fuertes aplausos que nadie hace caso, al principio, sin embargo, lentamente, las mujeres empiezan a calmarse —Lamento que hayas tenido que ver esto, Will. A veces tenemos un par de diferencias. Pero al final, lo que el feminismo busca es tan solo: la liberación de la mujer. Espero que sigas creyendo en nosotros, cariño.

Formé una sonrisa algo forzada, no sabía qué decir. "Busca la liberación de la mujer", la mayoría de las mujeres se veía satisfecha con esa respuesta. Era un avance.

—¿Hay algo más que quieras decir o preguntar, cariño? —La directora vuelve a sonreírme, expectante. —¿Qué opinas del feminismo ahora?

Es descentralizado. Desunido. No encuentro nada más que eso, y el poco encanto que había reunido del feminismo gracias a las largas e interesantes charlas que solía tener con Lou antes, desaparecen como una bola de espuma al caer en el agua. Tal vez ellas, eran nobles e inteligentes, y estaban destinadas a hacer grandes cosas, pero justo ahora, no podrían decidir ni de qué color pintar las paredes de la sala.

Era triste verlo, y me quería ir casa.

—Es un movimiento noble, me gusta — respondo cohibido, y miro a Cecil a mi costado, se le ve harto. 

—¡Excelente! Por favor continúa, Lou tenía razón cuando nos hablaba de ti. Eres diferente a los demás hombres, cariño. En realidad, ¿seguro que lo eres? —ella suelta una risita— Creo que hasta eres demasiado bonito para ser un hombre. Vamos, habla más.

Me muevo en mi silla incómodo. ¿No parezco hombre? ¿Cómo se comporta un hombre?

—Will, puedes opinar o agregar lo que quieras en el grupo— Lou es la que me alienta ahora, y devuelvo toda mi atención a ella. — Cualquier cosa que alguna vez quisiste decir pero no pudiste por miedo o por alguna otra razón —su voz es suave, sus ojos también lo son — Ahora es cuando, puedes desahogarte... Puedes liberarte, y nadie aquí, va a rechazarte por ello...

Inspiro hondo. Y de pronto, me encuentro estudiándola, como si no la fuera a ver por un largo rato más después de esto, o como si esta fuese la última vez que ella me miraría con tanta calidez. Miro su pelo corto de color castaño, lacio y curvado en las puntas cerca de su mentón, su nariz respingona; sus mejillas ligeramente rojas por mirarla tan fijamente, y su largo cuello, adornado por un collar de una única perla sobre su clavícula.

Aparto la mirada, y miro a las mujeres de mi entorno, están extrañamente mudas, esperando algo de mí.

—Soy gay.

¡A la mierda! Mi voz lo suelta, antes de que lo pensara demasiado y me acobarde. Listo, lo he dicho, oficialmente soy homosexual. Bromeo. Estoy nervioso, no quiero mirar a Cecil ni a Lou, mis ojos solamente se detienen sobre los orbes verdes de la directora, quién me mira algo anonadada por un momento; hasta que finalmente, empieza a aplaudir, primero lento, luego con fuerza. Entonces, un montón de brazos se levantan también, y empiezan a aplaudir a mi alrededor con ovaciones y palabras de:

¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bien hecho!

¿Por qué están tan felices? Sólo dije que soy gay, no voy a salvar el mundo.

Incluso la chica que había dicho que despreciaba a los hombres, me aplaudía, como si ahora yo fuese algo diferente. Algo especial. ¿Por qué automáticamente adquirí valor al ser homosexual? Esto era tan... injusto. Pero no me entretuve mucho con eso. Primero debía enfrentarme a mi mejor amigo, a mi camarada de la infancia. Decir que tenía miedo, era quedarse corto.

Volteo mi rostro hacia él, y espero. La cara que tenía Cecil era extraña, no podía entenderla. Era una mezcla de asombro y descubrimiento, como si esta fuera la primera vez que me veía. Y justo cuando empezaba a creer que iba a tener que pincharlo para que vuelva en sí, él pestañea. Velozmente, sus pestañas revolotean sobre sus mejillas cual alas de colibrí, y se acuesta en su silla como si hubiera recibido un golpe. 

—Oh. — Es todo lo que dice al principio, luego, suelta una risita nerviosa; y vuelve a mirarme, mitad asustado, mitad divertido — ¿No es un sugar daddy, verdad?

Dejé salir todo el aire que no sabía que contenía. Meditaba sobre si golpearlo o abrazarlo, porque se había tomado la noticia con humor, mientras probablemente tenía un montón de preguntas descabelladas que quería hacerme. Como sea, una persona favorita menos de la cual preocuparme de su reacción, estaba satisfecho, y mis músculos me lo agradecieron cuando dejé que se relajaron de su agarrotamiento.  

Solo quedaba Lou, pero cuando iba a mirarla, la directora llamó mi atención hablándome.

—Te felicito, Will. ¿Sabes que eso te hace aún más especial que el resto de los hombres, verdad? Superior incluso— me quedé mudo, ¿se supone que eso debe halagarme? ¿Qué hay de Cecil?, ¿no es especial sólo porque es del montón heterosexual? Fruncí el ceño, tenía una batalla interna, mientras la mujer continuaba—: ¿Es la primera vez que lo dices en voz alta?

—Sí. — Confesé, de repente sintiéndome muy tímido al respecto. —Es la primera vez que lo digo.

Todas vuelven a aplaudir, junto con la directora, cada una de ellas mostrando sonrisas cálidas y comprensivas. Y esta vez, realmente siento que me reconfortan, era eso, o solo me encontraba muy desesperado por cualquier muestra de aceptación ahora mismo. Sea como fuese, junto con la buena reacción de Cecil y la alegría de las feministas, realmente estaban ayudándome a sentirme "correcto".

Me sentí, aceptado.

Hasta que giré y miré a Lou, y encontré su expresión horrorizada.

Verdaderamente, como asqueada, como si fuese a vomitar delante de mí. Y eso. Solo eso, arruinó toda la pequeña y patética burbuja de felicidad que había conseguido por unos segundos. Sentí ácido en la boca de mi estómago, una presión sobre mi pecho que me dificulta la respiración.

—¿Lou...?

Pero ella no espera siquiera a que empiece la frase, se levanta de golpe, y sale corriendo. Mis ojos la siguen, girando todo mi cuerpo hacia atrás. Lou abre la puerta de enfrente, y sale, cerrando la puerta detrás de ella, con un portazo.

—Debemos... — Inicia Cecil, pero ni es necesario que termine, yo ya estoy poniéndome de pie y siguiendo la misma ruta que Lou había tomado para irse.

A mis espaldas, abandono a las feministas en la habitación, sin molestarme en pedir permiso. Lo único que me importa ahora, es que mi mejor amiga, me vuelva a mirar con cariño.

Por favor.  Solo necesito que ella, lo entienda.

Dibujo de mi querida feminista justafanfangirling. Lou de sol.

¿Qué quiere el feminismo? Igualdad o equidad, ¿tú qué opinas? Recuerda que no es lo mismo.

Lo único que diré es me gusta el feminismo, como lo dijo Will, es un movimiento noble. Su objetivo es honesto. Solo necesitan eliminar esa descentralización y establecer algo como un credo irreprochable. Necesitan algo fuerte que seguir. ♡ Saludos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro