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RAPHAEL

Sentado en aquella sala, en medio de su soledad, cerró los ojos con cansancio, colocando dos de sus dedos en el puente de su nariz como sabia hacer cuando no podía con un problema, aun no podía creer que estaba por hacer esto, iba a dejarse marcar por alguien, por Simón un vampiro novato que había conocido hace unos meses, que parecía de menor edad a pesar de no serlo y con cual había tenido sexo aunque no pudiera hacerlo porque iba contra la ley de adiestrador-novato, pero tenía que pensar en positivo, solo era una marca, nada más que una insignificante marca.

¡No! claro que no era solo una insignificante marca, era una atadura, era un castigo, era algo que los vampiros comparaban con un casamiento de por vida, algo que hacían lo que si estaban enamorados y querían mostrarle a su pareja que en verdad eran uno ¿Quién quería casarse en estos tiempos? nadie, ¡Nadie! y no es que Simón fuera una mal chico o no era digno para marcar, es que aun no estaba preparado para eso, no cuando llevaba tanto tiempo solo, sin una relación ¿Cómo podría tratar a alguien soportando sus charlas todo el día? estaba hablando de Simón, podía estar hablando todo el día sin cansarse y aun no entendía de dónde sacaba tantos temas para hablar, además se cansaría de él con rapidez, no podía estar con alguien por mucho tiempo, ley de alguien que había pasado muchos siglos solo, excepto Magnus. Y no es que no quisiera a Simón, le tenía cariño que capaz pudiera llegar a ser amor, pero es que dudaba un poco si la relación tuviera futuro, no con lo diferencia que ellos dos llevaban ¿Cómo podría estar con Simón? ¿Cómo lo aguantaría?

— ¿Magnus acosar?— Preguntó Ragnor riendo— esa es una de las primeras fases, pobre de ti Alexander, pobre de ti.

Raphael abrió los ojos y se acomodó en el sillón esperando que no lo vieran así carcomiendo su cabeza, los vio entrar por el umbral de la puerta unos minutos después de que había agarrado un libro y lo abrió sobre su regazo, esperando que creyeran que estaba leyendo, cuando dirijo su mirada a la puerta pudo ver que solo venían el chico Nephilim que parecía más relajado desde la primera vez que lo vio, como si se estuviese adaptando al ambiente y Ragnor parecía alegre a su compañía.

— Entró a mi habitación mientras me bañaba—dijo Alec— ¿Eso es normal?

Pudo oír la risa de Ragnor entrar a sus oídos.

—Para una persona normal no— contestó Raphael llevándose la vista de los dos— pero para Magnus sí, es una forma de demostrar que le interesas.

Los vio sentarse uno en cada lado, mientras que el volvió a bajar la vista a los libros para demostrar que estaba leyendo, aunque no entendiera idioma brujo o lo que estuviese escrito en esos libros antiguos.

—Magnus y yo estamos haciendo un trabajo, estamos investigando un par de cosas, nada fuera de lo común—dijo Alec poniéndose de un color carmesí.

— Sí, claro un trabajo—dijo Ragnor—mira a Raphael tenía que hacer su trabajo de cuidar y enseñar a Simón a ser un vampiro, y míralos ahora, por tener una cita.

— ¡Oye!—se quejó Raphael cerrando el libro.

La risa de los dos se escucharon en toda la sala y aunque no le gustara que Ragnor hablara tan abiertamente de sus temas con otras personas, solo sonrió tenía que admitir que no era tan desagradable el Nephilim, no como su Parabatai rubio o la chica pelirroja que le gustaba herir los sentimiento de Simón, y bueno la pelinegra también, que solo le desagradaba por querer tirarse encima a su Simón, además le desagradaba las mujeres Nephilim, cualquier chiquilla de ellas le hacía acordar a Annamarie.

—Me caes bien Alexander— dijo Ragnor riendo— tanto que debo advertirte por última vez sobre Magnus.

—Deja de asustar al Nephilim Ragnor, él sabrá controlar al descabellado y loco de Magnus—dijo Raphael.

El chico Nephilim volvió a colocarse de un color carmesí, y Raphael no pudo creer que cuando lo vio por primera vez parecía un Nephilim amargado y ahora no podía dejar de verlo sonrojarse por cada oración que nombrarán a Magnus ¿Desde cuándo los Nephilim habían cambiado? ¿O solo había Alexander que había cambiado su manera de ver a los subterráneos de una manera diferente? por alguna razón Magnus lo había elegido.

— ¿Sabes quién está asustado?—pregunto Ragnor.

— ¿Quién?

