(46)
RAPHAEL
Habían pasado los días y todos habían vuelto a la normalidad, Simón había vuelto a hablar hasta por los codos y sus dos amigos brujos habían dejado de molestarle con el "Saphael", así que ese día, ya siendo media noche se habían colocado, él y Simón, arriba del techo de la casa de Magnus para entrenar, ya no había tensiones, solo entrenamientos que un jefe le daba a su alumno.
—Hoy haremos práctica de salto— dijo Raphael apoyándose en la pared.
— ¿Salto?—repitió Simón— ¿tengo que saltar con una soga y hacer las que más pueda?
El vampiro mayor negó.
—No Simón, tienes que saltar de aquí al piso—dijo señalando los lugares.
Era hora de que Simón aprendiera más sobre las habilidades de los vampiros y que supiera lo que tenía que hacer en caso de que estuviera en una situación en la cual no pudiera escapar más que saltando de lugares distante.
— ¿Estás loco? Me voy a matar—dijo Simón.
—No es tan difícil—dijo el vampiro rodeando los ojos.
—Ni is tin dificil—se burló Simón— sabes, prefiero ser un vampiro inexperto antes que un vampiro roto.
Raphael lo agarró del brazo cuando vio que se estaba yendo hacia adentro de la casa, buscó su mirada.
—Tienes que estar preparado—dijo Raphael—Ethan viene en tu búsqueda y se le hará más fácil atraparte con tu inexperiencia.
Vio como Simón se asombraba a escuchar ese comentario, porque habían tratado de evitar hablar del asunto desde el principio.
— ¿Qué estás diciendo?— Preguntó Simón— eso es ridículo ¿Para qué Ethan me vendría a buscar?
—No lo sé Simón— dijo Raphael sin soltarlo—pero necesito que te empieces a adiestrar ¿Tanto te cuesta ayudarme y colaborar?
Sintió como Simón se trataba de soltar mirando al piso.
—Tengo miedo—dijo el menor— no puedo hacer esto cuando el miedo me invade.
Raphael lo soltó, si uno de sus novatos le hubiera dicho que sentía miedo se hubiera reído, lo hubiera agarrado de la remera y lo hubiese tirado sin importarle si caía de pies o no, pero era Simón, no tenia las agallas para hacerlo y no quería que le sucediera nada.
—Yo no dejaré que te pase nada—dijo Raphael— lo prometo.
Era más que una promesa, era una demostración de su cariño hacia él, nunca al novato le pasaría algo bajo su vista, nunca.
—Si yo salto—dijo Simón— tú me llevarás al cine.
— ¿Al cine?—repitió Raphael asombrado.
— Si, con comida—dijo Simón—y yo elegiré la película ¿Entendido?
Raphael sonrió.
—Entendido—dijo Raphael.
Vio como Simón le devolvía la sonrisa y caminaba hasta el filo del techo mirando hacia el piso, Raphael empezó a caminar hasta el colocándose a su lado.
—Solo tienes que caer de pies—dijo Raphael mirándolo.
—Las horas de educación física me servirán de algo—dijo Simón con una sonrisa.
Entonces vio como Simón saltó y Raphael se desesperó mirando hacia abajo, parecía que caería de cara en el suelo, haciendo que el mayor se preparará para saltar para ayudarlo, pero se sorprendió a ver como el menor daba un giro y caía de rodillas.
— ¡Raphael!— sintió sollozar a Simón.
El vampiro mayor saltó y cayó de pies, caminó hasta el menor, se arrodilló a su lado, el pequeño se estaba tocando las rodillas y lloraba.
—Lo hiciste muy bien Simón—lo ánimo Raphael.
—Me lastimé las rodillas—dijo Simón llorando—no lo hice bien.
—Ven, vamos a curarte pequeño—dijo Raphael.
Lo alzó entre sus brazos, sintió como lo abrazaba del cuello y sollozaba, Raphael no podía evitar pensar que se veía adorable.
—Parezco una niña— sollozó Simón.
—Claro que no—dijo caminando— eres valiente Simón Lewis.
