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(78)

RAPHAEL.

Miró aquella habitación por milésima vez queriendo aceptar que Simón ya no estaba allí, que no andaba escondido en algún lugar de la habitación mientras ojeaba algún libro o que no estaba acostado sobre la cama mirando a la nada, tampoco que estaba detrás de él mirándolo como si lo analizará, solo era una habitación vacía, cerró la puerta cuando entró y observó todo sin moverse, los libros y la ropa tirada por los pisos, la cama estaba desordenada, el armario estaba abierto y todo el lugar tenía un olor al aroma que Simón sabía tener haciendo que Raphael se sentará en el piso apoyando su espalda en la puerta y tratando de atrapar su olor lo que más pudiera que entrará por sus fosas nasales y se quedarán así.

Su vista fue a parar al escritorio, papeles y lápices desordenados por el lugar, un libro negro en el medio de todo, las dos habían llamado la atención, pero mucho más ese libro, sintió como su pecho pulso con fuerza y se retorció frunciendo el ceño, lo había sentido antes pero no con tanta fuerza como lo había sentido ahora, su mano fue a parar al lugar presionando allí para parar el dolor.

—Simón.

Era inútil pronunciar su nombre cuando él no estaba, era injusto saber que él estaba bien mientras que Simón estaba sabe quién.

—Lo siento.

Sus ojos comenzaron a aguarse sintiendo como su enojo subía por todo su cuerpo ¿Por qué era tan así? ¿Por qué no podía volver a ser como Raphael antiguo? Golpeó con su mano con fuerza el piso sintiendo como las lágrimas comenzaban a bajar por sus mejillas ¡Era un llorón! ¡Un tremendo llorón!

— ¡Lo siento!

Colocando su piernas y rodillas sobre su pecho, no estaba acostumbrado a esto, menos cuando su visión antes de despertar era de él de niño siendo arropado por su madre y sintiendo los gritos de sus hermanos por la sala, no estaba acostumbrado a que era amigo de dos brujos que existían unos adolescentes que se hacían llamar Nephilim y que estaba en una relación íntima con un niño vampiro muy lindo, que alrededor de todo eso tenía enemigos, volvía a decirlo, no estaba acostumbrado. Pero debía hacer algo, ¡Tenía que hacer algo! Era Simón, no podía dejarlo allá solo, se paró y comenzó a caminar hacia el escritorio mientras secaba sus mejillas, agarrando el libro que había llamado su atención abriéndolo si había algo que pudiera acercarlo más a Simón debía ser esto, y lo necesitaba, las hojas cada una que pasaba, estaba escrita con letras cursivas, habían gran cantidad de palabras tachadas y dibujos a cada lado del margen, habían oraciones, párrafos escritos en forma desordenadas como poesías o canciones, era la letra de Simón y siendo la primera vez viendo algo escrito de él sintió como tragaba con fuerza.

Algo dentro de él le decía que Simón lo había nombrado en algunas de aquellas hojas pero no quería ojear en las escrituras de Simón, debían ser personal, no podía evitarlo ¿Y si algo lo ayudaba a recordar? Y si... ¿En esas hojas le recordaba el amor que le sentía? mojó sus labios, Simón le había dicho que lo amaba hace rato, pero nada era comparado con emociones escritas de él, volvió a cerrar el libro y lo dejo en su lugar dándose vuelta y mordiendo sus labios, debía estar buscando soluciones en otro lugar no en este, caminó hasta la puerta y la abrió, para después cerrarlo detrás de él y caminar hacia su habitación que estaba al frente.

La luz del sol se reflejaba a través de esa ventana que tenía magia, todo estaba tan ordenado, tan prolijo nada fuera de lo común y nada parecido a la habitación de Simón, tenía que decir que había algo en común entre las dos habitación, las dos estaban solitarias o solo era el que se sentía tan lleno de soledad que cada cosa que veía le encontraba algo relacionada con ella, como si hablara de Magnus y Ragnor, ellos también tenían su soledad incluida, no era tan visible pero si lo pensabas un poco más encontrabas ese punto, como Ragnor que trataba de esconder su soledad en casa de Magnus, tratando de unirse a personas que conocía y poder reguardar el dolor que tenía al saber que no había nadie a su lado o capaz si tenía y no lo sabía, mientras que Magnus tenía a ese Nephilim, pero el vampiro quería encontrar la soledad allí, porque si él estaba mal, todos debían estar mal. Caminó hasta su armario, sí quería volver a recordar todo debía comenzar por lo básico, ser Raphael de antes, no debía estar esperando a dos mujeres que vinieran a socorrer por él, ya estaban demorando demasiado, el lo haría solo y no necesitaría ayuda de nadie.