—Tú, pareces a punto de perder la cabeza.

—Claro que no, estoy bien—mintió Raphael.

Claro que no lo estaba, no todo los días vas entregando tu cuello para que te marquen.

<<Tranquilízate Raphael, Ragnor te descubrirá y no quieres que pase eso. >>

—Aun no puedo creer que Magnus se la arreglara para hacer que la cita sea esta noche—dijo Alec.

Magnus se las había arreglado muy bien para torturar sus cabezas y convencerlos de que la cita fuera esta misma noche y le había bastado decir dos malditas oraciones.

"No puede ser para otro día, tiene que ser para hoy ¿Qué pasa si Ethan viene mañana?"

"No podemos darle tiempo a que razoné Raphael después de arrepentirá."

Y todos le dieron la razón con la segunda.

—Ustedes lo apoyaron—dijo Raphael cruzándose de brazos— es culpa de ustedes.

—No puedo arriesgarme a que tu cabecita reflexione y la cita no se dé—dijo Ragnor— lo lamento Raphael.

—Li liminti riphiil.

Después de un rato de charlas entre Ragnor y Alec, Raphael no paraba de gruñir y fruncir su ceño, cruzaba sus brazos con mas fuerzas y sus piernas empezaban a sufrir un tic nada común en el, trataba de no pensar, trataba de no encontrarle más negativas a lo que había dicho, tenía que hacerlo, tenía que ayudar a Simón aunque le entregara algo muy importante, a pesar de que Simón hace solo unas horas le había entregado su virginidad.

—Ya esta anocheciendo—dijo Alec parándose— tengo que ir al instituto para que no sospechen.

—Claro, gracias por tu compañía Alec—dijo Ragnor— le avisaré a Magnus que te has ido.

Raphael se relajó al saber que podría hablar con Ragnor a solas, necesitaba desahogarse y preguntarle si lo que estaba por hacer estaba bien, así que solo vio al chico irse por el umbral de la puerta hasta que Magnus apareció y lo metió de nuevo a la sala con una sonrisa cariñosa.

— ¿A dónde vas?—pregunto Magnus.

—A-Al instituto— tartamudeo el chico.

—Te acompañaré— dijo Magnus— pero primero veremos mi obra maestra de hoy, fue difícil ya que Simón no tenía muy buenos gustos y no me dejo ponerle un poco de maquillaje, pero hice lo mejor que pude.

No quería ver que había hecho el brujo con el pobre de Simón.

— ¡Ven pasa Simón, no seas tímido!

Vio a Simón entrar a pasos lentos, con la cabeza gacha, sus manos apretadas a cada lado de su cuerpo como si intentará no correr de nuevo a su habitación, Raphael se asombró al mirarlo, sintió su boca resecarse y un escalofrío subir por todo su cuerpo, no podía dejar de mirarle las piernas y lo bien que le quedaba ese pantalón, su poco trasero ahora se le marcaba y sus piernas se veían más largas, quería besar esas piernas desde la punta de los pies hasta llegar hacia su cadera y si podía mucho más.

—Tuve que usar unas de tus chaquetas—dijo Magnus— a Simón no le agradaba ponerse una camisa.

— ¿Um?

—Que estuve en tus armario—volvió a repetir Magnus— ¿Estas escuchando?

Magnus tenía razón, Simón tenía puesta una chaqueta suya y no le quedaba nada mal, bueno tenía que admitir que aunque Simón estuviera embarrado de basura, no le quedaría mal, nada le quedaría mal, porque Simón es lindo.

—Raphael.

—Ya te escuche—se quejo Raphael.

— ¿Y entonces?

— ¿Y entonces qué?

— ¡Que te parece Simón!—grito Magnus— Raphael tienes que decir algo agradable para tu pareja.

Pero el mayor no le hizo caso, se paró y miró lo último que le quedaba por ver del menor, su cara, caminó hasta él y se paró a unos centímetros, estiró su mano y con uno de sus dedos lo colocó bajo el mentón y empezó a subirlo, viendo como Simón ahora lo miraba, y le sonrió, el menor se veía sensacional.

—Iré a cambiarme—dijo Raphael.

Apartándose para caminar hacia la puerta.

— ¡¿Qué?!—dijeron Magnus y Simón a la vez.

Con una sonrisa se dio vuelta y miró la cara del menor, no sabía por qué le divertía verlo así, pero un Simón a punto de perder la cabeza le gustaba mucho más que un Simón adorable.

—No me malinterpretes Simón, te ves fascinante.

Cuando pudo ver al menor sonreír, se dio vuelta y siguió caminando, era hora de cambiarse el. 

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