(97)
SIMÓN
El menor estaba inmóvil, mirando un punto fijo de aquella sala, a la cual se habían movido para tener más comodidad y para planear mejor una solución de aquel problema que los tenía bien preocupados, otro problema más y esperaba que fuera el último, ya lo tenía exhausto todo aquello, no quería a nadie más herido, no quería presenciar más muertes o estar preocupándose como lo estaba haciendo ahora.
—Camille ya no me quiere, de eso estoy seguro, está usando a tu sobrina como carnada por alguna razón, nos quiere allá—explicó Raphael— O solo te quiere allá a ti Fran, pero de la misma manera ella sabe que iremos y está preparada, no es tan estúpida como se ve.
Temía por la vida de todos, por Ragnor, por el niño rizado de Fran, por Raphael, oh cielos era por el quién más temía de todos, no quería que nada le pasara ni a él ni a ninguno de los otros. Sentía que todo lo que sucedía era culpa suya.
Todo estos últimos días había estado pensando en aquello, en su vida mundana cómo cuando tocaba en una banda donde no tenía nada de reputación o un futuro musical, o cuando se juntaba con Clarissa, su mejor amiga, o en su familia que se sabían unir en una fiesta importante, en algún sentido su vida mundana había sido agradable. Pero ahora todo había cambiado, no diría que está era una vida terrible por que en verdad no era así, solo que la mayor parte de su vida mundana había cambiado con todo esto, como la amistad que tenían con su mejor amiga ahora había llegado al punto en que ya no se importaban y ni se recordaban, su familia estaba muerta por culpa de una vampiro loca y su banda ya no estaba en su mapa de visión, ¿Los chicos lo recordarían?
Había dejado tantas cosas cuáles había intentado no cambiarlas y no quería eso, el quería poder ser como Raphael poder tener autocontrol y poder ver a su familia para asegurarle que todo estaba bien, aunque ahora ya no lo pudiera hacerlo. Solo le quedaba a Raphael en su vida. Y no quería perderlo, no a la única persona que le quedaba, a cual había estado a punto de perder, y es que la vida era así si no había podido con la primera siempre se la arreglaba para que en la segunda se logrará, era un maldito dolor de cabeza y aunque solo era un tipo de mito Simón creía en ello más que nunca.
—Hay una habitación paralela al calabozo donde tu estuviste niño rizado, en ese lugar debe estar tú sobrina, así que debemos ir al sótano de alguna manera u otra— habló Raphael— podemos usar tu magia Ragnor, y sacarla más rápido, mientras ustedes los hacen yo iré en la búsqueda de Camille, saldrán del hotel para poner a salvó a la chica y saldré de allí cuando todo esté arreglado.
Simón volteó a mirarlo como si en verdad el vampiro mayor se hubiese olvidado de decir algo, pero al ver que no decía nada actuó el.
—Yo iré contigo Raphael— añadió Simón.
Sintió como el mayor tomaba de su mano para asentir sin ningún tipo de reproche y eso hizo que Simón sintiera menos preocupación por que sabía que el ahora si iba a poder hacer las cosas bien y podría ayudar a Raphael en algún momento que se pusiera difícil y no iba a huir como un cobarde, aunque no supiera luchar.
—Volveremos al hotel, no dejaremos que te enfrentes solo a Camille y a sabe cuántos vampiros bajo sus órdenes de matarlos— dijo Ragnor.
Hubo otro asentimiento por parte de Raphael que no se negó, se veía agotado, frustrado y preocupado por todo lo que estaba sucediendo, y lo entendía, entendía la responsabilidad que estaban cayendo sobre sus hombros, y quería ayudarlo, quería disminuir aquella carga pero ¿cómo podría hacerlo? Si Raphael al parecer quería reservar toda esa carga para él solo.
—Voy a matar a Camille—musitó Raphael— por el amor de Dios que me perdone por lo que voy a hacer, pero la mataré.
