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RAPHAEL

—Déjame curarte — dijo Simón.

Raphael negó otra vez con un poco de molestia, todavía seguía un poco ofendido y aunque defendió al vampiro menor aun seguía molesto con él como para evitarlo por algunos días si eso podía permitirse.

—Me voy un sanar solo — dijo— somos vampiros.

—Raphael.

—No—volvió a negar.

—Tengo que curarte —dijo Simón— no puedo dejar que andes lastimado así, cuando se que con vendas lo puedo lograr.

—Yo dije que no —dijo Raphael— y no te dejaré que me cures.

Minuto después Raphael estaba sacándose la chaqueta con enojo, no le gustaba sacar la chaqueta frente a los demás y menos perder a los irritantes pedidos de Simón para curarlo, como lo estaba haciendo en ese momento.

—Ven, siéntate— ordenó Simón.

Raphael colocó su chaqueta en el espaldar de la silla y se sentó mirando la mesa, Simón se había tomado en serio curar su brazo, delante de sus ojos había algodón, vendas y alcohol.

—Sabes que no necesito esto— musitó.

Trató de no mirarlo, sabía que si miraba olvidaría de toda la humillación que se había llevado después del beso, así que se concentró en los cuadros de la pared para hacer que todo pasara más rápido.

— ¿Los Nephilim siempre han sido así? — preguntó Simón.

Raphael chequeó la lengua, los Nephilim siempre fueron así, arrogantes, egocéntricos y manipuladores, como ella, odiaba a cada uno de ellos con su corazón.

—Son patéticos— dijo Raphael—es algo natural en ellos.

Sintió como el algodón mojado se posaba en la herida dándole un poco de ardor pero trato de no darle importancia, ella se burlaría del si viera a lo que había convertido, en alguien vulnerable para un polluelo que ni siquiera conocía.

—Gracias — dijo Simón.

El vampiro mayor intentó no mirarlo pero era inútil, Simón se había convertido en todo cuando pudo tocar sus labios y no, no era amor, el amor no existe se repitió Raphael, solo experimentó un poco de cariño por él.

— ¿Por qué? — Preguntó.

— Porque me estás hablando después de lo ocurrido hace rato — dijo Simón un poco avergonzado.

—Fue estúpido de mi parte besarte —dijo Raphael— solo fue un impulso, creo que el que tiene que disculpar aquí soy yo.

Vio como Simón asentía, colocaba las vendas con rapidez y se separaba sin mirarlo.

—Tienes razón — dijo Simón— ya está curado.

El menor comenzó a caminar hacia los pasillos que dirigía a las habitaciones, pero Raphael no quería dejar las cosas así, el vampiro menor solo hacía más que confundirlo y eso no lo podría tolerarlo, tenían que ser claros.

— ¿Qué quieres de mi Simón? — Preguntó Raphael — porque solo haces que me confunda más.

Vio como se paraba en el umbral de la puerta y se giraba, sus ojos brillaban y sus labios estaban temblando, al parecer el asunto también lo tenía nervioso.

—Estoy confundido — dijo Simón.

— ¿Y tú crees que yo no? — Preguntó Raphael — nunca besó a un chico porque si, y lo hice contigo.

—Solo necesito pensarlo, dame un poco de tiempo — dijo Simón cruzándose de brazos— pero respóndeme una pregunta ¿Por qué quiere estar conmigo si no crees en el amor?

Raphael abrió la boca sorprendido, esa pregunta no se la había esperado y había afectado.

—Yo no creo en el amor — dijo— pero tengo un cariño por ti ¿No es suficiente?

—Yo no quiero a alguien que solo me quiera — dijo Simón frunciendo el ceño — yo quiero a alguien que... mejor déjalo.

Y Simón se giró y se adentró a los pasillos sin volver la vista atrás ¿Qué era lo que terminaba la frase? ¿Qué quiso decir Simón? De eso significaba cuando decía que Simón lo confundía tanto.

— Aw la primera pelea.

Raphael volteó cansado, detrás del Magnus estaba con un celular y Ragnor estaba apoyado sobre el umbral teniendo en su mano el bastón que Jem le había dado hace muchos años, ambos curiosos por saber que estaba pasando, espiando sin consideración.

— ¿Desde cuándo están escuchando? — preguntó cruzándose de brazo.

— Ni te imaginas todo lo que hemos oído por aquí —dijo Ragnor.

— Me hacen ver más patético de lo que me siento —dijo Raphael.

Los tres se sumergieron a los sillones que había en la sala, solo que esta vez Raphael apoyó su cabeza con cansancio en el espaldar del sillón, es como si fuera un mundano y estaba cansado después de trabajar, pero no, era solo un cansancio mental.

— No puedo dejar que Saphael se destroce —dijo Magnus— recién comienza.

— ¿Saphael? — preguntó el vampiro confundido.

— Es un nombre que creó Ragnor para Simón y Raphael — dijo Magnus.

Raphael pasó la mano por su cara cansado ¿Por qué todos querían que terminaran juntos? ¿Han hecho algo malo que merecía tal castigo?

—Saphael no existe —dijo Raphael.

— ¿Qué te está molestando Raphi? — Preguntó Magnus — no puedes decirme esto después de que vi ese beso.

El vampiro se tenso ¿Qué le estaba molestando? el beso, culpa de ese beso se había dado cuenta que sentía algo por el menor y que no le correspondía, le hacía tanto acordar cuando ella lo rechazó por lo que él era, un vampiro, un subterráneo, un asesino.

—No puedo estar con el novato— respondió.

—Oh — dijo Magnus— ya había imaginado todo para cuando le pidieras ser su novio.

—Yo me quedaría para poder verlo— apoyó Ragnor.

— ¡¿Qué les sucede?! —Dijo Raphael molesto— vuelvan a la realidad, no puedo estar así, no cuando no puedo superarla y Simón no me quiere ¡Dejen esto ya!

No podría tolerar todo esto, podría sentir la risa de la muchacha en sus oídos como si supiera que estaba volviendo loco, ella estaba muerta, muerta trató de recordarse.

—Raphael —comenzó decir a Ragnor— nosotros queremos lo mejor para ti, no puedes vivir del pasado.

Era culpa de Simón todo esto, antes de que llegara estaba en paz y no la recordaba, la había superado, pero ahora había sentido otra vez como una asquerosa espina incrustada en su mente.

—Estoy mejor así Ragnor — dijo parándose.

No esperó que ninguno hablara, caminó hacia su habitación, necesitó soledad la cual extrañaba ya la vez repudiaba, el pasillo se vio más estrecho y oscuro que hacía que se sintiera agobiado, los colores se mezclaban frente a sus ojos y la figura de la mujer cual tanto odiaba apareció allí, frente a sus ojos, tuvo que apoyar en la pared, ella no pudo estar frente a sus ojos, eso era imposible, cerró los ojos con fuerza, no sabía que estaba sucediendo, nunca le había pasado.

—Raphael.

La voz seguía igual que lo recordaba, suave como los ángeles pero con su firmeza incluida.

—Raphael.

No quería escucharla, se concentró en otra cosa, números, los libros, el aroma que irradiaba Simón, los ojos verdes grisáceos, la ropa mundana que había empezado a usar, con el pasar de los minutos abrió los ojos con lentitud y se alivio, ella se había ido, se adentró a su habitación y se apoyó contra la puerta, el celular comenzó a vibrar en su bolsillo.

Desconocido: Muy pronto iré a buscar a mi novato Raphael.

Cerró los ojos con fuerza ¿Qué más le iba a pasar?

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