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SIMÓN

Las horas habían pasado con rapidez dentro de aquel cajón cual estaba encerrado, ya se había aburrido por que no tenía nada que hacer, solo mirar la oscuridad, escuchar los gritos torturar su cabeza, sentir como su cuerpo se adormecía mientras pasaba las horas y extrañar a su chico.

—Raphael.

Pronunciar su nombre era como una relajación a su cuerpo, se aliviaba, aliviaba el terror de saber que estaba encerrado en un ataúd, aliviaba el dolor de saber que estaban lejos los dos, pero era por un bien, uno estaba salvando al otro, se sentía orgulloso de saber que había podido conseguir esto, enfrentar uno de sus miedos y hacer algo bueno por alguien, nunca había pensado que lograría hacerlo pero allí estaba, enfrentando cada uno de ellos para hacerle un bien a alguien más, a su pareja.

—Raphael.

No debía olvidar la promesas que se habían hecho los dos, no podían olvidarse por el tiempo que estuvieran separados, ellos dos tenían algo fuerte e íntimo, no podía romperse así, aunque la mayoría de las cosas que habían pasado juntos se había olvidado. La puerta del ataúd fue golpeada, un sonido de tres pequeños golpes que resonó por todo el pequeño lugar, Simón rodeo los ojos, podía suponer quién era, la tapa comenzó a abrirse, de nuevo sus ojos se volvieron a encandilar, pero el olor a tinta entro por sus fosas nasales, estaba en lo cierto cuando sospechaba quién era.

—Bueno días dormilón ¿Cómo llevas estar encerrado en estos lados?— preguntó Fran con una sonrisa.

Cuando Simón pudo verlo con claridad rodeo los ojos.

—Fran creí que ayer habíamos dejado en claro que no quiero verte— contestó Simón.

El muchacho chequeó la lengua.

—Suelo tener mucha paciencia—dijo Fran—vengo a ofrecerte de nuevo mi maravillosa ayuda ¿La aceptas?

Si quería salir del asqueroso, mugriento y pequeño lugar, quería estirar su cuerpo, pero aún no terminaba de analizar a aquel chico, por un lado se veía muy amable pero era raro que después de que Camille lo encerrará el hubiera venido a hablarle.

—No.

El chico comenzó a hacer pucheros.

— ¿Acaso no quieres volver con Raphael?

— ¿Acaso un paseo por este lugar me va a llevar con Raphael?

¿Desde cuándo contestaba igual que Raphael? Convivir con él, se había adaptado a esto, estar a la defensiva, contestar mal, no le gustaba mucho.

—Creo suponer porque has estado con Raphael, contestan casi iguales— dijo el muchacho.

Se agachó y apoyó sus brazos en la madera de las orillas del ataúd, Simón comenzó a sentirse intimidado.

—Creo que eso no te incumbe.

— ¿Enserio se aman?—pregunto Fran

Simón lo miró ¿Cómo era capaz de decir eso? ¿Cómo eran capaces de no creer que los dos se amaban?

—Tú nunca lo entenderías—dijo Simón.

Vio como el chico se enderezaba.

—Puedo entenderlo si me explicas— contesto Fran.

Simón comenzó a negar.

—Yo he luchado para ganarme el cariño de Raphael, pasado por tantas cosas, no me ama, pero me quiere— dijo Simón— y a pesar de todos, ninguno cree que nosotros dos tengamos algo.

Vio como Fran apretaba los labios con fuerza.

—Estarás diciendo ¿Te conformas con el cariño de él? ¿No por alguien que en verdad te ame?— añadió Simón— claro que sí y ni Camille, ni nadie acá va a poder romper eso, tenemos una promesa.

No sabía en qué momento había sucedido, pero sus ojos se habían llenado de lágrimas contenidas, hablar de este tema lo hacía poner mal, querer acurrucarse en los brazos de su pareja y olvidar estás cosas.

—No puedo decirte nada, nunca he sentido eso—contesto Fran.

Está vez parecía mucho más sincero que las otras veces.

— ¿Estas bromeando?

—Cuando me transforme aún ni comenzaba a salir, quería terminar mis estudios, entrar a una buena universidad, no le di tiempo a ello— dijo Fran.

El chico miró hacia todos lados y después volvió su vista a él.

—Lamento mucho eso— dijo Simón.

—Mate a mis padres por hambre a mis hermanos, mi mundo se derrumbo— dijo Fran— ¿Cómo alguien como yo podría amar a alguien? ¿Y si le hago daño?

Miró con curiosidad a aquel muchacho y a la vez con amargura.

—No sé qué decirte Fran, solo que lamento mucho lo sucedido.