Simón pudo ver como con su mano desocupada la llevaba hacia su colgante de oro para acariciarlo mientras miraba hacia otro lado, el menor lo conocía muy bien, ese colgante era regalo de la madre de Raphael y solo él sabía que estaba pidiéndole perdón a ella por lo que iba a hacer.
—Está bien, prepárense para esta noche—dijo Raphael parándose.
Simón pudo sentir como su mano seguía agarrada a la del mayor sin ningún indicio de soltarse, alzó su ojos con lentitud para mirarlo ¿cómo es que cuando una persona cambia su comportamiento puede verse tan diferente? Cuando Raphael no tenía su memoria se veía distinto y extraño, pero ahora... Cuando Raphael había recuperado su memoria volvía a ser el mismo que conocía, sus facciones, sus miradas, sus silencios.
—En esta sala nos reuniremos— añadió Raphael— Simón vamos, dejemos un rato a sola a la pareja.
El menor asintió parándose para quedar a lado del mayor, no entendía a que se refería, ¿quería que comiencen a despedirse por si ocurría algo serio? O solo... se avergonzó mientras sonreía con pena al entender a lo que se refería.
—Sí, está bien vamos.
Los dos caminaron hacia fuera de la habitación cruzando el umbral de la puerta mientras sentían como esta se cerraba detrás de ellos, Raphael se detuvo y se acercó lo más rápido posible parar para besarlo con desesperación sintiendo como aquellas manos del mayor subían a su cabello, Simón no le negó el beso tratando de hacer todo lo posible para seguirle el rápido ritmo, pero no duro tanto aquello, sintiendo como esos labios, cual tanto amaba, se separaban de los de él.
—No es la primera vez que he matado Simón— confesó Raphael—he matado a tantos vampiros y subterráneos que ni tú mismo puedes imaginar, mis castigos de rehabilitación... Oh cielos esos castigos eran macabros, soy una asesinó ¿Pero por qué no puedo matar a aquella mujer?
Simón subió sus manos para apoyarlos arriba de las manos del mayor y lo miro a los ojos, aquellos ojos avellanas que lo miraban aterrorizados.
—Tú no eres un asesino—dijo Simón.
Sintió como Raphael sacaba sus manos de sus mejillas y las apretaba en un puño a cada lado de su cuerpo, Simón trato de tocarlo de nuevo.
—Claro que si, tu no estuviste ahí, yo tocaba esta cadena y le pedía perdón a mi madre por lo que haría, cuando tenía que matar a unos de mis vampiros no escuchaba sus ruegos y gritos, como Ethan lo hizo la primera vez o lo hizo Carl unas décadas antes.
Simón hizo unos pasos hacia adelante mientras colocaba sus manos en los hombros de Raphael, estaba seguro que no era un asesino.
—Escúchame bien Raphael Santiago, tú no eres un asesino— dijo Simón mirándolo a los ojos— Camille y Ethan merecían morir, en verdad no se qué pasó con los otros y ni quiero saber de ellos, pero Camille merece morir y tú sabes que estoy en lo cierto, no solo está haciendo daño a nosotros, sino también a los de su clan, está poniendo en riesgo a los mundanos.
Pero la mirada de Raphael no cambió.
—Nadie está diciendo que tú debas matarla Raphael—añadió Simón— Lo haré yo, no te preocupes por ello, solo detengamos sus acciones.
El vampiro mayor frunció su ceño mientras negaba.
—Tú estás loco si crees que dejare que cometas tal atrocidad, lo haré yo, ya estuve familiarizado con ello y será más fácil.
Simón rodeo los ojos y trato de alejarse de Raphael, pero fue inútil cuando las manos del mayor lo sostuvieron desde su cadera dejándolo inmóvil en su lugar.
— ¿Qué sucede Simón?—susurró Raphael.
El mayor junto su frente contra la de él mientras cerraban los ojos.
—No me dejas ayudarte, me haces sentir como si te estorbará, como si no fuese inútil en esto— dijo molesto Simón—Y yo solo quiero ser tu pareja, ayudarte, ser tu apoyo y hacer lo mismo que tú haces Raphael.