<<Pero estás aquí, obedeciendo las órdenes de Magnus. >>

Frunció la nariz y chequeó la lengua, eso era verdad estaba obedeciendo las órdenes de Magnus, pero era un brujo y no quería sobrepasar sus límites de paciencia, abrió el armario y miró todas aquellas chaquetas que había evitado mirar desde que había despertado ¿Por qué un vampiro se ponía chaqueta si no sentía ni el frío y el calor? Raphael alzó los hombros y tomo una chaqueta negra de cuero con bordados rojos en la parte delantera y se la colocó, espero por un minuto no sintió nada, ni un mínimo recuerdo caminó hacia el espejo y se miro allí, no había nada fuera de lo común, al contrario parecía cómoda. ¿Esto es lo que le gustaba a Simón?

Acomodó las mangas y se observó un poco más, no parecía tener nada fuera de lo común, la puerta fue abierta haciendo que Raphael girará ilusionado que fuera Simón, pero solo era Magnus que se había quedado congelado en medio de la puerta, sus ojos delineados estaban abiertos par en par y sus labios se había abierto, todo de él demostraban sorpresa, Raphael quiso sacarse la chaqueta en ese mismo momento.

—Magnus deja de mirarme así—dijo Raphael apenado.

Vio como este comenzaba a asentir y suspiraba entrando a la habitación.

—Debo admitir que he extrañado bastante tus chaquetas— dijo Magnus.

Paso una de sus manos por su pelo con frustración y miro con amargura a Magnus.

—Creí que recordaría algo—dijo Raphael.

—No todo puedes hacerlo con rapidez, los recuerdos tardan en llegar, son lentos y preciados—dijo Magnus— algunos solo vuelven en el lugar donde sucedió o solo tu mente está tratando de evitarlos, no puedes forzarlo.

Pero es que Raphael no quería eso, quería recordar todo ahora, miró al techo y aguantó el sollozo que quería largar para después mirar a Magnus de nuevo.

—Quiero que Simón esté aquí conmigo—dijo Raphael—le prometí que lo recordaría e iría en su búsqueda, no me pidas no forzar las cosas cuando en verdad necesito esto.

Vio como Magnus se quedaba mirándolo, sus ojos se habían cristalizado un poco, pero se repuso inmediato.

—Catarina está en la sala —dijo Magnus—veremos si ella puede ayudarnos en algo.

Y señalar la puerta y esperar que él comience a caminar, cuando Raphael paso por adelante, pudo escuchar unas palabras de Magnus sonar casi como en un susurro.

—Simón te esperará.

No se volvió, trató de hacer que no lo escucho, porque si no le iba a terminar declarando que tenía miedo de perder a Simón y el cariño que le había brindado, le terminaría diciendo que le quería y no podía con eso, no podía seguir echando mierda cuando el asunto estaba tan así, sus pasos comenzaron a ser más rápidos y largos, sus emociones parecían querer hacer que su corazón muerto volviera a bombear, tenía ganas de vomitar y estaba nervioso ¿Y si esta mujer lo hacía recordar? Paró cuando vio la puerta de la sala, ni sabía si era esa la habitación o no, solo se había dejado llevar por sus instintos.

—Entra, Catarina está allí.

¿Y si era algo así como Camille? ¿Y si antes de ayudar empeoraba todo?

—Entra— dijo Magnus.

Raphael asintió y abrió las puertas, no era algo que quería ver como primera visión, Ragnor estaba muy cerca de una mujer piel azul, parecían coquetear, eso hizo que volviera unos pasos hacia atrás sintiéndose apenado por interrumpir, entonces Ragnor no estaba tan solo como él lo pensaba.

— ¿Así que ustedes están coqueteando, y no se lo cuentan a su amigo? —Dijo Magnus ofendido—nos conocemos de hace siglos y me ocultan esto, que malos amigos, muy malos.

Vio como Ragnor y la mujer de piel azul con pelo blanco reían con nervios, es debía ser Catarina pensó Raphael.

—No debo de hacerlo, no cuando aún no me has dicho el nombre de ese Nephilim que has conocido— dijo la mujer.

Su voz era suave y no tenía ni una chispa de maldad o solo se estaba dejando llevar por qué la mujer era algo íntimo de Ragnor.

—Touché Catarina, Touché—dijo Magnus—mientras que tú Ragnor, has dejado de ser oficialmente mi guisadito verde, me has traicionado.

Toda la sala se llenó de risa, risa por parte de esa tal Catarina, Ragnor y Magnus que se había unido a ellos, pero para Raphael no, porque había venido para otra cosa no para reír.

—Oh Raphael de hace mucho que no te veía con una de tus famosas chaquetas— dijo Ragnor después de unos minutos— te ves fabuloso.

— ¿Este es el niño Raphael? —pregunto Catarina caminando hasta el.

El vampiro solo asintió a respuesta.

—Déjame verte —continuo la mujer.

Y comenzó a temblar ¿Recordaría a Simón?

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