Había dejado al pequeño en el sillón mientras buscaba cosas mundanas para curarlo, eso haría que se sintiera un poco mejor y con confianza de que se curaría más rápido.
—Necesito que te saques el pantalón—dijo Raphael.
Colocando los materiales en el piso, esperando que el menor hiciera lo pedido.
— ¿Qué?
—Necesito curarte—dijo Raphael sentándose—así que necesito que tus heridas estén libres.
—Y-Yo—empezó a tartamudear Simón.
—No tienes nada que yo no tenga—dijo el mayor divertido.
—Está bien—dijo Simón mirando a otro lado.
Raphael disfrutó la vista cuando el menor empezó a bajar sus pantalones llevándose una visión de unos bóxer negros, los pantalones se bajaron hasta más a bajos de las rodillas lastimada, miró sus piernas, no tenían ninguna pizca de bello, la piel lo estaba tentando a que lo tocará, pero no lo hizo.
— ¿Te depilas?— preguntó Raphael.
—Los pelos a veces traen gérmenes—se defendió Simón avergonzado.
Raphael levantó unas de sus comisuras de sus labios y empezó con lo que tenía que hacer, remojó el alcohol en el algodón y lo colocó en las rodillas de Simón con cuidado.
— ¡Arde!—chilló el menor.
—Solo será un poco—dijo Raphael.
Mientras lo curaba aprovechó para poder tocar su piel con los nudillos de su mano, sintiendo la descarga eléctrica recorrerlo de la cabeza a los pies, pero no haría más que eso, así que cuando vio que estaba curado lo vendo.
—Me gusta como vistes Alexander—sintió la voz de Magnus— ¡Wow! ¿Qué sucede aquí?
Raphael lo miró asombrado, Magnus vestía elegante y a su lado con una sonrisa estaba el Nephilim, Alexander Lightwood, bien vestido como si fueran a cenar o algo.
—Salte del techo y me lastimé las rodillas—dijo Simón— Raphael me estaba curando.
Sabía que el menor se había colocado el pantalón de inmediato por la vergüenza.
—Además ¿Qué hace aquí un Lightwood contigo?— Preguntó Raphael cambiando de tema.
—Viene a arreglar unos acuerdos—dijo el brujo sonriendo.
— ¿Te lo llevarás a tu cama?—bromeó Simón.
—Es inútil, el niño ángel se rehusaría a hacer eso—dijo Magnus frunciendo el ceño—bueno seguiremos nuestro camino, sigan con su curación.
Los vio salir por la puerta en compañía del Nephilim, escuchando como el brujo iba riéndose por lo sucedido.
—Tengo hambre—dijo el menor.
Raphael volvió a mirarlo y le tendió una mano.
—Vamos a alimentarte.
Caminaron hasta la cocina y el vampiro mayor preparó dos vasos de sangre mientras miraba al pequeño.
—Gracias por curarme—dijo Simón.
—Te prometí que no te pasaría nada—dijo Raphael colocando los vasos en la mesa.
Vio como el menor agarraba el vaso y lo tomaba con rapidez de aquel líquido que se había rehusado a tomar en su llegada a la casa.
—Toma con cuidado—dijo Raphael riendo.
— No me mandas—dijo Simón mirando sobre el hombro de Raphael— espera ¿Quién es ella?
El vampiro mayor volteó y la vio, ella estaba ahí, en la puerta y Simón la estaba viendo, se empezó a sentir mal, muy mal, como si fuera a descomponerse en cualquier momento.
— Raphael— escuchó como ella lo llamaba— ¿Tan rápido me olvidaste?
— Raphael ¿Quién es ella?—sintió la voz de Simón alarmado.
—Dile amor mío—dijo la muchacha—dile que fui y siempre seré tu único amor.
— ¡Cállate!— gritó Raphael cerrando los ojos— ¡Cállate!
Sintió como Simón se acercaba hasta él y le colocaba una mano en la espalda.
— Raphael— dijo Simón—ya se fue, todo está bien, ya todo está bien.
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