—Si tú hicieras lo mismo que yo hago, no seríamos pareja Simón—respondió Raphael—Ven, debo mostrarte algo.
Entonces las manos que estaban en sus caderas desaparecieron y pudo ver como Raphael comenzaba a caminar hacia donde estaba su habitación, el menor no tardo en seguirle para después entrar detrás de él a aquel lugar que tanto conocía, el olor a menta entro por sus fosas nasales.
—Si querías mostrar tu habitación, ya la he visto muchas veces—dijo Simón.
Para caminar hasta la cama y tirarse en ella y recorrer con sus ojos los pasos del mayor que iban hacia el armario.
— ¿Una chaqueta nueva? ¿Eso es lo que quieres mostrarme?— preguntó de nuevo el menor.
Conocía todas las chaquetas de ese lugar, de la primera hasta la última, vio como Raphael se giraba un poco para mirarlo con una ceja alzada haciendo que Simón riera.
—Está bien, no es eso.
Se giró en la cama hasta quedar boca abajo e intento cerrar los ojos e imaginar algo bueno, un final feliz a lo que iba a pasar más tarde. Un sueño.
—Bebé.
¿Por qué los vampiros no podían soñar? ¿Por qué él no podía hacerlo? La cama se hundió cuando otro cuerpo subió a ella y eso hizo que abriera los ojos un poco para ver cómo Raphael lo miraba preocupado.
—Solo intentaba soñar.
Una risa de parte del mayor inundó la habitación y eso hizo que Simón acurrucarse en una almohada, acordándose cuando su primer día en el lugar se quemó con el sol y se lo dijo al mayor recibiendo la misma respuesta, una risa que señalaba su diversión.
—Oye, por lo menos intento hacer algo que consideran imposible y probar si funciona.
Sintió una mano en su espalda, recorriendo un camino con el dedo índice por su espina dorsal, produciendo un sentimiento de placer.
—No es imposible solo existen otras maneras de soñar, mírame a mí que pude encontrarte a ti.
Simón alzó su cabeza de la almohada y miro con curiosidad al mayor, esperando que continuara.
—Tú eres todo lo que necesito Simón Lewis, apareciste la primera vez como un mundano necesitando de mi ayuda y después volviste a aparecer cuando mi memoria no estaba, para hacerme sentir amado y ver que había salida— Siguió diciendo Raphael— muchos dicen que no te enamores de un novato, ¿Pero sabes qué? Estoy en total desacuerdo con ello, porque yo lo hice y me siento afortunado de eso.
Seguir teniendo a Raphael cursi era la cosa más hermosa que le pudo pasar a Simón, aunque ahora se estaba muriendo de vergüenza a tal confesión.
—Y-Yo— comenzó Simón casi con dificultad.
Pero otra risa por parte del mayor lo interrumpió.
—Calla niño tonto, no me arruines mi momento—bromeó Raphael—y siéntate, quiero mostrarte esto.
Y el menor obedeció viendo como en una de las manos de Raphael tenía una pequeña caja de madera rústica a medio abrir, Simón volvió su vista a la cara de él pidiendo una explicación.
—Ni te creas que tengo aquí un anillo de compromiso.
Mientras abría la caja y sacaba un colgante como el de él, el mismo color dorado, el mismo diseño, solo había una diferencia y es que antes de una cruz, como el de Raphael, este tenía una Estrella de David, cuando el colgante salió completo miro como Raphael sonreía.
—Este collar fue hecho por Magnus, cuando tú estabas en el hotel, lo hizo junto a Alec—explicó Raphael—creí que te gustaría usarlo como algo que mantuviera presente a ellos en esta noche.
Simón lo tomo entre sus manos mientras lo acariciaba con cuidado, no solo le haría mantener presente a sus dos amigos, por cual rogaba que estuvieran bien, si no también su familia y eso le daría dar más fuerza para luchar contra aquellas personas.
—Yahvé estará contigo—habló Raphael— ahora voltea para colocarte esto.