— ¿Cómo hiciste para aceptar esto con tal rapidez?—pregunto Fran— ¿Raphael te ayudó en ello? ¿Por eso lo amas?

Capaz no era tan desagradable como lo pensaba.

—El me ayudó en muchas cosas.

El chico chequeó la lengua.

—Entonces si lo amas— afirmó el chico.

—Si— contestó.

Amaba a Raphael con toda su alma.

— ¿Quieres ir a dar unas vueltas por el lugar?— Preguntó Fran cambiando de tema.

Raphael era la cosa más hermosa del mundo.

—Simón.

Lo miro, el chico lo miraba con impaciencia, había cambiado el tema como si le molestara sobre esto.

—Creo que sí.

Salir del cajón podría aliviar un poco el dolor de espalda que estaba comenzando a sentir o el ardor de sus piernas y muñecas, de igual manera no podría sucederle nada en un hotel de vampiro si salía del lugar donde la jefa del clan lo había encarcelado.

—Así se dice pequeño saltamontes— dijo el muchacho.

Sacó del bolsillo de su pantalón un pequeño fierro punteado y delgado.

— ¿Qué es eso?—pregunto Simón.

—Te presento a Kim, mi pequeño niño que abre todo lo que le proponga— dijo Fran con una sonrisa.

Simón lo miró confundido y sorprendido.

— ¿Eres bueno con estas cosas? no quiero salir herido— dijo Simón arrepentido de haber aceptado.

Podía notar a Fran muy seguro de sí mismo, agarrando aquella cosa agilidad, para Simón el chico era un inútil y no quería salir herido, si fuera Raphael el que estuviera en esos momentos lo aceptaría, pero no lo era y ahora tenía miedo, saldría herido, lo presentía

—Confía en mí—dijo Fran.

Acercándose a sus cadenas.

—Esa es la cuestión, no confío—dijo Simón.

El chico lo miró y guiñó un ojo para después bajar la vista a los candados.

—Eso lo creo—dijo Fran—yo tampoco confiaría en mí.

Simón lo miró confundido.

—Si me estás diciendo que yo puedo salir herido de esto, por favor no hagas lo que estás por hacer— dijo Simón preocupado.

Cuando un clic de se escuchó y sus muñecas dejaron de arder.

—Estaba diciendo de otra manera— dijo Fran con arrogancia— en esto soy bueno.

Simón levanto una de sus cejas.

— ¿Dónde está tú sentido del humor Simón Lewis?— preguntó Fran.

Suspiró a pensar que su sentido del humor había quedado en otro lugar, con Raphael, con Magnus y Ragnor.

— ¿Puedes sacarme de aquí ahora mismo?— preguntó Simón con un nudo en su garganta.

El rostro de preocupación de Fran demostró que haría caso, bajando sus manos para el candado de sus piernas, y escuchándose otro clic.

—Siento haber preguntado algo que te hiciera molestar— dijo Fran volviendo hacia adelante.

Simón se estiró en el cajón y se sentó sintiendo como sus músculos comenzaban a cobrar vida de nuevo, subió sus brazos hacia arriba de su cabeza y se estiró sintiendo sus huesos crujir, se sentía tan delicioso.

—Son situaciones que pasan— dijo Simón cerrando los ojos en el proceso— respondiendo a tu pregunta, mi sentido de humor a quedado con Raphael.

— ¿Raphael tenía sentido del humor?

Abrió los ojos mirando al muchacho con molestias.

— ¿Qué estás tratando de decir Francisco?— Preguntó Simón con molestias.

—No me llamo Francisco— contestó el joven— debo decirte que Raphael era como un adulto con una amargura nivel diez.

No pudo evitar sonreír, el chico tenía razón, bueno un poco de ella, solo él sabía que cuando él y Raphael estaban juntos siempre estaban riéndose, conocía su lado agradable y al parecer los demás no lo hacían.

—No sabes nada—dijo Simón tratando de bajar del cajón.

Pero cuando poso sus dos piernas en el suelo, sintió como fallaban y comenzaba a caer, vio que estaba siendo casi sostenido en el pecho de Fran, se alejó de él cayendo al piso.

—No vuelvas a hacer eso nunca más— dijo Simón.

Sentado en el piso sobando sus piernas.

—Te salve de un posible golpe con el suelo, deberías agradecerme— dijo Fran.

Simón chequeó la lengua.

—Gracias por ello—dijo Simón— pero no me vuelvas a tocar.

Vi como el chico levantó las manos.

—Está bien, está bien—dijo Fran— vamos, tenemos mucho que recorrer.

Simón se levantó y comenzó a caminar detrás de él, debía tener algo en mente, volver con Raphael.

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