El menor volteo y sintió como el collar pasaba por delante por sus ojos, y bajaba hasta su cuello mientras sentía como el vampiro mayor estaba detrás de él haciendo maniobras para prenderlo, después de unos segundo sintió un pequeño beso en la parte del cuello y el oído tomándolo por sorpresa.
—Raphael—Suspiró Simón.
Mientras hacia su cabeza hacía un lado para darle más lugar a los besos del mayor.
—Nosotros también merecemos estar a solas ¿O no te parece bebé?—susurró Raphael.
El menor asintió mientras cerraba los ojos disfrutando aquello, había necesitado tanto de Raphael en estos tiempos, sus labios en los suyos, sus manos recorriendo su cuerpo, disfrutando las noches acostado uno al lado del otro. Sintió como los dedos del mayor comenzaron a bajar por sus espalda hasta llegar la parte baja de la remera, sintiendo como la tomaba para comenzar a subirla.
—Siempre me pregunte por que las personas al besar primero lo hacían en el cuerpo, besar partes que no tenían ningún sentido hacerlo—Dijo Raphael— He estado tan mal toda mi vida.
La remera fue quitada de su cuerpo y aquellos labios de su pareja comenzaron a marcar un recorrido por aquello, el mismo recorrido que había hecho con anterioridad el dedo índice, Simón jadeo casi en un susurro.
—Y cuando perdí la memoria lo creía algo que yo no yo era capaz de hacer ¿Tener sexo con un chico? ¿En qué me había convertido? siempre estuve mal, equivocado en estas cosas y contigo aprendí las verdades.
Los labios del mayor dejaron de besar su espalda, cuando Simón giro su cabeza parar mirar porque había ocurrido aquello, vio como Raphael estaba parado quitándose la chaqueta sin dejar de mirarlo con una sonrisa incluida.
— ¿Que pasa amor te comieron la lengua los ratones?—Bromeo el mayor.
Simón se giró y quedó mirando como Raphael se estaba desvistiendo frente a sus ojos.
—Solo te contemplo...
Cuando Raphael termino de sacarse la camisa que tenía abajo, y había quedado en cuero mostrando su corpulento cuerpo el mayor camino hasta él para tirarlo hacia atrás cayendo a la cama de espalda.
—Tenemos pocas horas, creo que podremos hacer algo en ese tiempo— comentó Raphael.
Mientras se subía arriba de él y acercaba su cara para quedar a centímetros de la de él, Simón se estiro para acortar eso poco que los separaba, pero una sonrisa divertida apareció en la cara del mayor.
—No te voy a besar hasta que digas algo Simón—dijo Raphael— fuiste tan abierto cuando yo estaba perdido, di ahora algo.
Simón tragó con fuerza y miro a aquellos ojos avellanas, el tenía razón, se había comportado tan abierto, le había demostrado sus sentimientos al otro Raphael y ahora no podía decir nada.
—Eres mi primer clic...
— ¿Qué?— Preguntó confundido Raphael.
Simón sonrió.
—Como en la película de Hotel Transilvania—volvió a decir Simón— Tu eres mi clic.
La risa del mayor se escucho en toda la habitación, esa risa contagiosa y melódica que sabía tener.
—Solo tu Simón puedes decir estas cosas mundanas y sentir que es un halago.
Y los labios de los dos se juntaron para comenzar a hacer lo que el tiempo les dejaba, aquellos minutos, aquellas pocas horas los cuerpos de los dos chicos volvieron a unirse para ser uno, volvieron a demostrarse su amor a través de besos, cariños y jadeos, las palabras dulces no faltaron y cuando por fin los dos llegaron al clímax, se acostaron abrazados en aquella cama para disfrutar la presencia del otro.
—Te amo Simón.
—Te amo Raphael—dijo Simón mientras le dejaba un beso en el abdomen.
—Esta noche no te separes de mí por favor.
Simón se abrazo más a él y disfruto de la caricia del mayor que le estaba haciendo con una mano en su cara. Esta noche estarían juntos, como una pareja.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro